Podemos: una máquina electoral averiada
El nuevo ciclo comienza con tambores de guerra.
Montserrat Galcerán, activista social, ensayista, filósofa y concejala en el Ayuntamiento de Madrid
30/06/16
https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/30841-podemos-maquina-electoral-averiada.html
Podemos fue construida desde el inicio como una máquina electoral. Se trataba de llegar al corazón del poder lo más rápido posible, a partir de la idea de que las leyes deben adecuarse a las exigencias sociales. Pero las leyes se formulan en el legislativo y se hacen efectivas en el ejecutivo. Por tanto había que adueñarse de esos espacios privilegiados para poder legislar en favor de la mayoría social pauperizada por las medidas de la derecha austericida.
El proyecto era mecánico y simplista pero tenía la rara virtud de trazar una línea recta en un entresijo de dificultades. Las plazas, las mareas, las confluencias, las alternativas desde abajo, las múltiples propuestas que surgían continuamente fueron arrumbadas por esta idea simple: un partido nuevo, con una dirección férrea capaz de interpretar el sentir de las mayorías sociales. ¡Directo a la Moncloa!
Característica de este modo de proceder ha sido la escasa generosidad con cualquier otro proyecto que pudiera hacer sombra al diseño de la dirección de Podemos. Tomemos como ejemplo el trato dado a las candidaturas municipalistas y a las mareas. En el primer caso la dirección madrileña de Podemos ha hecho todo lo posible por impedir el crecimiento orgánico de Ahora Madrid y su transformación en una organización política vertebrada que sustente el gobierno de la capital. Pero lo mismo ha ocurrido con Zaragoza en común o con las iniciativas de las Mareas.
A nivel estatal no haber valorado todo lo que tienen de positivo esas experiencias ha conducido a una confluencia por arriba en Unidos Podemos que no ha dotado a ese proyecto ni de unas primarias con proporcionalidad, ni de un programa elaborado colectivamente en foros abiertos, ni de un código ético y una carta financiera. Pareciera que todos estos rasgos que son la quintaesencia de la nueva política, por mas que no siempre se respeten, se hayan quedado en el baúl de los recuerdos, una vez que la pragmática de llegar al poder lo más rápido posible se ha impuesto como única tarea.
El resultado no se puede considerar satisfactorio. El mero hecho de aparecer como posibilidad ganadora ha puesto en marcha todos los resortes reactivos de aquella parte de la población que sigue teniendo miedo a cualquier experiencia novedosa, especialmente en un momento en que Europa corre peligro de desintegrarse. La inseguridad y el miedo son potentes pasiones reactivas que siempre trabajan a favor de la opción más conservadora. Rajoy ha llamado al miedo y parte de la población se ha dejado arrebatar por ese sentimiento. Da igual que roben y mientan, con tal de que aseguren que no vamos a ir a peor.
Por su parte la conjunción de Unidos Podemos no ha sido capaz de entusiasmar justamente porque le falta todo el proceso de construcción colectiva que hubiera podido sumar. En esas condiciones la suma aritmética es una resta social y, en último término, una resta política. En ningún distrito de Madrid Unidos Podemos ha logrado la suma de los votos de Podemos y de Izquierda Unida por separado. Eso no significa que la confluencia fuera un error, significa que no se hizo correctamente; que se hizo por arriba, con un entendimiento entre las cúpulas y una combinatoria que pretendía rentabilizar los votos perdidos de Izquierda Unida; sumar pero no transformar, unos mimbres demasiado frágiles para propiciar el más mínimo desborde. A la falta de apertura de los pactantes ha respondido la falta de entusiasmo de los electores que ante un horizonte tan pobre se han abstenido masivamente. Mientras los electores de derecha corrían a las urnas en tropel, los de izquierda prefirieron no comprometerse por desconfianza, por resentimiento o por confusión.
Las leyes se formulan en el legislativo y se hacen efectivas en el
ejecutivo. Por tanto había que adueñarse de esos espacios privilegiados para poder legislar
Definirse como socialdemócrata la aumentó todavía más; fue un profundo error de cálculo, no por el moderantismo que se le supone a esta corriente política sino por la hilaridad que debió provocar en las capas dominantes y el estupor en las dominadas. En los ochenta el PSOE, recién llegado al poder en 1982, fue el candidato perfecto para llevar a cabo la reconversión industrial que desmanteló la siderurgia y la industria naval y condenó a miles de trabajadores al paro y la jubilación anticipada. Nadie como ese partido podía hacer una operación social a corazón abierto sin provocar una rebelión.
En este país el movimiento obrero, que tan fuerte había sido en el antifranquismo y que tanto luchó en la transición, fue desarticulado por el partido socialista durante sus largos años de mandato; no es raro, por tanto, que en muchos barrios obreros se vote a la derecha. Definirse como socialdemócrata reaviva esa tremenda memoria y augura un futuro nada halagüeño.
Y qué decir de los municipios del cambio a los que nos deja en una situación muy comprometida. Si el PP logra formar gobierno, qué duda cabe que dirigirá todos sus dardos contra nosotros porque somos la única iniciativa medianamente victoriosa; era vital para nosotros que la candidatura del cambio ganara la contienda. No ha sido así y nos toca prepararnos para unos años de recrudecimiento de las condiciones sociales y políticas. Y una campaña mediática que se recrudecerá día a día. Las escasas posiciones en el Parlamento Europeo tal vez nos ayuden mientras esperamos que el ejemplo español se propague por Europa, aunque la situación en esos países más bien se decanta hacia posiciones de derecha todavía más reaccionarias. En este contexto España está dejando de ser una anomalía.
Así pues, terminado el año electoral, el nuevo ciclo comienza con tambores de guerra. Hemos conseguido presencia institucional pero se nos escapa el poder real. Entre las poca posiciones conquistadas figuran los ayuntamientos del cambio, cuyas posibilidades nos toca exprimir al máximo bajo el principio de facilitar aquellas formas de agregación popular que nos defiendan de las agresiones de una derecha que ve volver a sus manos el gobierno que, según ellos, nunca debimos arrebatarles.