Pueblo originario amazigh. Una visión anticolonial desde Canarias: desde la tricontinentalidad hasta hoy

Se dice que Atis Tirma era el grito de aquellas antepasadas canarii (amazigh) que prefirieron suicidarse antes que pactar con el europeo, ser tomadas como esclavas o convertidas al catolicismo por él. La conquista de Canarias se enmarca en la temprana expansión del colonialismo europeo y, al acabarse en 1496 – aunque a una escala mucho menor –, supone la antesala de la colonización americana. Esos procesos que tuvieron lugar en el archipiélago africano siguen evidenciándose hoy en día en lo cultural, lo social y lo económico



Una visión anticolonial desde Canarias: desde la tricontinentalidad hasta hoy.
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Se dice que Atis Tirma era el grito de aquellas antepasadas canarii (amazigh) que prefirieron suicidarse antes que pactar con el europeo, ser tomadas como esclavas o convertidas al catolicismo por él. La conquista de Canarias se enmarca en la temprana expansión del colonialismo europeo y, al acabarse en 1496 – aunque a una escala mucho menor –, supone la antesala de la colonización americana. Esos procesos que tuvieron lugar en el archipiélago africano siguen evidenciándose hoy en día en lo cultural, lo social y lo económico de modos desconocidos para el resto de los pueblos del Estado: en parte por nuestra lejanía geográfica, en parte por una historia y una lucha silenciadas e invisibilizadas, pero también por nuestra especial relación cultural con Sudamérica. Por ello, en el siguiente artículo nos proponemos dar a conocer brevemente el origen y desarrollo de las principales consecuencias de dichos procesos, así como de nuestros esfuerzos para descolonizarnos de Europa desde todas las perspectivas posibles. Para seguir resistiendo, como nuestras primeras antepasadas.

El archipiélago fue la avanzadilla colonial del expansionismo europeo desde los albores del siglo XV. Aunque las referencias de la mitología griega y buena parte de los portulanos de época habían asentado el referente mítico del archipiélago como el lugar de la terra incógnita, se sabe que otras civilizaciones como la fenicia o los árabes magruinos habían realizado remotas incursiones a las islas. Si bien la procedencia amazigh de los primeros pobladores de un archipiélago volcánico como Canarias característico por su vinculación fundamental a la zona de la Macaronesia- junto a Cabo Verde, Madeira y Azores- en el atlántico medio, ha supuesto el basamento antropológico indiscutible para la interpretación de su devenir histórico.

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Tras la arribada normanda en 1402 a cargo de Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, que establecieron las denominadas islas de señorío, fue en el 1496 cuando se firma la conocida como Paz del Realejo, concluyendo así el proceso de conquista de Canarias en las denominadas islas de realengo. Es cierto que esto no quiere decir que se acabase el conflicto por el territorio, pero sí que lo transformó. Buena parte de la sociedad pre-colonial fue forzada a la conversión al cristianismo como vehículo de sobrevivencia para ambas partes, ya que la población castellana de la época requería de la presencia permanente de los “castellanas nuevas” o aborígenes convertidas a la cultura del renacimiento para el desarrollo exponencial de una economía fundamentalmente vinculada a la explotación de la caña de azúcar, el monocultivo preferido de los colonos en el nuevo mundo. Así lo refiere el pensador caribeño Antonio Benítez Rojo en su libro “la isla que se repite”, en donde el fenómeno de la plantación, la flota y la acumulación del capital supuso la invención primera del capitalismo moderno.

A esto debemos añadir que el archipiélago padeció desde antes de la conquista castellana el fenómeno de las razzias piráticas, siendo uno de los lugares de consolidación futura de la explotación colonial, del tráfico de esclavas y de conformación de los territorios mestizos del futuro.

Entrando en materia sobre la cuestión de la estructura económica y sus consecuencias, hay que decir que en primer lugar, la conquista supuso la destrucción de la economía de subsistencia de las tribus canarii, que giraba en torno a la ganadería y la agricultura de secano (principalmente cereales como la cebada y el trigo). Aunque gracias a las Inekaren o alzadas, hemos conseguido conservar actividades tales que el pastoreo del ganado caprino en sus formas más tradicionales.

En segundo lugar, significó la llegada de comerciantes y colonos, principalmente ingleses, holandeses, irlandeses, normandos, italianos, castellanos y portugueses cuyas familias nobles se vieron atraídas por el reparto de tierras de cultivo - su calidad y cantidad dependieron en los primeros años de los méritos en la conquista. Los grupos dominantes estaban formados, entre otros, por estos terratenientes que sobreviven aún en el archipiélago, manteniendo en muchas ocasiones los privilegios y riquezas hechas a lo largo de cinco siglos de explotación de nuestros recursos (véanse los Cólogan-Zárate, los Lercaro…); pero también por las familias aborígenes que pactaron con el conquistador. Mientras que en lo más bajo estaba un grupo de esclavas integrado por las aborígenes alzadas que no pactaron, al igual que las negros y las moriscas provenientes del continente africano.

Los primeros grupos sientan entonces las bases de la economía de monocultivo; primero fue la caña de azúcar, luego el vino, la cochinilla, más tarde el tabaco y el tomate y por último el plátano – dependiendo de las demandas del extranjero y de las presiones de la política estatal. Con ellas Europa se aseguraba parte de su temprana expansión capitalista, pero también trazaba los cimientos de la estructura social canaria, que se ha caracterizado por grandes desigualdades entre los sectores más ricos y los más pobres.

Durante los primeros siglos tras la conquista las islas se convirtieron en un lugar geopolítico clave. En contrapartida a los permisos concedidos a las clases dominantes asentadas en el archipiélago para comerciar con algunos puertos americanos, la Corona estableció en 1678 el llamado comúnmente ‘Tributo de Sangre’. Este establecía que por cada mil toneladas de mercancías con destino a las colonias americanas, 50 familias canarias debían ser enviadas obligatoriamente a América para repoblar regiones como Venezuela, Cuba, la República Dominicana y Puerto Rico. El ‘Tributo de Sangre’ se abolió en 1764 pero la población tuvo que sufrir las consecuencias del privilegio de libre comercio de las élites en Canarias.

Este ‘librecambismo isleño’ se vería reforzado en 1852 con la promulgación de la Ley de Puertos Francos, que liberaliza la entrada y la salida de mercancías del archipiélago canario y establece un sistema fiscal especial - del que es históricamente heredero el Régimen Éconómico y Fiscal actual. Aunque las razones que daban sus defensores eran las condiciones desventajosas de la realidad económica insular, lo cierto es que de nuevo esta Ley benefició a los grandes exportadores de mercancías, mientras que debilitó a las pequeñas productoras locales.

Dicho sistema y su desarrollo posterior sigue teniendo consecuencias negativas para el archipiélago: la subvención de ciertos productos desincentiva la producción interna de un archipiélago que podría autoabastecerse en el sector de la alimentación. Este problema se vio acrecentado con la adhesión del Estado español a la Unión Europea:

A través de la Decisión 91/314/CEE de 1991, se aprueba el programa POSEICAN, con opciones específicas por la lejanía e insularidad de las Islas Canarias - que están consideradas como ‘‘Región Ultraperiférica de la Unión Europea’ junto a otras históricas colonias europeas como la Guayana Francesa, Reunión, Martinica…- el cual se complementa con varios Reglamentos de las mismas instituciones y que establecen, entre otros, un Régimen Específico de Abastecimiento o REA. Sus beneficios son principalmente la exención de los derechos de aduana a los productos originarios de terceros países y la concesión de ayudas a la introducción cuando se trate de productos originarios de la Comunidad. Algunos de estos productos han sido tradicionalmente: carne de bovino, azúcar blanca, queso amarillo, cereales (cebada, trigo, avena o maíz principalmente destinados a la ganadería) o preparados lácteos.

Esas ventajas deberían ser transmitidas a la usuaria final; sin embargo, y como demuestran estudios de la propia Unión Europea, en el caso de Canarias sus efectos en el descenso de los precios y el desarrollo económico y social no arroja ‘resultados concluyentes’. En gran parte por el elevado número de intermediarios y los sobrecostes de transporte y almacenamiento. Pero sobre todo por el propio régimen en sí, que impide la creación, implantación y desarrollo de un verdadero proyecto de abastecimiento donde los productos y la cultura local sean los protagonistas.

Si bien es cierto que las luchas por el control de los puertos están consideradas como uno de los antecedentes de las reivindicaciones populares con perspectiva independentista - ante injerencias legislativas estatales, el sector más caciquil presionaba al gobierno de turno con la posibilidad de independizarse si no se hacían concesiones vinculadas con el librecambismo en los muelles - podemos decir que estas empiezan con fuerza con Secundino Delgado.

Los sucesivos monopolios económicos a los que Canarias se vio sometida por parte de Europa generó consecuciones de crisis que se resolvían con la aparición de nuevos monopolios. La crisis de la cochinilla provocó una oleada de migración canaria hacia Sudamérica, especialmente a Cuba. Secundino Delgado sería uno de ellos.

Es importante atender a cuáles han sido los flujos migratorios, pues éstos han generado una destacada influencia en la visibilidad del conflicto nacional. De esta manera, una primera oleada migratoria a Sudamérica, generó tesis políticas basadas en las luchas de independencia cubana.

Secundino apoyó esos procesos, especialmente vinculado al sector más anarquista del mismo. Trabajador del tabaco en Cuba (como tantas canarias que allí migraron), participó en asociaciones obreras y publicó el periódico El Guanche, donde se desarrollan aportaciones teóricas fuertemente influenciadas por autores como Bakunin o Kropotkin.

La segunda oleada importante se dio durante la etapa del franquismo. Aquí, una parte de personas que buscaban refugio por persecución política lo hicieron en el continente. Hacia Argelia fue Antonio Cubillo, otra destacada persona dentro del independentismo en Canarias. Esto hizo cambiar fuertemente los discursos, por uno de carácter más descolonizador, buscando conseguir a través de la ONU alguna resolución que facilitara la transición hacia un territorio soberano.

Aquí es donde surge el MPAIAC, con un brazo político, otro cultural y otro armado. Atentan en Tenerife, Gran Canaria y también en Madrid. Los atentados buscaban ocasionar pérdidas a los sectores asociados al turismo en el archipiélago, nuevo monopolio instalado durante el final del franquismo y el inicio de la transición española.

Sus reivindicaciones eran de corte amazighista, muy relacionado con luchas obreras por el propio origen de la gente que lo fundó. Constan varios asesinatos en esta época por parte del Estado a sus simpatizantes, aunque los más sonados fueron los de Bartolomé García Lorenzo por disparos en su casa, Javier Fernández Quesada por una huelga estudiantil en apoyo a las reivindicaciones de las guagueras, y Belén María en una manifestación de las portuarias en Las Palmas de Gran Canaria.

Actualmente podemos afirmar que estamos viviendo un tercer proceso migratorio. La diferencia esta vez es que se ubica en un nuevo continente, Europa. Grandes ciudades como Madrid, Londres o Berlín están siendo focos de atracción de la nueva migración, con un perfil de mano de obra más cualificada.

Empiezan a adquirir de tintes diferentes estas influencias en algunos sectores del independentismo con el llamado “derecho a decidir” catalán o escocés. Si bien la influencia del MPAIAC sigue vigente, y otras secciones siguen con la estrategia del proceso de descolonización. En cualquier caso, aún es pronto para establecer si esta oleada será capaz de generar una influencia determinante en los discursos del independentismo.

Lo que sí está claro es que se ha visto fuertemente asociada a reivindicaciones propias de dichos lugares, como las luchas feministas, el movimiento de okupación, etc.

Canarias representa en la actualidad uno de los destinos de mayor afluencia de la industria turística mundial, con un nivel de expoliación de recursos y de transformación del territorio con índices de irreversibilidad insospechados, si bien en el ámbito de la cultura supone uno de los exponentes más singulares de conformación de una identidad tricontinental. Esta asume su universalidad y cosmopolitismo a través de sus raíces ancestrales, una sociedad que en el siglo XX atesoro buena parte de las tendencias de vanguardia artística, literaria y cultural con diferentes episodios que han caracterizado a las islas como espacio de cultura entre África, Europa y América.

La identidad canaria establece su proyección internacional por medio de sus símbolos más representativos, que tienen a la cultura pre-colonial como principal basamento de confluencia histórica. Precisamente escultores de talla mundial como el desaparecido Tony Gallardo, o artistas como Manuel Millares, llevaron adelante obras artísticas con espirales, pintaderas y representaciones pictográficas que la sociedad canaria asume como la más profunda y verdadera muestra de pertenencia a un territorio insular de ascendencia amazigh y que en el futuro supone un laboratorio de exploración de sinergias que hacen de Canarias un lugar de máximo interés para el conocimiento de las luchas de resistencia cultural frente al fenómeno de la globalización. A esta pertenencia amazigh, podemos sumar en nuestra identidad todo el acervo cultural que las migrantes Canarias trajeron desde Sudamérica – a diferencia de otros pueblos de tradición migratoria como el vasco o el gallego, las isleñas adquirieron como propias costumbres gastronómicas, musicales o literarias que nos hermanan de manera estrecha con aquel continente.

El archipiélago afronta el futuro inmediato ante la necesidad de un cambio de rumbo estructural y profundo que modifique la persistente dependencia del Estado, la Unión Europea y de los poderes económicos transnacionales, afianzando su camino hacia la soberanía y la justicia social. Más allá del marco autonómico y de un modelo neoliberal de consecuencias desastrosas para la economía de un archipiélago destinado a tener un papel protagonista, como lo fue en el pasado, las canarias tienen mucho que decir de sus experiencias durante los últimos quinientos años de cara a la conformación de unas nuevas relaciones internacionales que favorezcan el futuro de los pueblos.