Ciencia, filosofía y cuerpo.
Genealogía o autopsia de los saberes.
Jaime Yovanovic Prieto
La ciencia y la filosofía siempre se han imbricado la una a la otra a través de la experiencia, que no es posible sin la corporalidad, por donde hay que pensar y sentir que circulan múltiples flujos energéticos, aunque más los pensamos que los sentimos, y normalmente accedemos a alguna noción o concepto porque lo vamos leyendo o escuchando.
En esta reflexión no vamos a adentrarnos en la formas, génesis y genealogía de la cosmovisión comunitaria ancestral, cuya profundidad está fuera de toda duda y de toda sospecha, ya que no interpreta el mundo, sino que el mundo se expresa a través de ella, como decía Engels en su inolvidable libro “Dialéctica de la Naturaleza”: cuando pensamos, es la naturaleza que piensa. Tampoco vamos a adecuarnos a la concepción dialéctica, creada por el padre del idealismo moderno, Hegel, y que Marx tomó para interpretar la materialidad, retirándola de las nubes donde la tenía el filósofo clásico. Todo ello, como el “camino propio de las cosas” de la ruptura del taoismo clasico que efectuó Lao Tsé, no dejan de ser hitos en el camino, momentos, situaciones o aún acontecimientos singulares que denotan la permanente mutabilidad de las dinámicas moleculares. Lo único inmutable son los raciocinios que nosotros mismos fijamos o estancamos y que nos repetimos durante generaciones, aún cuando la realidad y las cosas han cambiado radicalmente y, en el fondo, no queremos que cambien -muchas veces debido a la gratificación que nos otorga el estado de las cosas- e intentamos controlarlas en vez de adecuarnos a su ritmo natural.
Una vez instalándose el parcelamiento y domesticación de la naturaleza, cuya “sabiduría” separada del común por parte de los mismos parceleros, se va orientando hacia la exclusividad y exclusión, digámoslo con todas sus letras: hacia la propiedad, el patriarcado y el poder, hubo que detener el tiempo por medio de la ideología, es decir la interpretación antojadiza e interesada de las cosas, como mecanismo de control y mantención del status quo, de allí que entonces las cosas y aún la vida, son “creaciones” de la propia mente o de algún ente superior pensante, tan superior y tan todopoderoso como el patriarca mismo, que contrapone el “orden”, su orden, al mundo natural. Así el campo de ideas se autonomiza del cuerpo y del mundo, para asumir la luz del camino, la senda de la esclavitud donde el máximo placer es arrodillarse y adorar al patriarca, o a su imagen. Ha surgido históricamente el fetiche y el fetichismo, es decir la adoración de objetos o ideas que sin ser la realidad, intentan representarla de manera engañosa y funcional a los intereses dominantes.
¿Habrían sido las formaciones de nuestro continente gérmenes de lo mismo? Lo dudamos, ya que nunca se perdieron las formas de vida comunitaria, el equilibrio entre ellas y de ellas con la madre tierra. Tal vez algunos hayan estado cerca de llegar a ello, pero la llegada de la civilización del orden nos salvó, interrumpiendo un camino que hoy día tras la crisis civilizatoria, es retomado desde su punto de partida, es decir, desde las mismas formas naturales de vida en común. No nos referimos al chiste de las formas “primitivas” de los instrumentos, sino a las maneras de relacionarse entre si, el sistema de relaciones en común entre humanos y de ellos con el mundo. Así el estudio de la cosmovisión es el estudio de esas formas relacionales, y en este momento nos vamos a referir a las formas instaladas por la sociedad del patriarca y del poder.
Las primeras modalidades de esa interacción y de ruptura entre ciencia, filosofía y cuerpo, podemos apreciarlas a través de la Biblia, la mejor novela jamás escrita, en el proceso mismo de formación del patriarcado en oriente medio, que va simultáneo con los procesos en curso de nuestro continente Abya Yala y de Asia, así como de los gigantescos territorios de la cultura amazigh de la mitad norte de África y en la Polinesia, sin olvidarnos de las ricas culturas del norte europeo, todos ellos lugares donde Marx orientó sus últimos estudios en una vuelta de carnero saliendo del mundo del “trabajo” y adentrándose en el mundo de la vida, con lo que se adelantó a su tiempo, como Julio Verne o H. G. Wells, con la pequeña diferencia, no valórica, de que ellos viajaron al futuro tras la utopía y Marx viajó al pasado en busca de las raíces.
En oriente medio los patriarcas ganaderos fueron derrotados y expulsados por los agricultores en la región del Edén y hubieron de transformarse en nómadas. Desde allí, con la simbología de Adán y Eva, surge la Biblia. Posteriormente los ganaderos de La Meca, en Arabia Saudita, derrocan a los agricultores, que deben emigrar en la famosa Hégira a Medina, región controlada por la agricultura, dirigidos por Abu l-Qāsim Muḥammad ibn ʿAbd Allāh al-Hāšimī al-Qurayšī, más conocido como Mahoma o Mahomé, de donde surge el Corán. De la tribu mixta de los judíos surgirá el Talmud y de una de ellos el cristianismo, que rompe y subsume los antiguos libros de los patriarcas, aunque varias corrientes los priorizan y pocos captan las enormes contradicciones entre el nuevo y el viejo testamento. Todas estas corrientes se encuentran en la época, digamos 8 a 10 siglos antes y uno o dos después de nuestra era, en franco proceso de guerras internas y choques de hegemonías llegando al aniquilamiento y absorción de las formas culturales de cada lugar, como los judíos nómadas aplastando pueblos árabes y especialmente palestinos. Mientras los resultados de las guerras helénicas, fenicias, cartaginesas van paralelamente desplegando los patriarcados locales hasta llegar al Imperio Romano, en tanto en la India la explosión de la casta inferior lleva a que las corrientes religiosas se quiebren y surjan como en Grecia las vertientes no religiosas. Lo mismo sucede en China.
Los libros sagrados de Los Vedas en el norte de India, al igual que el politeismo egipto, la mitología griega y la diversidad babilónica, china o japonesa, señalan la presencia de una enorme multiplicidad de dioses, muchos de ellos en pugna entre ellos y/o con diosas a las que someten a la par que los patriarcas van imponiendo su poder material sobre las mujeres, todos esos dioses o “espíritus” poderosos representan a cada patriarca o jefes de tribus de patriarcas y, en la medida que unos van sometiendo a otros o se van unificando, se va produciendo la aproximación a las corrientes monoteistas, o sea, se va inventando una falsa realidad, pasando de la ideología de la multiplicidad a la ideología de la unicidad. Los vedantas pasan a ser brahmánicos, los seguidores de tribus pasan a ser seguidores de Jehová, merced a la espada de Moisés, encargado de aplastar la adoración de los “falsos ídolos”, Zeus derrota y se impone sobre los demás, Amenofis IV dicta su famosa ley del fin del politeismo e instaura el monoteismo, aunque al no haber conseguido pacificar plenamente las pugnas entre los patriarcas, Tutankamón restaura el politeismo y así van, según los choques patriarcales, pareciéndose a las pugnas demócratas-republicanos en Estados Unidos de hoy, o a la Alianza y la Concerta en Chile, o a los progresistas y derechistas en todo el continente, que según las necesidades del capital, va introduciendo una u otra reforma al estado.
El desenvolvimiento del pensamiento va abriendo paso a una transición en la misma medida que se acentúan las formas esclavistas del patriarcado inicial desde la familia hacia el sometimiento de otras tribus y la expansión de los imperios. Surgen formas de pensamiento que se distancian de las ideologías religiosas oficiales y se transforman en una segunda vertiente reflexiva, interpretativa y analítica para la filosofía y la ciencia, lo que consigue quebrar algunos dogmas, en especial la comprensión y sometimiento a la dependencia divina. La síntesis de esas reflexiones se da en Mileto, es decir en Asia menor, por donde circula un enorme flujo mercantil y cultural desde y hacia oriente, especialmente China e India, así como de Egipto y Mesopotamia, por lo que allí se concentraron, además de múltiples mercancías y formas culturales, los avances matemáticos, arquitectónicos, astronómicos y geométricos de oriente Medio, y las reflexiones e interpretaciones de la que posteriormente fue llamada la filosofía oriental, en sus vertientes idealistas religiosas y las no religiosas clasificadas como idealistas y materialistas.
Mileto era una ciudad puerto y allí se dio un fuerte desarrollo de transición desde la alquimia a los primeros rudimentos de la química y la física, que, si bien se venía dando en todas partes, allí se hizo en medio del flujo cultural e intelectual diverso comentado. La cabeza visible de la Escuela Jónica fue Tales, que, junto a otros científicos, entre los cuales Anaxímenes, discípulo que continuó su obra, que por su vez fue continuada por Anaximandro, según los autores referidos en Wikipedia “fue el iniciador de la indagación racional sobre el universo. Se le considera el primer filósofo de la historia, y el fundador de la escuela jonia de filosofía, según el testimonio de Aristóteles. Fue el primero y más famoso de los Siete Sabios de la Antigüedad (el sabio astrónomo) y tuvo como discípulo y protegido a Pitágoras. Es aparte uno de los más grandes astrónomos y matemáticos de su época, hasta tal punto que era una lectura obligatoria para cualquier matemático en la Edad Media y contemporánea. Sus estudios abarcaron profusamente el área de la geometría, álgebra lineal, geometría del espacio y algunas ramas de la física, tales como la estática, dinámica y óptica”.
Cientos y miles de años de construcción de saber, por ejemplo en China, son echados fuera del tintero por los autores referidos, pero así funciona la academia, destacando figuras para sembrar la idea de que su entorno, génesis, interacciones y retroalimentación con la época y con la gente, son absolutamente dispensables, como hoy día el planeta y la vida son dispensables para la ganancia. Tampoco se tiene en consideración la complejidad de los estudios y la comprensión que acarrea estar en medio de toda esas dinámicas culturales y creativas. Por lo tanto más que Tales, hay que prestar atención a la época que necesitaba sintetizar los conocimientos para administrar el mundo, ya que estamos entre los siglos 10 y 3 antes de nuestra era, cuando el imperio helénico tiene su ascenso y declive, abriéndose paso el surgimiento del nuevo imperio, el romano y en oriente el imperio chino, en tanto se daba el auge de los imperios de la India.
Podemos comparar esta época de expansión de la ciencia y de la filosofía con los siglos 16 y 17 de nuestra era, de crisis del feudalismo y expansión de las relaciones de compraventa de la fuerza de trabajo para la producción de plusvalía y con la época actual de revolución científico-técnica.
Tomás Moro (1478-1535) baja el cielo a la tierra y lo llama Utopía, una sociedad perfecta, y luego Francis Bacon (1561-1626) funda la ciencia experimental moderna, llamada por algunos de “filosofía experimental”, donde analiza en concreto una parte del todo y deduce lo demás por extensión, en lo que algunos denominaron comprensión “natural” de la filosofía. Le sigue Descartes, matemático y físico, especialista en geometría, quien traslada esos principios a la filosofía rompiendo con la escolástica predominente en la edad Media, rehuyendo sigilosamente la persecusión de la Inquisición que había arrinconado a los dos grandes científicos de la época, Copérnico y Galileo, trabaja la razón como la única forma de comprensión y conocimiento, verificando la existencia sólo con pensarla y establecimiento un método matemático para la lógica, aniquilando las tesis de la lógica aristotélica. O sea, ideal para la actual manera de trabajar la ciencia que destruye la naturaleza.
Tomás Hobbes (1588 -1679) no sólo es secretario personal de Bacon, sino que toma sus enseñanzas para aplicarlas a las relaciones humanas, como el hombre lobo del hombre o como la principal ley natural de no hagas a los otros lo que no quieres que los otros te hagan a tí, o sea, tú eres el centro del universo y de las relaciones sociales, bases del humanismo que luego da origen a los “derechos del hombre”. Además argumentó que para mantener el orden hay que desprenderse de parte de la soberanía popular y entregarla al poder.
Por último nos referimos a la actual revolución científico-técnica, donde las filosofías divagan entre la racionalidad pura, como la inteligencia artificial, y las “estruturas”, como el estructuralismo francés, cuya principal seguidora por estos lados es Marta Harnecker, y el estructural-funcionalismo norteamericano, llegando a la teoría de los sistemas de Niklas Luhmann. , todas ellas ya superadas ampliamente por la teoría del kaos, la física cuántica y la teoría de la complejidad.
Recomendamos el estudio de las filosofías de la India y China, en especial las corrientes distantes de las ideologías religiosas, como el budismo, corriente espiritual no religiosa, nacida en la India, y las modificaciones incorporadas por Lao Tse que superó el taoismo tradicional en la China. También son importantes las ciencias de la salud, armonía y meditación provenientes de esas escuelas filosóficas y de otras que provienen de las experiencias comunitarias ancestrales de esos dos países, más que de las corrientes o agrupaciones de afinidades. Por ejemplo en la teoría de las energías, karma y chakras, está la vertiente indivualista que propone la relación de una persona con su crecimiento y equilibrio personal con las energías, y la vertiente comunitaria que señala que los flujos energéticos se interrumpen si no hay circulación en el común. O sea que la famosa superación personal no es más que una aspirina individualista.
En nuestro continente Abya Yala, es esencial el conocimiento y el compartir con la cosmovisión originaria, así como conocer sus formas de vida comunitaria, sus modalidades de interacción corporal y espiritual con la madre tierra. Es muy chocante compartir la lucha del pueblo mapuche y menospreciar sus formas relacionales ancestrales distanciando nuestros cuerpos de esa experiencia, con lo que no estamos aprendiendo nada y más bien “utilizando” a las comunidades mapuche para otros fines, entre ellos, la lucha por el poder o la “presentación folclórica” con lo que se banaliza su sentido de la cosmovisión en torno al buen vivir en común.
Jaime Yovanovic Prieto
Valparaisando
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