Movimientos Vs. política: Autonomía, dependencia o interacción

¿Los movimientos deben ser autónomos, subordinados a la política o interactuar este los dos campo?



Hipotecas de la autonomía de lo político
Iban Díaz
08/01/16 ·
Diagonal

Entendiendo por política el limitado campo de lo parlamentario, de la política de los políticos profesionales, podríamos interpretar que en el último año y medio en España se ha producido un vuelco de los movimientos desde lo social hacia lo político.

Para muchos activistas o militantes, movilizados por el 15M o en ciclos anteriores, este giro ha implicado pasar de discursos maximalistas a un pragmatismo que todavía no ha tocado fondo, ha supuesto aceptar cierto grado de centralización organizativa y, especialmente, de seguidismo hacia liderazgos carismáticos y ha condicionado una orientación claramente tacticista, circunscrita al ámbito de los aparatos del Estado y los medios de masas.

Esto puede suponer una mayor o menor contradicción con prácticas anteriores y, aun así, no deja de ser un cambio bastante justificado. Las subjetividades movilizadas a partir del 15M se han enfrentado en los últimos años a problemáticas dramáticas: desempleo y reformas laborales, desahucios y ocupaciones, migración forzosa y denegación del voto, etcétera.

La capacidad de la movilización de base para incidir en estas problemáticas urgentes, ante un panorama político institucional cerrado a las reivindicaciones sociales, ha sido muy limitada. Esto ha hecho razonable e inevitable un cierto giro de los movimientos sobre la política institucional.

En el último año y medio en España se ha producido un vuelco de los movimientos desde lo social hacia lo político

Los logros han sido notables. El bipartidismo ha retrocedido por el momento en el arco parlamentario y algunas de las principales ciudades del Estado han vivido un giro en el signo político de sus gobiernos, elevando a las casas consistoriales a activistas tan representativos del último ciclo de movilización como Ada Colau.

Este último caso ejemplifica mejor que ningún otro las hipotecas de Podemos y las iniciativas municipalistas para con el ciclo de movilización iniciado con el 15M, deuda reconocida por ambas partes.

No obstante, en la medida en que se establecen las instituciones del Estado como único ámbito de la política, entramos en un campo de reglas y fuerzas que es en principio ajeno a las dinámicas de los movimientos.

El hecho de que en el último año los debates se hayan centrado en la cuestión del bipartidismo o a la corrupción es una buena muestra de ello.

Por el contrario, poco se ha hablado del modelo económico inviable que nos condujo a la crisis, de las consecuencias del neoliberalismo imperante en la Unión Europea o del antagonismo entre un proyecto de sociedad solidaria y uno de sociedad competitiva.

Es decir, se han obviado los factores que han dado lugar a la pauperización de una parte importante de la población del Estado español, precisamente en el contexto que más vulnerables eran a la crítica.

En mi opinión, los planteamientos que giran en torno a la autonomía de lo político, al mostrarse acríticos con la democracia institucional o con el poder ejercido por los medios de comunicación, asumen ciertas taras de la evolución reciente de los estados liberales.

Con esto me refiero fundamentalmente al planteamiento de la política institucional como un ámbito progresivamente técnico y profesionalizado, en el que está fuera de lugar cualquier cuestionamiento a la política económica neoliberal, naturalizada como si de la ley de la gravedad se tratase.

Habrá que ver si, en el año que comienza, la nueva oleada de políticos profesionales de izquierda en España es capaz de introducir en la agenda del Estado la raíz económica de los problemas que han generado los movimientos de protesta que los han impulsado a su actual estatus.