Entretelones del ajedrez de la paz en Colombia
Por Jaime Yovanovic Prieto
El gobierno colombiano firmó la paz con las Farc. El apretón de manos de Timochenko, comandante de las Farc, brazo armado del partido Comunista de Colombia, con Santos, presidente colombiano, selló la firma de los acuerdos, que según el discurso de Santos tardarán seis meses en implementarse tras la presentación presidencial al congreso, que obviamente lo aprobará en masa, tal vez con alguna excepción como saludo a la bandera del Partido Conservador.
Los resultados y efectos de los acuerdos no se diferencian en nada de los acuerdos por arriba entre partidos y militares chilenos para “poner fin” a la dictadura, sembrando ilusiones de una paz social que sólo aseguraba la continuidad de una política económica que viraba del neolineralismo mercantil al extractivismo destructor de la naturaleza de la santa alianza estado-mercado: el estado para ordenar los factores, abrir puertas y allanar caminos hacia los territorios a reventar, el mercado para ejecutarlo y producir las ganancias que permiten a los estados sostenerse, pagar funcionarios y entregar algunos beneficios clientelares a sectores limitados de la población, en tanto la mayoría inciaba un nuevo declive de sus condiciones generales de trabajo, de salud, educación, servicios y de vida, que hoy continua y se acrecienta con los diversos factores de la crisis generalizada que azota al planeta.
La situación en Venezuela, donde moros y cristianos tienen la certeza de que la oposición ocupará una parte significativa del parlamento en las elecciones que ya se vienen, y la elección del nuevo parlamento griego, ya liberado de los izquierdistas críticos a la gestión de Tsipras, son indicadores de por donde va la corriente y del resultado eficiente de las movidas del capital, el empresariado, los partidos y los países poderosos, beneficiarios en última instancia de este laberinto que poco a poco comienza a tomar nueva forma, por lo que no deberá sosprendernos que en Cuba ee autorice el ingreso de opositores en la asamblea nacional, lo que queda de manifiesto con los acuerdos con Estados Unidos y la visita del zar del Vaticano.
El declinio de los gobiernos progresistas apunta en la misma dirección, ya que la imposibilidad de cambios desde el estado debido a la obligación de acrecentar el extractivismo para contar con finanzas en la hacienda pública, llevó a la desviación de los objetivos iniciales de avanzar hacia el cambio civilizatorio, que eran las características de las nuevas constituciones plurinacionales de Bolivia y Ecuador, cuyos gobiernos progresistas, con un grandilocuente discurso “socialista”, sólo los llevó a distanciase de las dinámicas indígenas, ecologistas, sindicales, comunitarias, campesinas, periferias de las ciudades y juveniles que habían definido en la práctica los cambios de gobierno.
En este contexto no era razonable para el brazo armado del comunismo colombiano continuar la lucha, o mejor dicho las escaramuzas, como medio de presión para avanzar el partido legal hacia el parlamento, ni era productivo para el capital continuar con ese juego de tronos que no resultaba util para ninguno. De allí, como los militares chilenos, los colombianos del poder central entendieron que era más adecuado cambiar el juego y dejar entrar de manera subordinada a los guerrilleros a la institucionalidad, con la promesa de que no los irán asesinando uno a uno como hicieron con la Unión Patriótica, partido legal formado por miembros del PC y desmovilizados de las Farc, formación de la que fueron asesinados decenas y decenas de miembros, si no cientos.
Como en Chile, la población colombiana no sentirá los efectos de los acuerdos, sino que verán como izquierdistas y derechistas comparten el manejo de la máquina de moler carne y no sería extraño que el PC colombiando copie al PC chileno y forme parte de un gobierno anti-popular, lo que será celebrado por sus seguidores como una gran victoria, histórica y etcétera. Mientras conversaban de “paz” en La Habana, los guerrilleros y el gobierno, entre ambos mataban como moscas a comuneros indígenas, afrodescendientes y campesinos, cada uno por control territorial dentro de los territorios de las comunidades. Las farc inventaron sus propias comunidades reclutando algunos comuneros y aseguran, por ahora, contar con espacios para la explotación de recursos naturales e insertarse fuertemente en el mercado de destrucción de la madre tierra, por lo que en las negociaciones insistieron en la “autonomía” de esos territorios, al igual que algunas agrupaciones campesinas, en especial de las unificadas bajo el mando de la que llamaron “Marcha Patriótica”, en homenaje no muy sutil, de la desmantelada “Unión Patriótica”.
Todos felices, todos contentos, excepto los sectores populares que han desarrollado la autonomía comunitaria en las regiones de las comunidades nasa, embera, walluu y otras, que han debido fortalecer sus formas organizativas autónomas y defensa de sus territorios y que, para preocupación de los gobiernos y guerrilleros, han ido creciendo en las periferias urbanas donde decenas y decenas de barrios de varias ciudades han levantado prácticas de autonomía comunitaria urbana, lo que ayudó a la necesidad de negociar entre los que comparten y disputan el poder: los partidos de derecha, centro, izquierda y extremos, todos ellos enemigos acérrimos del pro-común, que para mayor preocupación, también se ha extendo en regiones de afrodescendientes y campesinos, por lo que los firmantes de la “paz” no la tendrán tan fácil.
Las burocracias de izquierda y derecha hoy día comparten parlamentos, gobiernos y acuerdos de “paz” con el empresariado y el extractivismo de donde sacan sus ganancias, de allí que la tarea es la de fortalecer y multiplicar las experiencias compartidas entre vecinos con autonomía, ya que como dija galeano “ mucha gente pequeña en muchos lugares pequeños haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”, como dijo Holloway “cambiar el mundo sin tomar el poder”, como dicen los zapatistas “cambiar el mundo desde los corazones” y como señalan los kurdos “el confederalismo democrático de las autonomías no necesita al estado”.
Abrazos
Jaime Yovanovic Prieto
antipolitica16@gmail.com