Los fantasmas de la derecha y el pasado
Arturo D. Villanueva Imaña
Bolpress
El resultado de las elecciones realizadas en Argentina y Venezuela, han provocado una reacción insólita en el gobierno y la dirigencia pro-oficialista que conforma la CONALCAM (coordinadora nacional para el cambio). A falta de una indispensable y necesaria autocrítica, llegan a la conclusión de que se está produciendo una “arremetida derechista” a la que hay que combatir. Es más, señalan que el principal riesgo (y enemigo) que amenaza el país, es esa “arremetida derechista” que pretendería volver y retomar el poder.
En pocas ocasiones se ha podido percibir semejante extravío de una dirigencia cooptada y prebendalizada que (con este tipo de posturas), termina comprometiendo la trayectoria de lucha de sus propias organizaciones sociales, así como de un gobierno mentecato e impostor, que (juntos) pretenden hacerle creer al pueblo en la amenaza de una “arremetida derechista”.
Todos sabemos que su derrota (anunciada en su propia inseguridad y en sus propias declaraciones), solo es resultado de la impostura gubernamental y la traición al proceso, como a la falta de independencia organizativa que estos dirigentes sometieron al poder político de turno, por un plato de lentejas y alguna canonjía.
Por ello, en su ceguera y no teniendo mejor idea que inventar fantasmas (y amenazas que esperan que el pueblo se las crea y las retribuya con respaldo), quieren deshacerse y librarse de sus culpas y errores, nada menos que señalando a la derecha y el imperialismo. Es decir, a los mismos que no se cansaron de convocar, ofrecer facilidades y garantías, convertirlos en sus aliados y terminar sometidos a sus intereses. Piensan que el pueblo está papando moscas y no se da cuenta de semejante engaño.
Por lo demás, existen hechos que los desdicen flagrantemente en su intención de que el pueblo crea que la amenaza principal sea el retorno de la derecha. Hay que recordar que ha sido el propio gobierno que comenzó aliándose con la Juventud Cruceñista, por todos conocida como un grupo reaccionario, racista y discriminador que apaleo pueblos indígenas y a sectores populares. Luego establecieron acuerdos con el MNR y la ADN para hacerse de algunas gobernaciones y municipios, en la lógica de conservar el poder a como dé lugar. Continuaron con los grandes empresarios agroindustriales de la CAO (tradicionales opositores derechistas y reaccionarios), a quienes (junto a la pérdida de seguridad y soberanía alimentaria del país), les facilitaron extensas tierras y territorios para ampliar la frontera agrícola con desmontes y quema de bosques y biodiversidad, para sembrar monocultivos extensivos y el uso de agrotóxicos que nos envenenan. Y finalmente buscaron y convocaron a las corporaciones y empresas transnacionales, a los que terminaron sometiéndose (embargando la soberanía nacional), al entregarles todas las facilidades e “incentivos” para el saqueo de los recursos naturales no renovables, incluyendo las áreas protegidas. Es decir, la derecha y la traición es el propio gobierno y si algo debemos temer los bolivianos es que continúen malbaratando el país, sus recursos, su soberanía y su proceso de cambio y transformación.
Además, cuando se pretende hacer creer que los únicos que pueden garantizar estabilidad, es el prorroguismo y perpetuación de los actuales mandatarios, se percibe una fuerte carga de subestimación y desprecio a la capacidad e iniciativa de todos los bolivianos. Pretenden mostrar como si el destino nacional dependiese de una persona y que sin él no hay futuro ni destino para el país. Quizás se imaginan que los bolivianos adolecemos del síndrome del esclavo, o el de Estocolmo, porque (en un caso) el esclavo tanto ha dependido de su amo, que duda (y en muchos casos hasta se resiste) a su liberación o, en el otro, el secuestrado termina enamorándose de su victimador. Se cree que hemos establecido ese lazo de dependencia y sometimiento, que terminó haciendo perder lo esencial: la libertad, la iniciativa y la autodeterminación.
Sin embargo, lo cierto es que ahora como quizás nunca antes, existe un proyecto; el proyecto inconcluso y traicionado por el gobierno, que se traduce nada menos que en la Constitución Política del Estado que, como todos sabemos, es por esencia el Proyecto Nacional construido y decidido popularmente (a pesar de las modificaciones introducidas en espúreos acuerdos con la derecha, al margen de la decisión popular y constituyente). Por todo ello, no hay encrucijada como parece (y el oficialismo contribuye a crear artificialmente); porque el pueblo se cansó del engaño, la traición y la impostura. Quiere recuperar su mandato y retomar la iniciativa para realizar las tareas inconclusas y traicionadas.