El caudillismo es cultura de derecha

En su transición desde la concepción política y económica del cambio, hacia la comprensión de que éste se hará desde el mundo de la vida cambiando las relaciones invidualistas locales por relaciones comunitarias, Zibechi es franco en mostrar su carga del pasado aferrándose a conceptos obsoletos, así como es instigador en la búsqueda de las alternativas diferentes en cada lugar para recuperar el común.
Vea los comentarios críticos de jaime Yovanovic Prieto



Veamos el artículo intercalando algunas notas para la reflexión:

El caudillismo es cultura de derecha
Raúl Zibechi
La Jornada

Comentario de Jaime Yovanovic:
Desde que la izquierda se plantea la representación, es decir, despojar a la población de la soberanía popular (ver Rousseau), ambas posturas en la pirámide del poder han practicado la sustitución de lo popular por el dirigente o el caudillo, a la vieja usansa de los líderes patrarcales de los clanes, los señores feudales y los ejércitos. El poder, la lucha por el poder y la lucha por “destruir” el estado -como que poder y estado fuesen lo mismo, siendo el estado sólo una de las modalidades del poder- siempre por lógica va a necesitar caudillos, a diferencia de las autoridades tradicionales comunitarias, que no viven el poder ni la lucha “contra” el poder. Por lo que es equivocada la afirmación del autor en el título.

Sigue Zibechi:
En los últimos años se ha impuesto, por una amplia camada de profesionales del pensamiento, la idea de que la historia la hacen los líderes, cuya capacidad de dirigir resulta determinante.

Comentario:
Rectifiquemos nuevamente a Zibechi, no es solamente en los últimos años, sino que ello existe desde el origen del patriarcado y el poder tras la descrucción de las formas de vida comunitaria. La izquierda, y todas las corrientes que aspiran al poder (esa es la “política”), siempre ha organizado partidos piramidales con la punta del iceberg bastante reducida, hasta llegar al líder o caudillo.

Sigue:
Un segundo lugar lo ocuparían los medios de comunicación, con su notable capacidad de ocultar o de sobrexponer hechos, según convenga. El protagonismo popular, sin embargo, es sistemáticamente ocultado, como si no jugara el menor papel en la historia reciente.

Lo que más llama la atención es que semejante modo de mirar el mundo está siendo defendido por personas que se dicen de izquierdas y hasta muestran simpatía por las ideas de Marx. Para quienes nos inspiramos en este autor, son los colectivos humanos (clases sociales, pueblos, grupos étnicos, géneros y generaciones) los que hacen la historia, pero no de cualquier modo: es a través del conflicto, de la organización y la lucha, como se transforman a sí mismos y transforman el mundo.

Comentario:
Desde el patriarcado y la fragmentación del común, se ha intentado coyunturalmente marcar las líneas divisorias entre categorías sociales para argumentar la “lucha por el poder”. No ha habido transformación del mundo, ya que seguimos en la sociedad pariarcal de personas fragmentadas. La sustitución de gobernantes que terminan defendiendo la economía tal como está y cuyo nivel de desarrollo produce cada vez mayores ganancias para unos pocos y enormes carencias para la casi totalidad de la humanidad, sigue siendo el hilo conductor al que se someten todos los gobiernos del color que sean cumpliendo las funciones de reproducir las divisiones entre la población y evitar la re-comunización de la vida.

Sigue:
Los dirigentes son importantes, sin duda.

Comentario:
Los dirigentes son para dirigir, sólo en los casos donde no existe el común ni el sujeto comunitario, lo que es un reconocimiento del autor de que estamos viviendo la sociedad de los fragmentos, donde la vanguardia los junta y los lleva tras de si para instalarse en el joder, digo en el poder.

Sigue:
Pero los cambios, la historia, los hacen los pueblos. Por eso resulta un retroceso en el pensamiento crítico que se oculte la acción popular y se ensalce exclusivamente el papel de los líderes. Días después de la derrota de la re-relección en el referendo, el vicepresidente de Bolivia dijo: “Si se va, ¿quién va a protegernos?, ¿quién va a cuidarnos? Vamos a quedar como huérfanos si se va Evo. Sin padre, sin madre, así vamos a quedar si se va Evo” ( Página Siete, 28/2/16).

La frase fue pronunciada en una pequeña localidad del departamento de Oruro, durante la entrega de viviendas a pobladores aymaras. Podría haber dicho que fue gracias a la lucha histórica de los indígenas que se pudieron construir viviendas dignas y que Evo forma parte de esa tradición de resistencia y lucha. Lo que hizo fue lo contrario: presentar a los pueblos como niños huérfanos, objetos sin otra capacidad que seguir al sujeto/líder. Desde el punto de vista de la emancipación, un verdadero desatino.

Comentario:
No es allí donde está la crítica, sino en la transferencia de la dinámica que venía desde abajo por todos lados, a un partido que la institucionaliza. El rescate está en la retomada de iniciativas de abajo, como plantea Roland Denis respecto de Venezuela (ver artículo en Clajadep).
Si conseguir “viviendas dignas” para camuflar la expansión del extractivismo es una “transformación”, nosotros diríamos que son aspirinas de maquillaje.

Sigue:
Un siglo atrás, el socialdemócrata ruso Georgi Plejánov escribió un ensayo titulado El papel del individuo en la historia, en el que abordaba precisamente el papel de los grandes dirigentes. Reconocía la existencia de “personalidades influyentes” que pueden hacer variar aspectos de los acontecimientos, pero no la orientación general de una sociedad, que está determinada por un conjunto de fuerzas y relaciones sociales.

“Ningún gran hombre puede imponer a la sociedad relaciones que ya no corresponden al estado de dichas fuerzas o que todavía no corresponden a él (…) sería inútil que adelantara las agujas de su reloj: no aceleraría la marcha del tiempo ni lo haría retroceder” (Obras escogidas, t. I, Quetzal, Buenos Aires, 1964, p. 458).

Comentario:
Yo no diría que Plejanov fue socialdemócrata, aunque el partido de Lenin se llamaba Partido Socialdemócrata y este caudillo no expulsó a Plejabov por ser “socialdemócrata”, sino discrepar con el gran líder sobre la concepción de la historia, que en Plejanov estaba mucho más cerca de Marx que que la noción leninista.

Sigue:
En suma, los dirigentes ocupan el lugar que ocupan porque fueron llevados a ese sitio por fuerzas sociales poderosas, no por habilidades personales, aunque éstas jueguen un papel importante.

Comentario:
Un lonko o un toque son llevados por las comunidades, no así Lenin ni Evo Morales, que dirigían partidos tras el poder.

Sigue:
Fue la clase obrera argentina la que, el 17 de octubre de 1945, derrotó a la oligarquía, y ella misma ungió a Perón como su dirigente al negarse a abandonar la Plaza de Mayo hasta no escuchar al entonces coronel. Es evidente que el papel de Perón (como otros dirigentes) fue importante –aunque no tanto como el de Evita en los corazones de la clase–, pero lo fue en tanto encarnaba sentimientos, ideas y actitudes de millones.

Comentario:
Es obvio que las personas fragmentadas van a aceptar una línea directa personal hacia un dios o un líder, pero jamás harán lo que hicieron los mapuche ante la llegada de los españoles: se levantaron como un solo hombre o mujer.

Sigue:
El problema con el caudillismo es que se trata de una cultura de derecha, funcional a quienes promueven la sustitución del protagonismo de los de abajo por el de los de arriba. También es cierto, todo hay que decirlo, que la cultura de los sectores populares está impregnada por valores de las élites y en casi todos los casos conocidos tienden a revestir a los dirigentes de características sobrehumanas. Para eso existe el pensamiento crítico: para poner las cosas en su lugar, o sea para destacar los protagonismos colectivos.

Comentario:
No es la cultura de derecha funcional a la sustitución del protagonismo, sino también de la izquierda, del centro y extremos. Con ello queda bastantre confusa la postura de Zibecho de tratar de mezclar en el análisis el aceite con el vinagre. Hay una insistencia en él de salvar al “izquierdismo”, no al caudillista, sino al otro, que no existe. Se desea, pero también se desea volar, aunque sólo se consigue con un aparato o con alucinógenas.

Sigue:
No hacerlo contribuye a despolitizar, a que los de abajo crean que son objetos y no sujetos de la historia. “El capitalismo sólo puede sobrevivir si la gente está persuadida de que lo que ellos hacen y saben son asuntos ínfimos privados, sin importancia, y que las cosas importantes son monopolio de los señores importantes y de los especialistas de los diversos campos”, escribió Cornelius Castoriadis en Proletariado y organización (Tusquets, Barcelona, 1974, p. 187).

Comentario:
Castoriadis habló de la autonomía y del nefasto papel de los dirigentes, llegando incluso a clasificar a la burocracia soviética, obra y gracia de Lenin y no de Stalin, como “nueva clase”, pero no sirve a Zibechj en sus afanes por lavar la cara a una izquierda inexistente, sino sólo a la que se mueve en el plano de las ideas y no podrá nunca salir de allí, precisamente porque el proyagonismo social y comunitario, está dejando de lado la lucha por el poder, es decir, la lucha política, lo que implica que ni la derecha ni la izquierda nos interesan.

Sigue:
Sería tranquilizador pensar que la frase del vicepresidente García fue apenas un mal momento, una concesión para mostrar la importancia del presidente y alertar sobre las dificultades que pueden sobrevenir. Sin embargo, todo indica lo contrario. Vamos comprendiendo que los gobernantes realmente existentes, incluso los que dicen ser de izquierda, se sienten superiores a la gente común. ¿Recuerdan que Lenin prohibió que se le erigieran monumentos?

Comnmtario:
También Mujica en Uruguay andaba en citroneta, pero hizo aprobar la ley minera que suscitó fuertes movilizaciones sociales de los privados de protagonismo. Lenin ordenó las masacres de Konstadt y de Ukrania mientras prohibía los monumentos. Pero Zibechi no pone eso, ya que intenta colocar una idea, bastante enredada por lo demás. Esperamos que poco a poco llegue a la comprensión del común.

Sigue:
El problema es que al desconsiderar como sujetos a los de abajo, se busca consolidar el poder de los de arriba, elevarlos por encima de las clases y de las luchas que los llevaron al lugar que ocupan. Es una operación política y cultural de legitimación, a costa de vaciar de contenido a los actores colectivos. Es una política conservadora, elitista, que reproduce la opresión en lugar de hacer por superarla.

Comentario:
Eso es obvio, y es lo que ha sucedido, el tema está en decir claramente que para gobernar se necesita dinero para el clientelismo, y ese dinero sólo proviene de la destrucción de la madre tierra.

Concluye:
Castoriadis reflexiona, en general, sobre la realidad particular que encuentra en la división del trabajo en los talleres: “Gestionar, dirigir el trabajo de los otros: he ahí el punto de partida y de llegada de todo el ciclo de la explotación” (idem, p. 309).

Este es el punto central. O trabajamos para que la gente común se autogobierne, para que sea sujeto de sus vidas, o lo hacemos para dirigirlas, o sea para reproducir la opresión. Insisto: no se trata de negar el papel del dirigente ni del militante, ambos necesarios. El tema es otro. “Entroparme con los comuneros”, decía Arguedas en uno de sus primeros cuentos (Agua) para explicar su compromiso con los de abajo. Hacerse tropa con otros; no colocarse encima de nadie, nunca. Así funciona el pensamiento crítico.

Concluimos:
Nada nos dice finalmente Zibechi, salvo copiar a Mujica y dejar los automóviles de lujo por la citroneta. Para no colocarse encima de nadie no hay que tener dirigentes ni militantes, hay que abandonar la política, dejar de lado la lucha por el poder y hacer otra sociedad desde abajo, con nuestras propias manos y en cada barrio o localidad. De allí en adelante no hay nada. No nos compete a nosotros, sino al protagonismo. De otro modo estaremos intentando diseñar caminos previos y arrojando perros bravos a morder las patas de las ovejas para que lo sigan.

Para que surja el protagonismo, hay que evitar ponerse por delante de la población y aprender de los zapatistas a organizar los municipios autónomos. Aprender de los kurdos y su confederalismo democrático, de los nasa, de los ashuar, de los mapuche, no de los winkas que llevan “la lucha” al Wallmapu, sino de los que defienden la autonomía, las autoridades tradicionales, la cosmovisión, la recuperación pacífica de tierras y la autodeterminación.

Siga a Jaime Yovanovic en twitter: @yovanovicprofej