El mundanal atolladero del chantaje

Solo la inocencia de la mayoría extorsionada, manipulada e impactada por el jolgorio de estas formas del chantaje, cree en los discursos del poder, en toda su distribución cartográfica. Está atrapada en la “ideología” del chantaje.



El mundanal atolladero del chantaje

Raúl Prada Alcoreza

Las prácticas, las relaciones, las formas, relativas al chantaje, han conformado un mundo, que es el mudo de las representaciones y prácticas de las formas del chantaje. Este mundo se alimenta de los circuitos del chantaje. Es un mundo que funciona por presiones, coerciones, por decodificaciones emocionales, relativas no solo a la economía política del chantaje, sino mucho más, si se puede hablar así; se trata de climas, atmosferas, en las que se encuentran instituciones y campos sociales atrapados en las lógicas del chantaje, utilizando este término de lógicas ilustrativamente. No solo los gobernantes ejercen chantaje a la sociedad, sino también parte de la sociedad ejerce chantajes al gobierno y a la sociedad misma. En el contexto de estas relaciones, tanto gobierno y esta parte de la sociedad clientelar se retroalimentan y complementan en esto, relativo a los circuitos del chantaje. Ambos funcionan decodificando desde el imaginario delirante del chantaje.

El problema es que el mundo del chantaje es parte del mundo de las representaciones, no necesariamente del mundo efectivo. Es parte del mundo efectivo en la medida que ciertas prácticas y habitus sostienen la manifestación de este imaginario; no es exactamente parte del mundo efectivo por cuanto el mundo efectivo y en devenir excede la parcialidad donde se efectúa la materialidad del mundo del chantaje. El mundo efectivo responde a las dinámicas de la complejidad, dinámicas que contienen la efectuación del mundo de las representaciones; lo contienen como fenómeno.

El mundo del chantaje es mundo para los que sufren y participan de este mundo, creen que este mundo es el único, creen que este mundo es la realidad. Los que están atrapados en este mundo se encuentran en un atolladero. Se trata de círculos viciosos de la economía política del chantaje, también de la psicología emocional del chantaje, círculos viciosos que forman parte de los círculos viciosos del poder. Al considerar que el mundo funciona así, por presiones, por coerciones, por chantajes, se embarcan en estrategias fatales para la vida. Pues la vida, que es memoria sensible, es reducida, en el imaginario, a la sensiblería de las formas del chantaje. La memoria sensible es sustituida, imaginariamente, por las “ideologías” de las formas del chantaje. El mundo de las representaciones; es decir, de los imaginarios instituidos, es aplastado a las dimensiones del imaginario de las formas del chantaje; entonces, toda interpretación, toda comunicación, se reduce a concebir un mundo que funciona en los códigos del chantaje.

El gobierno, que se desenvuelve en la gubernamentalidad clientelar, y parte de la sociedad, la que responde a los chantajes gubernamentales con chantajes emocionales, ambos se entrampan, de esta manera, en los círculos viciosos del poder. No pueden sino reproducir dominaciones; no pueden sino reproducir sujetos demandantes, que son formas de las sumisiones y subordinaciones históricas. Están lejos de asumir que se trata de derechos y que los derechos no se los mendiga, se los asume. Entonces ocurre algo extraño; mejor que no se cumplan las demandas o que se cumplan parcialmente, pues de esta manera persisten los circuitos del chantaje, por ambos lados. La política, en sentido restringido, es circunscrita a los ámbitos recurrentes de las formas del chantaje; con lo que la política termina siendo la efectuación desenvuelta del chantaje.

Todo está embadurnado por el chantaje; toda las relaciones sociales instituidas. Las formulaciones de políticas, las elaboraciones de leyes, las contrataciones y servicios, las obras, las construcciones, las políticas comunicacionales, las prácticas electorales, las delegaciones y representaciones, las manifestaciones sociales acostumbradas, las demandas recurrentes, las organizaciones sociales, los partidos, los programas partidarios. Incluso lo que es parte de la vitalidad social, las luchas sociales, se convierten, por dirigencias clientelares, en instrumentalizadas para concurrir en las prácticas elocuentes del chantaje. Con esto, el contenido histórico de las lucha sociales es usurpado y escamoteado, convirtiéndose en una retórica repetitiva e inercial. Las luchas dejan de ser luchas para convertirse en prácticas de chantaje. Con esta deformación no desaparecen las luchas sociales, ni las problemáticas sociales se evaporan, todo lo contrario, se ahondan. Lo que pasa es que las luchas sociales son reasumidas por otros actores, otros movimientos sociales, relativos a las nuevas generaciones de las luchas sociales. Lo que pasa también es que en el mundo oficial, en el mundo instituido, las dirigencias clientelares simulan luchas que no lo son, son representaciones impostoras de estas luchas, a las que anulan su potencia.

La economía política del chantaje y la psicología del chantaje hacen como condiciones de posibilidad de la reproducción del mudo del chantaje. La gubernamentalidad clientelar y las dirigencias clientelares son precisamente como los polos de las órbitas de las formas del chantaje, que no son otra cosa que formas elocuentes de las formas de las dominaciones polimorfas. Entonces aparece la paradoja política, una de ellas; el sistema de dominaciones que dicen combatir tanto el gobierno populista como la dirigencia clientelar es precisamente reproducido por estas instancias de las formas del chantaje. El sistema de dominaciones incluso se reproduce mejor, con más desenvolvimiento y desparpajo pues se cree que es el sistema combatido, cuando es el sistema reproducido. Se han anulado, de esta manera, las defensas y resistencia, las capacidades interpeladoras y las capacidades críticas. Reforzando elocuentemente las sumisiones y subordinaciones. Resultan estos gobiernos populistas y estas dirigencias clientelares los mejores aliados el imperio. Nunca como antes se habría diseminado la potencia social.

No se crea que las prácticas y el imaginario del chantaje fusionan solo en las instituciones y organizaciones, incluso agrupaciones y redes, más identificadas con el poder. De ninguna manera, funcionan también en las organizaciones, colectivos, redes, que supuestamente luchan contra el poder; las organizaciones de “izquierda”, los partidos de “izquierda”, las organizaciones decoloniales, las academias supuestamente interpeladoras, los sindicatos; es decir, en estas formas de representación, delegación y expresión social, de conocimiento reconocido socialmente, funciona manifiestamente la economía política del chantaje y la psicología del chantaje, desplegada en sus singularidades propias. Los partidos “revolucionarios” exigen a sus militantes consecuencia con el programa, consecuencia que no es otra cosa que obediencia al comité central. Las organizaciones sociales demarcan límites infranqueables. Las academias establecen ceremonias y ritualidades que encumbran a personajes fetiches, a verdades fetiches, a discursos fetiches, pretensiosamente verdaderos.

Por lo tanto se entiende que los componentes de este mundo del chantaje, este mundanal atolladero del chantaje, se complementen, se apoyen, se refuercen, a pesar de sus aparentes contradicciones, garantizando la reproducción recurrente del poder. Solo la inocencia de la mayoría extorsionada, manipulada e impactada por el jolgorio de estas formas del chantaje, cree en los discursos del poder, en toda su distribución cartográfica. Está atrapada en la “ideología” del chantaje.