Maduro destruyó a la izquierda en América Latina
Por: Javier Antonio Vivas Santana
Miércoles, 20/04/2016
Aporrea
“Las palabras se transforman en veneno y después de haberte confesado horas y horas, el vacío de los demás y el tuyo propio te aturden. Todo cuando no está solo se pudre y yo nunca estuve lo suficientemente solo como para renacer”
Cioran - El ocaso del pensamiento-
La geopolítica en América del Sur ha dado un giro hacia la derecha (aunque confieso no me gusta emplear ese término, ni tampoco el de izquierda para diferenciar ideologías, pero referiré sobre ellos por razones de comprensión política); y ha dado ese giro porque la muerte de Chávez, así como la caída de los precios del petróleo que permitió el derroche desde Venezuela hasta terceros países, aunado con la pésima dirección que ha tenido Venezuela con la llegada de Nicolás Maduro al poder, éste termina siendo (directa e indirectamente) el epicentro de efectos negativos sobre los resultados electorales ocurridos en Argentina, Bolivia, Perú y el inicio de un juicio político que pudiera tener como desenlace la destitución de Dilma Rousseff en Brasil.
Durante la primera década del siglo XXI, Venezuela mostraba el espejo de un líder y Estado fuertes, que podían incluso prescindir de la empresa privada, sin comprender en esencia, que no se estaba construyendo el socialismo de manera integral, sino que también se promovia un capitalismo rentista, soportando la economía un aumento indiscriminado de las importaciones, que a la postre derivaría en la quiebra del aparato productivo nacional.
Eso lo sabía Maduro cuando asumió el poder, pero prefirió “esperar” una eventual recuperación de los precios del crudo, que nunca llegaron, sino por el contrario, se profundizaron hasta referenciales mínimos e insoportables para el nivel dependiente de nuestro país en relación con alimentos, medicinas y bienes esenciales provenientes de otras naciones.
Maduro con tal actitud sólo demostró su ignorancia en términos de conducción del Estado, y asumió la geopolítica sólo como una lucha “contra-imperialista”, sin comprender que los fenómenos políticos, económicos y sociales, fundamentados en las crisis son cíclicas, y que éstas deben ser enfrentadas en cualquier caso, en la forma en que alguien padece una enfermedad, y ésta para ser contrarrestada necesita de tratamientos o intervenciones quirúrgicas que suelen ser dolorosas. No obstante, Maduro sometió a la población venezolana con el quiebre de la economía, sin tomar una sola medida que disminuyera el enorme déficit fiscal, o atizara los problemas de producción interna que veníamos confrontando especialmente desde 2007 con la estatización de empresas que terminaron siendo improductivas y de carga financiera y fiscal para Venezuela.
Igualmente, el madurismo pretende arreglar la economía con unos “motores” que sólo han disparado la inflación, la especulación, la escasez, el dólar paralelo y la corrupción, acelerando el motor de la pobreza. Y ese “motor” pues, no ha sido aceptado en los países de la región en esta parte de la historia. ¡Los tiempos cambian! ¡También las épocas! Y allí Maduro, sin darse cuenta, cada vez que abre su boca, para explanar “apoyos” sobre los candidatos de la “izquierda” en el continente, esa población lo asume como un manto que pudiera llegar hasta ellos, razón por la cual, su estilo de diplomacia ha tocado fondo porque simplemente nada tiene que mostrar, salvo caos, destrucción, miseria, delincuencia y un neo-totalitarismo.
Maduro, sí aún tuviera un mínimo de sindéresis, callaría, ante lo evidente. Su voz no es referente. Es un veneno político para quienes dice “apoyar”. De concretarse la salida del poder de Dilma Rousseff por juicio político (constitucionalmente establecido en Brasil), ya todo estaría consumado. Maduro se quedaría sólo, sin tener mínima comparación con Chávez.
Para colmo, el presidente Rafael Correa, ante el lamentable terremoto ocurrido en Ecuador, deberá centrar y concentrar todos sus esfuerzos en recuperar la zona devastada y reorientar la economía en esos espacios, y quien afortunadamente contaba con recursos inmediatos para una eventualidad de tal magnitud, pero que sin duda, lo mantendrá ocupado en sus asuntos internos, máxime cuando habrá elecciones presidenciales en ese país para febrero de 2017; verbigracia, lo menos que Maduro debería hacer, sería opinar sobre la situación política ecuatoriana, porque cualquier aspecto negativo incidente sobre políticas públicas en el país meridional en este aciago momento de su historia, no tengo dudas, también sería achacado al espejo venezolano.
Maduro no sólo acabó con Venezuela. También destruyó el referente de la izquierda como parte de construir gobiernos progresistas en la región. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.