Artífices de la conciencia
Por Jaime Yovanovic Prieto
Publicado el 21 de julio de 2003 en http://clajadep.lahaine.org/articulo.php?p=1009&more=1&c=1
La conciencia, la comprensión de las personas y cosas que le rodean y de sí mismo, no nace con el sujeto, ya que no es un producto espontáneo, natural, sino el resultado de la interacción social. Distinto es el interior, la psiquis, el inconciente o subconciente, independientemente de las batallas ideológicas de los psicólogos que se matan entre ellos para demostrar que existe o no existe el tal, que es un mecanismo cuya existencia y funcionamiento no depende de la conciencia, sino que tiene sus propios procesos de interactuar con el medio y los demás.
Eso ya lo sabe cualquiera, en especial los propagandistas, que huyen del límite de la conciencia para penetrar de forma subliminal en los mecanismos determinantes de la conducta del sujeto y hacerle beber el veneno de la coca cola creyendo que se trata de un ‘gusto’. El sistema no se hace problema con las discusiones entre teóricos e intelectuales, simplemente toma de ellos lo que le sirve. Los psicólogos hacen nata en el pentágono y en las empresas manipuladoras de las mentes, como los medios de ‘comunicación’, firmas de marketing o entidades que ‘trabajan’ con la población.
Es bueno darle una mirada a este aspecto de nuestra vida, que no tiene nada que ver con la ‘individualidad’, pues si se trata del resultado de la interacción social, tiene que ver y es determinado (y determina a su vez) por nuestras modalidades de relacionamiento y conducta con los otros, el alter.
La resistencia contra el capital es a la vez una dinámica de reencuentro de personas que rompen con las formas tradicionales y reiterativas de ver y relacionarse con los demás y van rehaciendo lazos de solidaridad y afecto que conforman otro contexto. Veamos algunos de los choques y efectos que se producen en el plano de la conciencia al interior de este proceso. Pero antes de eso mostremos algunos ejemplos bastante conocidos de cómo actúan estas áreas de nuestra mente.
Ya ha sido muy difundido el ejemplo del grupo de estudiantes en Estados Unidos que retiró uno de los cuadros de una película en acuerdo con la administración del cine, pues se trataba de una investigación universitaria, y puso en su lugar una nota ‘consuma tal cosa’ o similar, y ya ni recuerdo si era coca cola o palomitas de maíz. El ojo humano sólo puede percibir cuadro a cuadro o foto a foto si la velocidad de la película se reduce, por eso cuando pasa a más de ciertos cuadros por segundo, el ojo no alcanza a registrar la diferencia entre una foto y la otra y así aparece una secuencia donde las figuras de la película parecen moverse, cuando en verdad es sólo que pasan rapidamente muchas fotos una diferente de la otra y produce esa sensación que no es más que una manera de trasladar el movimiento real en fotos al ritmo de nuestro ojo. Pues bien, la propaganda pasó por debajo del límite (subliminal) y no fue vista por el público asistente, o sea, el ojo no alcanzó a tomar esa imagen para transmitirla al cerebro por vía del nervio óptico y hacerla formar parte de lo conciente, sino que entró directamente sin ser ‘filtrada’. En el intermedio, las ventas del producto presentaron un aumento de cerca del 30%, lo que se repetía con exactitud matemática cada vez que la colocaban, y caía a su nivel normal cuando la retiraban en diversas sesiones. Esa experiencia fue orientada por un profesor que quería con eso mostrar a los estudiantes como era posible introducir en la psiquis ciertos ‘gustos’ o ‘necesidades’ que operarían como impulso de conducta sin haber sido organizados ni decididos por el conciente, esto es, una mente que en pleno uso de su racionalidad, filtra lo que se incorpora en sus mecanismos profundos de toma de decisiones.
El caso fue famoso y se prohibió su repetición, pero ha sido tomado y se usa profusamente en las más variadas modalidades para influir en las personas sin que éstas lo sepan, como el pene erecto camuflado en los pliegues de la piel encima de la pierna del camello de los cigarros Camel. Otro ejemplo fue en un diario donde habían dos noticias diferentes una junto a la otra, la de la izquierda tenía una gran foto con un tanque y debajo en letra pequeña hablaba de la guerra tal o cual, la de la derecha era un gran titular sobre una movilización popular en el país del periódico, de manera que la imagen visual era la lucha popular con un tanque al lado. También los diarios sistémicos repiten hoy varias veces la palabra ‘terrorista’ al mismo tiempo que los gobiernos llaman a combatir las luchas revolucionarias llamándolas de tales. Haga un experimento y revise el diario ‘El Tiempo’ de Bogotá o el diario ‘La República de Perú’ y verá como se machaca con el asunto, o la CNN o los diarios españoles que se refieren al conflicto vasco. O los diarios chilenos en relación al conflicto mapuche. Así no se trata sólo de la hilación de la noticia, sino de introducir el concepto para que haga parte del mundo interior del lector, como esos antiguos textos relativos a los ‘siniestros pasillos del Kremlin’, con lo que la persona ya estaba condicionada para tragarse la propaganda anticomunista. También es interesante la selección que hacen de fotos de Fidel y de Bush, al primero siempre lo muestran ceñudo y al segundo sonriente, proyectando una idea que no es.
Volviendo a la mente, la conciencia se va forjando en la interrelación con todo esto de lo social, mientras lo inconciente o subconciente tiene sus propios ritmos a veces contradictorios y que chocan violentamente desestructurando a las personas, muchas de las cuales se encierran en sí mismas como mecanismo de defensa de la propia psiquis y llenan los consultorios de psicólogos y psiquiatras que hacen su agosto intentando que la persona ‘se asuma’ a sí misma, cuando los muy hipócritas saben muy bien que eso no es más que el resultado de un sistema de relaciones sociales que separa a las personas y las lanza unas contra las otras. Cuando encontraron al niño aquel en la selva africana que al parecer era el hijo de una pareja de exploradores que había desaparecido, tenía entre 10 y 12 años y lo llevaron a Inglaterra para estudiarlo y ‘adaptarlo’. Ese niño tenía su mente y su psiquis paralizada o atrofiada, esto es, sin funcionamiento ninguno. No tenía ‘conciencia’, no la había adquirido pues le faltó la ‘experiencia cultural’ y murió de inadaptación. El choque fue brutal. Toda su personalidad estaba deformada y sólo reaccionaba con miedo y rechazo, ya que se le había retirado de su medio. De allí nació la historia de Tarzán, que era el rey de los monos y de la selva, pero este niño, que había sido alimentado y cuidado por los monos, mal había podido intentar ser uno más de la manada, que por suerte no lo encerró en jaulas como hacen los ‘humanos concientes’ con los monos y demás especies. También podemos traer el caso de las niña lobo, dos hermanas que habían sido amamantadas y cuidadas por una loba, que ni tan siquiera hablaban entre ellas por falta del referente, pues ya es sabido que la madre se mata enseñando a los hijos a decir sus primeras palabras, que son un aprendizaje difícil, y más aún cuando esos niños perciben nítidamente la crueldad, el egoismo y el autoritarismo que ronda la familia y alrededores.
Así el contexto social es fundamental para el desarrollo de la conciencia. La sociedad de clases separa bruscamente a las personas y las encierra desde su nacimiento en estructuras artificiales funcionales al autoritarismo y jerarquización social, comenzando por la familia, donde se introduce conciente e inconcientemente en las víctimas la noción de que hay que respetar las jerarquías y la autoridad, el orden y las reglas establecidas, así como los roles de hombre, mujer, adulto, etc. para que cada uno asuma su lugar en la estructura general sistémica. El lavado cerebral es cotidiano, pues continúa en la escuela donde las autoridades imponen una rígica disciplina cuya ruptura no sólo es necesaria, sino que constituye una delicia para los niños y jóvenes, cuyo instinto libertario escapa permanentemente. No es de extrañar que filmes como ‘Sociedad de los poetas muertos’ lleguen con tanta ternura a la juventud, o ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, o ‘As de corazones’.
En ese contexto el relacionamiento principal es la argumentación lógica, la racionalidad y la instrumentación, por eso Weber, el teórico de la ‘técnica social’ y Habermas, el de la ‘acción comunicativa’, sean los favoritos del pensamiento sociológico burgués, dejando a Foucault y Bourdieu como optativos. La insistencia en la intersubjetividad, o sea, la relación por medio de argumentos concientes, es la garantía de la continuidad de los individuos separados, además del predominio elitista de quien ha digerido mayor cantidad de la mierda cultural que nos meten, de allí también las poderosas escuelas sociológicas del estructural funcionalismo de los sociólogos norteamericanos y de la teoría de los sistemas de Niklas Luhmann. En la psicología ocurre igual, se prefiere la instrospección individual de Freud o el behavorismo, antes que el amor de Fromm o el cuerpo a cuerpo de Reich.
De allí que los grupos o comunidades en resistencia, cuando son esporádicos, no se traducen en resultados de un nuevo contexto social que permita una expansión de la personalidad, al contrario, se quedan en la identificación conciente, digamos los lazos de identidad ideológica, es decir, nuevamente intersubjetivos, sin modificar el entorno. Diferente es cuando el grupo mantiene continuidad y la asamblea no es sólo un momento de ‘reunión’ para el intercambio de ideas, sino la permanencia en el tiempo y en el espacio que recrea el grupo social, las relaciones internas y los comportamientos, lo que nos permite ser artífices de una nueva conciencia, no aquella adquirida por libros o discursos, sino aquella forjada en el cuerpo a cuerpo y en la circulación de la afectividad.
Seguiremos con el tema para ver como se modifican algunos elementos de la interrelación y comportamiento de los sujetos individuales en la medida que se reconstruye el ser social comunitario, que por su vez desarrolla un choque violento con las estructuras dominantes por sus derechos elementales, la tierra, la alimentación y la vida.
Vamos entonces directamente al grano:
Artífices de la conciencia
Publicado el 1 de agosto de 2003 en http://clajadep.lahaine.org/?p=1268
En la Introducción anotamos entre otras cosas las siguientes tres frases, las dos primeras casi al comienzo y la tercera al final:
‘La conciencia, la comprensión de las personas y cosas que le rodean y de sí mismo, no nace con el sujeto, ya que no es un producto espontáneo, natural, sino el resultado de la interacción social.
‘La resistencia contra el capital es a la vez una dinámica de reencuentro de personas que rompen con las formas tradicionales y reiterativas de ver y relacionarse con los demás y van rehaciendo lazos de solidaridad y afecto que conforman otro contexto. Veamos algunos de los choques y efectos que se producen en el plano de la conciencia al interior de este proceso.
‘Seguiremos con el tema para ver como se modifican algunos elementos de la interrelación y comportamiento de los sujetos individuales en la medida que se reconstruye el ser social comunitario, que por su vez desarrolla un choque violento con las estructuras dominantes por sus derechos elementales, la tierra, la alimentación y la vida.
Con grupos de jóvenes de una escuela en la periferia de Santa Cruz, Bolivia, nos acaeció una experiencia interesante, pues una muchacha de unos 15 años presentaba serios problemas de adaptación al grupo, entendiendo que dicha ‘adaptación’ se refiere a lo que normalmente el sistema construye como formas de vida y contexto general para los jóvenes. Posteriormente pudimos saber que tenía serios conflictos por la extrema represión paternal, ya que la chica era muy bien desarrollada y al parecer el patriarca tenía miedo que los chicos fuesen detrás de ella como canes detrás de la perra en celo. Sobre este asunto en particular, la juventud, la flor, el capullo y el sexo, volveremos en otra oportunidad. El caso es que seguramente a la represión paterna se sumaba el acoso irrespetuoso a que se acostumbra a los muchachos de ‘poseer’ los cuerpos de las chicas, en vez de proyectar la sensibilidad para el encuentro libre, pleno y maravilloso de los cuerpos. El hecho es que en el grupo que se había convocado para ese fin de semana no había esa actitud, llegaron estudiantes del grupo ecologista, de grupos de reflexión cristiana, en fin, varios, para discutir la autonomía de una juventud que al parecer no se conocía a sí misma. Se hicieron varios encuentros.
El resto se comunicaba de una u otra forma entre ellos, pero ella destacaba por su barrera, pero se notaba ansiosa por ser acogida. La observación y el diálogo que se fue haciendo permitieron ver eso y otras cosas en otras personas. Una vez que dieron varias vueltas hablando de distintos asuntos que permitían mostrar aspectos de su personalidad, los invité a jugar, primero a caminar cruzándose entre ellos en forma aleatoria, luego más rápido y luego dando un golpecito en las nalgas de los otros, para ir acostumbrando el toque en un contexto donde la líbido no podía predominar, y menos la individual. Es claro que la risa se generalizaba y ella se sentía cada vez más cómoda. Era una experiencia nueva para ellos que venían de diversas formas de relacionamiento y prácticas afectivas, eso de estar dando palmadas en las nalgas de otros muchachos y muchachas en medio de un contexto descontraido. Luego pasamos a separar en unidades de tres personas, la del medio debía caer en brazos de los otros dos que la empujaban de un lado a otro. No se podía mover los pies. Había que mantener el cuerpo recto hasta ser asegurado por uno u otro, atrás o adelante. Luego cada vez más lejos. Ella no podía hacerlo, su pié siempre escapaba y le ayudaba a mantener el equilibrio bajo control, sin entregar el cuerpo a las manos de los otros, con temor de caer al piso. Llamamos a una rueda y generalizando explicamos que la idea era cerrar los ojos y volar, sentir la sensación de la libertad del vuelo, el cuerpo flotando y cayendo libremente, que iba al encuentro del cuerpo de los otros que se encargarían de cuidar que no cayera al suelo. Les dije que el problema que había entre ellos, lo que generaba la distancia era la ‘desconfianza’, que unos no confiaban en los otros, que sabían que era poco respetuoso y no había garantía de que cuidase el cuerpo del otro. Volvimos al ejercicio y ya las conductas se iban modificando, menos pies se arrastraban buscando el soporte, menos risotadas y más alegría sana. Ya cerraban los ojos y se dejaban caer libremente. Ella también, su entrega fue grande y generosa, se colocó por entero a disposición de las manos que la aseguraban, sonreía cuando ‘volaba’ por el aire. Había que ir rotando, de manera que otros ‘volaban’ y los anteriores sostenían por los hombros los cuerpos que se entregaban a sus manos.
Nuevo círculo para conversar, ella venía radiante, todos lo notaban y su felicidad se transmitía por el grupo. Nos sentamos en silencio y ella bajó la cabeza. Esperamos hasta que la levantó y miró a todos. Dijo que los veía diferente, que sentía dentro de ella que podía confiar en ellos, que ya confiaba en las personas, que notaba un choque dentro de ella, que algo se había roto, y sonreía de oreja a oreja.
En fin, estos ejercicios y un millón de otros son utilizados por los terapeutas del sistema para evitar las rupturas y mantener la ‘cohesión’ del grupo, ajustar o reajustar a los inadaptados, etc. Por eso son acciones esporádicas. Distinto es si pueden ser permanentes. En vez de acciones terapeutas, que sean formas de vida, esa era la conclusión de nuestras actividades. Muchos lo han hecho en las llamadas comunidades terapéuticas o las terapias de grupo, pero el sólo hecho de ser caracterizados de terapia, de retirar a las personas de su contexto para atacar algunos problemas en una isla de la fantasía, indica que es un camino que no lleva a ninguna parte más que a dos puertos: la paz del alma para no remecer demasiado el armazón social, y el bolsillo del profesional. Cientos y miles de personas son inocentes víctimas de estos buitres que ayudan a mantener las estructuras nefastas de construcción de una personalidad deformada.
En Mozambique hicimos volar jóvenes por el aire. Se colocaban en fila de dos en dos mirándose de frente con las manos alzadas y en esas manos pasaba el cuerpo del voluntario de espaldas que avanzaba según las manos lo pasaban hacia delante, con sus brazos abiertos y los ojos cerrados la sensación de ‘volar’ era muy interesante en el sentido de retirar el cuerpo del suelo y confiarlo a las manos de los otros. Pero lo principal fue que se consiguió dejar avanzada una investigación de jóvenes hecha por los propios jóvenes de un barrio, en lo que llamamos proceso de auto-conocimiento como punto de partida, no exento de dificultades, ya que había dos grupos previamente formados, uno de teatro y otro de karate, digamos dos partidos diferentes (sin ironías y no es ninguna casualidad). En el segundo encuentro descubrimos que competían entre sí por atraer jóvenes a sus respectivas actividades y se tenían cierto encono unos a los otros. Para sortear el escollo tuvimos que dar algunas vueltas hasta encontrar la salida, dando palos de ciego siempre negándonos a formar respuestas previas en la mente, pues ello podría distanciarnos del proceso conjunto que estábamos haciendo para descubrir alguna forma de solución, de modo que el problema debería ser resuelto por el conjunto de los jóvenes, aunque cada grupo trataba siempre de traer un numeroso contingente y vaya si tenían buenos oradores en cada uno. Así, además de los juegos, que los fueron aproximando, nació la investigación, actividad que entusiasmó a todos y los transformó en un colectivo de las, digamos, tres fracciones, los del teatro, los del karate y los que no se interesaban por ninguno de ellos. Como era una auto-investigación la idea era que los jóvenes se conociesen a sí mismos, discutieron baterías de preguntas y al final acordaron hacer una sola: ‘Que crees tú que le gusta más a los jóvenes’. Con eso iban a salir entre 50 a 100 jóvenes a recorrer el barrio, donde se calculan unos mil jóvenes de 14 a 21 años, límites de edad que establecieron ellos mismos después de nuevas discusiones donde salían cosas como que hay personas de 60 años que son jóvenes. Iban a invitar a cada entrevistado para participar en la tabulación de las respuestas y la discusión de los resultados, alternando con juegos colectivos.
El juego, llamado actividades lúdicas, permite la aproximación, el desarrollo de la amistad y el sentido de grupo, por eso los adultos no juegan, a no ser porquerías, como apostar a los caballos o las miles de actividades que el sistema mantiene para la ‘recreación’ y el esparcimiento, como válvulas de escape para evitar las crisis y rupturas sociales. Lo lúdico es sumamente empleado por los profesionales de la mente, en especial por los psicólogos industriales o empresariales, especialidad que se abre camino a pasos acelerados en las facultades de psicología.
Jugar es divertirse, andar alegres y felices, realizar las actividades con creatividad, gusto y ganas de hacerlo libremente, y eso se le reserva sólo a los niños, pues según los adultos son ‘inmaduros’ y sólo quieren andar divirtiéndose, lo que obviamente cae mal a quien hace las cosas por ‘obligación’, ‘no queda otra’, limitaciones, etc. Sin percibir allí el gran contraste entre la libertad y la opresión.
Después de un tiempo, cuando el niño comienza a ‘madurar’, ya está listo para ser incorporado a la sociedad ‘seria’ y se le manda a la escuela a ‘educarse’. En esa prisión un regimiento de gendarmes se encargan de darle forma a lo que será después la ‘sociedad’ para esa víctima, digo ese niño. Algo así como las cámaras de descompresión de los submarinos, adonde entra el sujeto con la máscara de oxígeno y se llena de agua para salir a bucear. La escuela condiciona al niño a que la mayor parte del tiempo debe pasar sentado en silencio en la más absoluta pasividad, aprendiendo a controlar los deseos de romperlo todo y escapar, y quien haga ruido afuera o le saque la lengua a la autoridad será severamente corregido o a veces con sonrisas y zalamerías ‘pedagógicas’. Luego suena el timbre, antes era la campana, colocada allí astutamente por las iglesias, y, al igual que la campanilla de Pavlov, va condicionando los ritmos y el tránsito de un momento de ‘seriedad’ al momento de la alegría y el juego, llamado el recreo o el intervalo, donde corren, saltan, ruedan por el piso, en fin, sueltan la mierda acumulada en la prisión de la sala de clases. Así aprenden que la vida es auto-control y es ‘seria’.
La campana con su sonido causa un impacto psicológico intenso, pues golpea fuertemente los tímpanos. Recuerdo que en Brasil en una región rural fui invitado a participar de una ceremonia con ayahuasca, la experiencia la realicé dos veces en períodos distintos. Allí los cultores de ciertas religiones de raíces cristianas, todos ellos blancos, nada que ver con las ceremonias de las comunidades originarias, se utilizaban de la ayahuasca para lo que llamaban el Santo Daime. De 40 a 60 personas tomaban el líquido que se hace prensando el vegetal y que produce efectos alucinógenos, después de un tiempo tomaban el segundo y a veces una mitad como tercer momento. Después del segundo cálice ya estaban todos al máximo de la entrega, con mi excepción ya que sólo acepté uno para mantener una relativa presencia conciente, pues mi objetivo no era solo ver los efectos que podía producir en mi persona, sino en los demás. Cuando estaban en la máxima sugestión o autosugestión, en pleno estado de alucinados, escuché el sonido lejano de una campana que poco a poco se acercaba, o sea era cada vez más fuerte y de pronto un nítido campanazo y de inmediato una voz que comienza a hablar de Dios y esas cosas, repitiendo las más variadas consignas, luego silencio y la campana otra vez que se aleja poco a poco dejando nuevamente a la gente en estado ‘libre’ obviamente entronizando todo lo dicho. Quedé fascinado y horrorizado por la habilidad y metodología para introducir los mensajes en el preciso momento en que el estado de alucinación era más elevado y además la campana llevaba a fijar la mente que andaba divagando, permitiendo así la introyección del mensaje divino. La ‘voz’ llegaba de la nada, pero era prefabricado. Lo consideré astuto y siniestro. Prefiero mil veces las ceremonias vudú y los cultos a los orixás y demás actividades africanas o de las comunidades originarias de nuestro continente, que son mucho más naturales y auténticas, aunque algunos lo aprovechan para esquilmar incautos o para aterrorizar a otros como hizo Papá Doc en Haití. Pavlov no necesitaba a los pobres canes para su estudio, ya que la fijación de conductas o de reacciones a ciertos estímulos, llamadas reflejos condicionados, se utiliza ampliamente por todas las estructuras del poder bajo las más diferentes máscaras.
Volviendo al juego, en el campamento Santa Helena de Sorocaba, del MTST, al interior de Sao Paulo, donde pasé aquellos cuatro meses en un bello cobertizo de tres por tres metros hecho de maderas clavadas de cualquier manera, lleno de agujeros por donde entraba el más furioso viento y con un techo que tenía que arreglar cada dos o tres días, suelo de tierra, en fin que habría hecho la envidia de Robinson Crusoe, los domingos por la mañana organizamos los que llamamos ‘el domingo de los niños y las niñas’, donde los adolescentes tenían cada uno una lista de 10 niños y niñas cerca de su barraca y los traía el domingo a la cancha, donde sólo podíamos jugar por las mañanas, ya que luego llegaban los del fútbol, que no se interesaban por las actividades colectivas y había que salir. Era fantástico ver cientos de menores de 2 a 10 años distribuidos en grupos etarios corriendo y saltando todo el tiempo en actividades que no incorporaran la ‘competencia’ por ganar, sino la participación. Con ellos llegaban muchas madres que brillaban felices de ver a sus pichones saltando, sudando y gritando. Fue así que se comenzó con los grupos de madres y fueron muy interesantes las discusiones de cómo la formación de los hijos debía ser con un mayor contacto permanente entre todos ellos para el desarrollo del respeto y la solidaridad. De más está decir como esas preocupaciones influían también en sus propios comportamientos. Poco a poco fuimos incorporando algunos padres para contrarrestar la idea de que el cuidado de los menores debe ser de las mujeres. Tristemente, poco antes de tener que partir hacia nuevos rumbos, llegó el PT, Partido de los Trabajadores, y aniquiló lo que había, como marabuntas feroces depredando lo que encuentran por el camino. De ahí me fui al Amazonas a seguir jugando y cantando.
Los fines de semana los jóvenes escapan a llenar las discotecas y lugares donde podrán saltar y bailar lo que quieran, o al cine, en fin, las ‘diversiones’ sociales, que los adultos canalizan llenando prostíbulos, bares, salas de ‘juego’, en fin, la lista es larga. Es lógico. Están cansados. Hacen todo el tiempo cosas por obligación, no por placer, y hay que hacerlo para conseguir algún dinero, pues estamos en la sociedad de mercado. Ha salido ayer en el diario la República de Perú que el capo Montesinos, brazo derecho de Fujimori, hacía llegar chicas de alto vuelo a las instalaciones del servicio de inteligencia pagando sumas estratosféricas para ‘divertir’ a los agentones y torturadores a los que no les bastaba la picana que le metían a los revolucionarios presos.
Así la diversión se ha mezclado con el escapismo, lo que ha permitido el enorme crecimiento del capital internacional basado en el tráfico de drogas duras. El sexo se transforma en ‘diversión’ y otro escapismo donde la industria de la pornografía no para de crecer y obtener sustanciosos lucros. Produce la impresión de que estamos en una sociedad de insatisfechos. De allí la importancia de las escuelas, para aprender a controlar la libertad y entregarse al sistema que le concede graciosamente alguna diversión de vez en cuando, a manera de compensación. La escuela tiene el objetivo de arrebatarles el sentimiento de libertad a los niños y jóvenes, y modelarlos para su entrada ‘normal’ a la suciedad, digo sociedad.
Así la formación de la conciencia en la sociedad de control se realiza bajo la batuta de los más diversos artífices funcionarios del poder. Pero sólo se puede hacer en la medida en que las personas se encuentran separadas y agrediéndose mutuamente, llenos de egoísmo, ambición, envidia, en fin.
Si bien es cierto que el agrupamiento permite rehacer lazos de solidaridad y afecto conformando otro contexto que influye en el desarrollo de la conciencia, ello no es posible si se mantienen y reproducen las estructuras anteriores que continuarán actuando como la campana, como el estímulo externo que va a seguir influyendo y así neutralizando o inutilizando el supuesto nuevo contorno grupal.
Por eso, los invito a jugar y a cantar, a ser libres.
Jaime Yovanovic Prieto
unlibre@gmail.com