¿Por qué fracasan las “vías” del cambio?

Las dos vías de la izquierda, reforma o revolución, además de las vías de las derechas, han fracasado todas contundentemente en cambiar y mejorar la vida humana y del planeta



¿Por qué fracasan las “vías” del cambio?

Por Jaime Yovanovic Prieto

Las dos vías de la izquierda, reforma o revolución, además de las vías de las derechas, han fracasado todas contundentemente en cambiar y mejorar la vida humana y del planeta, que en vez de regresar al estado de bienestar del keynessianismo, avanza en todas direcciones hacia el estado de malestar y a la destrucción del planeta.

Algunas izquierdas llenan titulares con la “defensa de la madre tierra” en tanto penetran territorios protegidos para extraer los recursos fósiles que hacen andar la gran industria contaminante, arrasando a su paso con el buen vivir comunitario, empujando gente de todas partes para amontonarlas en las ciudades, ya que al ojo del amo engorda el ganado. Si usted detiene ciclistas por la calle y les pregunta si es mejor decrecer la industria del automovil y aumentar la producción de bicicletas, ya imagina la respuesta, y si pregunta a los estudiantes universitarios o profesionales por aumentar la producción de autos y bajar los precios, ya sabe la respuesta.

Tener un automovil es un asunto cultural, no de necesidad, ya que el auto es elitista, pues nos separa de la chusma y produce la sensación de que el pueblo está allá y nosotros acá, además que no salimos nunca del encierro de la prisión individualista, pues sólo salimos de casa casi corriendo a subirnos al vehículo de nuesta (ejem!) propiedad, hasta el estacionamiento del fin de viaje a vender nuestra fuerza de trabajo a sabiendas de que ya no produce plusvalía o algunos creyendo aún que su esclavitud produce nuevo valor, como sucedía antes de que la tecnología tomase el poder de la mano de los propietarios de las máquinas que han hecho del estado otra máquina, abandonando hace mucho aquella idílica democracia donde socialistas y liberales disputaban el voto de la gente que escogía un modelo o el otro.

Esa democracia ya no existe más y su rol siempre fue de contención de las insatisfacciones de los esclavos para enrielarlos a todos en la senda del progreso, el crecimiento y el desarrollo… de ellos, claro, pues la manera de crecerse ellos es succionando la vida de los no propietarios, a los que se entrega un automovil para que al menos tenga la sensación del noble caballero en su castillo. Soñar no cuesta nada, es gratis, pero esos ya no son sueños, sino realidades que se nos configuran y meten a cañón en nuestra psique, nuestros gustos, nuestros deseos, como a los niños les meten el transformer o el Arturito, ninguno de los dos inocente, ya que ambos representan la sustitución de la vida humana por la máquina, terreno donde también vienen las máquinas malas que finalmente son derrotadas por las máquinas buenas que nos hacen reir y llorar por su simpatía y afectos (casi)humanos.

Las izquierdas aceptan la esclavitud -no la de ellos, obviamente- y buscan por todos los medios ocupar el poder del estado, ya que no tienen propiedad de máquinas y menos de máquinas para hacer máquinas, por lo que la única manera de que los propietarios los reconozcan como sujetos útiles para las máquinas y la esclavitud, es que sean líderes de los esclavos, pero que no se los lleven a otro lado, sino que los mantengan presos apretando botones en las industrias y soñando con la nobleza de poseer un automovil. Y si no lo hacen bien repartiendo espejitos y bolitas de colores, los sacan amablemente o matando unos cuantos para que aprendan, para luego dedicarse un par de años a darles palos a la gente hasta sacarles sangre y arrinconarlos acorralados, hechos ovillos de masa sanguinolienta o masas de zombies que atacan a los buenos y quieren sacarle un brazo para comérselo. Luego toca el turno del polícía bueno, digo del político bueno, que tomará dulcemente la mano de esos despojos humanos para traerlos de vuelta mansitos a la gran fábrica de máquinas entregándoles dulces para que mastiquen en lugar de un brazo ajeno.

Las estrategias revolucionarias o reformistas dan en lo mismo, los primeros mediante la fuerza y los segundos mediante el engaño, a esta altura uno no es mejor ni peor que el otro, sino que son los brazos de otra máquina: la máquina de hacer la revolución o las reformas para asegurar la participación en la dirigencia o de las migajas, a quienes al no tener propiedades, van escalando en el primer escalafón del poder que es la estructura jerárquica del partido.

El tema es que los partidos están llenos de gente sensible y honesta encandilada por el discurso partidario de un mensaje de épocas pasadas, de cuando recién nacían las máquinas y allí tenía sentido controlarlas, porque aún había plusvalía y había que rescatarla, aún la mano de obra producía nuevo valor y había que apreciarlo. Pero hoy no, hoy ya no es así, por lo que continuar con la canción es quedarse haciendo que los izquierdistas parezcan semejantes a los evangélicos que gritan con el libro milenario y parecen discos rayados, en tanto la gente les toma distancia debido al fuerte olor que ya irradian esos cuerpos putrefactos atrapados por las máquinas partidarias. Lo siento chicos, yo se que la utopía es muy linda y no merecen que les diga estas verdades, pero si ven que no son verdades ni utopías, sino engaño y manipulación, entonces se sentirán mejor abandonando no la utopía, sino el engaño.

Las experiencias de reforma o revolución para controlar el estado, se mueven más o menos así:

Los reformistas entran al aparato de moler carne y desde adentro van poco a poco modificando una ley, pero pocas veces lo consiguen y hay que esperar más tiempo para ver si algún día tienen más diputados que los derechistas, los que por su vez sacan cuentas para no quedar fuera y evitar que los izquierdistas les ganen el quien vive. Los revolucionarios, como chinos y cubanos, acumulan fuerzas y derrotan militarmente al ejército profesional estatal, pero en corto plazo descubren que para contar con ingresos tienen que reactivar las máquinas y la esclavitud, que en vez del automovil son manipulados por la utopía de la sociedad sin clases, la que ya no funciona ni funcionará más de esa manera (ocupando el aparato del estado, órgano del capital) debido a que pasó la época del productor de nuevo valor, ya no hay más aquella relación orgánica del capital (máquina/productor de nuevo valor) que la hacía que pudiese neutralizarse dirigiendo la máquina desde la mano de obra. Hoy día nadie produce nuevo valor, sólo existe el pago simple del uso sin más de la fuerza de trabajo, que era la falsa tesis de los economistas clásicos Adam Smith y David Ricardo que escondían que ese “trabajo” en aquella época sólo era posible a condición de producir plusvalía, de donde sale la ganancia que va acrecentando los ciclos de realización de la mercancía y de expansión de las relaciones entre los propietarios de las máquinas y los que sólo tienen su prole.

Hoy esa relación se ha cambiado abiertamente y la producción de bienes de capital, nuevas máquinas, materias primas y combustibles son la condición del modo de producción que ha ido transitando del capitalismo o del capitalismo de estado, al pos capitalismo en ciernes de predominio tecnológico sustituivo del productor de nuevo valor, donde la necesidad de la venta de mercancías pasa a la misma esfera tecnológica (por ejemplo muchos comprando el nuevo iphone cada tantos meses o miles de ordenadores regalados a las escuelas y centros sociales, o la tecnificación del puerto de Valparaíso, en que los trabajadores han disminuido en más del 80% y los obreros aún más, modificándose internamente aumentando levemente la planta de técnicos que apretan botones, aunque ninguno de ellos agrega nuevo valor a las mercancía, ni las máquinas, obviamente, por lo que la ganancia hoy sólo deriva del aumento de la circulación mercantil).

Además de la esfera tecnológica en el consumo, todas las esferas requieren realizarse, lo que lleva al aumento exacerbado del consumismo, en tanto los alimentos son hechos prisioneros por los transgénicos y la clonación, lo que tiende también a aumentar las ventas. De esa manera ningún estado o gobierno consigue liberarse de la dependencia de acumular ingresos mediante la tecnología, la destrucción de la naturaleza y el trabajo esclavo.

La teconología al desplazar del trabajo no sólo al capital variable, esto es la mano de obra productora de plusvalía, sino también a toda mano de obra, incluso la esclava, genera un extraordinario campo social marginado que se amontona en las ciudades y que busca obtener ingresos de mil formas, destacando aquellas que caminan por la cuerda floja del filo de la ley, lo que transforma a buena parte de la población en “delincuentes”, por lo que ya no solamente los “subversivos” son el objeto de la represión institucional, sino mayoritariamente la población del campo y periferias de las ciudades, donde se concentra la mayoría de la gente en sus lugares de habitación, de donde salen a buscar el sustento y, cuando lo encuentran de manera “formal”, son objeto no sólo de trabajo esclavo, sino también de los partidos de la “clase trabajadora”, cuyos sindicatos son antros burocráticos, por muy rebelde que sea el discurso de algunos dirigentes, que concentran allí su labor debido a que son los que hacen funcionar las máquinas y la economía que aspiran a “dirigir” desde los puestos alcanzados en la “lucha” política, y como los demás están cesantes arreglándoselas “como pueden”, la consigna de gobierno de trabajadores es promisoria de trabajo, lo que ya cae en la demagogia, pues los empleos se van agotando cada vez más.

Al agotarse los empleos y caraterizarse la mayoría por una enorme precariedad, no sólo se dificulta la labor de los partidos, sino que la gente tiende aún más a fijar su domicilio como centro o punto de partida para despegar hacia donde van a encontrar el ingreso o hacia altos “vuelos” inducidos por la masiva circulación de drogas destinadas a adormecerlos y a una parte gozar de “empleos” en las redes del narcotráfico estimuladas por las autoridades en todos los países, ya que justifican aún más el policiamiento, militarización y “orden social” de los esclavos.

Sin embargo, es esta misma situación de crisis del capitalismo, de los estados, de los partidos y de las instituciones, la que estimula en los centros instalados en las casas de cada familia, el abandono de todas las formas de la política para descubrir las posibilidades del encuentro con los vecinos para resolver juntos los alimentos y medicinas mediante huertas comunitarias, para educar en común a los hijos, para desarrollar la cultura propia, recreación, producción de energía, en fin, sin recurrir a los estados ni a los partidos, que ya se han demostrado ineficaces en todas las esferas de la vida y está siendo desde el propio mundo de la vida en todos los países la salida del cambio, por lo que la lucha de revolución o reformas para acceder al estado los “representantes” del pueblo de todos los colores, ha pasado finalmente a segundo plano.

Desde la misma marginalidad que está acentuando la civilización moderna, surgen pacíficamente los brotes del cambio civilizatorio en formas de vida comunitaria.

En usted y sus vecinos está el cambio, no allá arriba.

Jaime Yovanovic Prieto
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