La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente

Primera parte del libro.



LA REPRESIÓN DEL DESEO MATERNO Y LA GÉNESIS DEL ESTADO DE SUMISIÓN INCONSCIENTE

Casilda Rodrigáñez Bustos
Ana Cachafeiro Viñambres

ADVERTENCIA
En esta tercera edición de La represión del deseo
materno y la génesis del estado de sumisión
inconsciente, incluímos un nuevo prólogo en el
que se actualizan con nuevos conocimientos, algu-
nos matices del contenido del libro, al igual que
hiciéramos en la segunda edición (2004), cuyo pró-
logo se incluye también a continuación. Hemos
incluído así mismo la presentación y el prólogo de
la primera edición (1996). La lectura de los prólo-
gos se recomienda para quienes quieran profundi-
zar en el desarrollo de los contenidos.

INDICE
Prólogo a la presente edición (agosto 2007) . . . . . . . . . . . .13
Prólogo a la segunda edición (junio 2004) . . . . . . . . . . . .29
Presentación a la primera edición (Victoria Sau, 1995) . . . .41
Prólogo a la primera edición (Los Arenalejos, 1995) . . . . . .45

Primera parte : El Crimen de la Madre
Capítulo 1: El útero y la sexualidad femenina . . . . . . . . . . 55
Capítulo 2: La falta básica y la constitución del Edipo . . . . 79
Capítulo 3: El IV Mandamiento: el principio de la
autoridad, o la constitución del ‘yo’como vértice del
triángulo edípico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Capítulo 4: La inteligencia al servicio de la represión de
los deseos y del orden patriarcal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Capítulo 5: La expulsión del Paraíso; la prohibición para la
mujer del placer sexual antes del parto, en el parto
y después del parto, y la aparición del padre . . . . . . . . . 147
Capítulo 6: De la prohibición al Tabú, del Tabú a la cons-
trucción del inconsciente edípico y a la aceptación de
este orden como la única realidad posible . . . . . . . . . . . . 167
Capítulo 7: La constitución del padre que impide el amor
primario y el apoyo mutuo entre l@s herman@s . . . . . . 177
Capítulo 8: La maternidad: de la evidencia a la impostura;
del placer a la violación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Capítulo 9: La misogina: el componente emocional inherente
a la sociedad patriarcal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
Capítulo 10: La maternidad entrañable y la superpoblación . . 215
Capítulo 11: Los tópicos sobre la ‘igualdad’ y sobre la
‘diferencia’ entre el hombre y la mujer . . . . . . . . . . . . . . 219
Segunda parte: La otra cara de la moneda: el abandono de las
criaturas o la conversión del deseo en miedo a carecer
Capítulo 1: El parto y la herida primaria . . . . . . . . . . . . . . . 237
Capítulo 2: La separación de las criaturas de sus
madres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249
- Primera mentira: que la mujer necesita asistencia
médica para parir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
- Segunda mentira: que el calostro es malo y que hay
que esperar parar poner el bebé a mamar . . . . . . . . . . . 254
- Tercera mentira : que la madre tiene que descansar
después del parto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259
- Cuarta mentira : que el uso del chupete es una cosa
‘normal’ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
- Quinta mentira: que es normal que los niños lloren . . . 264
- Sexta mentira: que los bebés no se enteran ni se dan
cuenta de nada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 268
- Séptima mentira: que si no se les separa las criaturas
se enmadran de manera patológica . . . . . . . . . . . . . . . 273
Capítulo 3: La continuidad en la gestación, alumbramiento,
y crianza (The continuum concept ) . . . . . . . . . . . . . . 275
Capítulo 4: El Poder es el sufrimiento de las criaturas . . . . 281
Capítulo 5: La sexualidad común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
Capítulo 6: La crianza, deseo o trabajo enajenado. . . . . . 295
Capítulo 7: El miedo en las criaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . 299 Capítulo 8: El placer corporal en la infancia y el origen de
la violencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
Capítulo 9: Los malos tratos en la infancia . . . . . . . . . . . . . 321
Capítulo 10.- El abandono en las llamadas criaturas ‘no
deseadas’ y el abandono en las criaturas ‘deseadas’ para
el orden patriarcal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
Epílogo: Contra la organización de la carencia y de la propie-
dad en el mundo
1. La organización de la carencia y de la propiedad . . . . . 343
2. Lo orginario para el patrimonio (para el Capital)
no es la acumulación sino la devastación . . . . . . . . . . 345
3. Llorar la herida, recuperar la madre, restaurar la
conciencia, formar clanes, saciar los deseos y
apoyarse mutuamente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 355
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359

Esperando, esperando a que broten de nuevo
la espiga
la aurora
la conciencia.
León Felipe

Nosotros sabemos de dónde proviene la carencia…
La carencia es preparada, organizada, en la producción social… Nunca es primera; la producción nunca es organizada en función de una escasez anterior, es la escasez la que se aloja, se vacuoliza, se propaga según la organización de una producción previa. Es el arte de una clase dominante… organizar la escasez, la carencia,
en la abundancia de la producción…
F.Guattari y G. Deleuze, El Anti-Edipo

PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN
Nils Bergman, el deseo materno, y el derretimiento de la coraza.
A la hora de escribir unas palabras para esta tercera edición de
La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión
inconsciente, a cargo de Ediciones Crimentales, repaso brevemen-
te las cosas importantes que han aparecido en nuestro radio de
información a lo largo de estos últimos tres años, y que abundan en
lo expuesto en este libro.
La primera de ellas es que la neurología de las dos últimas déca-
das, está explicando cómo se somatizan las relaciones de domina-
ción en los cuerpos humanos; está explicando cómo se forma un
sistema neurológico, neuroendocrino y neuromuscular, para des-
arrollar y mantener un acorazamiento interno, que por un lado neu-
traliza la producción y la expansión del placer, mermando nuestra
capacidad vital, y por otro, nos capacita tanto para dominar como
para sufrir la dominación.
En otras palabras, el estado de sumisión que explicamos en
este libro, se conoce ya también en términos neurológicos y
fisiológicos.
Michel Odent, en un artículo aparecido en la web de la Es.Te.R
(1) , asegura que nunca los conceptos reichianos han sido tan fáci-
les de emparentar con los conceptos de la Neurofisiología moder-
na. Nunca ha sido tan fácil de traducir a Reich al lenguaje cientí-
fico y nunca las conclusiones, así como las afirmaciones reichia-
nas han sido tan bien adaptables a la comprensión de una crisis
(1) Michel Odent ¿El final del asesinato de Cristo? Revista L’Arc no 83 Traducido por
Jerónimo Bellido y colgado en la web de la Escuela Española de Terapias Reichianas.
13obstétrica latente durante un tiempo considerable, pero que entra
hoy en una fase de crisis grave.
Por su parte, Henry Laborit explicó hace años lo que nos suce-
de neurológicamente cuando ante una situación adversa no pode-
mos ni huir ni luchar, y no tenemos otra alternativa que la sumisión
(2) . El estudio de Laborit fue un hallazgo pionero, pero se refiere
en general a las personas adultas, no habiendo investigado la etapa
de formación primal. Más recientemente, el pediatra neonatólogo
Nils Bergman que trabajó durante doce años en el Mowbray
Hospital de Cape Town, está ofreciendo una explicación muy con-
creta y precisa de cómo acontece este fenómeno en los bebés recién
nacidos, explicación que se puede encontrar en su comunicación en
el VI Symposium de la Liga de la Leche en Paris, en marzo del
2005 (3) , así como en sus documentales, en particular en Restoring
the original paradigm (4) .
Hacer un resumen de lo que este autor nos aporta, es casi impo-
sible porque él mismo es un resumen de muchísimas cosas: empe-
zando por sus propias investigaciones en la práctica clínica neona-
tal, que ha cruzado entre otras, con la neuroendocrinología y con
la biología evolutiva (5) . Su obra es imprescindible para cualquiera
que esté interesado/a en conocer los términos neurológicos y fisio-
lógicos de la represión del deseo materno (la separación de la cria-
tura de su madre) y el estado de sumisión de la criatura humana
Porque efectivamente, la neurología ha comprobado:
1) En primer lugar, que la formación de las vías neurales sólo
(2) Henri Laborit: algunos títulos de su obra son La Nouvelle grille, Eloge de la fuite y
L’inhibition de l’action.(Masson 1980). También en el libro de la UNESCO, La vio-
lence et ses causes (1981) hay un capítulo suyo con el título Mecanismos biológicos y
sociológicos de la agresividad.
(3) Nils Bergman, ‘Le portage kangaroo’, en Les dossiers de l’allaitement, Leche League
France, especial no 6, 18.03.2005.
(4) Nils y Jill Bergman, Documental Restoring the original paradigm, www.kangaroomo
thercare.com
(5) En la exposición de los cursos de Verano de Jaca 2006: ‘El matricidio y la represión
el deseo materno a la luz de la neurobiología y de la investigación clínica neonatal’,
(publicado en Maternidad entrañable y gozosa, Prensas Universitarias de Zaragoza,
julio 2006), y en ‘La maternidad: correlación entre libido y fisiologia’, en la revista
Medicina Naturista num. 10 , junio 2006, hago un resumen más detallado de las apor-
taciones de Bergman. También están colgadas en: www.casildarodriganez.org
14está pautada genéticamente hasta las 14/16 semanas de gestación,
y por tanto, a partir de ese momento el tipo de desarrollo depende
de su hábitat, del estado de la madre y de su relación con ella. Por
otra parte, también nacemos con millones de neuronas que iran
desapareciendo conforme se vayan fijando las sinapsis y las vias
neurales que definitivamente van a constituir el sistema neurológi-
co. En esta ‘poda’ y en esta formación de las vías neurles estriba
la enorme plasticidad adaptativa del ser humano: entre otras, si ha
de vivir para la guerra o para la paz.
En este proceso de formación del sistema neurológico incide otro
importante factor: somos una especie neoténica, que en lugar de
nacer con el 80% del cerebro formado como sucede en otras espe-
cies, nacemos con sólo formado un 25% del cerebro adulto, alcan-
zando ese 80% sólo a los doce meses después de nacer. Es decir,
que desde el punto de vista neurológico, el primer año después de
nacer es también una gestación externa.
2) en segundo lugar, se ha comprobado que hay un programa
neurológico que se pone en marcha en circunstancias de alerta o de
defensa, y que automáticamente cierra el programa que regula el
metabolismo basal en circunstancias normales; el programa de
defensa activa un sistema neuroendocrino y un sistema neuromus-
cular específicos para que el organismo entero se disponga a huir o
a luchar contra la circunstancia desfavorable. Las criaturas separa-
das de sus madres, se encogen, tiemblan de pánico, descienden la
temperatura corporal, sufren alteraciones del ritmo cardíaco y res-
piratorio, incluso padecen apneas, y, en fin, todo su pequeño cere-
bro es invadido por descargas de glucocorticoides (cortisol, hormo-
nas del stress…) y de adrenalina (hormonas del miedo), creando
una toxicidad neuroquímica que va a ser determinante en la forma-
ción de las vías neurales, es decir, en el sistema neurológico y neu-
romuscular que están en periodo de formación. En otras palabras,
va a determinar si la criatura tendrá una estructura caracteriológica
para vivir en armonía con sus semejantes o si va a tener una estruc-
tura para vivir en tensión y en competencia.
3) Todo depende del tiempo en que la criatura permanezca en
estado de stress, es decir, separada de la madre: si es un momento,
no pasa nada, porque se pone en marcha un sistema de alerta, que
15está previsto para eso, para alertar. Pero no para permanecer
durante tiempo; porque si la separación se mantiene de forma per-
sistente, y el sistema de alerta o de defensa permanece activado
durante mucho tiempo y con frecuencia, empieza a formarse la
patología específica. Muchos diagnósticos de llamadas enferme-
dades mentales (esquizofrenia, bipolares, autismos, etc.) (6) así
como el origen de la conducta violenta (7) han quedado ya relacio-
nados con un modelo patológico de desarrollo de la criatura huma-
na, en estado persistente de stress, es decir, separado de la madre,
un modo de vida que Bergman llama de supervivencia (survival
mode).
(6) Por si alguien quiere adentrarse en la literatura publicada al respecto, ver en la revista
Acta Paediatr. suppl 1994, 397: Albert, JR (77-85) ; Hofer M.A. (9-18); Fifer, WR.
(86-93); Rosenblatt, JS. (3-8); en la misma revista 1995, 84(5): Christensson et al
(468-73), y de abril 1996: 85(4) Michelsson et al (471-5). En la revista Journal of
Paediatr de 1977 91(1): Lozoff, B. et al. (1-12).
(7) Además de Henri Laborit ya mencionado en la nota (2), otros autores han estudiado
la formación del carácter violento desde la neurología. Menciono dos:
- A.N. Schore , en The effects of early relational trauma on right brain develop
ment, affect regulation, and infant mental health (Infant Mental Health Journal
2001; 22 (1-2): 201-69), quien entre otras cosas, asegura que
Las complicaciones que suceden durante el nacimiento afectan a la personalidad, a la
capacidad relacional, a la autoestima, y a los esquemas de comportamiento a lo largo de
toda la vida. Si a ello se le añade el rechazo de la madre y la ausencia de unión con la
madre (’bonding’), podemos constatar una fuerte correlación con un comportamiento cri-
minal y violento.
- Lloyd de Mause, en : The neurobiology of Childhood and History, y War as
righteous Rape and Purification (citado en ‘El llanto infantil y el cerebro’
www.dormirsinllorar.com y www.psychohistory.org), por su parte ha escrito que:
Los traumas provocados por el desamparo pueden dañar severamente el hipocampo,
matando neuronas y causando lesiones; y que este daño está causado por la liberación de
una cascada de cortisol, adrenalina y otras hormonas segregadas durante el periodo trau-
mático, que no sólo dañan a las células cerebrales sino también la memoria y ponen en
marcha una desregulación duradera de la bioquímica cerebral. Además, la abundancia
de repetidas oleadas de estas sustancias químicas y hormonas en el cerebro es la causa de
la reducción de la producción normal de serotonina, siendo, según este autor, un nivel
bajo de serotonina el indicador más importante de violencia, relacionada con tasas altas
de homicidios, suicidios, piromanías, desórdenes antisociales, automutilaciones y otros
desórdenes agresivos. Y también que:
Se ha demostrado que la falta de cuidados maternales tempranos es la causa de que la
región que… permite al individuo reflexionar sobre sus propias emociones y empatizar con
los sentimientos de otros individuos sea diminuta, desembocando en una pobre autoestima
y en una tan baja capacidad para empatizar, que el bebé crece literalmente incapaz de sen-
tirse culpable por lastimar a los demás.
16Por todo esto, Bergman afirma que la peor situación que se
puede encontrar una criatura al nacer es la separación de la madre;
que esta separación es una violación de la criatura humana cuyo
programa innato de crecimiento preve el contacto piel con piel con
su madre; y que esta violación que sufre la criatura tiene un impac-
to de por vida.
Asegura que la criatura, incluso la que nace prematura, no nace
enferma, pero enferma cuando se le separa de la madre. Y conclu-
ye haciendo un llamamiento para
que los sistemas de salud pública den la prioridad absoluta a poner
los medios para que las criaturas no sean separadas de sus madres
al nacer salvo en las más extremas circunstancias.
Nils Bergman, desde mi punto de vista, ha pasado a formar parte
de los clásicos (Reich, Leboyer, Odent…) que desde distintos cam-
pos de las ciencias trabajan en pro de la recuperación de la madre
verdadera, la madre antigua, aquella que, según definición de Lope
de Vega a cuanto vive aplace. A este proyecto, Bergman le ha
puesto un nombre muy preciso: RESTAURAR EL PARADIGMA
ORIGINAL DE LA MATERNIDAD.
El deseo, el instinto y las emociones
La segunda cosa que quería comentar, es sobre el concepto
mismo del deseo materno. Creo que es preciso situar el deseo
materno en nuestro universo semántico y en nuestro universo sim-
bólico general, es decir en nuestras vidas. Sin este concepto es
imposible entender la vida humana, es decir, la vida humana auto-
rregulada, no corrompida por el Poder. Y en cierto modo, la recu-
peración del paradigma original de la maternidad, pasa por el reco-
nocimiento del deseo materno.
En alguna ocasión me han preguntado qué diferencia hay entre
‘instinto’ y ‘deseo’, poniendo de manifiesto la confusión existente al
respecto. Esta confusión está motivada por los derroteros que han
tomado ciertas disciplinas como la sexología y la psicología, que
están dando la espalda a todos los avances que en estos campos se
dieron en el siglo pasado.
El deseo materno es una pulsión sexual y forma parte la sexua-
17lidad humana. Pero en ciertos campos, como el de la psicología, la
sexología, la obstetricia, etc., se está eliminando la dimensión
libidinal del cuerpo humano, desvinculando la fisiología de la
líbido, y dejando la sexualidad reducida a la genitalidad. La
sexualidad como proceso de expansión del placer y como desarro-
llo de la capacidad orgástica humana para la autorregulación cor-
poral, ha desaparecido o está desapareciendo de nuestra cultura, de
nuestro inconsciente colectivo. L@s terapeutas sexuales por lo
general se dedican a recomponer parejas que ya no se desean, en
lugar de dedicarse a recomponer a cada persona a partir de la des-
codificación de su deseo; hacen lo que Juan Merelo-Barberá llama-
ba ‘tecnosexología’.
La ordenación patriarcal de las cosas se mantiene reduciendo la
sexualidad a la genitalidad, puesto que una de sus principales pre-
misas es la de atajar toda la sexualidad espontánea que no sea falo-
céntrica, coital y adulta. Así es cómo se sustrae la maternidad de
la vida sexual de la mujer, dejando en manos de la medicina las
manipulaciones necesarias para hacer funcionar su fisiología sin
líbido; es decir, institucionalizando una maternidad robotizada, que
afirma a la madre patriarcal que reprime, y que impide que rever-
dezca la madre antigua, que a cuanto vive aplace, por decirlo con
palabras de Lope de Vega.
La sexualidad es genitalidad, y la maternidad cosa de hospita-
les y médicos, este es en resumen el estado actual de las cosas.
Pero como siempre que se sustituye la autorregulación natural
por diseños artificiales, surgen fisuras que ninguna inteligencia
artificial puede predecir, porque la vida es impredecible. Y una de
estas fisuras que se abren en el mundo de la medicina y de la inves-
tigación científica, es la cuestión de cómo referirse a la evidencia
de la pulsión corporal materna, cuando algunos especialistas se la
encuentran y no pueden obviarla.
En los tratados de neurología (8) , se dice que las emociones
acompañan a las pulsiones para una mayor eficacia de las mismas,
y que están reguladas por el hipotálamo junto con las pulsiones; y
(8) Por ejemplo: W ERNER K AHLE (Instituto Neurológico de la Universidad de Frankfurt)
Atlas de Anatomía, Tomo III. ‘Sistema nervioso y órganos de los sentidos’, revisado en
agosto 1985 Ediciones Omega, 1994.
18en los ámbitos de la sexología científica durante el siglo pasado se
empleaba el concepto de ‘emoción’ en esta, su verdadera acepción
de compañera de las pulsiones .
Desde que se implementó el Tabú del Sexo, hace unos 4/6000
años, y se empezó a sustituir la sexualidad espontánea por una
reglamentación de la misma, se empezaron también a desarrollar
las técnicas de sublimación del deseo. La subliomación del deseo,
que fue identificada y estudiada por la sexología científica del siglo
pasado, implica precisamente una desvinculación de las pulsio-
nes corporales de las emociones que las acompañan.
Entonces si se reprimen o se ofrece una resistencia interior a las
pulsiones sexuales (u otras, como la rabia, etc.) que espontánea-
mente brotan, algo hay que hacer con sus emociones correspon-
dientes. Y lo que se hace es canalizarlas por otros derroteros, dán-
doles un significado según la ordenación social que se establece.
A su vez, la codificación falaz de las emociones también propicia
la inhibición de la producción de las pulsiones (el refoulement). Es
lo que Deleuze y Guattari llamaron codificación del deseo, impres-
cindible en la retroalimentación de la represión sexual.
En la historia del patriarcado, nos encontramos con las sublima-
ciones más o menos místicas de las tradiciones orientales, judeo-
cristiana, etc., y también con las modernas positivistas-conductis-
tas de la llamada ‘inteligencia emocional’, que se proponen ‘alfabe-
tizarnos’ emocionalmente para nuestra mejor adaptación a las rela-
ciones generales de dominación (y al orden sexual falocrático que
las sustenta). Así es como hoy, a la sublimación se la llama ‘educa-
ción emocional’.
Como decía, el psicoanálisis en el siglo pasado descubrió y defi-
nió el fenómeno de la sublimación que se realiza por lo general, de
modo inconsciente. Al quedar las emociones espiritualizadas o
sublimadas, es decir, desvinculadas de la producción orgánica,
dejan de hacer referencia a las pulsiones corporales, como en cam-
bio lo hacían cuando su asociación a dichas pulsiones fue explíci-
tamente reconocida por el mundo científico. En 1955, Niles
Newton todavía tituló su libro Maternal emotions (9) haciendo un
uso científico del concepto de la emoción.
La implementación del Tabú del Sexo requiere que las emocio-
19nes se desvinculen de las pulsiones, porque si nos dejamos guiar
por la fuerza conjunta de la emoción-pulsión, se produce la expan-
sión de la sexualidad y la autorregulación; por eso las diferentes
culturas patriarcales (desde las más antiguas hasta los más moder-
nos métodos de la inteligencia artificial) tienen que promover la
desvinculación de las emociones de las pulsiones, con todo tipo de
técnicas de sublimación-codificación, bien sean de tipo moral
(emociones buenas o malas, virtud o pecado), bien sean de tipo
pragmático conductista (emociones positivas o negativas con res-
pecto a la adaptación a las relaciones de dominación).
El caso es que las emociones sublimadas o reconducidas (’reco-
locadas’, dicen) no hacen referencia a las pulsiones corporales;
y por esta razón, al estar el concepto de ‘emoción’ desligado de las
pulsiones orgánicas, ya no les sirve a los profesionales de la medi-
cina que se acercan a la maternidad, para referirse a lo que consta-
tan que es una pulsión orgánica. Y entonces es cuando, en el colmo
del distanciamiento de la sexualidad humana, se recurre al concep-
to de ‘instinto’.
Cierto que como animales que somos podemos decir que tene-
mos instintos, instintos de supervivencia, etc., relacionados con
muchos aspectos de nuestra fisiología; y entre otros, tenemos ins-
tintos sexuales.
Pero la pulsión sexual humana tiene un nombre: el deseo.
El deseo es algo específicamente humano y se refiere a la sexua-
lidad humana, y a su pulsión psicosomática, específicamente
humana. Entonces llamar ‘instinto materno’ a la pulsión sexual
materna, en lugar de llamarla por su nombre, es seguir tratando de
obviar y de silenciar la sexualidad la femenina y la sexualidad
infantil; en definitiva, seguir desquiciando y corrompiendo la
sexualidad humana.
Como siempre, la mujer reducida a categoría animal, con ins-
tintos animales en lugar de con deseos humanos: porque llamando
‘instinto materno’ al ‘deseo materno’ se da coherencia a la exclu-
sión de la maternidad del contrato social del patriarcado, que sólo
(9) Niles Newton Maternal Emotions, Paul Hoeber (Medical Book Department of
Harper & Brothers, New York 1955.
20admite y reconoce la maternidad robotizada, la función del padre
(Sau, 1994). Así pues, seguir sin reconocer el deseo materno, lla-
mándolo ‘instinto materno’ no es ninguna minucia, es la conse-
cuencia de la nadificación y de la exclusión social de la maternidad
verdadera.
Con nuestros parientes animales compartimos muchos instintos;
con nuestros parientes humanos compartimos una sexualidad espe-
cífica y la pulsión del deseo.
Las mujeres que hemos tenido la fortuna de sentir la impronta,
creo que sabemos de la vida más que todo el conocimiento acumu-
lado en los manuales de psicología, sexología, filosofía, etc., y
sabemos lo que significa ese gusto y placer tan grande que es la
sensación de derretirse por dentro, y que sentimos no sólo cuando
nos enamoramos de un hombre. El deseo es algo más, y más pre-
ciso que un instinto. Pero reconocer el deseo materno significa
subvertir el orden simbólico que nos envuelve.
No obstante, toda la inteligencia artificial y cinco milenios de
represión de la impronta y de eliminación de la madre, no han podi-
do eliminar del todo la percepción orgánica del deseo materno. A
ella apelamos como prueba de que lo que decimos es cierto
Hace poco, releyendo Children of the Future de Wilhelm Reich
(10) , caí en la cuenta de que los grandes nombres asociados a la
recuperación de la maternidad, son nombres de hombres: Reich,
Leboyer, Odent, Bergman… Ellos han estudiado aspectos impor-
tantísimos del fenómeno de la eliminación de la madre (Odent ),
desde el punto de vista de la criatura. Sin embargo, a todos estos
análisis, con todo y siendo fundamentales y de un valor incalcula-
ble, les falta su principal componente, el deseo materno.
Si Reich hubiera sido mujer y hubiera parido, sin duda hubie-
ra tenido en cuenta el deseo materno a la hora de plantearse la
investigación sobre la infancia. Lo mismo sucede en ese maravi-
lloso documental de Bergman, que es Restoring the original para-
digm (4), en el que también falta el deseo materno.
(10) En la II Conferencia Internacional de Orgonomía (1950), Reich presentó con este
título un informe sobre el Orgonomic Infant Research Centre (OIRC), proyecto empren
dido con sus colaboradorespara estudiar el desarrollo no patológico de las criaturas.
21La OIRC (10) surgió de la necesidad de conocer cómo sería el des-
arrollo natural de una criatura sana, sin proceso de acorazamiento.
Reich y sus colaboradores pensaban con razón, que no era posible
realizar una intervención verdaderamente terapéutica si desconocí-
an cual era el desarrollo normal de las criaturas.
En todos los aspectos de la recuperación el paradigma original
de la maternidad, se presenta esta necesidad de tomar conciencia de
los términos concretos de este paradigma. Es lo que plantea Odent
cuando dice que los obstetras no saben lo que es un parto porque la
única referencia que tienen es el parto hospitalario; o lo que dice
Bergman de que la pediatría está trabajando con parámetros de
referencia equivocados, porque habían sido tomados estando los
bebés separados de las madres, y por eso se han venido tomando
por normales las apneas de los bebés, el ritmo cardiovascular irre-
gular, etc., que eran el resultado de una situación anómala, de
separación de la madre, con stress y con tensiones y descargas de
glucocorticoides, etc.
Reich en su informe sobre la OIRC, expresaba su preocupación
sobre una cuestión que consideraba fundamental, que era cómo
iban a reconocer en un bebé lo que pertenece a un acorazamiento
incipiente, de lo que pertenece a la expresión y desarrollo natural y
normal de la vida. La misma preocupación que tenía cuando trata-
ban con algun@s poc@s niñ@s que se habían criado de un modo
más o menos autorregulado, de cómo saber hasta que punto esta-
ban tratando con desarrollos según las leyes biológicas, y hasta qué
punto con reacciones patológicas de acorazamiento.

Otra preocupación de Reich eran los propios terapeutas, ya que
no se podía esperar que seres humanos acorazados pudieran tratar
los problemas de salud de un modo satisfactorio. Insistía Reich en
su informe, que nadie socializado en este mundo, podía estar total-
mente libre de acorazamiento. ¿Cómo iban ellos desde el acoraza-
miento a entender a una criatura en su integridad original?
En estas preocupaciones de Reich es donde se ve que falta tener
en cuenta la madre y el deseo que establece el acoplamiento sim-
biótico y permite el desarrollo normal y natural de la criatura.
Desde el deseo materno se puede entender perfectamente lo que es
patológico y lo que es normal, lo que fluye y lo que obstruye, si hay
22o no hay acoplamiento libidinal.
Si Reich hubiera sido mujer, si hubiera sentido el derretimien-
to interior que abre las puertas a la percepción del deseo de la cria-
tura, hubiera enfocado su trabajo hacia el derretimiento de las cora-
zas de las madres, y a aprovechar la pulsión del deseo materno para
crear las mejores condiciones para su investigación.
El gusto que se siente cuando una se derrite por dentro, signi-
fica que se está produciendo una expansión del placer en el centro
erógeno básico de la mujer (por eso se siente en el vientre, en el
útero), y ese gusto y la expansión del derretimiento, arrasa la cora-
za cuando se la encuentra; y al arrasar la coraza, se funde con la
criatura, y se establece el funcionamiento sinérgico de la simbiosis.
Claro está, si es que el deseo no se inhibe, o se suelta con la sufi-
ciente desinhibición para poder con la coraza y no detenerse.
En cualquier caso, la cuestión que planteaba Reich, de saber
donde empieza a haber acorazamiento en un bebé, se puede diluci-
dar teniendo en cuenta el establecimiento del acoplamiento simbió-
tico, el ritmo simbiótico unísono que late con la pulsión del deseo
recíproco en ambos cuerpos. En la medida en que el deseo de la
madre no se produce, o se produce pero se detiene en un momento
dado, en esa medida la respuesta de la criatura será el shrinking, el
encogimiento, la coraza, el comienzo del armouring.
En la medida en que no hay acoplamiento libidinal, en que no
se forma la díada, la unidad madre-criatura, fallará la sincroniza-
ción de sus funciones fisiológicas y el estado común de organiza-
ción lactación-sueño-vigilia, que es el estado del acoplamiento y
del ritmo unísono; del fluir conjunto que solo se produce si es
impulsado por la libido.
Y si no hay un fluir unísono, en esa medida, la criatura se enco-
gerá (shrink), se retraerá, pondrá en marcha ‘el sistema de inhibi-
ción de la acción’ (Laborit), pondrá en marcha el sistema de defen-
sa, e irá formando el armouring, el desarrollo patológico de su
equilibrio psicosomático.
El habitat, como dice Nils Bergman, en el que la criatura huma-
na puede desarrollar sus funciones de forma sana y normal, inclu-
ye, aunque Bergman no lo mencione, este aspecto básico: el deseo
materno; sin deseo materno, no hay habitat, no se puede desarro-
23llar el nicho, las funciones normales de una criatura.
Porque el hábitat del ser humano después del nacimiento es el
campo de acción de la atracción libidinal con la madre; y este
campo de atracción constituye, como dijo un psicoanalista del siglo
pasado, una matriz extrauterina (Mahler (11) ). Si una madre está
invadida de deseo materno, si se está derritiendo por dentro, esto se
puede ver fácilmente; y entonces se verá simultáneamente el pro-
ceso normal del desarrollo de la criatura. Es preciso que los hom-
bres nos escuchen a las mujeres hablar del deseo materno, para que
lo tengan en cuenta en la investigación pediátrica.
Ahora el estado de relajación de la criatura se puede ver midien-
do las tasas de cortisol en la saliva; ahora se han dado cuenta de que
cuando el bebé está sobre la madre el cortisol baja; aquí todavía
mucha gente se queda en el fenómeno fisiológico y en los instin-
tos; pero también algunos pediatras empiezan hablar no solo de
que las criaturas necesitan el cuerpo y la piel, sino también el amor
que brota del cuerpo de la madre; porque el cuerpo acorazado de la
madre, y la piel desconectada del latido visceral, tampoco constitu-
yen el habitat adecuado de la criatura humana, y pronto defrauda-
rán las expectativas filogenéticas de la criatura humana. La madre
robotizada y acorazada no puede constituir la matriz extrauterina,
el habitat adecuada para la criatura humana. Es preciso que la neu-
roendocrinología, la pediatría y la obstetricia retomen los avances
de la sexología científica del siglo pasado y empiecen a considerar
la función de las pulsiones sexuales de la mujer en el desarrollo de
las criaturas; que se lea a Groddeck (12) , para reconocer de qué está
hecho el amor materno, y qué es la maternidad una vez que se la
retira del nimbo de la sublimación (utilizo las propias expresiones
de Groddeck). Puesto que la medicina en general (y la obstetricia
y la pediatría en particular) no podrán evitar sus efectos iatrogéni-
cos mientras no contemplen la función de la sexualidad humana en
la autorregulación de los cuerpos.
A veces me pregunto si la lectura de este libro es suficiente para
(11) M.Mahler, ‘On childhood Psicosis and Schizophrenia’ en Psychonal. Study Child
Vol.7, 1952.
(12) George Groddeck (1923), El libro del ello, Taurus, Madrid 1981.
24percatarse de la existencia del deseo materno. Espero que al
menos sirva para que su idea y su imágen empiecen a esbozarse, y
el hecho real, a hacerse visible. ¿Cuándo se empezará a hablar del
deseo materno y de sexualidad femenina en las ponencias y en las
conferencias que tratan sobre maternidad o sobre pediatría? Ni
inteligencia maternal ni instinto materno; ni emociones sublimadas
ni instintos animales; estas descomposiciones falaces del deseo
materno tratan de seguir ocultando la verdad de lo que hay: la pul-
sión de la sexualidad de la maternidad.
El deseo materno es gusto, placer, deshacerse y derretirse por
dentro: pulsión, latido, ritmo unísono simbiótico. Esto necesita ser
reconocido; es el paradigma original de la pareja, del enamora-
miento y de la luna de miel; el aprendizaje básico de las relaciones
humanas..
Todo lo que se haga es poco para atajar tanto sufrimiento que
acontece con cada maternidad; porque no hay vías intermedias: o
dolor o placer, aunque en ambos extremos hay diferencias muy
importantes, y que para nada deben soslayarse. Conseguir que se
apliquen las recomendaciones de la OMS, o la baja de maternidad
de los seis meses, son objetivos encomiables. Pero con todo, el
sufrimiento de las madres y de las criaturas no cesará hasta que no
se reconozca y se permita la expansión del placer del deseo mater-
no y de la sexualidad femenina.
El derretimiento de la coraza
He mirado en el Diccionario María Moliner la palabra derreti-
miento que reza en el título de este prólogo, encontrando por for-
tuna, que sí está mencionada. He de reconocer que no estaba segu-
ra de que fuera así, pero lo cierto es que estaba dispuesta a utilizar
este término aunque no hubiera venido en diccionario alguno, por-
que es lo que más se me acerca para decir este importante aspecto
de lo que sentimos por dentro cuando nos enamoramos de verdad,
o como se suele decir, locamente o apasionadamente. (Dicho sea de
paso, que al enamorarse de verdad, se le diga ‘locamente’, debería
ser un tema de reflexión). Lo he consultado tanto con hombres
como con mujeres, y me han confirmado haber sentido, cuando han
25estado en ese estado, como si se derritiesen por dentro de gusto y
de placer.
El derretimiento hace referencia a lo que hace el movimien-
to interno, plasmático y celular, que llamamos placer: deshacer
los bloqueos, abrir conexiones, unir los sistemas y los niveles de
organización del hipercomplejo conjunto de sistemas que es nues-
tro organismo; es decir, activar las vías de autorregulación. ¡Cómo
tendrá que ser de importante lo que hace este movimiento, su fun-
ción de regulación orgánica, para que lo percibamos con esa sensa-
ción que llamamos placer! Es decir, para que a lo largo de la evo-
lución se haya fijado de esa manera, y que el organismo lo busque
y se deje llevar por él.
El movimiento del placer es capaz de ir rompiendo las barreras
interiores y los diques de contención que hayamos levantado ante-
riormente a golpe de autoinhibiciones y de represiones.
Esto es la sexualidad, la expansión del placer. Y por eso cuan-
do se confunde la sexualidad con la genitalidad el resultado es una
condición humana, individual y socialmente desquiciada y abe-
rrante; porque en esta confusión, se confunden derramamiento y
complacencia con posesividad, de manera que la misma genitali-
dad ya no se despliega como expresión de la sexualidad; y en cam-
bio aparece la genitalidad sin deseo, la ‘tecnosexualidad’ y la vio-
lación.
El amor materno es una emoción erótica que tiene raíces visce-
rales. El Tabú del Sexo, es decir, la prohibición de la expansión
espontánea de la pulsión corporal, requiere estrategias que subli-
men las correspondientes emociones que han quedado desvincula-
das de sus raíces viscerales (y de la autorregulación del cuerpo);
hoy no lo llaman ‘sublimación’ porque el término presupone, y por
tanto desvela, la existencia de la represión que debe acontecer de
modo inconsciente; por eso ahora en vez de ‘sublimación’ lo lla-
man ‘educación emocional’, ‘recolocación’, ‘alfabetización’ emo-
cional, etc.; pero es lo mismo.
Si la emoción se produce conectada con las pulsiones, irrumpe
un deseo materno arrollador que hace trizas los prejuicios de las
culturas matricidas, y que es capaz de derretir el acorazamiento y
de hacer pedazos la cultura matricida; y entonces desencadena el
26proceso interno de expansión del placer. Y es lo que hace durante
el proceso psicosomático que acontece de modo especial, después
de cada parto (siempre que no haya sido interferido o neutralizado)
y que conocemos como impronta. El intenso enamoramiento de la
impronta forma parte de la autorregulación de la vida humana por
la libido, y es imprescindible para que la criatura tenga una verda-
dera madre, un cuerpo de mujer relajado y abandonado al placer, al
sentir a la criatura apegada contra ella. Este estado sexual ha sido
robado a la vida sexual de la mujer. Es una dimensión clave del
matricidio y de la eliminación de la madre.
Como los indicadores hormonales indican, sería uno de los esta-
dos de enamoramiento más intensos de la vida de la mujer. La
mujer tiene que soltar la contención interior y abrirse por dentro,
para dar paso al derretimiento por el placer, a la pulsión del deseo
materno.
El deseo materno es una pulsión sexual, y como tal se opone al
acorazamiento y lo derrite.
El deseo materno, en realidad, forma parte del paradigma origi-
nal de la humanidad.
El concepto de deseo materno provoca un cambio en nuestro
universo semántico y simbólico, y un paradigma distinto de huma-
nidad que incluye un paradigma de ‘pareja’ distinto. Como se
dice en este libro, la unidad básica (13) o pareja básica del tejido
social humano no debería ser la sustentada por la líbido coital, sino
la que sustenta la líbido materna. Aquí sí que hay que darle la
vuelta a la tortilla, porque si en nuestras vidas y en nuestro univer-
so simbólico no cambiamos el paradigma de pareja, creo honesta-
mente que la humanidad no tiene salvación posible.
Con estas líneas y las del prólogo a la edición del 2004, queda
resumida la valoración del libro al día de hoy.
Casilda Rodrigañez Bustos
La Mimosa, 14 de agosto 2007
(13) Margaret Little, ‘On Basic Unit’, Int. Journal Psycho-Anal., Vol 41, 1960.
27 28

P RÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Mayo 2004
Hace trece años que se empezó a escribir este libro y ocho de
su primera publicación. Durante este tiempo hemos andado un
buen trecho. En realidad, la reflexión del libro no hizo más que
abrirnos una puerta a la investigación de toda esa vida que quedó
prohibida en los comienzos de nuestra civilización, y que se nos iba
presentando a medida que nos íbamos dando cuenta, de que todas
las artes de exterminio y de domesticación de la vida están nor-
malizadas y ‘naturalizadas’, y por lo tanto, confundidas con los
propios procesos de la vida.
Nuestra propia experiencia vital nos empujaba a descifrar la
cultura y las relaciones sociales en estos términos; puesto que cada
vez ocultan más y más la verdad de lo que pasa, el verdadero ori-
gen del sufrimiento y del malestar que el Poder genera. Ya no
dicen que este mundo es un Valle de Lágrimas y que sólo cabe la
resignación; ahora la televisión y demás nos pintan un mundo
maravilloso haciéndonos creer que somos nosotros y nosotras,
individualmente, las que estamos mal porque no hemos hecho los
deberes, y no hemos aprendido a controlar y a manipular nuestras
emociones convenientemente, y que por eso sufrimos… Lo llaman
‘alfabetización emocional’, ‘crecimiento personal’, ‘inteligencia
emocional’, etc., y otros eufemismos con los que quieren disfrazar
la nueva religión del conductismo emocional, que no es más que
otra forma de la vieja resignación cristiana; solo que es peor por-
que es más mentirosa y nos aleja más de nosotros y de nosotras
mismas. Y todo para desviar el malestar producido por el sistema
y evitar que se transforme en la indignación, en la rabia y en la
cólera propiciadoras de la rebeldía.
Tanto la experiencia propia y ajena, como las informaciones y
hallazgos que nos han ido llegando, han ido perfilando y amplian-
do algunas cosas que queríamos decir en este libro; y queremos dar
las gracias a todas y a todos los lectores y amigas que nos las hicie-
29ron llegar, con sus impresiones, comentarios, referencias, pistas,
etc.
Hay algo que ha sido el común denominador en esta comunica-
ción: el acuerdo en que las verdades que tratamos de empezar a
vislumbrar, lo son porque -o en la medida en que- traducen en pala-
bras y de forma plausible, nuestros sentimientos, nuestras emocio-
nes y deseos, y sobre todo porque permiten reconocer y reconci-
liarnos con esa parte visceral de nuestro ser psicosomático que vive
de forma silenciada; esto ha sido así en general, y en particular
entre las mujeres que hemos empezado a compartir todo lo que se
ha silenciado y excluido de nuestros cuerpos y de nuestras mater-
nidades; a compartir no en términos teóricos sino en términos emo-
cionales; y eso da mucha paz y tranquilidad.
El malestar individual de nuestra cultura es ante todo el males-
tar de no saber por qué nos sentimos mal, un no-saber que nos vuel-
ve impotentes para reaccionar y nos aboca a la resignación, la prin-
cipal causa de la propia autodestrucción y de la destrucción de las
criaturas de la siguiente generación a nuestro cargo, a quienes
transmitimos e inculcamos el principio de la impotencia, del
miedo, de la represión de los deseos y de la resignación. La igno-
rancia sobre la vida y sus procesos nos hace automatizar y repro-
ducir la ley del sufrimiento y del Poder.
El propio sistema que prohibe y excluye las cosas de la vida,
prohibe y cierra el acceso a su conocimiento a través de la cultura
que normaliza la prohibición, con los símbolos, el lenguaje, las
reglas, y un sinfín de hábitos establecidos en un rodaje de cinco mil
años, más o menos; de manera que nos queda sólo nuestro propio
cuerpo (¡nada más y nada menos!), nuestros órganos y nuestras
células, que no pueden impedir que sepan lo que se prohibe:
básicamente que somos una criatura humana que nació enamorada
de una madre, rebosando de deseos de placer y complacer, y de
amar y ser amadas por nuestras hermanas y hermanos, y que esto
no es un cuento de Hadas, sino la vida misma constatable y verifi-
cable en cada criatura que nace, en cada vientre que palpita. Y
cuando nos sentimos esas criaturas inocentes y deseantes, y cuan-
do sentimos el temblor del vientre, no es tan difícil ir reconocien-
do todos los obstáculos, creencias, normas y obligaciones que
30reprimen la vida humana. En esta crítica social, desde este sentir y
desde esta lucha, es donde nos encontramos y nos reconocemos.
Nos encontramos como criaturas sin corazas, como mujeres que
sentimos (a pesar del tabú) el enamoramiento específico de las
criaturas que parimos, el deseo que reconoce la condición bonda-
dosa y deseante de las criaturas humanas, el vientre que palpita y
que vuelve a poner en su quicio la sexualidad desquiciada de la
sociedad patriarcal.
Aunque seguimos identificadas con todo el contenido del libro,
hay algunas cosas que quisiéramos precisar.
Sobre la sexualidad femenina
En el Capítulo 1 de la primera parte, se aborda un aspecto clave
de la vida que se nos prohibe y oculta, que es la sexualidad feme-
nina. Nuestras intuiciones sobre el útero se han ido confirmando y
concretando, y lo hemos ido expresando en diferentes escritos (1) :
básicamente entender que el útero es un órgano que late; que al
igual que el corazón, el útero palpita sin dolor, suavemente, con un
movimiento de sístole y de diástole; el útero en la diástole se esti-
ra y se alarga, y en la sístole se recoge un poco, para volver a alar-
garse, etc. , como el movimiento de una ameba. A diferencia del
corazón que late ininterrumpidamente -es condición de nuestra
vida, porque su función es bombear la sangre, haciéndola pasar por
los pulmones para oxigenarse, y luego ir por todo el cuerpo-, el
útero en cambio sólo empieza a latir con la excitación sexual, -y su
latido es también condición de nuestras vidas, porque tiene la fun-
ción de regular las relaciones entre los diferentes sistemas de nues-
tros cuerpos, asi como las relaciones con nuestros congéneres para
mantener y reproducir la vida-.
El vientre errante, el animal errante que vaga por nuestros
(1) ‘Matricidio y estado terapéutico’, Revista Archipiélago, num. 25, otoño 1996; ‘La
Sexualidad de la Mujer’, Ekintza Zuzena, 1999; Tender la urdimbre: el parto es una
cuestión de Poder, I Congreso de Parto y Nacimiento en Casa, octubre 2000; El Asal-
to al Hades, capítulos tres y cuatro, 3a edición, Ed.Virus, Barcelona 2007; Nuestros
cuerpos y su líbido, Curso de Verano Universidad de Zaragoza, Jaca, julio 2006;
Pariresmos con placer, Ed. Crimentales, Murcia 2007, el más reciente y el que contie-
más información sobre el útero. Todo ello también en www.casildarodriganez.org
31cuerpos del que hablaban los antiguos, y al que hacíamos referen-
cia en la primera edición, no era una alusión al deseo que brota de
nuestro vientre, sino al útero vivo que efectivamente tiembla, late
y se mueve en el centro de nuestra cavidad pélvica; por eso en algu-
nas culturas neolíticas pre-patriarcales las mujeres lo sentían como
un escurridizo pez, y lo representaban con un pez. En otras cultu-
ras las mujeres lo asociaban a una rana, por el modo similar que tie-
nen de palpitar, y el útero era representado con una rana; de hecho
en algunos pueblos, las mujeres creían realmente que tenían una
rana en su vientre, y esta creencia ha llegado a través de cuentos y
leyendas hasta nuestros días (Marija Gimbutas, 1974) (2)
Se ha comprobado que, al igual que el útero, las hormonas que
se producen en la excitación sexual son pulsátiles (Michel Odent,
1999) (3) ; su secreción es rítmica y su eficacia depende de ese
ritmo, que es el mismo ritmo que el del útero; cuando el útero rela-
jado se abre con ese ritmo, lo hace poco a poco, suavemente, y cada
latido es una relajación de las fibras musculares y una oleada de
placer. En cambio, en un parto sin excitación sexual de la madre,
la oxitocina que se inyecta en vena, a diferencia de la que se segre-
ga de forma natural, llega en tromba a un útero rígido producién-
dole espasmos musculares y calambres sumamente dolorosos
(Frederick Leboyer, 1996) (4) . Cuando el útero duele como cuando
duele el corazón, es que no van bien, y si llega el calambre y el
espasmo muscular, malo muy malo, para la madre, para el bebé;
sólo que en el caso del útero está normalizado y lo llamamos ‘dolor
de la regla’, ‘contracciones adecuadas’ -aunque estén torturando a la
madre y al bebé-; en cambio en el caso del corazón, si tienen un
nombre por el que se le reconoce la patología: el infarto.
La explicación del por qué se pierde la sensibilidad uterina la
podemos encontrar en la propia rigidez del útero; porque al crecer
con los músculos del útero inmovilizados, se debilitan también o
se pierden sus conexiones neuromusculares (si destapamos un ojo
(2) Gimbutas, M., The Goddesses and Gods of Ancient Europe, U.California Press,1974.
The Language of Goddess, Harper-Collins, 1991. En castellano, editadas por Istmo y
Dove respectivamente.
(3) Odent, M., La cientificación del amor, Creavida, Argentina 2001.
(4) Leboyer, F. , El parto: crónica de un viaje, Alta Fulla, 1999.
32que hubiese estado tapado desde la infancia, lo encontraríamos
atrofiado).
Como decimos en el libro, aunque la destrucción de la sexua-
lidad femenina está asociada (desde el mismo Génesis) al parto
con dolor, en los momentos actuales se siguen produciendo partos
placenteros con más frecuencia de lo que podemos imaginar
(Merelo-Barberá, 1980). A menudo estos partos placenteros y
orgásmicos no lo son al cien por cien, pues hay trechos o momen-
tos placenteros que se solapan con otros con contracciones espas-
módicas y dolorosas; son úteros relajados pero no del todo, y por
eso se solapan los dos modos de distensión del cervix.
A los estudios ya citados en el libro, que nos aproximan a enten-
der el útero como órgano erógeno central (Masters y Johnson,
Merelo-Barberá, George Groddeck, Maryse de Choisy), queremos
añadir también el último libro de F. Leboyer (4) ; en este libro
Leboyer recoge su experiencia de cómo el útero se puede abrir
para el nacimiento de otro modo muy distinto del que se ha esta-
blecido como normal: con suavidad, casi con ternura, con latidos
de placer, al tiempo que asegura que lo que se ha venido definien-
do como “contracciones adecuadas” del útero para su dilatación, en
realidad son contracciones altamente patológicas.
También
hemos sabido que en la India todavía las mujeres visualizan los
pétalos de la flor de loto abriéndose para favorecer la apertura del
útero, y en ciertas zonas de Arabia Saudita las mujeres rodean a la
parturienta bailando la danza del vientre para ‘hipnotizarla’ para
que su cuerpo se mueva a favor del parto (5) ; estas mujeres todavía
saben que el parto es un episodio de la sexualidad femenina.
El estado rígido del útero de la mujer patriarcal fue ya referido
por Wilhelm Reich hace un montón de años. En una entrevista en
1952 (6) , decía: Los niños ven frustradas sus necesidades emocio-
nales, su expresión de la vida emocional, justamente antes de su
nacimiento y después de él. Se frustran antes de su nacimiento
por el frío, por lo que llamamos ‘anorgonosis’, es decir, muerte bio-
(5) VV.AA., Mamatoto, Plural ediciones, 1992.
(6) Reich, W. , Reich habla de Freud, Anagrama, 1970.
33lógica, útero contraído; y más adelante: lo que ahoga al niño es el
útero tenso, el útero espasmódico y contraído. Falta oxígeno y hay
un exceso de CO2. Así que la salida del útero espasmódico cons-
tituye realmente un trauma. Y en una carta a A.S.Neill, en 1956
aseguraba: la mayoría de los úteros han sido espásticos durante
siglos y por eso los nacimientos han sido dolorosos (7).
Las referencias de Reich al útero espástico desde la perspec-
tiva del nacimiento, estaban asociadas a su propuesta de recuperar
la autorregulación natural de la líbido y de la sexualidad. En La psi-
cología de masas del fascismo, ya en 1933, decía que si se permi-
tiese un desarrollo natural de la líbido desde el nacimiento, ésta
promovería una autorregulación social, una sociedad natural sin
autoridad ni jerarquía, como la descrita por J.J. Bachofen, en su
famosa obra Das Mutterrecht (8).
La ecuación que se establece en este libro: represión del deseo
materno = sumisión inconsciente, decíamos que no es ninguna
novedad porque en la misma Biblia se afirma que la obediencia del
infante depende de que no se le mime, que el tallo hay que endere-
zarle cuando es tierno, que la rebelión se produce cuando no se
reprime desde el principio, etc.etc. Pero Reich lo dijo también muy
explícitamente (9) :
A menos que la medicina, la educación y la higiene social
logren instaurar un funcionamiento bio-energético en la masa de
la población tal, que el útero no quede contraído, que el embrión
crezca en cuerpos en perfecto funcionamiento, que los pezones no
queden hundidos y los pechos de las madres se hallen, sexual y
bio-energéticamente vivos, nada cambiará…. Nada! Ninguna
constitución, ningún parlamento, nada podrá impedirlo. Nada,
digo. Nada hará que la cosa mejore. No se puede imponer la liber-
tad en los empobrecidos sistemas bioenergéticos de los niños.
(7) Correspondencia entre A.S.Neill y Wilhem Reich, publicada por la Escuela española
de terapia reichiana (ES.TE.R).
(8) Bachofen, J.J.(1861), Mitología arcaica y derecho materno, Anthropos, 1988.
(9) Reich, W., op.cit., pag. 44.
34La sexualidad uterina y la sexualidad materno-primal se pro-
hibieron, porque están asociadas al desarrollo de la sexualidad
básica del género humano, de la que depende el crecimiento de la
criatura humana bondadosa y deseante. El tabú sobre el sexo en
general y el famoso tabú del incesto en particular, que según la
antropología dieron origen a nuestra sociedad, son en realidad el
tabú que prohibe esta sexualidad básica y común que se organiza
en torno a la maternidad.
Juan Merelo Barberá asegura que esta sexualidad materno-pri-
mal es la relación básica erótico-relacional que promueve la expan-
sión vital y anímica de los seres humanos (el sistema bio-energéti-
co que decía Reich): por eso, cuando se trató de producir esclavos
y guerreros se organizó su represión sistemática, una verdadera
castración en ese momento preciso del que depende en gran medi-
da el desarrollo humano; lo mismo que se castra a un toro para
hacer un buey, o que se cortan las raíces de los pequeños árboles
para hacer bonsais. No nos cabe la menor duda de que esta es la
principal causa del malestar humano. El desarrollo de la sexuali-
dad básica materno-primal daría lugar a una sexualidad infantil y a
una madurez sexual que no se alcanza en nuestra sociedad, incom-
patibles con cualquier sistema represivo, y que promovería una
autorregulación social basada en la ayuda mutua.
Desde esta perspectiva, el nudo gordiano del tejido social es la
maternidad; ahí es donde se cortan las raíces de la vida humana.
Esto, aunque se sabe perfectamente, se oculta -no se aprende ni en
los colegios ni en las Universidades-, y se reprime a quienes lo
divulgan o investigan sobre ello. Odent afirma (10) :
Los personajes cuyos nombres están asociados tanto al naci
miento como a la capacidad de amar, encuentran poderosos obstá-
culos: hacen temblar los fundamentos de nuestras culturas.
Y más adelante hace referencia a:
la tendencia muy expandida de neutralizar, colocar fuera de la ley,
(10) Odent, M., op. cit.
35,o perseguir a cualquiera que promulgue mensajes tanto sobre la
capacidad de amar como sobre la forma de nacer.
La situación actual de la maternidad es la de la sardina que se
muerde la cola, porque las madres que hacemos la maternidad sin
líbido, hacemos criaturas sin líbido, y las niñas crecen sin desarro-
llar su sexualidad y se hacen mujeres con el útero rígido y espásti-
co, y entonces vuelven a realizar la función reproductiva con los
cuerpos robotizados, con dolor y esfuerzo en lugar de con gozo y
bienestar, en la asepsia libidinal. Y mientras no se recupere la
maternidad impulsada por la líbido, no habrá criaturas humanas
que crezcan desarrollando su sexualidad, su ’sistema bio-energéti-
co’.
Cada vez hay más evidencias de que la antigua danza del vien-
tre, de la que ahora nos quedan ciertos vestigios, era una danza
sexual de las mujeres de todas las edades, y desde luego también
de las niñas, desplegando toda su vitalidad y energía. Y lo que se
aprende de niñas, jugando y disfrutando, se incorpora en todo nues-
tro desarrollo psicosomático. Algunas antropólogas han rastreado
el origen de danzas como la samba brasileña, para encontrar su ori-
gen en las danzas llamadas en antropología de la ‘fertilidad’, que
fueron traídas de Africa por las poblaciones de esclavos transpor-
tadas al continente americano. Parecer ser que fueron considera-
das muy obscenas por las mentes europeas cristianas, y fueron
transformándose en las sambas actuales (y otras), añadiéndolas
algunos movimientos de los brazos, lo que supone hacer intervenir
el neocortex e interferir la conexión entre el vientre y el cerebro
límbico, para cortocircuitar el proceso de excitación sexual. Tanto
el mismo hecho de que hayan sobrevivido vestigios de estas dan-
zas bajo diferentes formas, como la generalidad de las mismas,
puesto que las encontramos en diferentes culturas de todos los con-
tinentes, prueban que formaron parte de los hábitos más cotidianos
y de la cultura más enraizada de nuestras antepasadas, que vivieron
antes de las prohibiciones, antes del tabú del sexo y del someti-
miento de la mujer por el hombre.
Por otro lado, también la antropología ha rastreado la evolución
de los hábitos posturales; de cómo hemos dejado de sentarnos en
36cuclillas y en taburetes bajos, para sentarnos en sillas, dobladas en
tres, sin balancear la pelvis y en cambio forzando la columna. Si
nos fijamos un poco en los documentales de ciertas culturas, vere-
mos cómo las mujeres hacen sus quehaceres y su vida en cuclillas
o sentadas en asientos muy bajos, posturas que les hace tener las
piernas abiertas y la pelvis en movimiento, levantándose y aga-
chándose decenas de veces al día. Estos movimientos no doblan la
columna sino que balancean la pelvis, y la columna y el tronco se
inclinan siguiendo el balanceo de la pelvis. Y cuando se agachan
sin sentarse para hacer algo, tampoco doblan la columna, sino que
balancean la pelvis sacando el trasero, postura que en nuestra
sociedad se considera una obscenidad; y que sin embargo es la
forma natural de agacharse, y no tendría ni siquiera que asociarse
a una postura sexual.
Todo esto no es nada anecdótico; por el contrario, es significa-
tivo e indicativo de una sexualidad prohibida. Hay que tener en
cuenta que el objetivo perseguido es que la mujer no sienta ni se
entere si quiera de lo que tiene en su cavidad pélvica; y los hábitos
de la vida cotidiana se tienen que adaptar de tal forma que la pel-
vis no se tenga nunca que mover, lo mismo que las vestimentas
para ocultar la sensualidad natural. Los hogares se transforman, y
en lugar de vivir a ras de la tierra, sillas, mesas, camas, cocinas,
todo se eleva para no tener que agacharse y mover la pelvis, y al
tiempo que nos despegamos de la Tierra nos ‘despegamos’ de nues-
tros propios cuerpos.
En la antigüedad griega, una mujer frígida era una mujer con
el útero arrinconado arriba y paralizado.
En el neolítico pre-
patriarcal, además de la representación simbólica del útero con
peces, ranas, etc.. inventaron la imagen simbólica de la sirena,
mitad pez, mitad mujer, para representar una voluptuosidad feme-
nina no coital ni falocéntrica, puesto que una sirena no puede tener
relaciones coitales pero puede balancear la pelvis al aletea. Sin
embargo, esa voluptuosidad era tal que los hombres no podían
resistirse a su atracción (como se relata en la leyenda de Ulises).
Si tratáis de nadar como una sirena, con las piernas juntas, veréis
que sólo podéis hacerlo con un gran movimiento de la pelvis. En
37fín, entendemos por qué el delfín también fue un símbolo femeni-
no en la antigüedad. Una mujer que desde niña ha sentido el pla-
cer y el impulso de su vientre, bailando y nadando como los delfi-
nes, y se ha pasado sus días y sus tareas agachándose en cuclillas
y levantándose, cuando tenga que parir lo hará con mucha facili-
dad. Decía Reich que una mujer relajada tarda en abrir su útero
para parir entre 1 y 5 horas, a diferencia de las 20 ó 40 horas que
puede tardar una mujer con el útero contraído (11).
Sobre el ‘yo primario’
Konrad Sttetbacher (1991) en su importante obra citada en este
libro, habla de un ‘yo’ primario que corresponde a la criatura en su
integridad primaria, cuando todavía se mueve por el principio del
placer: evita o rechaza lo que le produce malestar y se deja atraer
por lo que le produce bienestar y placer.
Pensamos que aquí sucede lo que sucede con tanta frecuencia
cuando nos adentramos en el conocimiento de la vida, que utiliza-
mos miméticamente unos conceptos que no son adecuados para
definir una condición y unos procesos sustancialmente diferentes.
El ‘ego’ corresponde a un tipo de individualización humana
para una sociedad fratricida; tiene todas las cualidades para esta
guerra: mide, calcula, negocia, ataca, pacta, conquista, desprecia,
excluye, acapara, posee, gana, y autoafirma a su portador en la
medida en que adquiere destreza y habilidad para estas opera-
ciones; apuntala sus cuerpos acorazándolos e insensibilizándolos
para no sentir placer ni compasión y dejarlos aptos para la cruel-
dad; los sostiene con el cemento armado del botín y las posesio-
nes, conquistando la propia aceptación y reconocimiento según ha
doblegado sus emociones y ha ‘aprendido’ y ‘crecido’ en los queha-
ceres de esta guerra, eufemísticamente llamada ‘educación’, madu-
rez, adaptación etc. Lo digan como lo digan las nuevas religiones
disfrazadas de psicología , de pediatría y de pedagogía (autoesti-
(11) Reich, W., op.cit., pág. 95.
38ma, autoafirmación) es la conversión de las criaturas humanas para
un mundo fratricida. Es una patología de la condición humana,
que no tiene nada que ver con su condición primaria, disfrazada de
‘civilización’ y de ‘ciencia’.
Como dice Michael Balint (1979), también ampliamente cita-
do en este libro, en su integridad primaria la criatura no conoce
límites ni fronteras entre su cuerpo y el de su madre; es un ser
disuelto en su entorno, y el ‘ego’ aparece cuando se corta el fluir y
el derramamiento del deseo; es decir, que la formación del ‘ego’ es
un modo de producirse la individualización, por la vía de la repre-
sión. Pero este aspecto de dejarse fluir en el entorno no tiene que
desaparecer con la etapa simbiótica, puesto que sabemos que en
otras sociedades el tránsito de la simbiosis materna a la integración
en el grupo humano se hacía siguiendo el propio deseo de la cria-
tura que fluía hacia otros cuerpos del entorno. Y no solo lo sabe-
mos por la información arqueológica y antropológica, sino por la
observación y la experiencia de nuestras propias criaturas y de
nuestros propios deseos. La antropología que ha recogido este
modo de socialización también miméticamente lo ha llamado sis-
tema de identidad grupal, porque la conciencia que se tiene de sí
mismo o de sí misma de pertenencia a un grupo, está muy por enci-
ma, y engloba y abarca cualquier aspecto de la percepción de sí
mismo o de sí misma como algo individual.
En la forma, una se siente disuelta entre otras, no hay aristas ni
límites; en el contenido, nos movemos por la búsqueda del bienes-
tar, y la reciprocidad es un fenómeno universal del grupo. Por eso
ahora creemos que llamar ‘ego’ a la psique individual de la criatu-
ra humana, no es adecuado, y que no basta con añadirle el califica-
tivo de ‘primario’, porque no cambia el mismo concepto del ‘ego’,
sino que lo matiza o lo reforma; Es como lo de añadir el califica-
tivo de ‘patriarcal’ al concepto de ‘familia’, o de ‘nutricio’ al concep-
to de ‘padre’ como hace alguna escuela de psicología. Habrá que
buscar otro concepto, si es que hace falta, para referirse a la psique
individual de la criatura humana. No hay paralelismo ni homolo-
gía entre la psique primaria y el ego; son diferentes en sus formas
y modos de acción, producen cosas diferentes, y se mueven de
modo diferente.
39Quizá entre las cosas más difíciles de imaginar esté esto que la
antropología llama sistema de identidad grupal; porque ahí está la
percepción de la condición humana no fratricida, la condición
humana que hace la sociedad basada en la ayuda mutua, que fun-
ciona a base de confianza, derramamiento y reciprocidad.
Hay otros aspectos que se tocan tangencialmente en este libro
sobre los que ahora querríamos matizar o decir más cosas; por
ejemplo, sobre la relación entre el sistema de identidad grupal y el
disfrute horizontal de los bienes (para imaginarnos una organiza-
ción social en la que los bienes no se constituyen como propiedad
privada); sobre la vida humana como parte de la vida en general
(para no contraponer ‘lo humano’ a ‘lo biológico); o sobre los
importantísimos hallazgos arqueológicos y antropológicos que
están revelando estos secretos y tabúes establecidos por nuestra
civilización (que recogemos en el libro El Asalto al Hades (2002));
pero en realidad sería entrar en una espiral casi interminable y lo
dejamos con estas observaciones sobre la sexualidad de la mujer y
el llamado ‘yo primario’.
Como decía el Infante Arnaldos: yo no digo mi canción/sino a
quien conmigo va. Gracias a todos y a todas, lectores y lectoras de
mente activa y sensibilidad despierta, que nos acompañáis; porque
nos hacéis saber que la soledad y la Santa Inquisición se pueden
vencer, como tantas y tantas otras cosas de este mundo.
La Mimosa, junio 2004
40

VIVIR, ESCRIBIR, AMAR
P RESENTACIÓN DE LA PRIMERA EDICIÓN
Se ha dicho o escrito respecto a la literatura que escribir es llo-
rar. No conocemos por experiencia, desgraciadamete, qué escribi-
rían las personas vivientes en un mundo organizado desde la justi-
cia en lugar de la injusticia; la sensibilidad y solidaridad humanas
en vez de la amputación de los buenos sentimientos y la competi-
tividad salvaje; las relaciones no jerarquizadas entre los sexos por
contra a las de poder en las que no sabemos por cuanto tiempo
todavía está organizado el planeta. Pero sí que resulta plausible en
el estado de cosas en que vivimos -una oración cristiana lo llama
valle de lágrimas- el hecho de que escribir sea equivalente a llorar.
Pero si esto es así en general, qué no va a ser cuando quienes escri-
ben son mujeres que no se limitan a narrar sobre lo dado sino que,
habiendo tomado la suficiente y necesaria distancia con la realidad,
cobran conciencia de ésta y la cuestionan.
Este libro que a continuación abre sus páginas apasionadas y
apasionantes a quienes vayan a leerlo se inscribe en esta línea de
producción literaria femenina que se ha descentrado de su femini-
dad inicial ortodoxa para entrar en otro análisis de la realidad
social: el de los géneros, y no sólo el suyo asignado sino también
el otro vinculante, el masculino-patriarcal. Porque no hay mujer
sometida sin varón dominante, ni madre derrotada sin Padre todo-
poderoso. El volumen de bibliografía que ha generado el tema del
sistema de relaciones sexo-género, que es la clave de bóveda del
edificio patriarcal, es el mejor indicador de que:
1o) Se está produciendo un vuelco en el área de las costumbres.
2o) Se está produciendo un vuelco en el mundo de las ideas.
Me atrevo a aventurar que por primera vez en la historia, de la
41mano y la pluma y el pensamiento de las mujeres, la vida real y el
pensamiento se disponen a andar juntos, en coherencia. Porque el
discurso sexista-racista (racista poque el sexo es un distintivo físi-
co) fue siempre parcial, o sea que desde el amaos los unos a los
otros hasta el hemos de defender nuestros genes, o la pax del impe-
rio que sea, siempre quedaron fuera las mujeres, la mitad de la
poblción, y todos aquellos varones para quienes el sexo femenino
fue utilizado como cama de Procusto. El discurso de las mujeres,
en cambio, es auténticamente universal, sin subterfgios.
El análisis y la crítica del orden mundial no son difíciles cuando
una va provista con las armas de la racionalidad y la actitud positi-
va. Pero sí son complejas. No hay intersticio social en el que la
planificación patriarcal de la sociedad no haya dejado su huella, su
razón de ser; y no de forma lineal, lo cual simplificaría mucho el
trabajo, sino sinuosa, disfrazada, equívoca, sofisticada, embarazo-
sa… De ahí la necesidad de que sean muchas las personas puestas
a trabajar en ello, cada una en su flanco, su área, su espacio moti-
vacional, su ángulo de mira. Y aquí ya no me refiero sólo a muje-
res sino también a ellos, los varones, que cada vez en mayor núme-
ro trabajan sabiéndolo -creo- o no en la demolición del mundo y la
construcción de otro. A algunos les debo préstamos lingüísticos y
conceptuales para mí de valor incalculable. Para todas estas perso-
nas, entre las que se encuentran las autoras de este libro, considero
que la frase inicial de este Comentario se ha transformado en escri-
bir es amar. Porque no es lo mismo llorar como víctimas que llo-
rar de amor.
Para terminar diré que no me corresponde a mí hacer un juicio
de valor sobre este libro. No es mi competencia, y por otro lado
me siento incluso incómodamente sobre-citada en él. Sólo quiero
hacer una breve alusión, en tanto que psicóloga, a las múltiples
referencias al psicoanálisis. La Psicología tiene explicación para la
mayoría de los fenómnos sociales, sean éstos individuales o colec-
tivos, pero durante bastantes años el psicoanálisis fue divulgado
profusamente mientras otros modos explicativos quedaban sólo al
alcance de especialistas. De este modo la teoría psicoanalítica ha
sido la abanderada de cualquier análisis de la realidad que preten-
diera ir más allá de la simple superficialidad de las cosas. Por otra
42parte, el psicoanálisis puro y duro, ampliamente criticado por las
intelectuales feministas más importantes del mundo, entre los años
sesenta y setenta, al haberse extendido como una mancha de acei-
te por las capas incluso más simples de la sociedad, ha obligado a
muchas escritoras -sin contar las propias psicoanalistas heterodo-
xas- a tener que referirse a sus supuestos teóricos para rebatirlos,
reinterpretarlos y/o refutar su discurso patriarcal. Ha sido un palo
puesto a la rueda de la emancipación de las mujeres, pero al mismo
tiempo la ocasión para un combate incruento, dialéctico, siempre
aleccionador, en el cual, además, vamos de ganadoras.
Victoria Sau
Barcelona 27 de agosto 1995
43

P RÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN
Aunque puedan en ciertas ocasiones coincidir, existen dos mane-
ras diferentes de investigar un tema. La más corriente consiste en
estudiar, sentando cátedra. Reunir datos, hacer una síntesis, un
análisis propio, una conclusión y publicar un libro. Todo ello con
profesionalidad, es decir, con medios económicos y logísticos,
tiempo y manteniendo cierta distancia con el tema.
La otra forma de investigar es por necesidad vital, existencial;
no por mera subsistencia económica, sino porque el tema y tu vida
no hacen más que uno, aunque tengas que moverte desesperada-
mente para encontrar información, a pesar de que tengas que bus-
car tiempo entre tus sueños nocturnos y tus vacaciones, porque el
resto del día tienes que, triste ironía de nuestra esquizofrénica
sociedad “progresada”, ganarte la vida.
Es en estas últimas condiciones que se concibió y se dió cuerpo
a este libro: de forma apasionada y entrañable. Esto es fruto de una
reflexión activa y comprometida dentro de la Asociación
Antipatriarcal, aunque nazca después de que esta última se apaga-
ra. Ocurrió lo que suele ocurrir con muchos grupos anti-autorita-
rios…
Tenemos que reconocer de manera llana y sencilla que no es fácil
relacionarnos. No queremos jerarquía y sin embargo seguimos
funcionando con arrebatos autoritarios. Queremos apoyo mutuo y
cariño, pero seguimos con protagonismos, individualismos desga-
rradores y desconfianza. Seguimos en realidad obedeciendo el
mandato de la jerarquizada sociedad patriarcal en la que vivimos,
pero de manera inconsciente, encontrándole siempre excusas a
nuestra incapacidad.
Estas dificultades se vuelven todavía mayores cuando, como es
nuestro caso, pretendemos vivir la globalidad de diversos aspectos
de la cotidianidad cultural, económica y relacional, de forma liber-
taria y ecológica. Y es ahí cuando y donde nos encontramos con
45Casilda y Ana, en el mismo camino, con las mismas preocupacio-
nes. Porque, ¿cómo reproducimos lo mismo, siendo conscientes y
sin quererlo? ¿Por qué reproducimos como individuos y no como
pueblo? Puede que ahí se encuentre la clave o una de las claves.
Eso es, ¿cómo nos socializaron? ¿Cuándo empieza la socializa-
ción? Nada más nacer, con la relación con la madre, nos dicen las
autoras de este libro, Casilda y Ana.
Y esto rompe con muchos esquemas, incluídos los libertarios. A
menudo se ha llegado a pensar que la socialización empezaba con
la escuela. Y que con una “buena escuela”, que además “ayudará a
la separación con la madre”, habríamos dado un gran paso adelan-
te. Pero de esta manera, ¿no estaremos favoreciendo a la materni-
dad patriarcal, que se resume en procrear y reprimir el deseo; y por
lo tanto, reproduciendo otra vez el orden social inconsciente auto-
ritario?
Para las autoras de este libro no cabe duda al respecto y lo
demuestran con mucha habilidad en su libro: Sin una madre
patriarcal no sería posible la sociedad autoritaria. No sería posible
la escalada de privación del deseo, de la conciencia y de la volun-
tad de las criaturas.
Si esperas de este libro un tratado político y social, que abarque
toda la problemática humana de manera neutra, no lo leas. Este es
un libro comprometido que analiza la reproducción del patriarca-
do, del patrimonio y del autoritarismo, sobre todo a través del naci-
miento, de la maternidad y de la niñez.
Si esperas de este libro, como está de moda, un recetario que te
marque las pautas a seguir para ser feliz, te sentirás defraudado.
Sin embargo, sigue siendo un libro esperanzador, muy documen-
tado para quienes tengan el deseo de investigar; porque simple-
mente nos devuelve la confianza en nosotros/as mismos/as, como
hombres, en fín como seres humanos creadores, unos seres en rea-
lidad, genuinamente sociables.
Tenemos que insistir en este aspecto fundamental del libro, por-
que muy pocos han sido los investigadores que, analizando y opi-
nando acerca del sujeto humano, lo hayan hecho partiendo de
sociedades sanas, como las llamaba Fromm, en oposición a nues-
tra sociedad alienada.
46Es así como Freud, ‘el padre’ del psicoanálisis y la psicología,
veía en los pueblos primitivos una horda errante en las tinieblas
conducidas por el padre, y en el bebé un perverso polimorfo con
intenciones parricidas (mito de Edipo), etc. También el marxismo
se elaboró a partir del mito de la naturaleza ‘avara’, ‘hostil’ y ciega,
de un despiadado dominio de la necesidad, y un conjunto de de
recursos naturales que teníamos que dominar por el trabajo para
liberarnos. Así es como se elaboró el determinismo marxista del
materialismo histórico: la humanidad salió de las tinieblas cuando
empezó a acumular riquezas. De ahí surgió la sociedad de clases y
el Estado, etapa inevitable para alcanzar el comunismo. Ahora, a
esa conquista supuestamente necesaria de la naturaleza, le han
dado la vuelta ciertos ecologistas quienes piensan que la solución
está en someterse a la naturaleza presuponiendo que en ella existe
una jerarquía. En realidad estos últimos no salen de la lógica de la
dominación que bien podría justificar el oscurantismo, el poder del
más fuerte, o del más ‘iluminado’. También amenaza la idea míti-
ca de que el ser humano en tanto que especie es el animal más peli-
groso de la tierra; o, como afirmaba Rousseau, que la civilización
corrompe la naturaleza humana y se opone inevitablemente a la
naturaleza. Considerar al ser humano como especie es olvidarse
que es el tipo de sociedad quien determina nuestra relación entre
los humanos y de estos con el medio ambiente. También es olvi-
darnos que la emergencia de la sociedad es un hecho natural que
encuentra su origen en la biología de la socialización humana (1) .
Lo que tenemos que saber es qué tipo de sociedad y de seres huma-
nos estamos dispuestos a favorecer.
En medio de esta jungla ideológica mediatizada y aplastante es
difícil encontrarnos con las semillas que nos permitan vislumbrar
una claridad esperanzadora, capaz de devolvernos esa indispensa-
ble confianza en la naturaleza evolutiva, o sea, en nosotros mis-
mos. Para ello tenemos que acercarnos a los pensadores que se
sitúan en la corriente de la vida, nosotros diríamos, anarquistas por-
que cuando no interferimos con la patológica voluntad de poder,
fluye el orden natural.
( 1)
Murray Bookchin, Por una ecología de la libertad.
47Esta corriente, siendo universal, la encontramos plasmada tanto
por un Lao-tse, hace 2500 años, como por Zenon en Grecia, o por
los teóricos de la indianidad moderna (2) .
Pero, ¿quién mejor que Etienne de La Boétie en su obra Sobre
la Servidumbre Voluntaria (3), escrita en 1550, plantea las preguntas
claves?
Partiendo de que todos estamos hechos de la misma forma, La
Boetie preconiza que vayamos investigando por entre-conocimien-
to, cómo se ha enraizado tanto esta pertinaz voluntad de servir, de
tal manera que parezca ahora, que el amor a la libertad no sea tan
natural.
Nos dice también que el secreto, el resorte de la dominación se
debe al deseo, en cada uno, sea cual sea el escalafón que ocupe
dentro de la jerarquía, de identificarse con el tirano, haciéndose
cada cual amo de otro. O sea, que la tiranía atraviesa la sociedad
de parte en parte. Pero esta implacable constatación, no es vista
como ‘normal’ o, podríamos decir, ‘natural’ por Etienne de la
Boétie, y plantea la siguiente y fundamental pregunta: ¿Que ‘mal-
encuentro’ ha sido éste, que tanto ha podido desnaturalizar al
hombre, solo nacido de verdad para vivir sinceramente y hacerle
perder el recuerdo de su primer ser y el deseo de recuperarlo?
Es curioso lo del recuerdo de su primer ser y lo de que …siem-
pre se encuentran algunos, aprendemos, nacidos mejor que los
demás, que sienten el peso del yugo y no pueden evitar el sacudír-
selo, y no se acostumbran jamás a la sujeción.
Para Etienne de La Boétie, la libertad es natural, pero no se trata
de una libertad del alma, de una libertad interior, como tampoco se
trata del conocimiento que se encuentra en uno mismo, como lo
(2) Llamada a la conciencia vital (del Consejo de jefes de la Liga de las seis
naciones Iroqueses), editorial Miraguano, pag. 34; en ella desarrollaron una
Ley que reconoce que la jerarquía vertical crea conflictos, y dedicaron la
magnificamente compleja organización de su sociedad para prevenir cual
quier jerarquización.
(3) Etienne de la Boétie, Le discours de la servitude volontarie (texte établie
par Pierre Léonard), editado por Petit Biblioteque Payot, 1993. ( la traduc
ción de los párrafos que se citan es nuestra). Existe una traducción editada
por Tusquets.
48afirman las religiones y esa nebulosa llamada Nueva Era. Si la
libertad es algo natural es porque los hombres tienen vocación de
entre-conocerse o mirarse y casi reconocerse el uno en el otro.
De la génesis de la autoridad que atraviesa la sociedad de parte
a parte, o sea del mal-encuentro, de cómo hemos aprendido a tener
miedo los unos de los otros, es precisamente de lo que trata este
libro; pero también aporta elementos para intentar recuperar esa
capacidad de entre-amarse, como dice La Boétie, afirmando que
todo empieza en la relación con la madre.
El anarquismo es el cuerpo teórico que a partir del siglo XVIII
recoge esa corriente y elabora con nitidez la conciencia vital, esto
es, la síntesis entre lo sensible y el conocimiento, entre razón y
corazón, entre instinto y cultura. Y naturalmente, el niño, y para
muchos, hasta el recien-nacido, ocupará gran parte de su preocupa-
ción por un mundo nuevo porque:
La aparición del recien nacido y los cuidados intensivos que debe
recibir durante muchos años, nos recuerdan que no es solamente
un ser humano el que así se reproduce, sino la propia sociedad. (4).
En 1797, Godwin (5) ya intuía algo de lo que este libro nos plan-
tea :
El hombre tiene que salir sin darse cuenta del niño; este desarro-
llo debe empezar quizás en el momento del nacimiento.
Y en la primera mitad de este siglo, Felipe Alaiz (6) cita a Gorelik:
El educador recibe para su cuidado educativo una flor ya madura.
.
En este libro volveremos a conectar con esa corriente naturalis-
(4) Murray Boochkin, Por una ecología de la libertad.
(5) W. Goodwin, Enquirer, 1797. Citado por Tina Tomasi, en Ideología liberta
ria y educación, editorial Campoabierto.
(6) Felipe Alaiz, Hacia una federación de autonomías libertarias, editorial
Madre Tierra, pag. 228.
49ta libertaria que con la preocupación ecologista actual se hace cada
día más patente e imprescindible. Pero tal vez sea Kropotkin quien
mejor exprese esa esperanza basada en la confianza racional en
nuestra propia naturaleza social humana, nuestra segunda natura-
leza:
La ayuda mutua, la justicia, la moralidad, son así los pasos conse-
cutivos de una serie ascendente, que se nos revela por estudio del
mundo animal y del hombre. Constituyen una necesidad orgánica
que lleva en sí misma su propia justificación, confirmada por la
totalidad de la evolución del reino animal, comenzando por sus
primerísimas etapas (en los organismos más primitivos en forma
de colonias) y, elevándose gradualmente hasta nuestras comunida-
des humanas civilizadas. Para decirlo metafóricamente, es una
ley universal de evolución orgánica, y es así como el sentido de la
ayuda mutua, la justicia y la moral enraizan en el espíritu humano
con toda la potencia del instinto ingénito, siendo el primero, el ins-
tinto de ayuda recíproca (7) , evidentemente el más poderoso, en
tanto que el tercero, que se desarrolla más tardíamente que los
otros, es un sentimiento inestable y el menos imperativo de los
tres. (8)
Los Arenalejos
Lista de Correos
29567 ALOZAINA (MALAGA)
Mayo, 1995
.
(7) Aunque no se trate de un instinto propiamente dicho porque no está en nues tros genes, se puede revelar tan fuerte como él, como “segunda naturaleza”.
(8) P. Kropotkin, Etica, editorial Tierra y Libertad, Burdeos 1946.
50PRIM