“La izquierda es cada vez menos culta y más hipernormativa”
Domingo.5 de febrero de 2017
Entrevista a Santiago Alba Rico.
http://www.grupotortuga.com/La-izquierda-es-cada-vez-menos
Marta Peirano
Hay una fábula que le gusta especialmente a Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) para explicar el efecto multiplicador del capitalismo: un pobre campesino chino se encuentra una gran tinaja y se la lleva a casa. Cuando la limpia, se le cae un cepillo y la tinaja -que es mágica- se llena de cepillos. Otro día se le cae una moneda y la familia se hace rica, y deja al abuelo al cuidado de la tinaja mágica. El pobre se cae dentro y se muere. Desde entonces, la tinaja produce cadáveres que hay que sacar y enterrar sin esperanza de acabar la tarea. “Así, la familia Wang empleó todo su dinero y todo el resto de su vida en enterrar un millón de veces al abuelo muerto”.
Esta historia es una de las que pueblan Ser o no ser (un cuerpo), el libro que empezó siendo un ciclo y que quiere “abordar la cuestión de la corporalidad amenazada por el capitalismo”. Los amantes de su delicioso Leer con niños reconocerán el tono y la intención; “hay una continuidad, tanto en el contenido como en el procedimiento”. Empieza con una dedicatoria “A mi tribu”, guiño a su amiga Carolina del Olmo, y acaba con “una bibliografía caprichosamente razonada que hay que leer, porque es un capítulo más del libro y ahí voy justificando las fuentes que utilizo en parte del ensayo y empiezo por la dedicatoria”.
La entrevista con eldiario.es comienza hablando de la clasificación de Linneo y de un libro que de manera completamente tramposa introduce como un tostón de 1.500 páginas que ha leído para aburrirse, La estructura de la Teoría de la Evolución, del formidable Stephen Jay Gould.
Tiene que compararnos con otras especies y elige la cucaracha y el perro. ¿Le parece que triangulan mejor con el ser humano que la ballena, el pulpo y el águila imperial?
Lo hago por varios motivos, que tienen que ver con ese libro correoso y fascinante de Jay Gould, uno de los grandes renovadores de la paleontología y de la biología. Pero principalmente porque la cucaracha es una de las especies de las que hay más variedades. Un biólogo creyente decía que no sabía por qué a Dios le habían gustado tanto las cucarachas y los escarabajos cuando hay tan pocas variedades de caballos.
Y el perro es porque me interesaba llamar la atención sobre la variedad formal que hay dentro de la especie perro: si comparas a un mastín o un labrador con un chihuahua te preguntas por qué incluimos dos razas en la misma categoría.
El hombre, sin embargo, es pobretón en todos los sentidos. Jay Gould compara la evolución no con un árbol, sino con un arbusto bacteriano porque lo que más abunda en el mundo no son los mamíferos, son las bacterias. Y mucho menos los humanos, que están en la puntita de este arbusto evolutivo y no parece que vayan a llegar mucho más lejos. Así que los elegí por la diversidad formal y porque las cucarachas van a sobrevivir al ser humano si no hace buen uso del poder que ha acumulado.
Y funcionan igualmente bien para sus fábulas de la aceleración y la multiplicación.
La suma se ocupa de cada criatura en particular, les presta atención una por una. Pero la multiplicación es una suma rápida, un dispositivo mental valiosísimo que deja a todos los objetos atrás. Cuando opongo imaginación y fantasía, creo que la imaginación tiene que ver con la suma y la fantasía con la multiplicación, que deja atrás las particularidades. Y sólo las particularidades son dignas de supervivencia: Alejandro, Napoleón, Jerjes son personajes que multiplicaban y no sumaban.
Por eso nos gustan los perros que se suman y no las cucarachas que se multiplican.
Es una buena manera de verlo. Pero aquí hay otros dos criterios, por qué nos desagradan las cucarachas pero nos gustan los escarabajos. Tiene que ver con su relación con el ser humano: las cucarachas parasitan al ser humano y los escarabajos, no. Van a su aire, viven en paralelo. Los perros en cambio han sido completamente asimilados como humanos fallidos, embrionarios. Por eso, ponemos nombre a los perros, pero nunca le pondríamos nombre a una cucaracha, aunque la viéramos todos los días. Los perros han sido incorporados al universo humano, a menudo, para su propia desdicha.
Otro cuento que le gusta es El cerdito amable, de Beatrix Potter, que se vende a sí mismo en el mercado. Dice que es como “el negro en una sociedad esclavista o la mujer en una sociedad patriarcal”. Pero nuestra manera de esclavizar es convertir los cuerpos en carne: los aborígenes eran animales, los negros eran animales y las mujeres son objetos hechos de carne. ¿Por qué dice luego que “a los animales se los domestica y se los sacrifica pero no se los esclaviza”? ¿No los hemos maquinizado y en-carnizado tanto como a los aborígenes, los negros, las mujeres para someterlos a nuestros intereses?
Yo ahí entraría siempre en discusión con los animalistas, los antiespecistas que pretenden, como el capitalismo mismo, licuar la escala evolutiva y no ver ninguna diferencia, aunque luego sí las establecen: diferencian plantas de animales, criaturas con ojos de criaturas sin ojos. Es una apuesta ideológica. En la medida de que otras criaturas vivas dependen del ser humano, desde el momento en que el humano tiene un poder enorme sobre las otras criaturas, que a veces usa de manera irresponsable, el antropocentrismo se deriva no tanto de nuestra posición en la escala evolutiva, ahí en la puntita, como del poder que hemos acumulado.
En mi ensayo lo que es determinante para explicar lo que es un cuerpo es el lenguaje que nos descubre el cuerpo. Dos desconocidos en un ascensor, enseguida se sienten incómodos en sus cuerpos. El cuerpo de dos desconocidos en el ascensor aumenta de tamaño, se apodera de todo el espacio, choca con el otro cuerpo. Eso es porque están atravesados por el lenguaje, que es la fuga y condición de eso que llamamos cuerpo.
Esa es la diferencia que existe entre el ser humano y el resto de los animales incluyendo los primates; que no huyen de sus propios cuerpos ni a través del lenguaje o a través de otros vectores, como los tecnológicos. Esa combinación de capitalismo de masas, de consumo y de tecnologías de comunicación ha escondido el cuerpo, que solo comparece de maneras amenazadoras en las vallas, en los muros, en los campos de refugiados. Pero seguimos siendo cuerpos y por tanto vulnerables. Por eso cuando nacemos nos someten a una doble violencia: nos ponen un vestido y nos ponen nombre. A partir de ahí empieza la fuga sin fin y sin éxito.
Las herramientas de esa fuga, además del capitalismo de masas, de consumo y de tecnologías de comunicación, también son el arte, la música y la literatura.
Así es, como lo prueba el propio libro que cita constantemente relatos, cuadros y libros. La historia ofrece varios caminos distintos de fuga, algunos peores que otros.
Por ejemplo, qué tiene que ocurrir para que se produzca el ocio, que es la palabra griega de la que se deriva la palabra escuela, la posibilidad de abandonar los ciclos de la reproducción y dedicarse a mirar, a hablar, a leer, a construir, a pintar, a crear. Bajo el capitalismo del consumo, el ocio se ha convertido en la proletarización del tiempo. Se ha proletarizado el tiempo libre igual que el previamente capitalismo había proletarizado el tiempo de la producción. Y desde luego el relato es cuerpo: un embarazo es un relato, una vida es un relato.
La historia es un relato que se repite cada vez más deprisa: a la revolución industrial le siguen la re-esclavización de la clase obrera que se concentra en slums y favelas, y estalla la revuelta. Después llegan los victorianos y, con los bailes y los prerafaelitas, acaba el tiempo de la revolución. Cuando dice que la historia es “la distancia entre el lugar donde vivimos y el lugar donde se decide nuestra vida”, y que hay que romper ella para cerrar esa distancia, ¿se refiere a romper con esa rueda que el capitalismo acelera?
Exactamente. Hay que romper con esa rueda que aleja cada vez más los lugares de las decisiones de los lugares de la experiencia, y que aleja el cuerpo de la imagen pero también de las instituciones. Una de las paradojas que rompe claramente la pretendida ecuación entre el pensamiento liberal y el capitalismo era que para el pensamiento liberal era muy importante proteger la vida privada, uno tenía derecho a tener toda la opacidad que quisiera y exigía transparencia a las instituciones. Ahora se han invertido esos polos: las instituciones cada vez son más opacas, empezando por las instituciones financieras que son las que deciden nuestras vidas y, al mismo tiempo, nuestra vida es cada vez más transparente. A través de las tecnologías de la comunicación vivimos en un mundo imperativamente antipuritano.
Así que mientras las instituciones públicas son cada vez más opacas, las vidas son cada vez más transparentes en un mundo antipuritano en el que no solamente hay una creciente vigilancia, tanto comercial como policial, sino la que los propios sujetos consideran inseparable de su autoestima al estar constantemente dando datos acerca de sus vidas.
¿Cómo modifica nuestra identidad el Estado de la vigilancia?
Una cosa curiosa que ha ocurrido con el Panóptico de Bentham es que estaba diseñado para las cárceles, pero se ha trasladado fuera. No solamente hay miles de cámaras en todas partes registrando nuestra conducta, nuestros desplazamientos, sino que la visibilidad que uno quería evitar se ha convertido en un mérito, que define casi jerárquicamente nuestra posición en el mundo: a mayor visibilidad, más reconocimiento y más autoestima; a menor visibilidad, menos autoestima.
Nos gusta ser prisioneros del Panóptico de Bentham; lo que no queremos es que dejen de mirarnos nunca. Nuestra vida de la mañana a la noche tiene que ser pública y eso obliga a romper con la opacidad del propio cuerpo y a privilegiar el alma por fuera, eso que yo llamo las imágenes. Hay que reivindicar el derecho a tener secretos, hay que reivindicar el derecho a volver a entrar en el armario. Ahora mismo nuestros cuerpos son mucho menos visibles que las imágenes que hacemos circular en las redes. Nuestros cuerpos son visibles para muy pocas personas en un ámbito muy reducido. Nuestras imágenes circulan incluso póstumamente, se han liberado de sus enganches corporales.
Como el cerdito que se va a vender a sí mismo en el mercado. De todas las historias perturbadoras que usa en el libro, esta claramente le parece la peor, la más horrorosa.
Me aterra la bonhomía con la que el cerdito emprende el camino al mercado y cuando para en casa del otro personaje, que precisamente se está comiendo un trozo de bacon, a través del cual él podría predecir su destino y no lo hace.
¿Cuándo leyó esa historia?
Esta historia de Beatrix Potter se la leí a mis hijos. Y hay que reivindicar a Beatrix Potter, que ha sido menos maltratada por la industria que otros autores como Kipling. Es tan inquietante como Kafka y por razones muy parecidas. Esta visión de la animalidad amenazante en el periodo victoriano, con estas criaturas que van dejando rastros por todas partes, que están en la frontera entre la zoología y la humanidad. Es una autora con una vida muy interesante, con una vida muy curiosa reivindicable desde el feminismo también. Consiguió vender estas historias como literatura para niños cuando claramente no lo son.
Fue candidato al Senado por la provincia de Ávila. ¿Esto le puso más cerca, más lejos o a la misma distancia del lugar donde se decide la vida?
Tuve la sensación de entrar en España por una puerta por la que no había entrado nunca. Hace 28 años que no vivo en España, aunque he estado viniendo con frecuencia, pero me he perdido muchas cosas; referencias musicales, televisivas. Hay muchas cosas que no he compartido con el resto de los españoles. Y sin embargo en diciembre de 2015 cuando vine a hacer campaña, sentí que entraba a España por una puerta por la que nunca había entrado. Una España dura, vieja, abandonada, una España con muy poca densidad demográfica y donde hay pocos servicios públicos. Donde no es posible en un sábado o domingo desplazarse desde cualquier punto de la provincia de Ávila a la capital, donde está el único hospital, que es además uno de los peores de España.
Entonces descubrí que hay un trabajo pendiente en esta política que se hace en las redes, que es cada vez más urbana, cada vez más tecnológica. Y es que las zonas rurales que son las víctimas, son también las que deciden el resultado de las elecciones y la posibilidad de cambio. Es urgente y fundamental ponerse con el cuerpo en estas zonas y acercar la política hasta allí.
¿Podemos esperar otra candidatura suya en un futuro no muy lejano?
No, nunca. De pequeño cuando me preguntaban qué quería ser yo siempre decía que no quería ser senador. No quiero estropear este proyecto vital cuando estoy tan cerca de realizarme.
¿Cómo de integrado está en la sociedad tunecina? ¿Es ya más de allí que de aquí?
Pues me siento muy integrado. Tuve el privilegio de participar en las plazas en una revolución provisionalmente triunfante, la del 2011 que derrocó a Ben Alí. Yo estaba allí ese día 14 de enero en esa plaza y corrí con miles de tunecinos cuando la policía empezó a disparar. He vivido con mucho interés y mucha pasión la política tunecina. Soy poco sociable, tímido y más bien reservado, pero tengo muchísimos amigos tunecinos y mi vida cotidiana discurre allí. Allí esta mi casa desde hace 18 años.
Yo le imaginaba como Jeremy Irons al final de Herida, así medio vestido de monje, todo el día solo sin hablar con nadie.
Sí que paso mucho tiempo medio vestido de monje muchas horas solo en una habitación delante del ordenador. Por eso cocino, como contaba en el libro, para reinternarme en el espacio, al menos dos veces al día.
Hoy vi que Martina Navratilova comentaba en un tuit que la retórica de Trump le recordaba mucho al comunismo. Y alguien, un votante de Trump presuntamente ofendido, le decía que se enterara de lo que era el comunismo antes de hablar. Es gracioso porque Navratilova desertó de su Checoslovaquia natal durante el Open de EEUU de 1975, escapando del comunismo. Me recordó a los comentarios que le dejan a veces cuando escribe sobre el mundo árabe, pero también sobre otros países. Hay una izquierda que parece incapaz de identificar el fascismo incluso cuando todos los síntomas coinciden con la receta. ¿Me puede explicar por qué ocurre eso?
Diría de entrada que los mismos que critican mi posición en Siria y en el mundo árabe, y que se dicen comunistas, son gente que siente una cierta simpatía por Trump. Porque hay un sector del comunismo que yo llamo “Staliban” que siente simpatía por Trump, como si realmente el antiimperialismo hubiera llegado a la cúspide del imperio y fuera a arreglar los problemas del mundo con un personaje antiglobalizador y al mismo tiempo que rompe con la política exterior intervencionista de los demócratas. A esos tampoco les molestaría mucho la conexión que ha establecido Martina Navratilova entre Trump y el comunismo. Yo sí que creo que entre el comunismo que vivió ella y Trump hay algunas conexiones evidentes. Es también evidente que no es ese el comunismo que yo defiendo.
Creo que la izquierda es cada vez menos culta y más hipernormativa, y un sector vive en un pasado que le sigue proporcionando esquemas de interpretación muy cómodos pero que son cada vez más incompatibles con la realidad en que vivimos. Y hay una cosa identitaria, que es casi mística, que tiene que ver con el hecho de que finalmente allí donde no puedes introducir ningún efecto en la realidad, porque no tienes los medios y además nadie te sigue, necesitas tener correligionarios al lado de los cuales te sientas apoyado, respaldado, integrado. Y eso es muy bonito, pero no es ni política ni políticamente bueno.
El Diario