Para aprender de Karl Marx
Marx fue en su juventud seguidor de la filosofía de Hegel, es decir, de la intelectualidad liberal contraria a la “lucha”que habían llevado adelante Cronwell en Inglaterra y Voltaire en Francia (nada con Rousseau, por demasiado democrático, y nada con Montesquieu, por demasiado monárquico) sector que estimulaba la alianza de la burguesía de Renania con la oligarquía del resto de los feudos germanos, ya que ambos tenían a las comunidades campesinas como enemigo a someter, unos para transformarlos en productores de nuevo valor y sacarles la plusvalía, y otros para continuar a sacarles el fruto de la servidumbre de la gleba. Pero las insurrecciones campesinas de defensa del común (omnia sont communia) y las guerras en el campo, simultáneamente con las fugas masivas de familias campesinas y objetores de conciencia que rechaban ser llevados a morir a las colonias y que generaban bolsas de resistencia en los bosques, montañas y mares, donde todo se repartía como eran las tradiciones campesinas comunitarias (Federicci), hicieron que marx rompiera con la intelectualidad burguesa y hubo de ir al exilio en Francia, donde aplica las bases filosóficas hegelianas de racionalidad, historicismo y dialéctica a la inperpretación del naciente y masivo proletariado que no se adaptaba de la vida comunitaria campesina a la vida de fábrica-cuartel-escuela-ciudad-periferia, por lo que las incendiaba. De allí, de esas luchas campesinas de comuneros poco dispuestos a subordinarse a la disciplina de las relaciones del capital, nacen dos interpretaciones racionalistas, la primera es el retorno de la libertad destruyendo los cimientos de la estructura social-estatal, el anarquismo, que teme el retorno del común, pues su concepción racionalista le hace temer los instintos de la especie y su propuesta es la articulación acordada entre los “conscientes”, atados lógico-mentalmente a la aceptación del conjunto de conceptos que forman la ideología o paradigma anarquista, o sea los que “entienden el asunto” y “asumen el plan estratégico preconcebido de destrucción” sin volver al común. La segunda sistematizada por Marx y Engels, continua el historicismo y la dialéctica hegeliana en el sentido de que las fuerzas internas que “explican” los procesos, están en este caso dentro de las dos clases que disputan el control de las masas desposeidas, así el modo feudal sucede al modo esclavista y del modo feudal deviene el modo de producción capitalista. Marx aún no había estudiado el modo de producción en común y a Engels le importaba un comino, por lo que la lógica historicista instala el estado como vía de transición al común del futuro, el comunismo, la receta del común, dejando de lado la raíz del mundo de la vida y el rol de la mujer, aunque Lao Tse en su actualización del viejo taoismo en el S.VI a.n.e había poanteado el camino natural y propio de las cosas. Bueno, son consecuencias del racionalismo e historicismo hegeliano: estudiar el origen del pensamiento y la interpretación desde la racionalidad del poder en Grecia, que alteró interesadamente las tradiciones filosóficas de oriente derivadas del común. De ese modo las formas interpretativas quedaban prisioneras de la ideología patriarcal.
Ambos, anarquistas y Marx-Engels, se negaron a estudiar las experiencias del que llamaron socialismo utópico que rescataban la base común de las formas de vida, los primeros por el predominio individualista-racional, y los segundo por la racionalidad-científica, que en el fondo son lo mismo.
Sin embargo Marx resultó irreverente y crítico consigo mismo, lo que Engels, estatista extremado, intentaba frenar denominando “marxismo” a los avances conceptuales de su camarada, con lo que construía un paradigma-receta, un modo definido, fijo y definitivo de interpretar, un dogma, como una religión, a lo que Marx se opuso sistemáticamente, llegando a escribir en tres ocasiones que “yo no soy marxista”, “marxismo no”.
Así Marx termina con su segunda fase, la fase estatista de sus análisis, estudios e interpretaciones, al observar atentamente los acontecimientos de la Comuna de París en 1872 y deja muy en claro su ruptura con el estado como vía de avance hacia la sociedad sin clases. Pero más de algún defensor del Marx estatista, que no aprecia su flexibilidad interpretativa y necesita dogmas cerrados para subordinar sus comportamientos a la racionalidad instrumental, dirá que esa es una interpretación. Sin embargo Marx dice textualmente “la comuna asume las funciones del estado”, capítulo 3 de “La guerra civil en Francia”, libro que muy pocos han leido, en tanto el Manifiesto de la fase estatista del autor, invalidado por sus nuevas conclusiones, hace nata entre los partidos e intelectuales “marxistas” obsesionados por el poder y en consecuencia deseosos de ocultar las reflexiones del no-poder del llamado por algunos el “Marx libertario”, concepto que puede ser real, pero no es justo ponerle nombres a ese autor que supo cambiar sus interpretaciones y acciones a lo largo de la historia vivida y culminando lejos del historicismo dialéctico hegeliano. Marx no era estatista ni libertario. Era simplemente Marx. Eso de clasificar y etiquetar o clasificarnos y etiquetarnos, ya no sirve.
En esta tercera fase, Marx se vuelca al estudio de las formas de ser y producir del común. Profundiza sus análisis de las comunas campesinas rusas y llega a decir textualmente que “no necesitan el estado para avanzar a la sociedad sin clases”, a lo que siguió llamando comunismo, pero que queda claro que no tiene ya más esa primera etapa estatista-socialista como dice posteriormente el llamado marxismo-leninismo. Pues Lenin sigue a Engels en su introducción al libro comentado que editó despues de la muerte del autor. Habrase visto mayor oportunismo! La lucha por el poder enceguece las interpretaciones y produce la demagogia discursiva que tergiversa al autor clavándolo astutamente en su fase estatista que había abandonando produciendo otras reflexiones, aún sobre las experiencias y modos de vivir y producir en el oriente y en nuestro continente Abya Yala, descubriendo lo que llamó “modo de producción asiático”, que obviamente rompe bruscamente con la linearidad historicista de los modos de producción dominantes en occidente e instalados a sangre y fuego en el resto del planeta.
Necesitamos entrar abiertamente en el debate con las corrientes que se proclaman de la religión-dogma del mal llamado marxismo-leninismo para ampliar las reflexiones y prácticas del común que avanzan por abajo en todas partes mientras marxistas y capitalistas luchan por el poder o lo comparten amigablemente o tras intensas negociaciones como hace el ejecutivo venezolano de izquierdas con el legislativo de derechas, llegando incluso a solicitar la intervención del papa del Vaticano para las “negociaciones”. Todos seremos burgueses era la consigna de la burguesía renana hacia los feudales germanos, en que todos se pasaron a contratar a sus ex siervos como productores de plusvalía, o como finalmente las huestes burguesas de Cronwell terminaron en santa alianza con la oligarquía monárquica inglesa o todos en fila para hacer la constitución francesa, la madre del derecho civil que gobierna occidente y sus colonias.
Para iniciar este debaje abierto abriremos un taller de la Universidad Libre, la desuniversidad, y las inscripciones e informaciones pueden solicitarse en el correo electrónico unlibre@gmail.com
Participe y profundicemos juntos estas reflexiones.
Jaime Yovanovic (Profesor J)
Universidad Libre, la desuniversidad
unlibre@gmail.com