Alimentación rebelde

Nota de Jaime Yovanovic (Profesor J) al final



Alimentación rebelde
Carlos Soledad*
La Jornada

“Somos lo que comemos”, sentenció el filósofo alemán Ludwig Feuerbach en 1850. El padre del ateísmo antropológico utilizó esta frase para defender el derecho de las clases populares a una buena alimentación. En aquellos tiempos la propaganda de la Iglesia aseguraba que sólo debíamos preocuparnos por nutrir el alma, que no necesitaba alimentos físicos. Hoy, en plena crisis de la modernidad, decidir lo que entra por nuestra boca sigue implicando actos individuales y colectivos de rebeldía capaces de trastocar radicalmente el statu quo.

Aunque la producción de comida es suficiente para toda la humanidad y la alimentación se define como un derecho humano, mil millones de personas en el mundo pasan hambre. Esta desnutrición crónica es la principal causa de muerte por hambre en el mundo. Según Naciones Unidas, diariamente 20 mil personas fallecen de hambre, y 75 por ciento de las víctimas son niñas y niños menores de cinco meses (goo.gl/3PfdB9).

Los alimentos no llegan porque el sistema agroalimentario internacional así lo decide. No puedes pagarlo, no puedes comerlo. Se trata de un puñado de gobiernos y oligopolios a escala global que decide el precio de los alimentos, la calidad de éstos y es muy beligerante contra el surgimiento de alternativas. Sus prácticas son variadas: compra masiva de tierras, imposición o levantamiento de aranceles, especulación de los precios y muchas otras. Fieles a la lógica industrial neoliberal, envenenan nuestros alimentos desde el campo y torturan a los animales para producir más con menos. La reciente compra de Monsanto –la multinacional campeona en el negocio de las semillas transgénicas– por Bayer –número uno en pesticidas– significa una vuelta de tuerca más a este modelo.

A pesar de las múltiples “cruzadas” de las instituciones globales para erradicarla, el hambre no cesa.

Para los movimientos sociales de abajo es cada vez más obvio que las respuestas caritativas y los programas burocráticos nacionales e internacionales son insuficientes y hasta contraproducentes para erradicar el hambre y alimentarnos adecuadamente. La gente cada vez se da más cuenta de que la forma de pensar en que se basan los enfoques tradicionales no concuerda con lo que en realidad hay que hacer. Así, un nuevo marco de pensamiento ha venido construyéndose a partir de las experiencias colectivas de lucha autónoma, propiciando una alimentación rebelde.

Con 23 años de vida, La Vía Campesina sigue siendo el movimiento de referencia. Con una estructura descentralizada y una perspectiva feminista clara, representa a más de 200 millones de campesinas y campesinos de África, Asia, Europa y América. Impulsora del concepto de soberanía alimentaria y contra el agronegocio, apuesta por la agricultura de pequeña escala y de proximidad como promotora de justicia y dignidad. Uno de sus miembros más visibles es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, con millón y medio de militantes. Entre sus métodos de lucha destaca la ocupación de tierras improductivas para regenerarlas, convirtiéndolas en la semilla de nuevas generaciones de comunidades autosostenibles.

Slow Food es otro movimiento internacional que cobra fuerza. Surgió hace 30 años como oposición a la construcción de un McDonald’s en Roma, Italia. Planteó una crítica profunda a la tendencia fast food (comida rápida) y la importancia de una gastronomía que tomara en cuenta todo el circuito alimentario, desde la tierra hasta la boca. Criticado en su origen por centrarse en el gusto de las élites, Slow Food pasó a incorporar entre sus planteamientos, además de una alimentación sabrosa –buena–, que sea ecológica –limpia– y económicamente sostenible para las y los productores –justa–. Entre sus principales proyectos se encuentra la protección del patrimonio alimentario en extinción, la promoción de restaurantes kilómetro cero –con platillos de proximidad y ecológicos– y el apoyo a pequeños productores del mundo que cada dos años se reúnen con otros actores en el gran evento Terra Madre. En la actualidad tiene presencia en más de 150 países, autorganizados a escala local en convivios.

Pero más allá de los movimientos de referencia, las iniciativas individuales y colectivas han asaltado la cotidianidad. La explosión de grupos y cooperativas de consumo por todo el mundo bailan al son de la autonomía. La adopción de dietas vegetarianas o semivegetarianas ponen el acento en la salud y en los derechos de los animales y la Madre Tierra. La apertura de pequeños negocios y mercados ecológicos y de proximidad generan nuevas alternativas de consumo. La conquista de espacios “muertos” en la ciudad reconvertidos en huertos urbanos son las nuevas joyas de los barrios. Los comedores escolares reconvertidos en cocinas ecológicas son un espacio privilegiado de educación alternativa. Eduardo Galeano se alegraría. Él escribió: “Es tiempo de miedo, quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida”. Pero ya acabó ese tiempo, estamos creando un mundo nuevo.
*Sociólogo
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Nota de Jaime Yovanovic (Profesor J):

Muy buen análisis del autor, aunque no necesitaba recurrir a la vía campesina para reforzar su argumentación, menos diciendo que es un movimiento de abajo-arriba descentralizado, en lo que se equivoca fuertemente, pues esa organización es una alianza de partidos en lucha por el poder y cuando han accedido a gobiernos, sólo han aplicado el peor neoliberalismo, como el PT y su brazo agrario del mst en Brasil o el Pc chileno integrado al gobierno de la llamada nueva mayoría, y así en todos los países.
Es evidente que la autonomía alimentaria sólo ha podido acrecentarse en todas partes tomando distancia de los partidos. el autor sostiene que el mst tiene un millón y medio de militantes, usando cifras de antes del primer gobierno de Lula, cuando la subordinación al gobierno le costó el desprendimiento de amplios sectores que constituyeron otras organizaciones agrarias y el desmembramiento de muchos campamentos que habían causado las noticias que fueron euforia de las izquierdas burocráticas o ilusión de las izquierdas rebeldes. hoy día el mst no tiene más de 200 mil miembros y ha perdido la relación amistosa con movimientos urbanos que han emprendido otros rumbos, como el movimiento pase libre que movilizó millones de personas por el alza de pasajes que le costó le pérdida de base social al partido ex izquierdista, y los favelados que lideraron las gigantescas movilizaciones contra las construcciones faraónicas del mundial y olimpiadas.
Los asentamientos del MST no son autosustentables, pues dependen de los créditos e hipotecas bancarias, así como del mercado para sostenerse.
Los gobiernos de Bolivia y Ecuador al distanciarse de las dinámicas campesinas e indígenas, a pesar de decir apoyar a la vía campesina, han instalado programas de sostenimiento de la agroindustria y los cultivos transgénicos, así como de despliegue del extractivismo en zonas de vida comunitaria intentando “civilizarlas” mediante la supeditación al proceso de acumulación capitalista. venezuela ha levantado la transferencia del pilar petrolero hacia la minería creando el Arco minero del Orinoco, que ha concitado la oposición de las comunidades indígenas, ecologistas y campesinos, ya que se está entregando el 12% del territorio nacional no a las comunidades, sino a 150 empresas que reventarán la madre tierra para acumular fondos que sostengan a las burocracias de izquierda y de derecha.
De modo que cada noticia en esta época compleja de emergencia de sujetos autónomos y comunitarios por todas partes, debe verse con cuidado, pues la autonomía representa también el desprendimiento de las ideologías de izquierda que disputan el poder que sólo podrán administrar acrecentando la destrucción del planeta, sin entender el profundo significado de los municipios autónomos zapatistas y del confederalismo democrático kurdo, las dos experiencias más visibles del cambio civilizatorio pleno de diversidad que viene a paso seguro por abajo en todas partes junto a las comunidades indígenas del planeta.