Formaciones institucionales
Raúl Prada Alcoreza
Vamos a desplazarnos desde la constelación de las formaciones discursivas a la constelación de las formaciones institucionales; aplicando, si ustedes quieren, la misma perspectiva epistemológica, relativa a la complejidad, que desplegamos cuando reflexionamos sobre las formaciones discursivas. Es decir, tendremos como referente algo parecido a las prácticas discursivas, que en el caso de las formaciones institucionales, serían prácticas institucionales. Por otra parte, de la misma manera, observaremos a las formaciones institucionales no como se pretende que son, tanto por las teorías de la ciencia política, así como sus estructuras normativas y reglamentarias, la imagen institucional, que, además de pretender esta idealidad, se cree que la institución es una estructura única, monolítica, homogénea. Nada de esto ocurre, desde nuestra perspectiva. Las formaciones institucionales plantean, mas bien, su heterogeneidad constitutiva, sus variaciones, sus diferenciaciones y variaciones, sus distribuciones singulares. No hay algo como una institución; lo que se observa, en la práctica y en la experiencia social, es la formación institucional como conjuntos de prácticas en constante interacción. La institución efectiva se realiza precisamente en esta interacción, dando lugar a la distribución de formas y composiciones prácticas institucionales, que realizan a la institución, precisamente en sus variaciones singulares.
Por lo tanto, es de esperar, que en las formaciones institucionales aparezca no solo la regularidad de las distribuciones heterogéneas, sino incluso contrastes entre prácticas institucionales, incluso cuando se trata de una misma institución. Hay como una concurrencia de tendencias, por así decirlo.
La diferencia entre las formaciones discursivas y las formaciones institucionales, que suponen prácticas discursivas y prácticas institucionales entrelazadas, es que, en el segundo caso, no hablamos de enunciados como haz de relaciones, como en el primer caso, sino de regulaciones, normaciones, legislaciones, administraciones, gobernaciones, que, en conjunto, denominaremos gobernancias. Entonces hablamos de un haz de relaciones más complejo que el haz de relaciones relativo a las formaciones discursivas. El haz de relaciones de las gobernancias no solamente supone lo que ya se destaca en las formaciones discursivas, las relaciones de colateralidad, de correspondencia y de complementariedad, sino también relaciones de jerarquía, relaciones de mando, relaciones de especialización, relaciones normativas, relaciones administrativas, así como también relaciones políticas. Teniendo en cuenta nuestro análisis crítico del poder, incluiremos también relaciones de chantaje.
Como se puede ver, retomando la perspectiva descriptiva de las prácticas, diremos que estamos ante la distribución heterogénea de las gobernancias, de las que buscaremos encontrar sus regularidades.
A diferencia del sujeto del enunciado y del sujeto de la enunciación, que aparece, también su variación subjetiva, distintos posicionamientos del sujeto, en las formaciones institucionales aparece la población de la gobernancia y la burocracia del gobernancia. Si se quiere, la población es el objeto, mejor dicho, el referente de la gobernancia; en tanto que la burocracia es el sujeto de la gobernancia. La población aparece en su distribución heterogénea, así como la burocracia, que también se distribuye variada y diferencialmente, aunque con una menor escala de heterogeneidad. Sin embargo, como en el caso del análisis descriptivo de las prácticas discursivas, donde el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación no son el enfoque del análisis, sino planos de intensidad correspondiente a otros análisis, como el lingüístico, el psicológico, que son explicados desde otra perspectiva, la pragmática de las practicas discursiva, así también, en el análisis descriptivo de las practicas institucionales, la población de la gobernancia y la burocracia de la gobernancia, corresponden a planos de intensidad heredados de otros análisis, el demográfico, el político, el sociológico. Entonces estos planos de intensidad son también explicados desde la pragmática de las prácticas institucionales. Lo que importa son las regularidades de las prácticas institucionales, de las formaciones institucionales.
Para seguir adelante, manteniendo la comparación con el análisis descriptivo de las prácticas discursivas, mostrando analogías y diferencias, con el análisis descriptivo de las prácticas institucionales, expondremos una parte del análisis descriptivo que despliega Michel Foucault en la Arqueología del saber, en la parte correspondiente a la Descripción arqueológica. Foucault escribe:
Este análisis de las regularidades enunciativas se abre en varias direcciones que quizá sea preciso un día explorar con más cuidado.
I. Cierta forma de regularidad caracteriza, pues, un conjunto de enunciados sin que sea necesario ni posible establecer una diferencia entre lo que es nuevo y lo que no lo es. Pera estas regularidades -volveremos después sobre ello – no se dan de una vez; para siempre: no es la misma regularidad la que encontramos operando en Tournefort y Darwin, o en Lancelot y Saussuré, en Petty y en Kaynes. Se tienen, pues, unos campos homogéneos de regularidades enunciativas (caracterizan una formación discursiva), pero esos campos son diferentes entre sí. Ahora bien, no es necesario que el paso a un nuevo campo de regularidades enunciativas vaya acompañado de cambios correspondientes a todos los demás niveles de los discursos. Se pueden encontrar actuaciones verbales que son idénticas desde el punto de vista de la gramática (del vocabulario, de la sintaxis y de una manera general de la lengua); que son igualmente idénticas desde el punto de vista de la lógica (desde el punto de vista de la estructura proposicional, o del sistema deductivo en que se encuentra colocada); pero que son enunciativamente diferentes. Así, la formulación de la relación cuantitativa entre los precios y la masa monetaria en circulación puede efectuarse con las mismas palabras -o palabras sinónimas y obtenerse por el mismo razonamiento; no es enunciativamente idéntica en Gresham o en Locke y en los marginalistas del siglo XIX; no depende aquí y allá del mismo sistema de formación de los objetos y de los conceptos. Hay, pues, que distinguir entre analogía lingüística (o traductibilidad), identidad lógica (o equivalencia), y homogeneidad enunciativa. Son éstas las homogeneidades de que se ocupa la arqueología, y exclusivamente. Puede, pues, la arqueología ver aparecer una práctica discursiva nueva a través de las formulaciones verbales que se mantienen lingüísticamente análogas o lógicamente equivalentes (al reasumir, y a veces palabra por palabra, la vieja teoría de la frase-atribución y del verbo-cópula, los gramáticos de Port-Royal abrieron así una regularidad enunciativa cuya especificidad debe describir la arqueología). Inversamente, puede descuidar diferencias de vocabulario y pasar por alto campos semánticos u organizaciones deductivas diferentes, si es capaz de reconocer acá y allá, y a pesar de esta heterogeneidad, cierta regularidad enunciativa (desde este punto de vista, la teoría del lenguaje de acción, la investigación sobre el origen de las lenguas, el establecimiento de las raíces primitivas, tales como se encuentran en el siglo XVIII, no son “nuevos” con relación a los análisis “lógicos” de Lancelot) .
Vemos perfilarse así cierto número de disyunciones y de articulaciones. No puede ya decirse que un descubrimiento, la formulación de un .principio general, o la definición de un proyecto inaugure, y de una manera masiva, una fase nueva en la historia del discurso. No hay que buscar ya ese punto de origen absoluto o de revolución total a partir del cual todo se organiza, todo deviene posible y necesario, todo se abole para recomenzar. Estamos ante acontecimientos de tipos y de niveles diferentes, tomados en tramas históricas distintas; una homogeneidad enunciativa que se instaura no implica en modo alguno que en adelante y a lo largo de décadas o de siglos, los hombres van a decir y a pensar la misma cosa; no implica tampoco la definición, explícita o no, de cierto número de principios de los cuales derivaría todo el resto, a título de consecuencias. Las homogeneidades (y heterogeneidades) enunciativas se entrecruzan con continuidades (y cambios) lingüísticas, con identidades (y diferencias) lógicas, sin que las unas y las otras marchen al mismo paso o se rijan necesariamente. Debe existir, sin embargo, entre ellas cierto número de relaciones y de interdependencias cuyo domino, muy complejo sin duda, deberá ser inventariado.
2. Otra dirección de investigación: las jerarquías interiores en las regularidades enunciativas. Se ha visto que todo enunciado procedía de cierta regularidad; que ninguno, por consiguiente, podía ser considerado como pura o simple creación o maravilloso desorden del genio. Pero se ha visto también que ningún enunciado podía ser considerado como inactivo, y valer, como la sombra o el calco apenas reales de un enunciado inicial. Todo el campo enunciativo es a la vez regular y se halla en estado de alerta: no lo domina el sueño; el menor enunciado - el más discreto o el más trivial -desencadena todo el juego de las reglas según las cuales están formados su objeto, su modalidad, los conceptos que utiliza y la estrategia de que forma parte. Estas reglas no se dan jamás en una formulación, sino que los atraviesan y les constituyen un espacio de coexistencia; no se puede, pues, encontrar el enunciado singular que las articularía por sí mismas. Sin embargo, ciertos grupos de enunciados utilizan esas reglas en su forma más general y más ampliamente aplicable; a partir de ellos, se puede ver cómo otros objetos, otros conceptos, otras modalidades enunciativas u otras elecciones estratégicas pueden ser formadas a partir de reglas menos generales y cuyo dominio de aplicación está más especificado. Se puede describir así un árbol de derivación enunciativa: en su base, los enunciados que utilizan las reglas de formación en su extensión más amplia; en la cima, y después de cierto número de ramificaciones, los enunciados que emplean la misma regularidad, pero más finamente articulada, más delimitada y localizada en su extensión.
La arqueología puede así - y éste es uno de sus temas principales - constituir el árbol de derivación de un discurso. Por ejemplo, el de la Historia natural. Dispondrá, del lado de la raíz; a título de enunciados rectores, los que conciernen a la definición de las estructuras observables y del campo de objetos posibles, los que prescriben las formas de descripción y los códigos perceptivos de los que puede servirse, aquellos que hacen aparecer las posibilidades más generales de caracterización y abren así todo un dominio de conceptos que hay que construir, y en fin, aquellos que, a la vez que constituyen una elección estratégica, dejan lugar al mayor número de opciones ulteriores. Encontrará, en el extremo de las ramas, o al menos en el recorrido de todo un breñal, “descubrimientos” (como el de las series fósiles), transformaciones conceptuales (como la nueva definición del género), emergencias de nociones inéditas (como la de mamíferos o de organismos), fundamentación de técnicas (principios organizadores de las colecciones, método de clasificación y de nomenclatura). Esta derivación a partir de los enunciados rectores no puede ser confundida con una deducción que se efectuaría a partir de axiomas; tampoco debe ser asimilada a la germinación de una idea general, o de un núcleo filosófico cuyas significaciones se desplegarían poco a poco en unas experiencias o en unas conceptualizaciones precisas; en fin, no debe ser tomada por una génesis psicológica a partir de un descubrimiento que poco a poco desarrollara sus consecuencias y exhibiera sus posibilidades. Es diferente de todas estas derivaciones, y debe ser descrita en su autonomía. Puédanse también describir las derivaciones arqueológicas de la Historia natural sin comenzar por sus axiomas indemostrables o sus temas fundamentales (por ejemplo, la continuidad de la naturaleza) y sin tomar como punto de partida y como hilo conductor los primeros descubrimientos o los primeros accesos (los de Tournefort antes de los de Linneo, los de Jonston antes de los de Tournefort). El orden arqueológico no es ni el de las sistematicidades, ni el de las sucesiones cronológicas.
Pero se ve abrirse todo un dominio de interrogaciones posibles. Porque, por más que esos diferentes órdenes sean específicos y tenga cada uno su autonomía, deben existir entre ellos relaciones y dependencias. Para ciertas formaciones discursivas, el orden arqueológico no es quizá muy diferente del orden sistemático; como en otros casos sigue quizá el hilo de las sucesiones cronológicas. Estos paralelismos (contrarios a las distorsiones que se encuentran en otros lugares) merecen ser analizados. Es importante, en todo caso, no confundir estas diferentes ordenaciones, no buscar en un “descubrimiento” inicial o en la originalidad de una formulación el principio del cual puede todo deducirse y derivarse; no buscar en un principio general la ley de las regularidades enunciativas o de las invenciones individuales; no pedir a la derivación arqueológica que reproduzca el orden del tiempo o ponga al día un manifiesto deductivo.
Nada sería más falso que ver en el análisis de las formaciones discursivas una tentativa de periodización totalitaria: a partir de cierto momento y durante cierto tiempo, todo el mundo pensaría de la misma manera, a pesar de las diferencias de superficie, diría la misma cosa, a través de un vocabulario polimorfo, y produciría una especie de gran discurso que se podría recorrer indistintamente en todos los sentidos. Por el contrario, la arqueología describe un nivel de homogeneidad enunciativa que tiene su propio corte temporal, y que no lleva con él todas las demás formas de identidad y de diferencias que se pueden señalar en el lenguaje; y a ese nivel, establece una ordenación, unas jerarquías, todo un brotar, que excluyen una sincronía masiva, amorfa y dada globalmente de una vez para siempre. En esas unidades tan confusas a las que llaman “épocas”, hace surgir, con su especificidad, “períodos enunciativos” que se articulan, pero sin confundirse con ellas, sobre el tiempo de los conceptos, sobre las fases teóricas, sobre los estadios de formalización, y sobre las etapas de la evolución lingüística[1].
En la comparación entre el análisis descriptivo de las prácticas institucionales y el análisis descriptivo de las prácticas discursivas diremos que las formaciones institucionales son mejor percibidas que las formaciones discursivas. Esto se debe a que las formaciones institucionales se hacen presentes de manera casi inmediata, casi directa, en la experiencia social, en cambio, las formaciones discursivas requieren de todo un aprendizaje. Sin embargo, llama la atención, que, a pesar de esta experiencia social de las instituciones, se busca comprenderles, entenderlas, interpretarlas, es decir, se busca su sentido, no en la experiencia social sino en las formaciones discursivas. Como si el sentido de las instituciones se encontrara en la representación del sentido o el sentido de la representación, conformado en las formaciones discursivas. Se da toda una vuelta para llegar a las instituciones, cuando el sentido práctico de las mismas se halla en la experiencia y en la memoria social.
Entonces nuestro procedimiento va a ser distinto a los de las ciencias sociales, que se embarcan en el estudio de las instituciones remontando sus navegaciones en los mares de las formaciones discursivas. Preferimos internarnos en los espesores territoriales y corporales de la experiencia social. Desde esta perspectiva descriptiva, trataremos de describir las prácticas institucionales, en su distribución heterogénea, buscando sus regularidades formativas.
De las instituciones
Vamos a exponer brevemente la perspectiva clásica del análisis institucional; aunque de una manera esquemática, con el objeto de ilustrar sobre las diferencias metodológicas y epistemológicas. No solamente para distinguir el análisis descriptivo de las prácticas institucionales, relativas a las formaciones institucionales, respecto a los análisis clásicos de las instituciones, desarrollados por las ciencias sociales y el derecho, sino para mostrar que, no se trata de negar estos estudios, tampoco rechazarlos, sino comprender que los mismos se mueven en una mirada normativa, normalizadora, normatizadora, de las instituciones; las ven con la mirada del Estado. Ciertamente este, el conocimiento de las instituciones, desde la perspectiva estatal, aunque sea labrada y elaborada por las ciencias sociales, es saber sobre las instituciones. Este saber apunta su conocimiento a lograr instrumentos eficaces en la inducción de comportamientos y conductas, adecuados a la estatalización de las asociaciones y composiciones sociales. Por lo tanto, es un saber normativo. El análisis descriptivo de las prácticas institucionales, por el contrario, busca comprender la mecánica y la dinámica de las fuerzas intervinientes en el acontecer bullente de las instituciones.
Se puede decir que las instituciones son dispositivos de complexión social, suponen la cualidad asociativa, cualidad que acomete la tarea de orientar, ordenar, así como normatizar y normalizar las conductas y los comportamientos. También se puede decir que las instituciones se componen por tejidos de voluntades singulares, que, sin llegar a ser la voluntad general, que, mas bien es un concepto abstracto, componen como un flujo de voluntades, acumuladas, reforzadas, orientando acciones, mas o menos consensuadas. La maquinaria de funcionamiento de las instituciones es de una arquitectura e ingeniería institucional en constante variación, dependiendo de la adecuación y adaptación a los contextos. De todas maneras, aparece un perfil común, relativo a las reglas, a las normas, incluso a las gestiones y formas administrativas.
Etimológicamente la palabra institución viene de la raíz común y compartida con la palabra instrucción y sus derivaciones; instructor, institutriz, también instituto. Las instituciones en cuanto tales, no tienen por qué formalizarse o, si se quiere, estatalizarse; la institución como dispositivo regulador, orientador, compatibilizador e integrador, no requiere necesariamente formalizarse. En tanto estructuras, aparatos y referentes de carácter social, las instituciones se han convertido en tema de estudio y de análisis de las ciencias sociales. De la misma manera, las instituciones son atendidas por el derecho, sobre todo en lo que tiene que ver con la compatibilización de las normas, las reglas y procedimientos con las leyes.
Las normas institucionales condensan perfiles ideales relativos a una colectividad; estos perfiles se transfieren a su forma operativa en reglamentos, en códigos, en leyes, en constituciones.
Las instituciones jurídicas son acervos de libros consignados a la enseñanza propedéutica del derecho romano. De acuerdo a la interpretación académica, las instituciones son plasmaciones del operar humano; buscan la regularidad de las prácticas, acciones, comportamientos y conductas sociales. Dentro de éstas encontramos las instituciones jurídicas que son creadas en el mundo del derecho bajo normas coactivas, que buscan un ideal de justicia. Al lado de las normas jurídicas aparecen las instituciones que son comportamientos que el derecho regula, que son cardinales en la convivencia social. A estos comportamientos, que son cardinales en el ejercicio de la convivencia, se los designa como instituciones. También se considera las analogías entre las distintas relaciones; por ejemplo, teniendo en cuenta las figuras de usufructuario y nudo propietario, acreedor y deudor, tutor y pupilo. Entonces, el conjunto de normas jurídicas, concernientes a una clase determinada de relaciones jurídicas, constituyen la designada institución jurídica.
Desde el punto de vista de la exposición académica de un conjunto normativo, el concepto de institución, así entendido, tiene gran valor sistemático, pues permite la ordenación de las materias afines formando las instituciones de ese sistema jurídico. El jurista Federico de Castro y Bravo, se apoya en la significación idiomática como algo que alcanza la firmeza de lo fundamental; considera como institución jurídica las formas cardinales de la organización jurídica total.
Las instituciones políticas distribuidas en el campo político, regulan la estructura, los órganos del gobierno, los poderes del Estado. De acuerdo a la interpretación de la Unesco, en 1948, en lo que respecta a la perspectiva de la ciencia política, las instituciones políticas tienen relación con los siguientes conceptos:
• Constitución
• Gobierno federal
• Gobierno regional y Gobierno local, instituciones municipales o ayuntamientos[2].
Esta interpretación ha quedado corta; más que hacer una lista, pues sería larga, de lo que se trata es de definir las instituciones políticas recuperando el concepto foucaultiano de agenciamientos concretos de poder. Nosotros, al respecto, encontrando un campo definido en este contexto, diremos que se trata de agenciamientos concretos de gobernancia.
Prácticas institucionales
Volviendo al análisis descriptivo de las formaciones institucionales, diremos que hablamos de agenciamientos de poder que tienen que ver con agenciamientos de gobernancia. Como decía Foucault de los agenciamientos concretos de poder, es decir, de las instituciones, mezclan fuerzas y discursos. Los agenciamientos de gobernancia mezclan fuerzas operativas respecto a fuerzas de resistencia con discursos normativos, discursos de legitimación, discursos políticos, discursos “ideológicos”, que se enfrentan a discursos contra-normativos, discursos contra-hegemónicos, discursos de contra-poder, discursos críticos y de interpelación. Respecto a los discursos podemos seguir en el análisis descriptivo de las prácticas discursivas, en cambio, respecto a las fuerzas, si bien podemos seguir en el análisis genealógico del poder, que desenvuelve y despliega Foucault, a partir de sus investigaciones, en lo que respecta a las formaciones institucionales, debemos responder a exigencias concretas o más específicas que los configurados por los diagramas de poder y las cartografías de fuerzas. Debemos, por lo menos, bosquejar la configuración de regularidades institucionales en su distribución heterogénea.
Para tal efecto, propondremos hipótesis prospectivas de investigación, a la espera de las investigaciones que contrasten estas hipótesis.
Hipótesis prospectivasTal parece que una de las iniciales formaciones institucionales que aparecen en la hominización, no las primeras, pues esto sería ya no una hipótesis, sino una especulación esquemática, son las relativas a las maquinarias territoriales de control de la descendencia, de codificación de las filiaciones y de las alianzas. Quizás antes que estas formaciones institucionales territoriales se encuentren formaciones institucionales nómadas, mas bien, de desterritorialización iniciales. No tanto de control de la descendencia, ni de codificaciones de filiaciones y alianzas, sino de activación de flujos, de interpretación de movimientos, recorridos, circuitos. Activación de flujos que se da en vinculación con los ciclos climáticos, los ciclos vitales, también con los topos de recolección y caza. En otras palabras, las primordiales formaciones institucionales no son territoriales, sino de desterritorialización inaugural, no son de control de descendencias, sino de activación de flujos. Las activaciones de flujos articulan recorridos con ciclos climáticos y oikos, conformados en su heterogeneidad diferencial biodiversa. Entonces las formaciones institucionales de desterritorialización inaugural son articulaciones complejas de cuerpos en devenir, en constante movimiento. Se trata de instituciones porque desatan comportamientos y conductas sociales, correlacionadas a los recorridos, a los ciclos, a los topos biodiversos. Entonces hay que concebir a las formaciones institucionales no solo en relación al control sino primordialmente en relación a la activación de flujos. El problema para el análisis descriptivo de las formaciones institucionales no es solamente éste de la distinción entre formaciones institucionales territoriales y formaciones institucionales de desterritorialización, sino ¿cuándo aparecen las formaciones institucionales territoriales y por qué se convierten en dominantes y hegemónicas en las sociedades humanas? No buscaremos un origen o un comienzo fundamental, momento a partir del cual las formaciones institucionales territoriales se imponen, comienzan la era de las maquinas territoriales, esto sería algo parecido a volver a la tesis histórico-política de este nacimiento, a partir del cual cambia todo. Siguiendo más bien la metodología propuesta por Foucault para los análisis descriptivos de las prácticas, que hacen al haz de relaciones, que, en este caso, no son solamente enunciados, sino prioritariamente gobernancias, diremos que en la heterogeneidad distributiva, tanto de las formaciones institucionales territoriales como en las formaciones institucionales de desterritorialización inaugural se dan homogeneizaciones combinadas y compuestas, que derivan en homogeneidades, es decir, regularidades, cuyo perfil constituye e instituye maquinas territoriales. Entonces las maquinas territoriales aparecen como contrapuestas a las máquinas nómadas. Los códigos de descendencia, de filiación y alianzas, se oponen a las interpretaciones fluidas de los primordiales nómadas. Se inscribe le deuda primordial en los cuerpos; sin embargo, esta inscripción es codificada en forma de circuitos del don, que aunque ya es una deuda eterna, se da en forma de reciprocidad. Las maquinas territoriales corresponden, de alguna manera, a lo que la antropología llama las jefaturas, por turnos, incluso rotativas. Por decir algo, aunque sea de manera figurativa, recogiendo las tesis de Giles Deleuze y Félix Guattari, se puede interpretar que las desterritorializaciones propiamente dichas, no lo que llamamos metafóricamente desterritorialización inaugural, desterritorialización respecto de lo que son las maquinas territoriales, se dan con las fabulosas máquinas de captura que llamamos Estado; particularmente hablamos de la forma de Estado oriental. Maquina paranoica, constituida en la gran desterritorialización efectuada sobre los espesores culturales y territoriales de las máquinas territoriales. Cuando sobre los códigos de las formaciones institucionales territoriales se sobrecodifica, produciendo la plusvalía de código; desterritorialización, que sin embargo, reterritorializa en el cuerpo del déspota; símbolo de la concentración y el monopolio de tierras, símbolo de la legitimidad divina, ahora sí de la inscripción de la deuda infinita, que no es otra cosa que la constitución e institución primordial del poder propiamente dicho, como instauración primordial de las dominaciones. Entonces, retomando nuestras hipótesis prospectivas, las máquinas despóticas aparecen no tanto opuestas a las máquinas territoriales, sino como buscando el control absoluto del espacio, el control de las activaciones de flujos de las desterritorializaciones inaugurales; las máquinas despóticas se contraponen a las máquinas de guerra nómadas. Se trata de la gran desterritorialización estatal que desterritorializa para controlar los flujos libres de las desterritorializaciones inaugurales, para controlar las activaciones de flujos corporales; por lo tanto, se trata de la desterritorialización que reterritorializa a los recorridos, circuitos, devenires nómadas, en el cuerpo simbólico del déspota. Nace el Estado. Siguiendo los acontecimientos institucionales, de las formaciones institucionales, podemos decir que la aparición de la máquina capitalista corresponde a una segunda gran desterritorialización, después de la gran desterritorialización de la máquina despótica. En relación a la desterritorialización inaugural o si se quiere, metafóricamente, punto cero, la maquina capitalista aparece como gran decodificación de los sobrecódigos de las máquinas despóticas, también como gran decodificación de los códigos de las maquinas territoriales. Como gran desterritorialización respecto de la desterritorialización-reterritorialización de las máquinas despóticas, así como como gran desterritorialización de las territorialidades de las máquinas territoriales. Entonces, en parte es como un retorno a la activación de los flujos de las desterritorializaciones inaugurales; sin embargo, se trata de una desterritorialización reinaugurada en gran escala y profundidad; empero, detenida, evitando la liberación plena de los flujos activados. La máquina capitalista recaptura los flujos activados, los nuevos nomadismos, modernos, haciendo que todo lo sólido se desvanezca en el aire, suspendiendo toda institucionalidad, mostrando su arbitrariedad y provisionalidad, su improvisada constitución; suspendiendo los valores, los símbolos, los signos, mostrando su arbitrariedad cultural y lingüística; suspendiendo los conceptos, mostrando su arbitrariedad teórica. Sin embargo, esta suspensión es nuevamente arraigada, para evitar la liberación plena de los flujos, mas bien, recapturados, por la restauración de la máquina despótica, en condiciones de la modernidad. Se constituye y se instituye el Estado como Estado moderno, como Estado-nación. En realidad, el capital es una máquina de captura de los flujos deseantes, así como el Estado-nación es otra máquina de captura de los flujos activados por las desterritorializaciones. El capital es una desterritorialización-reterritorialización en el cuerpo abstracto del dinero; el Estado es una desterritorialización-reterritorialización en el cuerpo jurídico-político de la república. Desde las máquinas territoriales hasta las máquinas capitalistas, que comprenden a la maquina moderna del Estado, que es el operador de la acumulación de capital, pasando por las máquinas despóticas, las formaciones institucionales establecen regularidades de poder buscando el control absoluto de la activación de flujos de las desterritorializaciones inaugurales.
Regularidades y heterogeneidades
Haremos una anotación más, retomando lo que escribimos. La anotación tiene que ver con hacer hincapié en que, desde la perspectiva del análisis descriptivo de las formaciones institucionales, las instituciones no son el perfil ideal que presentan sus visiones y misiones, sus estructuras normativas, el ideal de institución; no son una estructura monolítica y única. De manera diferente, asistimos efectivamente a la heterogeneidad distributiva de modalidades políticas, definidas o conformadas por las prácticas. Dicho de otro modo, quizás más ilustrativo, una misma formación institucional puede ser usada por unos y por otros, incluso contrincantes, hasta considerados enemigos.
Las tendencias inherentes al campo de fuerzas concurrentes usan la formación institucional de acuerdo a sus propias interpretaciones, objetivos, intereses; sobre todo de acuerdo al perfil de sus prácticas. Por otra parte, una formación institucional puede comprender tanto a las prácticas denominadas o autodenominadas institucionalistas, como a prácticas caracterizadas por sus desviaciones de las normas, incluso caracterizadas por prácticas paralela, alterativas de las normas. Las formaciones institucionales aparecen entonces como heurísticas y hermenéuticas de gobernancias a ser usadas por las fuerzas en disputa.
Se puede decir entonces que las fuerzas en disputa, que usan las formaciones institucionales vigentes, a pesar de la virulencia a la que pueden llegar sus contradicciones, son, en conjunto, comprendiendo sus diferencias, su distribución heterogénea, institucionales. En otras palabras, reproducen, a su manera, de acuerdo a sus prácticas diversas y distintas, la formación institucional vigente. En este sentido, todas estas fuerzas, en su heterogeneidad, son conservadoras, por más radicales que se proclamen.
No se trata, de ninguna manera, como dijimos, de renunciar a las instituciones. Toda sociedad supone instituciones. De lo que se trata es de no fijar las instituciones como si fuesen eternas; de lo que se trata es de lo que llamaremos la capacidad creativa de trans-institucionalización; de crear nuevas instituciones. Sobre todo se trata de conformar instituciones como herramientas de sobrevivencia, no construir instituciones que se conviertan en las mallas institucionales de captura y de control. Recogiendo lo que dijimos en las hipótesis prospectivas, diremos que se trata de constituir instituciones que activen flujos vitales, liberando la potencia social.
— NOTAS
[1] Michel Foucault: Arqueología del saber. Siglo XXI; Buenos Aires 2004. Págs. 242-249.
[2] Referencias: Haidar, J.I., 2012. “Impact of Business Regulatory Reforms on Economic Growth,” Journal of the Japanese and International Economies, Elsevier, vol. 26(3), pages 285– 307, September. Texto: Institución Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Instituci%C3%B3n?oldid=83131404 Colaboradores: Sabbut, Dodo, Cookie, Tano4595, Soulreaper, Marco Regueira, Yrbot, FlaBot, BOTijo, Eloy, Banfield, Filipo, Nihilo, Paintman, BOTpolicia, CEM-bot, Laura Fiorucci, JMCC1, Baiji, Thijs!bot, Jlarcas, Xoacas, Escarbot, Ángel Luis Alfaro, Isha, Mpeinadopa, JAnDbot, Segedano, Mercenario97, Gustronico, Netito777, Idioma-bot, Dhidalgo, VolkovBot, WarddrBOT, Technopat, Matdrodes, BlackBeast, Lucien leGrey, Numbo3, FBaena, Gerakibot, SieBot, Thor8, Mushii, Loveless, Rigenea, BOTarate, Enriquecornejo, Manwë, Belb, Mafores, Chico512, Jarisleif, Antón Francho, DragonBot, Eduardosalg, Qwertymith, Leonpolanco, Furti, Aranzuisor, Alexbot, Alfonso Márquez, Açipni-Lovrij, UA31, MARC912374, AVBOT, Diegusjaimes, Arjuno3, Lampsako, Luckas-bot, Roinpa, FariBOT, DiegoFb, Draxtreme, Nixón, ArthurBot, SuperBraulio13, Xqbot, Jkbw, Dreitmen, Kismalac, Botarel, D‘ohBot, Hprmedina, Fink~eswiki, Vubo, Javierandresmurillo, AnselmiJuan, KamikazeBot, Conocimientoabierto, Nachosan, Setincho, Jorge c2010, Foundling, EmausBot, Savh, Sergio Andres Segovia, Grillitus, Emiduronte, Waka, Metrónomo, Nitban, MerlIwBot, Erika Landey, TeleMania, Creosota, Asqueladd, Helmy oved, Zerabat, Miguel2706, Legobot, KASELOKO, Lamy14, Alanlakd, Churrasco italiano, Die.darok, Jarould, Mizanaoria, Pupiyflopyta, Lectorina y Anónimos: 165.