Síntomas y significaciones del feminicidio.

Es indispensable detenerse ante semejantes hechos y sucesos, que desatan la violencia sobre el cuerpo de las mujeres. Interpretar esta violencia proliferante, escalonada y en expansión, adquiriendo intensidades espeluznantes, como síntomas de sociedades devastadas; donde sujetos desgarrados, de consciencia desdichada, descargan sus frustraciones en el cuerpo temido de las mujeres.
Su contemplación indignada es también complicidad. Si las sociedades y los pueblos han llegado a esto, a este grado de pusilanimidad y adormecimiento, son pueblos y sociedades que ya no valen la pena. Han perdido lo primordial; no hablamos de la capacidad de indignarse, sino de la capacidad de detener, de parar, esta destrucción de la dignidad humana, de la vida de las mujeres, del porvenir de las adolescentes. Ni una más, ni una menos, quiere decir no solamente basta, sino el acto inmediato, la movilización de toda la sociedad para desmantelar estas máquinas del chantaje, de la coerción, de la tortura y de la muerte.



01.11.2016

Raúl Prada Alcoreza

Síntomas y significaciones del feminicidio.

La violencia no es abstracta sino específica; afecta a personas concretas, a sus cuerpos marcados. Si bien la violencia es un concepto cuya etimología viene del latín, cuyas significaciones se asocian a impetuosidad, ardor, rigor, también a ferocidad, rudeza y saña; la arqueología del concepto, que se sostiene y emerge del substrato latino, ha desplazado su sentido a agresión. Sobre todo, conectando este significado a referentes normativos y morales. Por ejemplo, se dice que la violencia concurre entre sujetos contrastados, se manifiesta en conductas y comportamientos agresivos, acaece en contextos vulnerables; donde, de manera premeditada, asimilada y repetida, se promueve la violencia, apremiando hacer daño a contingentes referenciales. Se emplaza a conseguir la subordinación plena, de individuos y acervos sociales. La violencia perturba demoledoramente, cuyo alcance es de magnitud desoladora, inhibiendo las facultades creativas de la sociedad, recurriendo al terror[1]. Lo que importa no es tanto la cualidad conceptual sino la interpretación del despliegue de violencias específicas. De las que más llama la atención es la violencia destructiva del feminicidio. Es indispensable detenerse ante semejantes hechos y sucesos, que desatan la violencia sobre el cuerpo de las mujeres. Interpretar esta violencia proliferante, escalonada y en expansión, adquiriendo intensidades espeluznantes, como síntomas de sociedades devastadas; donde sujetos desgarrados, de consciencia desdichada, descargan sus frustraciones en el cuerpo temido de las mujeres.

Hay que atender a las estadísticas de los feminicidios, que, como se los presenta, han remontado cantidades asombrosas e inadmisibles. La pregunta es ¿a qué se debe? Una de las respuestas comunes y difundidas es la que asocia el feminicidio con el machismo desbordado, enloquecido, que busca su realización en la dominación depravada, que se manifiesta en el homicidio de mujeres. Compartimos, en parte, esta interpretación; empero, no logra explicar las cantidades expansivas de los feminicidios. ¿Es el depravado o el psicótico la explicación de las regularidades estadísticas de los escalonados feminicidios? Se puede hacer esta atribución parcial, que quizás corresponda a una parte, que no es precisamente la proporción mayor, sino, más bien una de las menores. La proporción mayor o las proporciones mayores tienen que ver no con estas inclinaciones individualizadas, sino con circuitos y tráficos articulados a mercados clandestinos.

Así como hay un lado oscuro del poder[2], que se complementa con el lado luminoso del poder - un lado que tiene que ver con las formas paralelas del poder no institucionales, que se complementa con el lado que tiene que ver con las formas institucionales del poder -, también se puede decir que hay un lado oscuro del mercado, que se engrana con el lado luminoso y visible del mercado. Estamos hablando no solo del tráfico de armas, del narcotráfico, sino del tráfico de cuerpos; empero, de este tráfico llevado a extremos crueles y sanguinarios. Resulta que ya asistimos al rapto de niñas y de adolescentes, para satisfacer no solamente las ansias sexuales de millonarios, sino sus deseos más exuberantes, donde se busca la satisfacción delirante en el descuartizamiento y la muerte, después de la violación. Se ha montado toda una logística y organización para el efecto del desenvolvimiento de este mercado oculto en las sombras de los recovecos de la sociedad; aunque, de alguna manera, conocido o sospechado por la misma policía.

Como dijimos, el lado oscuro del poder no solamente ya atraviesa el lado luminoso del poder. Las redes de las formas de poder no institucionales, clandestinas, no solamente atraviesan a las mallas institucionales, sino que el lado oscuro controla al lado luminoso; se lo ha tragado. Las formas paralelas del poder, no institucionales, controlan a las formas institucionales del poder. De la misma manera, algo parecido ocurre en la relación imbricada entre el lado oscuro del mercado y el lado luminoso del mercado. No podemos decir, como en el caso del poder, de las relaciones imbricadas entre las formas de poder, que el lado oscuro del mercado controla el lado luminoso del mercado, aunque podemos conjeturar que lo atraviesa.

La cifra escalofriante de feminicidios en el norte de México es ya un indicador de la extensión desbordante de la conformación del lado oscuro del mercado, de sus niveles de expansión; además de su involucramiento con su clientela, los carteles. Dirigidos, como se sabe, por capos adinerados. La serpenteante e itinerante revelación de cuantiosos raptos de niñas y adolescentes en los otros países, es también indicador del tamaño de la conformación y funcionamiento de este lado oscuro del mercado, además internacionalizado. Aunque no necesariamente se tiene que identificar a la clientela con los carteles, sino con millonarios insatisfechos. A los que no les colma su riqueza, ni acceder a prostitutas caras, sino que ansían precisamente vírgenes; además tan expuestas y vulnerables, de tal manera que se las pueda asesinar sádicamente. Lo que pasó en Argentina parece tener que ver con estos estilos escabrosos del lado oscuro del mercado y una clientela “honorable”. Esta interpretación o conjetura parece corroborarse cuando se tiene la información de que la familia de la víctima es amenazada, posiblemente por estos “empresarios” del negocio macabro, si sigue insistiendo con la investigación del caso.

De acuerdo a estas interpretaciones del conglomerado imbricado, entre las formas de poder mencionadas y las formas de mercado señaladas, se puede sugerir una tercera interpretación. Esta interpretación conjetura la conexión entre lo que ocurre con el poder y lo que ocurre con el mercado. De alguna manera ya insinuamos que las organizaciones del lado oscuro del poder pueden ser tanto la clientela como los ofertantes del lado oscuro del mercado. Sin embargo, parece que la conexión entre ambos planos y espesores de intensidad, del poder y del mercado, han alcanzado la articulación perversa; donde el lado oscuro del poder obliga al lado luminoso del poder a encubrir estos hechos escabrosos y criminales. Por lo tanto, se ha llegado a variados grados de complicidad precisamente de las instituciones encargadas de cuidar a la ciudad y a sus ciudadanos.

Ante este panorama, resulta inadecuado reducir estos fenómenos destructivos de la humanidad a la culpabilidad de las aberraciones sexuales, del machismo despechado y de la violencia masculina. Estas identificaciones, dadas por los discursos denunciantes, no abarcan el mapa de todos los dispositivos que están en este juego atroz. Es menester identificar estas estructuras y organizaciones, que componen el lado oscuro del poder y el lado oscuro del mercado. Es necesario interpelar y denunciar a las economías políticas del chantaje, en las cuales se encuentran estas economías ilícitas, clandestinas e inhumanas. El enfrentamiento no es tan solo con la psicosis o las inclinaciones perversas individualizadas, esto es parte del problema, una parte menor del problema; el problema mayor se encuentra en el funcionamiento instrumentalizado, organizado y estructurado de estas formas perversas del poder y del mercado, que ya se han extendido, no solamente controlando al Estado o parte del Estado, sino amenazando y aterrorizando a la sociedad; inhibiendo o controlando la labor de las instituciones del orden y encargadas de velar por el cuidado de la ciudad y de los ciudadanos.

Se ha llegado a situaciones tan peligrosas para la sociedad y el porvenir de la humanidad, que la denuncia y la movilización, las marchas que exigen investigación, son insuficientes para detener este decurso al apocalipsis. Nadie dice que no hay que denunciar, ni movilizarse, ni marchar, ni exigir al Estado el cumplimiento de sus deberes; claro que hay que seguir haciéndolo. Pero, lastimosamente, no es suficiente. Lo que se enfrenta es una amenaza mucho mayor que el supuesto perfil de psicosis o de perversión individualizada; lo que se enfrenta son estructuras de poder y de economía paralelas, incrustadas en el Estado y la sociedad civil. Lo que se enfrenta ya es el desborde del poder, más allá de la gubernamentalidad, más allá de la preservación y reproducción del poder. Lo que se enfrenta es un poder excesivo y descomunal, un poder desbocado, que no se conforma solamente con disciplinar a los cuerpos de las poblaciones, con controlarlos, con engatusarlos con goces banales de la cultura-mundo de la trivialidad, sino que busca su realización catastrófica en la destrucción misma de las cohesiones sociales y de su sentido inmanente, la humanidad.

Lo que sorprende no es ya solo la indiferencia o, para decirlo más suavemente, la indocilidad burocrática del Estado, frente a estos hechos espantosos, sino la misma pusilanimidad de la sociedad. Después del rapto, violación y asesinato de una joven, la sociedad misma no podría ir, como de costumbre, al día siguiente a hacer sus rutinas. La dignidad humana exige suspender la vida cotidiana, y detener estos desplazamientos macabros del lado oscuro del poder y del mercado. Si no lo hace, si después de enterarse de lo que ocurre, de leer las cifras de la extensión de los feminicidios, después de las denuncias y las interpelaciones, las marchas y movilizaciones, vuelve, al día siguiente, a efectuar sus mismas rutinas, esto es muestra de inconsecuencia, en el caso del activismo, y de pusilanimidad, en el caso de la sociedad; por lo tanto, de cierta complicidad, al fin, con lo que ocurre.

Lamentablemente, es esto lo que está sucediendo; la responsabilidad de la denuncia, de la interpelación, está en manos de colectivos y grupos activistas; mientras el grueso de la sociedad contempla. Aunque lo haga indignada por lo que ocurre, el hecho que siga en la rutina, quiere decir que está la sociedad adormecida. Su contemplación indignada es también complicidad. Si las sociedades y los pueblos han llegado a esto, a este grado de pusilanimidad y adormecimiento, son pueblos y sociedades que ya no valen la pena. Han perdido lo primordial; no hablamos de la capacidad de indignarse, sino de la capacidad de detener, de parar, esta destrucción de la dignidad humana, de la vida de las mujeres, del porvenir de las adolescentes. Ni una más, ni una menos, quiere decir no solamente basta, sino el acto inmediato, la movilización de toda la sociedad para desmantelar estas máquinas del chantaje, de la coerción, de la tortura y de la muerte.

[1] Referencias: [1] El término en español es un cultismo; se corresponde con el sustantivo latino violencia, que deriva del adjetivo violens, -entis, que significaba «impetuoso», «furioso». En última instancia, el origen latino de la palabra es el sustantivo vis («fuerza», «poder», «potencia»); Cf. myetymology.com, «Etymology of the Latin word violentia». [2] Freud, El inconsciente. [3] Cf. Amalio Blanco, «Los cimientos de la violencia», Mente y cerebro, 49, 2001, pp. 9-15. [4] Galtung, Johan (1995) Investigaciones teóricas. Sociedad y cultura contemporáneas. Madrid: Tecnos. Bibliografía: _ J. Galtung (1998). Tras la violencia 3R: reconstrucción reconciliación, resolución, afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia. Bilbao: bakeaz, gernika gogoratuz. Pág. 15. _ Palermo G.(2005), La violenza intrafamiliare tra diritto e mediazione, La città del sole, Napoli. _ William Golding (1954), El señor de las moscas. Vergara, Carmen, (tr.) Edhasa ISBN: 84-350-0951-3. _ Desmond Morris (1967), El mono desnudo (The Naked Ape, en el original en inglés) Ferrer Aleu, J., (tr.) Nuevas Ediciones de Bolsillo. _ Ashley Montagu (1990), La naturaleza de la agresividad humana. Escohotado, Antonio, (tr.) Valencia: Alianza Editorial, S.A. _ José Sanmartín Esplugues (2000), La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel. Sexta Edición actualizada Ariel- QUINTAESENCIA, 2013. _ José Sanmartín Esplugues (2004), El laberinto de la violencia, Barcelona: Ariel. Mundos violentos. _ Desmond Morris, sinopsis de su libro El mono desnudo _ Robert Ardrey, Extractos del Génesis de África. Ver Enciclopedia Libre, Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Violencia.

[2] Ver El lado oscuro del poder.

http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/el-lado-oscuro-del-poder/.