Izquierda en vez de avanzar, abre camino a la derecha

Las izquierdas se quedan en cambios por arriba manteniendo férreo control del aparato del estado y de los gobiernos, destruyendo la naturaleza y avasallando las comunidades despojándolas del control de los territorios, con el pretexto de acumular fondos para beneficios, cuando en realidad se trata de clientelismo,



Izquierda en vez de avanzar, abre camino a la derecha

Por Jaime Yovanovic Prieto

Las izquierdas se quedan en cambios por arriba manteniendo férreo control del aparato del estado y de los gobiernos, destruyendo la naturaleza y avasallando las comunidades despojándolas del control de los territorios, con el pretexto de acumular fondos para beneficios, cuando en realidad se trata de clientelismo, es decir, crear clientela electoral para ensancharla poco a poco mediante medidas paliativas que no tocan los problemas de fondo, esto es, la matriz productiva, la que al no cambiarse les transforma en apéndices del capitalismo globalizado, el sistema-mundo, al decir de Wallerstein.

Se trata del mismo viejo reformismo, la revolución por etapas, que al instalar el socialismo, lo transforman en capitalismo de estado, lo mismo que hacen los revolucionarios, los rebeldes, los guerrilleros y partidarios de formas de lucha violenta, sosteniendo que el eje está en la toma del poder, desde donde van a orientar los cambios que nunca avanzan a la sociedad sin clases.

Ya no hay socialismo posible, pues ha quedado demostrado que sólo puede financiarse mediante la reproducción de las relaciones del capital y una potente campaña de “concientización” que no da resultados mientras se mantengan las formar materiales y relacionales del capital. Pretender enfrentar el capital sobre la base de la ideología, confiando que la gente se sume más y más a los “beneficios” estatales, ya no da el resultado que se espiraba en épocas anteriores donde la baja tecnología hacía residir la ganancia en la plusvalía, el nuevo valor no pagado a la mano de obra transformadora, en tanto hoy día la ganancia sale de la destrucción masiva y creciente de la madre tierra, así como del despojo de las comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes, villas y poblados, haciéndolos emigrar hacia otros países o hacia la urbe, amontonándolos en las periferias de las ciudades donde pueden controlarlos mediante la militarización urbana con pretexto de la droga y la delincuencia fomentada por los de arriba para argumentar las calles llenas cámaras, sapeo, vigilancia, redadas y tiroteos.

El gobierno del PT en Brasil no consiguió ni quiso resolver el problema de las favelas y de la miseria en el campo, negándose sistemáticamente a una reforma agraria, prefiriendo expulsar a la gente hacia las prisiones urbanas, estimular la producción de monocultivo de exportación, la explotación petrolera, el acrecentamiento de la minería y del cemento y la edificación de monumentales estadios e hidroeléctricas aún en medio de la selva ante los ojos apavorados de las comunidades que la habitan.

La selva es grande, claro que si, pero no puede medirse en metros o kilómetros como hace la distribución de la propiedad, tanto para mi, tanto para ti, sino que en torno a la noción de habitat común, concepto rechazado por la intelectualidad de izquierda y, obviamente, por las derechas, que sólo ven las perspectivas de “desdarrollo” a través de la acumulación de fondos y porquerías consumistas.

No vamos a hablar de la corrupción, fenómeno concomitante con el poder y la riqueza, que últimamente se han destapado mutuamente las derechas y las izquierdas en disputa de la torta y de la máquina estatal de moler carne, sino del debilitamiento lógico de estos tipos de gobierno de la región y del planeta, que al utilizar la economía capitalista, se echan a la gente, a los trabajadores, juventud, mujeres y comunidades encima, que van en masa tras las derechas para al menos cambiar el estado de cosas, salvo las comunidades y las experiencias autónomas, que han visto que la solución no está en la pugna derecha-izquierda, sino en el protagonismo desde abajo que en la medida que se va desenvolviendo, mandará a los partidos al museo de la historia aplicando la democracia comunitaria, los municipios autónomos y el confederalismo democrático.

Vergonzoso ha sido el caso argentino, que pasó por una de las experiencias más importantes del cambio desde la Comuna de París de 1872, las asambleas autónomas vecinales, un hito extraordinario de gran enseñanza universal, pero tuvieron que ser los partidos y corrientes que aspiran al poder o a “destruirlo”, quienes se encargaron de “destruir” la autonomía, ya que su vocación de vanguardias les impide aceptar el protagonismo de la gente. Con ello se instaló el nacional-populismo al que la izquierda se pegó como lapa usufructuando de los pequeños espacios de poder compartido con la casta gobernante. Destruyeron la autonomía comunitaria para asumir el gobierno y dirigir desde allí el estado y la acumulación capitalista. Ahora lloran, mienten y manipúlan información tras la contundente victoria electoral de Macri, el paladín de las derechas del continente. A eso llegaron.

En Francia se desarrollan hoy domingo 6 de diciembre elecciones regionales que las encuestas predicen que subirá fuertemente el partido Frente Nacional, de ultra-derecha y simpatizantes abiertos del fascismo, con el riesgo de ganar las principales regiones del país y acercarse a la mayoría del electorado, frustrado y cansado de tanto pimpón de los gobiernos izquierdistas y conservadores, que han dedicado parte importante de su gestión a golpear y aniquilar las experiencias de autoorganización y producción autogestionaria de alimentos y formas de vida compartida que se han extendido por abajo en casi todo el país. En el caso griego, la estafa de Syriza ha resultado hoy en un nuevo plan de pagos elaborado en conjunto entre la izquierda y la derecha, en tanto la población sigue atorada con la rueda de carreta que comulgaron. Para eso están las izquierda, parfa engañar a la gente y arrebatarles la potencia de desarrollar desde abajo y desde muchos lugares su protagonismo transformador, no hacia el estado, sino directamente al cambio de relaciones económicas, vecinales y locales que permitan en muchas partes cambiar el mundo sin tomar el poder. Se entiende el pánico y el odio de las izquierdas, que en ello hacen santa alianza con las derechas, para impedir que suceda la emancipación de los trabajadores y la población desde ellos mismos. En definitiva la pelea es por la torta.

Hoy día en Venezuela se define la composición del nuevo parlamento unicameral, la Asamblea Nacional, que todos los pronósticos, aún de las propias izquierdas, sostienen que la derecha del MUD va a alcanzar una histórica votación que le dará una fuerte posición en la asamblea y, es claro, no dejarán pasar ninguna medida que permita que los consejos comunales y las comunidades asuman desde abajo la conducción de los asuntos económicos en las regiones y comunas. El miedo al pueblo los unifica. Será un parlamento estilo bolsa de gatos y perros, las peleas serán el pan de cada día, y también las negociaciones tras bamabalinas para repartirse los beneficios. Por no avanzar ni permitir que el pueblo asuma, como en el Chile de Allende, las cosas se atan de tal manera que allá arriba estén todos felices a costa de los de abajo.

Pero el topo de la historia sigue su larga marcha silenciosa, esta vez con la evidente expansión en todos los países de experiencias de vecinos encontrándose y cambiando sus relaciones personales, económicas, de salud, educación, etc. anunciando el cambio civilizatorio en conjunción con las comunidades que desde el campo y la selva, asoman en las periferias de las ciudades. En vez de luchar por el poder, están recuperando y reconstruyendo el común, sin ismo.
Así mientras derecha e izquierda se comparten o se intercambian mutuamente los gobiernos, hay que quitarles el piso y volcarse masivamente a caminar sin camino junto a las formas de vida comunitaria,

Jaime Yovanovic Prieto
yovanovicj@gmail.com