38 años de Revolución en Irán no cambiaron el estatus político del pueblo kurdo

La Revolución Islámica encubrirá tras de sí una creciente represión contra las mujeres y los pueblos independentistas traicionados por la nueva república: principalmente los kurdos.



38 años de Revolución en Irán no cambiaron el estatus político del pueblo kurdo

El 11 de febrero de 1979 las fuerzas del Ayatola Jomeini, mancomunadas con sectores de izquierda, islamistas e independentistas, derrocaron la monarquía de los Pahlaví. Ese mismo 11 de febrero, tras la muerte de cientos de manifestantes durante las revueltas que se habían extendido por más de un año, se instauró un consejo de transición que dio como resultado la actual República de Irán. 1979 fue un momento crucial para Irán y todo Oriente Medio, el cual transformaría las condiciones geopolíticas y estratégicas del país hacia la región, de la región con el mundo y también del mundo con Irán.

Al replegarse la dinastía de los Pahlaví, el vacío de poder fue ocupado por la teocracia de los Ayatola. La Revolución Islámica encubrirá tras de sí una creciente represión contra las mujeres y los pueblos independentistas traicionados por la nueva república: principalmente los kurdos. Bajo tutela de los juristas islámicos las mujeres fueron segregadas de los ámbitos públicos, se les obligó a usar burka y chador, la educación mixta fue prohibida, los divorcios son unilaterales (es decir, si el hombre lo desea), prosiguen los crímenes de honor, la moral islámica rige tanto la vida privada como pública, todo esto so pena de muerte. Similar suerte correrán los kurdos y las kurdas atrapados bajo la república. El régimen no les perdonará su intento independentista de instaurar la República del Mahabad (1941-1946), de insurreccionarse ante la nueva autoridad de Jomeini (1979) y pretender la autodeterminación de Rojhilat (Kurdistán iraní).

La guerra santa: un instrumento unificador

Si el vacío de poder fue ocupado por los ayatola al retirarse la dinastía, de la misma manera los kurdos se insurreccionaron contra las autoridades locales de los Pahlaví en la región de Rojhilat y ocuparon sus tierras ancestrales. Los “revolucionarios jomeinistas” trataron de apaciguar la rebelión con muerte y represión, fracasando en su intento. El Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI) recibió un apoyo irrestricto por parte de la población y las autoridades del nuevo gobierno se vieron obligadas a negociar. Las promesas de autodeterminación realizadas por los revolucionarios antes de “la toma” del poder serán incumplidas, Jomeini negó la posibilidad de autonomía para los kurdos y los acusó de separatistas. Entre tanto, en vistas de las crecientes tensiones, ambos actores en conflicto reorganizaron las fuerzas diezmadas: Jomeini realizó acuerdos con las fuerzas represivas pro-pahlavi y reunificó el mando militar, mientras que los revolucionarios del PDKI reorganizaron sus fuerzas tras las matanzas de los jomeinistas.

La confrontación era inminente. En vísperas del Newroz (año nuevo kurdo) los peshmergas kurdos atacaron los cuarteles de la policía a lo largo y ancho del Kurdistán iraní, en tanto las fuerzas represivas se replegaron. Luego de los festejos del Newroz se acuerda un alto el fuego y retoman las negociaciones. El alto fuego duró poco menos de un mes y en abril los batallones iraníes entraron en las poblaciones kurdas, las confrontaciones se agudizaron y la población fue masacrada. La artillería pesada intervino las poblaciones, la caballería ligera las casas. Todo el territorio de Rojhilat es ocupado por fuerzas invasoras y los miembros del PDKI luchan hasta la muerte, o serán hechos prisioneros y enjuiciados a la horca, o verán en el exilio su mejor salida. La insurrección fue aplastada y los colonialistas, envalentonados, depredaron a los/as revolucionarios/as kurdos/as.

Tras el pomposo despliegue militar, miles de bases iraníes se posaron a lo largo de Rojhilat. Los pueblos del Kurdistán iraní amanecieron interconectados por válvulas de control militar que vigilaban los movimientos poblacionales pueblo a pueblo. Una inmensa red represiva se extendió sobre territorio kurdo y aún hoy, año 2017, no se ha retirado. Quedo prohibida la profesión de las religiones ancestrales kurdas, prohibida la educación en lengua materna y aprobada la educación en farsi –idioma persa-, prohibidas las manifestaciones y el derecho a organización, prohibida la profesión abierta de la cultura kurda, impuesto el burka a la mujer, etc. El Estado iraní despliega su régimen de terror por un lado, mientras por otro promueve políticas de asimilacionismo islámico. Las mayorías populares kurdas siguen encontrando entre suníes y chiíes su refugio espiritual. Se ha declarado la guerra santa: o estas con Dios o contra Dios (o estás conmigo o contra mí) y el parámetro lo colocan juristas islámicos iraníes.

El despojo cultural: genocidio moderno

Tras el triunfo de la revolución islámica la insurrección kurda fue aplastada y las zonas liberadas de Rojhilat quedaron en manos persas. Miles de guerrilleros se vieron forzados al exilio, muchos de ellos encontraron la muerte en las largas marchas por las montañas hacia la frontera irano-iraquí. Desde entonces las montañas son refugio de las fuerzas revolucionarias y acantonadas en ellas persiste la lucha guerrillera y los intentos por la libre determinación del pueblo kurdo.

Durante los decenios posteriores, las fuerzas de Jomeini obligaron a la población a migrar sistemáticamente. Miles de personas fueron forzadas a abandonar sus casas, poblados y terruños, a fin de ser reubicados en nuevas zonas. El hábitat que les vio crecer, el cual modeló su propia cultura y sus vidas, les fue arrebatado con el fin de disponer las tierras para dueños persas. Sólo entre 1980 a 1990, aproximadamente 40.000 personas encontrarán la muerte en manos del régimen de Teherán. La guerra irano-iraquí golpeó duramente a la población kurda entre fronteras, la cual quedó diezmada considerablemente. Al despojo de sus tierras, presidio y asesinato, le siguió una férrea política de privación de derecho a asociación y expresión de religiones autóctonas.

Sin embargo, el decenio que va desde 1995 a 2005 abordó cierta apertura democrática para con los kurdos y diversas culturas étnicas bajo frontera iraní. El gobierno de Mohamed Jatamí (1997 – 2005) impulsó mesas de diálogo con los representantes kurdos, quienes llegaron a colocar bancadas en el parlamento. La lengua kurda fue permitida extra-oficialmente, las expresiones kurdas legalizadas y algunos partidos políticos se incorporaron al parlamentarismo de la república. Pero estas valerosas, aunque tibias, libertades pronto se verían contrariadas por el inmenso aparato de represión enquistado en el Estado. Las fuerzas militares habían sido educadas para aplastar a los kurdos y la maquinaria estatal es sostén de una única identidad: la iraní.

El año 2005 fue un punto de inflexión para los independentistas kurdos. El asesinato de un joven kurdo a manos de fuerzas represivas iraníes, a la vista del mundo entero, iniciará una serie de revueltas populares similares a las de 1999 cuando fue encarcelado Abdullah “Apo” Öcalan por el régimen turco. Estas revueltas se extendieron no sólo por todo Rojhilat sino en Teherán y en varias provincias donde hay mayorías étnicas opositoras al régimen. Desde el año 2005 al 2011, y al clamor de las revueltas populares, emergieron organizaciones radicales: socialistas libertarias, marxistas leninistas e independentistas. Las mismas forjaron nuevas estructuras guerrilleras ya no en el exilio, sino en el seno de los poblados populares. El Partido por la Vida Libre en Kurdistán (PJAK), como una escisión del Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI), restableció tácticas beligerantes contra el régimen invasor en pos de la autonomía, la autodeterminación y una vida confederada democrática al interior de Irán.

La respuesta: revolución permanente hasta la autodeterminación popular

La campaña de coacción contra la nación kurda se ha recrudecido. La represión política y cultural se agudiza a medida en que estas líneas son escritas. El régimen iraní ha aumentado el número de presos políticos con condenas de muerte. Los argumentos segregacionistas para condenar a un kurdo al martirio van desde “enemistad con Dios” (por no profesar la misma religión, o ser ateo, o disgustar a un guardia iraní) hasta la vestimenta (principalmente para las mujeres que no usan burka) o incluso la filiación kurda manifiesta. Desde mediados del 2014 hasta mediados del 2016, 12.000 kurdos han sido condenados a presidio, cifra que no contempla las miles de desapariciones y asesinatos extrajudiciales. En el 2016 una serie de activistas kurdos/as fueron acusados de actividades terroristas y sentenciados a la horca. Actualmente, miles esperan ser ejecutados por sus actividades en favor de la causa kurda. Estos datos no contemplan las diversas etnias oprimidas en el país.

La Unión de las Mujeres Libres del Kurdistán del Este (KJAR) ha hecho un llamamiento a la población kurda ante la agudización de las ejecuciones, detenciones y torturas contra la militancia y la población civil. Adoptando las tesis del Confederalismo Democrático esgrimidas por Abdullah Öcalan, la KJAR advirtió al régimen iraní que si no busca comparecer ante la historia e ignora las demandas de libertad de los pueblos kurdo y persa, entre otros, es provisorio el advenimiento de una situación similar a la de Irak, Siria y Turquía. La lucha revolucionaria ha recrudecido y con ella la confrontación por la instauración de un modelo democrático que respete las singularidades étnicas, políticas y religiosas, en busca de una nación democrática, multiétnica, multireligiosa y bajo un estado secular.

El Partido por la Vida Libre en Kurdistán cuenta actualmente con 3.000 guerrilleras y guerrilleros levantados en armas. Pese al cese al fuego del 2011 (a causa del comienzo de la Guerra Civil en Siria), y ante la situación de Oriente Medio, las esperanzas de cambios relevantes al interior de Irán no se pierden. Una gran alianza de fuerzas kurdas y unidad nacional de movimientos está gestándose en los frentes de batalla. La coyuntura actual apresta ser punta de lanza para una resolución concreta de la cuestión kurda. Pese a los espasmódicos choques entre las fuerzas regulares iraníes y los guerrilleros y guerrilleras de las PJAK, todavía se sigue apostando a una solución pacífica y democrática, que contemple la multiculturaldiad de la región.

Estamos ante un proceso revolucionario en todo el Kurdistán, las cuatro regiones (Rojhilat, Rojava, Bakur y Bashur) se enfrentan a diversas situaciones beligerantes de mayor o menor magnitud dependiendo del Estado ocupante (Irán, Siria, Turquía e Irak). Sólo un abordaje cabal de la cuestión kurda, la liberación de los presos y de las presas políticas, el reconocimiento de la paridad de derechos entre mujeres y hombres, la liberación de la mujer, el reconocimiento de la multiculturalidad que compone la región, la secularización de los Estados-nación, que no sería más que el aprestamiento a la conformación de una nación democrática, harán recobrar la paz en la región.

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Entre tanto, Abdullah Öcalan vive el presidio en la metamorfosis llamada isla-prisión de Imrali. El líder de los pueblos libres del Kurdistán lleva 18 años evocando caricias y añorando abrazos, de los que sólo podrá gozar a través del sistema límbico. Los libros han forjado amistad con él, le prestan la razón y la sabiduría. La tortura a la que se le ha expuesto aislándolo de toda forma de vida, a excepción de los microorganismos que crecen entre las paredes que pretenden servir de bóveda, no quebró su espíritu. Apo es un poema escrito una y mil veces en la lucha del pueblo kurdo por su autodeterminación, y en la lucha de las mujeres y hombres de bien por un mundo más justo, pluralista y democrático. El socialismo libertario no se encadena sencillamente, crece en las mentes de las personas para hacerse sentido y lucha, para crearse a sí mismo en la historia de las sociedades y vestirles triunfantes el día que los pueblos decidan abrazarle.