17.11.2016 02:56
Aproximaciones a una mirada integral del agua
Raúl Prada Alcoreza
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/aproximaciones-a-una-mirada-integral-del-agua/
El agua es vida; esta era la concepción de la guerra del agua. Esta es también la comprensión de la ecología; multidisciplina que ya pertenece a la episteme de la complejidad y al pensamiento complejo. El agua es bien común de la humanidad o, mejor dicho, de las sociedades humanas y de las sociedades orgánicas de la biodiversidad del planeta. El agua es un acontecimiento vital en el cosmos, particularmente en la Tierra. Como todo acontecimiento, lo es por las multiplicidades singulares que lo componen; desde esta perspectiva no se puede entender el agua sin la complejidad integral de la biodiversidad, del sistema solar, de la Vía Láctea y del multiverso; sin la simultaneidad dinámica de sus composiciones y combinaciones, en constante devenir. En otras palabras, más sencillas, el agua se genera y reproduce, experimenta sus ciclos, en el contexto de los ciclos vitales del planeta. La circulación del agua está íntimamente ligada a los ciclos del suelo, a los ciclos de los bosques, a los ciclos del aire, a los ciclos ecológicos. Si se alteran algunos de estos ciclos, se altera también el ciclo del agua. Dicho de manera directa, la desforestación, los desbosques, la depredación y la contaminación, afectan sobremanera al ciclo del agua. Lo que llaman eufemísticamente el “cambio climático”, no es más que el efecto provocado por la desforestación alarmante y el desbosque descomunal, por la contaminación y depredación desbordantemente amenazadores.
Pretender resolver el problema con medidas administrativas, ya sean estas mundiales o nacionales, no es más que encubrir la desidia condenatoria con gestos inútiles, burocráticos, y de mea culpa. El compromiso, no cumplido, de la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero, no es otra cosa que una medida inapropiada ante la dimensión de la problemática ecológica, de la crisis ecológica; concretamente, en el caso que nos toca, de la crisis del agua. El dar un discurso, golpeando se el pecho y reconociendo la responsabilidad en la pésima administración del agua, por las entidades públicas, encargadas de hacerlo, no es más que un acto de contrición. La decisión de retirar a los encargados de esta administración y cambiar la dirección de la administración pública del agua, no es más que una medida desesperada, ante la envergadura de la crisis del agua.
Las potencias industriales, a pesar de los informes científicos, las descripción y los análisis de la situación, no han cambiado su compulsión por seguir con la industrialización y el extractivismo que le acompaña, sin coordinar cuotas de producción, incluso límites de extractivismo; lo que significa que, en el fondo, hacen caso omiso de lo que ocurre, de los peligros que amenazan a la sociedades humanas, a las sociedades orgánicas y a la vida en el planeta. Los gobiernos de estas potencias, hacen de todo para dilatar los compromisos o dilatar sus cumplimientos, incluso la firma de los mismos. Lo que muestra la falta absoluta de voluntad política para resolver, de alguna manera, esta problemática acuciante. Pareciera que creen que todavía se tiene tiempo para comenzar a corregir los efectos devastadores de la crisis ecológica. ¿De dónde sacan esta certeza? ¿De la ideología, que les figura un mundo basado solo en el plano de intensidad económica, cuyo único eje es el del desarrollo y el de la acumulación? Nunca se han abierto a la comprensión de la complejidad, sinónimo de realidad; ni sospechan que su ideología es el aplastante obstáculo para comprender el mundo efectivo y sus dinámicas.
Para ir al grano, los desbosques y las deforestaciones extensivas y continuas, son las causas, para decirlo fácilmente, del “cambio climático”. Le acompañan como otras causas, la depredación extractivista y la contaminación industrial, además de la contaminación de los niveles compulsivos del consumo banal. ¿Cómo se puede empezar a detener, por lo menos, paliar, la crisis del agua? Deteniendo la deforestación, la depredación y la contaminación. No hay de otra, si se tuviera la voluntad política y social de hacerlo. Esto, evidentemente, implica afectar intereses económicos. Hay pues que optar, o defender los interese económicos, que no tienen alcance a largo plazo, pues corresponden a dinámicas de corto y medio alcance. Además, del impacto solo en el plano de intensidad económico y en determinados estratos de los planos de intensidad social. O defender la vida, cuyas estructuras estructurantes son no solamente de largo alcance, sino corresponden a las condiciones de posibilidad vitales, que hacen sostenible la vida. Sin embargo, ante este dilema, el orden mundial, las potencias políticas, económicas, tecnológicas y militares, los Estado-nación, optan por lo primero.
¿En estas condiciones de imposibilidad de las estructuras de decisiones políticas, hay alguna luz que alumbre al final del túnel? No. Esta situación es, indudablemente grave; sin embargo, más grave aún son las conductas de los pueblos, que no reaccionan ante el peligro. Dejan que los Estado-nación, los gobiernos, el orden mundial, los organismos internacionales, decidan sobre el destino mismo de la humanidad y la vida en el planeta.
En Bolivia, el “gobierno progresista” se ha comprometido, en mayor intensidad y extensidad, con el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Ha atacado a las naciones y pueblos indígenas, que defienden sus territorios y la madre tierra, apoyados en la Constitución. Ha aprobado una Ley Minera, que es como el ejemplo del paraíso financiero y de inversiones para las empresas trasnacionales extractivistas minera. Ahora, busca aprobar el Proyecto Hidroeléctrico del Bala, proyecto que anuncia su huella ecológica, de una manera devastadora y destructiva del ecosistema del Parque Madidi, la Reserva Biológica y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas. Ha aprobado una ley forestal que beneficia a los madereros, es decir, a los responsables de la deforestación, y de ninguna manera a los pueblos, a los ecosistemas, a la vida. Esta ley se presenta tramposamente como si fuese de apoyo a la preservación del medio ambiente. ¿En estas circunstancias, que significación tiene un discurso que se golpea el pecho y anuncia implementar medidas de corrección, fuera de cambiar a la dirección administrativa del agua? Es más de lo mismo; en el mejor de los casos, se expresa arrepentimiento, una vez que el burro escapó de la tranca, como dice el refrán popular.
El gobierno dice que va a reunir a sus “expertos” en el tema y presentar proyectos de solución, además de aclarar que la implementación de las medidas correctivas va a tardar en lograr resultados. ¿Por qué no hizo caso a los informes que se le presentaron de impacto ambiental? ¿Por qué no tiene en cuenta los informes, las descripciones y análisis de fundaciones y ONGs especialistas? La actitud del gobierno es insólita; acusa a estas fundaciones y ONGs de “conspiradoras”, de “defender intereses oscuros” e impedir la marcha de un proyecto de beneficio económico, “sembrando dudas”. El contraste entre el reciente discurso del presidente - que parecía desolado y arrepentido - con el discurso de sus voceros ministeriales - que persisten en argumentos descalificadores, manifestando su turbador desconocimiento de la temática y de la problemática del agua, que es, por cierto, una problemática articulada e integrada a las problemáticas asociadas de la crisis ecológica -, es la figura patética de un gobierno perdido en el laberinto de sus soledades.
Retomando el discurso del presidente, no solamente las Empresas Prestadores de Servicios de Agua Potable y Alcantarillado (EPSA) y las otras instituciones, corresponsales de la administración y políticas del agua, ocultaron información, sino que también el gobierno, el mismísimo presidente, no explicitan los alcances de la problemática, de la crisis del agua, de los peligros y amenazas para las poblaciones. La llamada “oposición” está lejos de comprender esta problemática; la oposición considera que se debe a la mala administración del Estado, que son los gobiernos departamentales los que deben hacerse cargo de las soluciones y la administración del agua. El asumir este criterio, como si la problemática del agua no fuese integral, es reducir la cuestión al debate de lo que es mejor, la administración pública o la administración privada, la administración central o las administraciones descentralizadas. Entonces confunden una problemática ecológica con un problema político, si se quiere, de la forma de Estado. Además de circunscribir el problema del agua a los precarios debates entre “oficialismo” y “oposición”.
Parece obvio, que ni gobierno ni “oposición”, van a prestarse a detener la ampliación de la frontera agrícola, la ampliación de la frontera minera, la ampliación de la frontera hidrocarburífera, la ampliación de las fronteras extractivistas. Ambos son cómplices, por lo menos, portavoces o representantes ideológicos del modelo extractivista devastador. Si unos lo hacen bajo la figura de la administración estatal y los otros lo hacen bajo la figura de la administración privada o, en su caso, administración descentralizada, no expresan otra cosa que modalidades o versiones distintas del mismo proyecto destructivo de los ecosistemas, de los ciclos vitales ecológicos.
El pueblo boliviano no reacciona ante semejante situación de escasez del agua, ante la crisis de envergadura de los ciclos del agua. Incluso no reaccionó, como corresponde, ante el secado dramático del lago Popó. Hay en esto una corresponsabilidad grande en el desastre. En estas condiciones y circunstancias, tampoco hay posibilidades de apuntar a soluciones, ya sean de emergencia, transitorias o radicales; pues cuando los pueblos dejan hacer a sus gobernantes lo que hacen, que, en este caso, es continuar el mismo camino de la deforestación, de la depredación y de la contaminación, no solamente hay corresponsabilidad en lo que ocurre, sino no hay voluntad para cambiar el curso de los acontecimientos o, mas bien, hay voluntad de nada.
Descripciones
En un artículo del New York Times se escribe sobre la crisis del agua en Brasil:
Los expertos dicen que los orígenes de la crisis van más allá de la reciente sequía e incluyen una diversidad de factores conectados entre sí: el repunte del crecimiento poblacional en el siglo XX; embalses con fugas crónicas que derraman vastas cantidades de agua antes de que pueda llegar a los hogares; notoria contaminación en los ríos Tiete y Pinheiros que atraviesan la ciudad (su olor puede causar náusea); y la destrucción de bosques circundantes que históricamente se han saturado de agua de lluvia, liberándola a las represas.
La deforestación en la cuenca del río Amazonas, a cientos de kilómetros, también pudiera estar sumandose a la crisis del agua en Brasil. La tala de bosques reduce su capacidad para liberar humedad al aire, disminuyendo la precipitación pluvial en el sureste de Brasil, según un reciente estudio de uno de los principales climatólogos del país.
Aunado a esto, algunos funcionarios destacan el calentamiento global. “El cambio climático ha llegado para quedarse”, dijo Geraldo Alckmin, el gobernador del estado de Sao Paulo, este mes. “Cuando llueve, llueve demasiado, y cuando hay sequía, es demasiado seco”[1].
En informe presentado por FOBOMADE se describe la situación mundial del agua de la manera siguiente:
En 1993 la ONU instauró el 22 de marzo de cada año como el Día Mundial del Agua. Naciones Unidas escogió como lema del decenio 2005-2015 “El agua, fuente de vida”. En 2011 adoptó como lema “Agua para las ciudades: respondiendo al desafío urbano”, y este año el lema fue “El agua y la seguridad alimentaria”.
Un informe de la ONU presentado en el VI Foro Mundial del Agua, que se celebró en Marsella, advierte que la escasez de agua es uno de los principales problemas del siglo XXI para mil millones de personas. En la actualidad un tercio de la población vive en situación de estrés hídrico. Se estima que 1.600 millones de personas habitan en países o regiones con una absoluta escasez de agua, y para el 2025 dos tercios de la población del planeta podrían vivir bajo condiciones de estrés hídrico.
El cambio climático, la mala gestión y distribución de los recursos, la rápida urbanización y la contaminación son las amenazas más significativas para las fuentes hídricas del planeta.
Además del consumo humano y su uso agrícola, el agua es vital en muchos procesos industriales y en la generación de energía, por lo que su carencia impacta directamente en el desarrollo socioeconómico de los países. “El aumento en la demanda global de recursos mineros, agrícolas y energéticos hará que aumente también la demanda de agua”, alertó el estudio de la ONU.
El 22 de marzo de 2012 la FAO destacó la importancia de atender la demanda de productos agrícolas en una forma que permita conservar el agua. La agricultura, esencial para proporcionar los alimentos que la creciente población demanda, consume cerca del 70% del agua dulce.
En la actualidad hay siete mil millones de habitantes en el planeta y se espera que para 2050 esta cifra aumente en dos mil millones adicionales. Dicho crecimiento demográfico exigirá una producción de alimentos superior en 70% a la actual y 19% más de agua. Cada ser humano bebe diariamente entre dos y cuatro litros, la mayor parte incorporada a los alimentos. Para producir un kilo de carne vacuna se consumen 15 mil litros de agua, y 8.500 para obtener igual cantidad de trigo.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) puso de relieve otra preocupación: Las políticas contra la contaminación del agua por los usos agrícolas no han dado resultados satisfactorios en los últimos 10 años. A juicio de los expertos, la agricultura es una de las principales fuentes de contaminación del agua, por lo que, entre otros desafíos, urge reducir el empleo de abonos, pesticidas o productos veterinarios.
“A menos que incrementemos nuestra capacidad de utilizar el agua sabiamente en la agricultura, no conseguiremos acabar con el hambre y daremos paso a una serie de problemas diversos, incluyendo sequía, hambruna e inestabilidad política”, advirtió el secretario general de la ONU Ban Ki-moon el pasado 22 de marzo.
Estrés hídrico en América Latina
Según el informe WWDR4, presentado en Marsella en el VI Foro Mundial del Agua, presiones externas en constante evolución, tales como las crisis financieras internacionales, la inestabilidad política, el aumento de la demanda de recursos naturales y materias primas, y mayores incertidumbres relacionadas con el cambio climático complican la gestión de fuentes de agua en América Latina.
Uno de los problemas del agua que ha surgido es el gran peso de las poblaciones urbanas en el proceso político y, de manera más general, en que éstas desempeñan también un papel más activo en las políticas locales. Según el informe WWDR4, Latinoamérica es la región en desarrollo más urbanizada del mundo, ya que más del 80% de la población vive en pueblos y ciudades de más de un millón de habitantes.
“En los últimos años se han registrado masivos desplazamientos de población de zonas rurales a zonas urbanas, así como grandes flujos migratorios entre ciudades que han resultado en un sistema urbano caracterizado por un alto porcentaje de grandes ciudades (con más de un millón de habitantes) y, en algunos países, una alta concentración de la población en la ciudad o en las dos ciudades más pobladas”.
También se ha producido un progresivo –y a veces agresivo– asentamiento poblacional en zonas que históricamente eran de población dispersa y se encuentran en el centro de la región, en particular en torno a cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco.
Pese a que se frenó la tasa de crecimiento de la población en la región (actualmente es de 1,3%) y se espera que caiga a menos de 0,5% en 2050, en los últimos 40 años la población urbana se ha triplicado y se espera que alcance 609 millones de habitantes en 2030 (actualmente es de unos 460 millones de habitantes).
Por otro lado, los cambios económicos también tienen consecuencias en el uso del agua y la demanda de ésta. “La incertidumbre en el nivel y la naturaleza de la demanda en el mercado mundial siempre han complicado la gestión del agua en América Latina y el Caribe, ya que las economías locales se expanden, se contraen y se ajustan según las fluctuaciones de la economía mundial, y, de esta manera, cambian el modo en que deben tomarse las decisiones de gestión y aplicarse las políticas”, explica el informe de la ONU.
La producción de bienes de consumo se financia en gran manera con capital externo y muchas de las instalaciones son de propiedad extranjera. El resultado es que el mayor motor de crecimiento económico en la región, cuya producción demanda además abundantes recursos hídricos, está sujeto a muchos factores que caen fuera del control directo de los gobiernos nacionales, subraya el informe.
“Con las excepciones de México y algunos otros pequeños países de Centroamérica, los países de la región basan gran parte de su economía en la exportación de recursos naturales. La demanda global de estos productos ha aumentado considerablemente en los últimos años.
“La demanda internacional ha hecho que en los últimos años la extracción minera se incremente en un 56% y, a pesar del actual freno de la economía mundial, es de esperar que la minería continúe desarrollándose”. La expansión de la minería de cobre y oro en Chile y Perú se da sobre todo en zonas áridas, lo que produce una competición por un agua ya escasa tanto por parte de la agricultura de exportación como para cubrir las necesidades de las poblaciones indígenas.
La demanda relacionada con el turismo también contribuye a intensificar el estrés hídrico en muchas islas del Caribe. Además, la producción de café precisa grandes cantidades de agua y su procesamiento puede afectar gravemente a la calidad del agua.
“El crecimiento económico continúa en la región y el aumento en la demanda global de recursos mineros, agrícolas y energéticos hará que aumente también la demanda de agua. Por ejemplo, es de esperar un incremento en el uso del agua para producir energía a medida que aumente el crecimiento económico”.
La ONU estima que el 53% de la electricidad de la región es de origen hidráulico, y, entre 2005 y 2008, aumentó en un 7% la capacidad de producción de este tipo de energía. “Como se espera que gran parte de la demanda energética se cubra con energía de origen hidráulico, será necesario estudiar cómo mantener el equilibrio en la demanda de agua para éste y otros usos opuestos (incluidos los ecosistemas y sus servicios)”.
Impacto del cambio climático
A consecuencia del cambio climático, para los agricultores será cada vez más difícil acceder a suministros de agua seguros y constantes. Las repercusiones variarán enormemente de un lugar a otro. Los científicos prevén que las temperaturas elevadas beneficiarán a la agricultura de las latitudes septentrionales, mientras que una gran parte de las regiones tropicales áridas y semiáridas afrontarán una disminución de lluvias y escurrimientos, que son muy importantes para reabastecer el agua de los ríos y los lagos.
Se prevé que para 2060 los cambios en la precipitación pluvial, la evaporación del agua desde el suelo y la transpiración (el vapor que despiden las plantas) reducirán el escurrimiento en algunas partes del mundo, como el Cercano Oriente, América Central, el norte del Brasil, la zona occidental del Sahara y el sur de África. En cambio, el escurrimiento aumentará en el norte de Europa, el norte de China, África oriental y la India.
La más afectada será la agricultura de secano, que comprende el 96% del total de la superficie agrícola de África subsahariana, el 87% en América del Sur y el 61% en Asia. En las zonas marginales semiáridas con prolongadas estaciones secas habrá mayor riesgo. Se estima que en el decenio de 2080 la superficie no apta para la agricultura de secano en África subsahariana podría aumentar de 30 a 60 millones de hectáreas.
La irrigación también corre riesgos en las grandes cuencas fluviales y los deltas de los ríos Nilo, Ganges-Brahmaputra, Mekong y Yangsté, debido a la disminución del escurrimiento, la salinidad, el incremento de las inundaciones y del nivel del mar, así como por la contaminación urbana e industrial.
Según el informe sobre la pobreza 2011 del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el costo anual de adaptación al cambio climático en la agricultura en los países en desarrollo oscila entre 7.000 millones y 12.000 millones de dólares al año.
Muchas zonas de América Latina y el Caribe han estado siempre sujetas a fenómenos climáticos extremos tales como inundaciones, sequías y variaciones climáticas relacionadas con el fenómeno de El Niño. El esperado aumento en la frecuencia, duración e intensidad de este tipo de fenómenos multiplicará los riesgos.
La ONU “observa una incapacidad general para crear instituciones capaces de enfrentar la gestión del agua en condiciones de escasez y conflicto. La situación no mejora debido a la debilidad de las instituciones de gestión, a una capacidad de acción insuficiente, a la informalidad, a la ausencia de autofinanciamiento, y la consiguiente dependencia de un apoyo político cambiante y a la falta de información fiable en la mayoría de las áreas relacionadas con la gestión del agua, incluido el recurso en sí, sus usos, sus usuarios y las necesidades futuras”.
El informe WWDR4 vaticina que los países más pobres de Centroamérica, el Caribe y la región andina serán los más expuestos a sufrir las consecuencias del cambio climático. El ejemplo más claro de ello es Haití, particularmente vulnerable debido a la deforestación, una topografía difícil, la pobreza y la falta de infraestructuras públicas.
“Los glaciares de la región ya están en retroceso debido al cambio climático. Este retroceso afecta al abastecimiento de agua de unos 30 millones de personas en la región. Cerca del 60% del agua de Quito (Ecuador) y 30% de la de La Paz (Bolivia) procede de glaciares. En Perú, los glaciares han perdido ya 7.000 millones de metros cúbicos, una cantidad que bastaría para abastecer a Lima durante 10 años. Las sequías, frecuentes, causaron serias pérdidas económicas en la región y entre 2000 y 2005 afectaron a 1,23 millones de personas”.
Frente a estos problemas, la FAO recomienda incluir medidas de adaptación y atenuación para la gestión del agua destinada a la agricultura en los planes nacionales de desarrollo; promover medidas técnicas y de gestión para incrementar la flexibilidad de la agricultura de secano y la de irrigación, y reducir la pérdida de agua en los sistemas de producción con irrigación.
En Bolivia, el gobierno Evo Morales inició la segunda versión del programa Más Inversión para el Agua (Mi Agua), luego de la ejecución de más de mil proyectos en la primera etapa con una inversión de 709 millones de bolivianos. El Fondo Nacional de Inversión Productiva y Social instaló 51 mil conexiones domiciliarias, más de 16 mil redes complementarias y 2.500 kilómetros de tuberías. (ABI)
El uso del agua en Europa
Europa debe redoblar esfuerzos para hacer un uso más eficiente del agua y evitar que su economía se vea afectada. El uso ineficaz del agua tiene efectos negativos en los recursos de los que dependen los ecosistemas y las personas, dos elementos esenciales para la productividad y la seguridad europeas, advierte un reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), titulado Hacia un uso eficiente de los recursos hídricos en Europa.
La presión sobre los recursos hídricos está aumentando en muchas zonas de Europa, y la situación empeora. La agricultura, la producción de energía, el sector industrial, el abastecimiento público de agua y los ecosistemas se disputan este limitado recurso, y el cambio climático está disminuyendo la previsibilidad del abastecimiento, advierte Jacqueline McGlade, directora ejecutiva de la AEMA.
Preocupa a las autoridades de Europa el declive de lagos, deltas fluviales y humedales como consecuencia del cambio climático. Por ejemplo, Francia ha perdido una quinta parte de sus tierras productivas en los últimos 50 años. Además, cada vez con mayor frecuencia algunas zonas de Europa tienen que competir por la obtención de recursos hídricos.
En la eurozona, una cuarta parte del agua que proviene del medio natural se destina al sector agrícola, aunque este porcentaje es mucho mayor en la Europa meridional, donde puede alcanzar el 80%. Alrededor de la quinta parte del agua va a la red de abastecimiento público, de la que más de una cuarta parte acaba en las cisternas de los inodoros.
Por otro lado, las instalaciones hidroeléctricas modifican la estructura natural y el caudal de los ríos y lagos, afectando negativamente a los ecosistemas. El informe de la AEMA subraya que el uso ineficaz del agua conlleva, además, un aumento del consumo de energía, lo que genera costes ambientales y financieros añadidos. Así, mientras que la energía necesaria para bombear y potabilizar agua dulce está alrededor de 0,6 kWh/m3, para desalar agua marina son necesarios 4 kWh/m3 de más.
Históricamente, el precio del agua en Europa no ha reflejado el verdadero coste financiero del abastecimiento de agua ni los costes económicos para el medio ambiente. La consecuencia ha sido contaminación y escasez de agua que, a su vez, impone costes al medio ambiente y a la sociedad.
Un ejemplo: en general el ciudadano europeo debe pagar el coste de la potabilización del agua que ha sido contaminada por la agricultura y la industria. Para revertir la situación la OCDE propuso aplicar el principio de que el que contamina paga, con el cual pretende que los agricultores integren los costos medioambientales de su actividad[2].
La crisis del agua, que se expresa en la agravada escasez, afecta a las ciudades capitales y a seis departamentos de Bolivia. La escasez de agua ha llegado a niveles alarmantes; en Oruro, algunas comunidades se desplazan buscado satisfacer su necesidad de agua a Chile. En Potosí, la sequía destruyó un 80% de los cultivos; algo parecido pasa en Chuquisaca. En Vallegrande, provincia del departamento de Santa Cruz, se declaró emergencia por la falta de agua; los productores agrícolas de diez comunidades emplazaron declarar zona de desastre. Mientras en Cochabamba, aunque se sufre de escasez de agua desde hace tiempo, debido al empeoramiento de la situación, se optó por la modificación del cobro del servicio. La extrema escasez de agua en la ciudad de La Paz, develó la pésima administración de la empresa pública del agua; miles de contingentes de hogares soportan la penuria. Las dramáticas carencias de agua potable en la ciudad de La Paz, dibujan el panorama desolador de la vulnerabilidad social. Además de los hogares, las instituciones afectadas son los centros de salud, los albergues, asilos y las escuelas[3].
Conclusiones
Las descripciones de la situación muestran un panorama alarmante. Las represas se han vaciado, no se abastece a la población de agua potable; una sequía asola a las regiones, sobre todo, a aquellas cuyo abastecimiento de agua está ligado al agua de los deshielos de los nevados de la cordillera. A esto se suma el efecto de la sequía en la agricultura, en el Altiplano, particularmente, en lo que respecta a la agricultura de la papa. Por otra parte, como si esto no fuera poco, sobre lo llovido, mojado, la pésima administración del agua, de parte de las entidades encargadas del Estado, sus improvisaciones, su falta de previsión, incluso la desidia burocrática enaltecida, empeoró dramáticamente la situación.
Así mismo, las reacciones del gobierno son patéticas, pues, si bien el mandatario aparece compungido y azorado por lo que pasa, los voceros se encargan de insistir en descalificar a las organizaciones y especialistas en el tema. Lo hacen para defender un proyecto hidroeléctrico, que forma parte de una red de hidroeléctricas con Brasil, de generación de energía a costos muy altos, en lo que respecta al impacto ecológico, al impacto en las poblaciones lugareñas, además de ocasionar inundaciones. Estos comportamientos ambivalentes del gobierno muestran más desconcierto que predisposición para comprender el problema.
Lo que no se puede dejar de tener en cuenta, es que la problemática del agua está íntimamente vinculada a la problemática de los bosques, de los suelos, del aire, de los glaciales; si se quiere, para dar la imagen de un resumen figurativo, del “cambio climático”, del calentamiento global; es decir, de la crisis ecológica. En consecuencia, la crisis del agua exige incidencias no solo en lo que respecta a las cuencas, afluentes y redes hídricas, comprendiendo los ciclos del agua, vale decir la evaporación, la condensación y la precipitación de las lluvias; sino también, en la medida que los ciclos del agua están ligados a los ciclos del aire, a los ciclos de los suelos, a los ciclos de los bosques, a los ciclos de los nevados, se requiere de incidencias integrales en la ecología de los ciclos, que hacen a la vida del planeta.
Estas exigencias de las problemáticas ecológicas, obligan a las sociedades a tratamientos integrales de los problemas en cuestión. Pues no se puede actuar solo en un determinado ámbito problemático; por ejemplo, el correspondiente al agua, puesto que los flujos y ciclos del agua dependen de lo que ocurre en el conjunto integrado de los ciclos ecológicos. Por otra parte, no hay, hablando con propiedad, una problemática local del agua o nacional, incluso regional, pues los ciclos ecológicos de los que hablamos corresponden a las dinámicas vitales de la biodiversidad del planeta. Lo que no quiere decir que la problemática del agua se presente localmente, con sus propias singularidades. En otras palabras, la resolución de esta complejidad, la de la problemática del agua, requiere de estrategias y políticas integrales, además de la coordinación mundial de estrategias y políticas a escala planetaria.
Lo que no quiere decir, de ninguna manera, que no se pueda actuar localmente y nacionalmente, atendiendo incidencias de escala menor, aunque insuficientes; sobre todo, para operar con correcciones necesarias en las causas estructurales de la crisis del agua, de la escasez del abastecimiento y de los procesos depredadores de las cuencas; de los efectos en el “cambio climático”, además de corregir las graves deficiencias administrativas.
Ahora bien, acciones de esta envergadura, no pueden desenvolverse solo con la intervención del Estado, incluyendo, como se debe, a sus gobiernos descentralizados y de nombre “autónomos”, sino con la participación activa de la sociedad, del pueblo, de las poblaciones. La praxis integral, que esto implica, supone el ejercicio de la democracia participativa y la formación de consensos. La logística de semejante movilización social por la defensa del agua y de la vida, requiere de la apertura a la circulación y difusión de saberes y tecnologías alternativas sobre el manejo social del agua. Democratización de la información, por así decirlo, de la información especializada. Participación y apertura que pueden generar toda una pedagogía social del agua.
[1] Ver Deforestación y crecimiento de población generan crisis del agua en Sao Paulo. http://www.nytimes.com/2015/02/17/universal/es/deforestacion-y-crecimiento-de-poblacion-generan-crisis-del-agua-en-sao-paulo.html?_r=0. New York Times. Por Simón Romero febrero; 18, 2015.
[2] Ver El cambio climático, la urbanización y el extractivismo agravan el estrés hídrico en América Latina.
http://www.fobomade.org.bo/art-1719. SENA-Fobomade. Publicado el 2012-05-17.
[3] Ver Escasez de agua golpea a 6 departamentos y genera drama social e indignación en los bolivianos. http://eju.tv/2016/11/escasez-de-agua-golpea-a-6-departamentos-y-genera-drama-social-e-indignacion-en-los-bolivianos/. EJU!; 15/11/2016.
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