La memoria del golpe militar en Chile

Los hechos de memoria ya no están, pero marcan y dejan huellas, las que pueden rastrearse una y otra vez por diferentes sujetos o por los mismos que pueden ir cambiando, así como los cambios de todo tipo llevan a cambiar también una y otra vez la interpretación del pasado.



La memoria del golpe militar en Chile

Por Jaime Yovanovic (Profesor J)

Los hechos de memoria ya no están, pero marcan y dejan huellas, las que pueden rastrearse una y otra vez por diferentes sujetos o por los mismos que pueden ir cambiando, así como los cambios de todo tipo llevan a cambiar también una y otra vez la interpretación del pasado. Así la memoria es una forma de interpretación, que cuando se apoya en un paradigma, ideología o receta, puede resultar muy diferente de las otras ideologías, así como encontrarse en algunos puntos y distanciarse en otros. De esa manera aunque los hechos fueron objetivos, aún siendo realizados por subjetividades y voluntades ligadas a los intereses políticos de poder y económicos de acumulación, y el conjunto de la población quedó en medio de esas definiciones subjetivas, tácticas, estrategias, ofensivas y defensivas, las interpretaciones predominantes derivan y siguen derivando de esas luchas por el poder, aunque la población cada vez menos participante en política y cada vez menos dispuesta a aceptar el expolio dominante y la destrucción de la madre tierra, puede tener sus propias interpretaciones o ninguna, soslayando el tema.

Por ejemplo, la historiografía marxista o, por decirlo de otra manera, los exégetas bíblicos de textos de Marx, han tenido importantes fugas de autores que han reconocido que Marx cambió su mirada sobre el estado y el poder, y que Engels hizo la trampa de “interpretarlo” a su manera después de su muerte en la Introducción al importante libro “La Guerra Civil en Francia”, pero los intereses de partido y de poder, se saltan esas menudencias y siguen utilizando a Marx para sus chambonadas que no interpretan para nada al autor. Marx sirve, claro que si, pero sólo hasta la Comuna de París, pues después ya no sirve. O sea, la historiografía como estudio de memoria, se manipula, ya no sólo mediante un paradigma que choca con los otros, sino también mediante la mentira y el engaño. Digámoslo con todas sus letras: Marx dejó de ser marxista tras su análisis de la comuna. O mejor: Marx siempre se negó a ser marxista porque quería hacer constar que su metodología de interpretación cambiaba según los hechos.

Otro ejemplo: la historiografía en general, vale decir, la gran diversidad de interpretaciones históricas sobre las cuales y con las cuales puede trabajarse la memoria, nos dicen que la transición del feudalismo al capitalismo se dio mediante la lucha intransigente del naciente capital contra las relaciones feudales de la oligarquía, lo que es falso de tomo a lomo y pone en cuestión la dialéctica historicista hegeliana que Marx utilizó hasta la aludida comuna parisiense y de la que se despojó abiertamente. El estudio atento de las notas, documentos y huellas realizado por Silvia Federicci en su imperdible libro “Caliban y la bruja”, así lo demuestra, dejando bien argumentada que la tal transición fue realizada para imponer el nuevo modo de producción mediante la santa alianza de la burguesía con la oligarquía en contra de las formas de vida comunitaria del campesinado europeo, en contra de las formas de vida comunitaria de los bandidos de los bosques, montañas y mares, y finalmente en contra de las formas de vida comunitaria del planeta. Las “luchas” de la burguesía inglesa entre los ejércitos burgués y monárquico, culminaron con la repartija de las funciones estatales: el ejecutivo para mi, el legislativo para ti y el judicial para el common law, esto es, las relaciones sociales determinadas por las formas económicas de la propiedad y la circulación mercantil. Ese fue el modelo que finalmente conciliaron la izquierda y la derecha francesa, jacobinos y gerondinos, en las formas del derecho constitucional que prima hasta hoy día para la organización del poder, la economía y la subsunción social a la cohesión institucional.

Por último, traemos a colación el llamado “golpe” en Brasil, que no fue más que la ruptura de la alianza electoral y gobiernista de la ex izquierda del partido PT y la derecha del partido PMDB. Por lo que el abanico de interpretaciones da para todos los gustos y cada fracción de la lucha por o contra el poder de las izquierdas, derechas, centros y extremos, hace la suya para atraer seguidores que apoyen su vocación de vanguardia para administrar allá arriba los asuntos de todos.

Con estos ejemplos ya podemos abordar desde una mirada diferente los acontecimientos del golpe y gobierno militar en Chile. Habiendo sido la resistencia una responsabilidad social de todos los que se opusieron a la masacre y genocidio oientado por un grupo de oficiales que envió a los Rambos a disparar contra el pueblo, ello sigue siendo un acontecimiento histórico que se instaló debido al cambio del modo de producción, es decir, el fin de la época de la posibilidad de administración de los asuntos públicos por parte de los productores de plusvalía que el modelo capitalista neoliberal expresaba en todo su perfil, contenido, esencia y perspectivas y que la socialdemocracia allendista intentaba administrar rescatando principios de una época anterior, la del estado de bienestar, el keynesianismo, a la que se plegaron las corrientes marxistas de la administración centralista autoritaria del estalinismo, enfrascadas en los frentes populares de administración de la cosa pública mediante la alianza de la moribunda burguesía nacional con el sector privilegiado de los trabajadores públicos y la llamada aristocracia obrera. El golpe militar chileno impuso a sangre y fuego el modelo neoliberal que en otros países se estaba imponiendo por vías pacíficas, aunque su implentación resultaba en la mayor violencia hacia la gente, en tanto el gobierno buscaba detenerlo incorporando partidos civiles y militares con el afán de negociar desde arriba el control y continuidad, lo que Maduro ha conseguido en Venezuela creando la empresa minera de los militares, o sea, dando participación económica activa al brazo armado del estado, lo que Pinochet y la partidocracia post-militares hicieron con un porcentaje de los ingresos del cobre.

La izquierda gobiernista no pudo contener el avance popular desde abajo que exigía más reforma agraria, viviendas, etc. y las izquierdas alternativas no consiguieron ni se propusieron ir más allá de la disputa del poder mediante la construcción de un poder paralelo, que si bien era pertinente, ya su destino estaba sellado por las nuevas condiciones que se establecían en todo el planeta para la acumulación de ganancias, lo que resultó en poco tiempo en la caida del socialismo y la entrega a plenitud de esos estados al capitalismo globalizado, así como poco a poco con la derrota de las guerrillas en todas partes o su rendición.

Ello no corresponde al papel malévolo de Estados Unidos, sino que supieron aprovechar sus empresas y la CIA los recovecos dejados por la lucha política que nunca llegó a modificar la economía como propuesta, a diferencia de los vientamitas, chinos y cubanos, que avanzaron sus guerrillas desde la reforma agraria y el reparto efectivo de tierras, lo que en aquella época fue apoyado por todo el pueblo muy bien dispuesto a trabajar una nueva economía, aunque muy rápido los hayan llevado de vuelta al autoritarismo estatal y al enlazamiento estructural con el capitalismo globalizado. En China y Vietnam eso era de esperar, pero ello no fue así en la revolución cubana, que finalmente hubo de entregarse a la economía soviética ante las amenazas yanquis y las presiones internas del fuerte aparato del Partido Socialista Popular, los pro-soviéticos, que finalmente pudieron entrar a los puestos claves, acabando con el proceso revolucionario que traía nuevos aires y sometiéndolo al continuismo capitalista de estado.

El gobierno militar chileno se dedicó a aniquilar a los grupos revolucionarios y los sectores sociales más movilizados para inducir posteriormente la salida con acuerdo de los partidos integristas dispuestos a seguir asegurando la vinculación chilena al capital globalizado, cuestión que se hizo urgente en la primera mitad de los 80 cuando miles y miles de personas y familias completas salían en todo Chile desde las ollas comunes y colonias urbanas a levantar barricadas y arrojar de todo contra las tropas que debían desmenuzarse en cientos y cientos de levantamientos en todas las ciudades.

Esa época de la primera mitad de los 80 no se quiere guardar en la memoria y hacen nata hoy día las reuniones lastimeras de autoflagelación como ritos de sobrevivencia de las vanguardias, cuando fue todo un pueblo el que se levantaba, no sólo los izquierdistas. Algunos quieren incendiar buses y levantar barricadas, cagando fuera del tiesto, si ya se les fue la micro y se han quedado pegados en épocas gloriosas. Llega a dar lástima ver como marchan hoy día cuatro gatos levantando una bandera de la memoria mientras esconden otras.

Si llenaran Chile de ollas comunes y colonias urbanas, serían ellos, los vecinos, los que estarían mostrando el camino, pero las vanguardias anquilosadas sólo piensan en el rito, la bandera y la canción y sueltan lágrimas que si bien son justas y honestas, nada tienen que ver con las tareas del presente. Los ghetos de izquierda, partidos y micro partidos, al reiterar prácticas ya aniquiladas por la historia, sólo están evitando la revitalización del mundo de la vida, creyendo que al hacer las ollas comunes y colonias urbanas, estaban “atrayendo” a la gente y así reforzaban su vocación vanguardista.

Hoy dían no sólo hay que hacer miles de ollas, huertas y convivencias en todos los barrios, sino que hay que que respetar su autonomía y sus propios caminos, que cada uno aprenda a vivir y a convivir, no los amarren en redes y coordinadoras para llevarlos por el buen camino.

No ha sido el golpe ni el gobierno militar lo que ha aumentado las distancias personales y el predominio del individualismo, ese es un pretexto para autojustificarnos. Somos nosotros mismos que no nos adaptamos a los nuevos tiempos, muchos siguen tras el poder, tras el estado, tras el socialismo y el comunismo, es decir, aunque la época cambie, pocos siguen a Marx, que cambió y escribió sobre ellos.

El cambio parte de nosotros mismos, de cada uno, en su casa y su familia, abriendo las puertas a los vecinos, conversando con ellos y practicando el buen vivir comunitario. Pero, claro, más de uno no va a aguantar y va a comenzar a hablar de política, de los fachos, de los rojos, en fin, y así sólo seguirá alimentando el divisionismo. Salga del gheto, salga del club, entre al circuito vecinal de prácticas compartidas que permitan ampliar la circulación de los afectos y del newen.

Jaime Yovanovic (Profesor J)
Universidad Libre, la desuniversidad
unlibre@gmail.com