Vamos a la marcha. ¿O no?
Por Jaime Yovanovic Prieto
La marcha contra el TPP no puede ser contra el TPP, ya que no llega solo, sino que se trata del gobierno que lo aprueba y lo firma, por lo tanto se trata en el fondo de una manifestación contraria a la santa alianza estado-mercado, pero eso no lo pueden decir los organizadores que han movido a nivel nacional grupos, partidos y asociaciones para salir a protestar por el gran peligro que se nos viene, uno más, y decimos “uno más” ya que no se puede permitir que la lucha contra los árboles no dejen ver el bosque, que es lo que sucede en toda lucha, se lucha contra un problema para denunciarlo, hacerlo público, generar consciencia y conseguir presión social para que el gobierno no firme, pero igual lo firman finalmente. Habría que mover mucha gente, como hicieron los pingüinos el 2006 y los universitarios el 2011. ¿Quién puede negar que se movilizó bastante gente? Pero no dio en nada, salvo mostrar una hermosa dinámica que se dirigía a paso firme al precipicio, pues debido a la conducción de los partidos y corrientes ideológicas, la esperanza fue arrojada sin piedad al fondo del abismo, pues los políticos y los “que luchan” siempre nos van a poner maiz de gallinas por delante para sacar a la gente a la calle, como la marcha del agua, a la que personalmente iba a adherir, hasta que cambiaron el afiche inicial de “A recuperar el agua” por “A recuperar el agua y el poder”. De una consigna de vida hicieron una consigna política de interés para el que da el afrecho al chancho.
Muchos pisaron el palito, como muchos lo están pisando ahora al pensar que no son los partidos sino 150 organizaciones sociales las que invitan a marchar contra el TPP, escondiéndose a si mismos que la casi totalidad de esas “organizaciones sociales” han sido formadas por corrientes políticas para instrumentalizar a la gente y llevarla de la lucha reivindicativa a la lucha contra el sistema, por el miedo que tienen estos grupos de que la gente no se mueva “contra” o “anti” algo, sino que aprendan que es más factible movilizarse “por” o “a favor” de otro modo de vivir, lo que se denomina en todas partes un cambio civilizatorio. El problema de los grupos, partidos o colectivos de afinidad, es que le gente descubra que ya no hacen falta, que pueden irse para su casa, que los mismos vecinos de un barrio y de muchos barrios, pueden cambiar las cosas y modificar el entorno inmediato de formación y reproducción cultural y valórica de los jóvenes, jóvenas, niños y niñas. Si nadie necesitara a los políticos porque podemos hacer los cambios necesarios en el barrio entre nosotros mismos, sería sensacional, pero sucede que la invitación a las marchas va dirigida a los “conscientes”, a los que están claros del daño que se viene y que por patudos y arrogantes deben mostrar a los demás que son ignorantes y deben alimentarse con la verdad de las palabras de los convocantes, por lo que empapelan la ciudad invitando a escuchar la buena nueva y avanzar a la tierra prometida por el camino de la salvación que van trazando ellos por delante, ya que los demás estamos ciegos y no tenemos la capacidad, la potencia y la luminosidad de los que se han autodesignado para ir delante para que no nos vayamos al precipicio al que finalmente nos arrojan, todo sea por evitar que la gente piense por si misma sino que sólo les siga a “ellos”, los elegidos, Oh! para detener la mano malvada de los gobernantes de turno. Y pensar que todavía hay gente que se traga esas ruedas de carreta. Hostias! Comulgan con esas mansas ruedas.
Todavía no entienden que nos tienen por el cuello e invitan a la gente a ilusionarse con posibles propuestas morales contra “los malos”. Si no nos salimos de esa maraña política y económica para armar nuevos modos de vivir de forma más compartida, nos van a mantener en el laberinto en el cual acabamos por escoger el menos malo de los malos.
En vez de marchar como ratones tras el flautista de Hemmelin, mejor haremos en abrir las ventanas, dejar que el aire puro invada la casa y que la sonrisa de los vecinos nos envuelva recuperando barrialmente los flujos energéticos, la circulación de los instintos y del amor, para rearmarnos como sujetos sociales y comunitarios.
Es claro que eso no les gusta a los políticos de todos los pelajes, pues se quedan sin pega. Ellos viven de eso criticando a los empresarios que viven a nuestras costas.
No, gracias. No voy a la marcha. A otro perro con ese hueso.
Jaime Yovanovic Prieto
tuiter: @YovanovicProfeJ