20.02.2017 16:17
Fragmentos territoriales en la mutación geográfica de poder
Raúl Prada Alcoreza
Desde Milton Santos podemos decir que la geografía está en movimiento; además de que se trata de composiciones de espesores espaciales, tejidos por los lugares en el mundo que los cobija, también cambiando. En el anterior ensayo hablamos del fragmento territorial de poder[1]; ahora, trataremos de situarlos en contextos espacio-temporales en movimiento; así como los concibe la geografía cuantitativa y la geografía humana.
Los fragmentos territoriales del poder se encuentran en tejidos espacio-temporales, que los contienen, que también los condicionan y sitúan en el contexto geográfico. Los fragmentos territoriales de poder emergentes, en una coyuntura, en una sucesión de coyunturas, en un periodo, concurren en geografías políticas dadas y heredadas. Lo que importa es comprender las relaciones que se establecen entre estos fragmentos territoriales y la geografía política heredada. Como no se puede hablar como si se tratara de una generalidad, lo haremos, refiriéndonos a una geografía política concreta; la boliviana. El fragmento o los fragmentos territoriales de poder emergentes entran en contacto espacial con los centros, por así decirlo, de la geografía política heredada. Por ejemplo, el fragmento territorial de poder del Chapare entra en contacto con el centro de irradiación geopolítico de la geografía política regional, radicado en Santa Cruz de la Sierra. Lo que hay que averiguar si estas relaciones o comunicaciones o contactos espaciales son de contradicción o, al contrario, se terminan complementando. Para responder a esta pregunta, es menester ubicarse en determinados momentos espacio-temporales, donde se manifiestan los síntomas que aclaran la cuestión. En el conflicto del TIPNIS se comportaron, mas bien, concomitantes. Ambos, el fragmento territorial de poder y el centro de irradiación geopolítica, compartieron el común criterio de la ampliación de la frontera agrícola. El fragmento territorial de poder, en cuestión, y el centro geopolítico de irradiación, conformaron como un bloque, por así decirlo, contra la demanda de las naciones y pueblos indígenas de respetar la Constitución y los derechos colectivos y territoriales constitucionalizados.
¿Qué pasa en lo que respecta a la centralidad geopolítica del poder? ¿Está el centro geopolítico de irradiación dispuesto a ceder ante la emergencia y la pretensión de centralidad el fragmento territorial de poder? ¿O el fragmento territorial de poder, mas bien, provincial, necesita secundar al centro de irradiación del poder; por lo tanto, aliarse? Esto parece depender tanto de las decisiones que tomen las corporaciones empresariales de la burguesía industrial como de las decisiones que tomen las corporaciones sindicales del fragmento territorial de poder, en cuestión; también del “gobierno progresista”; aunque el gobierno parece ya haber tomado una decisión, por su conducta manifiesta. La de la alianza entre el poder político y el poder económico. Pero, también depende del curso de los eventos económicos y políticos.
Ciertamente es diferente considerar el peso demográfico del Chapare, de un poco más de 400 mil habitantes, según proyecciones, en comparación con el peso poblacional de la ciudad capital de Santa Cruz de la Sierra, que bajo estimaciones estadísticas, que pueden parecer un poco exageradas, cuenta ya con aproximadamente 3,5 millones de habitantes. Lo mismo podemos decir en lo que respecta a la logística económica de ambos recortes espaciales. Desde esta perspectiva, y considerando estas condiciones materiales de posibilidad, solo parece cabe esperar dos alternativas; una, la de la alianza; la otra, la de la concurrencia y hasta confrontación por la centralidad micro-geopolítica, en el ámbito nacional. Claro que pueden darse situaciones intermedias; empero, no las vamos a considerar ahora, por razones de ilustración.
Considerando lo reciente de la historia reciente, podemos decir que la impresión que deja es la de la tendencia a la alianza, más que la tendencia a la confrontación; aunque puedan darse concurrencias, en algunos aspectos y rubros. Deteniéndonos en esta posibilidad, lo que se puede entrever es la tendencia a fortalecer la micro-geopolítica de la ciudad pujante del oriente boliviano, favoreciéndose de la alianza con el fragmento territorial de poder, para consolidar una centralidad micro-geopolítica de carácter, más bien, rural.
Para decirlo de algún modo, la geografía política efectiva, no la geografía política institucional, que resulta más un imaginario estatal, cuenta con una distribución espacio-temporal de los fragmentos territoriales de poder; los que terminan de acomodarse en la geografía política efectiva emergente, de acuerdo a las resultantes de las correlaciones de fuerzas. En otras palabras, estamos ante la construcción de la centralidad nacional de la burguesía agroindustrial cruceña, en alianza con la centralidad rural de las corporaciones sindicales aburguesadas del Chapare.
El proyecto micro-geopolítico, a escala nacional, está en marcha; el problema está en que si tendrá tiempo de consolidarse. Esto lo decimos pues ésta no es la única tendencia efectiva en los decursos de los acontecimientos. Resulta que otra tendencia efectiva, entre otras que se dan en la coyuntura, es la del desgaste de la forma de gubernamentalidad clientelar. Un desgaste que parece haberse ya apresurado por los propios desatinos y compulsiones desorbitadas del “gobierno progresistas”; sobre todo, después de la promulgación de la Constitución. Este desgaste adelantado, acompañado por la extensidad de la corrosión institucional y la distribuida intensidad de la corrupción, acorta las posibilidades de la anterior tendencia efectiva, en lo que ya llamamos los juegos de poder de la micro-geopolítica a escala nacional.
Por otra parte, nada de lo que ocurre en el país está exento de los condicionalidades y afectaciones de lo que ocurre regionalmente, en el continente, tampoco en el mundo. Estos juegos micro-geopolíticos se dan en momentos de decrepitud de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Otra condición de posibilidad o, mas bien, condición de imposibilidad, que acorta el tiempo de la tendencia en cuestión, es la decadencia, experimentada por el sistema-mundo capitalista, en la etapa de dominación del capitalismo financiero y especulativo. Entonces, todo parece jugar en contra de esta tendencia efectiva en los juegos de poder de la micro-geopolítica.
La reapariciones de gobiernos neoliberales, como en el caso de Argentina y Brasil, parecen alentar a estratos conservadores a retomar el poder, a recuperar el control del Estado y del gobierno; creyendo que esto significa volver a lo que su imaginario considera normalidad; es decir, el dominio de ellos. Sin embargo, en ningún caso, sea por un lado u otro, sea con un discurso u otro, sea de “izquierda” o de “derecha”, la historia se repite. Estos gobiernos, como el de Mauricio Macri y Michel Temer, son vulnerables y débiles, en comparación de lo que fueron los gobiernos neoliberales de la cuarta parte del siglo XX. Si ocurriera esto, como pasa en Argentina y Brasil, los neoliberales asistirán a la experiencia política, recurrente y desgastada, de pretensiones neoliberales, que se llevaran a cabo, por medio de políticas parciales, conviviendo con la herencia de políticas públicas, que dejaron los gobiernos populistas. Es decir, administraran la crisis económica, en las condiciones ineludibles institucionales, que dejaron los “gobiernos progresistas”. En otras palabras, el proyecto neoliberal no se repetirá sino como proyecto anémico ejecutable. De la misma manera, en contraste, que los “gobiernos progresistas”, continuaron, por otros medios y otros discursos, el cuadro general de las políticas neoliberales.
Volviendo a nuestro asunto. La alianza entre el poder político y el poder económico en Bolivia no tiene el suficiente tiempo como para consolidarse. En estas condiciones de posibilidad o de imposibilidad, cuáles son los desenlaces viables. Ciertamente, hablar de los desenlaces es especular; sin embargo, lo que se puede hacer es cotejar las tendencias inherentes efectivas. La micro-geopolítica, de la que hablamos, parece no contar con la posibilidad de una realización inmediata; en el mejor de los casos, como que se ve obligada a postergar la realización de esta micro-geopolítica, basada en la alianza entre fragmentos territoriales del poder y la irradiación geopolítica regional, a escala nacional. Esto no implica renunciar, sino retroceder de sus pretensiones sobre el control directo del poder. En el peor de los casos o escenarios, es que el bloque, si se puede hablar así, en el poder, intente imponerse por la fuerza, conservando el poder y buscando con el forcejeo la realización micro-geopolítica inherente. Empero, esto tiene sus riesgos; precisamente el de perderlo todo.
Lo incierto es qué es lo que viene después de los gobiernos del MAS. Se entiende que este gobierno incierto puede ser el resultado del voto castigo, del voto en contra del MAS gobernante; empero, en perspectiva, en el panorama probable, no es, no parece ser, el que vendría, un gobierno fuerte, ni claro, ni coherente, contando con proyecto político alternativo. Lo que parece venir, como en Argentina y Brasil, es un gobierno de improvisaciones, en el marco dramático de la pretensión imposible de retornar a la hegemonía neoliberal.
Ante estas incertidumbres micro-geopolíticas, el fondo o el substrato de los procesos no es, evidentemente, este juego micro-geopolítico, sino las ecologías de los espesores territoriales de los ciclos vitales. La geopolítica, cualquiera sea ésta, no alcanza a abarcar la complejidad dinámica de las geografías vitales de las territorialidades ecológica. En todo caso, solo puede manifestarse a través de las mallas institucionales, que tratan de atrapar todo lo que puedan con sus redes de captura. Pero, como son ahuecadas, los espesores territoriales escapan a sus capturas. Incluso, en el caso que alguna geopolítica pueda realizarse, solo podrá hacerlo en un tiempo perentorio; pues no puede detener el devenir de los ciclos vitales.
El dilema de los pueblos es lograr reincorporarse a los ciclos ecológicos de la biodiversidad planetaria o dejarse llevar por los juegos geopolíticos insistentes. El desafío de los pueblos es poder reincorporar a las sociedades a los ecosistemas y lograr complementariedades ecológicas con las otras sociedades orgánicas. En otras palabras, retomando a Milton Santos, tejer geografías vitales.
Territorialidad alterativa
Como lo dijimos en Territorialidad[2], la territorialidad no es geografía, aunque la geografía configure su superficie; menos es geopolítica, pues ésta es una pretensión de dominación del espacio, una estrategia de dominación espacial, basada en una concepción tosca de la geografía[3]. La territorialidad se refiere a los espesores territoriales. De principio hay en este desplazamiento una perspectiva de la voluminosidad, no de la superficie. Este cambio de perspectiva exige otra concepción y otra conceptualización; si se quiere una conceptualización que comprende, por lo menos, tres dimensiones. Si, además, desde nuestra actual perspectiva, la del pensamiento complejo, partimos de que no hay tiempo absoluto ni espacio absoluto, sino tejidos del espacio-tiempo, entonces, el mismo enfoque voluminoso se transforma en un enfoque tetra-dimensional; donde el tejido espacio-temporal exige la concepción de espesores móviles.
La territorialidad es alterativa; alterativa a la apariencia espacial, tanto en su acepción de superficie, como en su acepción voluminosa. La territorialidad, si se quiere, como conjunto de atributos, cualidades y propiedades, además de dinámicas moleculares y molares de la materia en cuestión, se abre a la episteme compleja, a la perspectiva de la complejidad, al pensamiento complejo. La textura o texturas de la territorialidad son tejidos espacio-temporales, incluso tejidos espacio-temporales-culturales; pues, como se escribió en el libro citado, la territorialidad es inmediatamente interpretada culturalmente. Después del escrito de Territorialidad, que, en aquel entonces, solo se atiene al enfoque voluminoso y hermenéutico, queda pendiente una actualización renovada, por así decirlo, que comprenda, ahora, la perspectiva de la complejidad.
Lo que corresponde, en este ensayo, es contrastar las territorialidades con las pretensiones geopolíticas y micro-geopolíticas, apoyadas en una tosca geografía. Es una ilusión de la geopolítica pretender dominar el espacio, tanto en su acepción geográfica plana, así como en su acepción voluminosa; mucho más lejos está de entender la complejidad de la territorialidad. Es en la ideología donde la geopolítica se auto-contempla como realización posible y hasta efectuada. Para regocijo de los juegos de poder, la geopolítica encuentra su apología pertinente en la ideología. Pero, la ideología es un acontecimiento imaginario, sustentado por la maquinaria institucional, rechinante y oxidada.
Los espesores territoriales y culturales forman parte de los ciclos vitales de las ecologías planetarias. No solamente se trata de los ciclos de los suelos, sino también de los subsuelos, en complementariedad, articulación e integración sincronizada con los ciclos del aire, los ciclos del agua, los ciclos de los bosques, los ciclos de las sociedades orgánicas; en otras palabras, en su amplitud, los ciclos ecológicos. Estos ciclos desbordan las cáscaras artificiales de la geopolítica, también los diques de la economía. El planeta, que responde a la propia sincronización y devenir constantes, en su simultaneidad dinámica, que supone la sincronización del multiverso, en sus distintas escalas, no tarda, si se quiere, acudiendo, para ilustrar, a la metáfora del tiempo, en re-sincronizarse, una vez que estas cáscaras y estos diques afectan a la armonización planetaria[4].
En consecuencia, la geopolítica, de todo tipo, de todo alcance, con todas sus pretensiones de distinta índole, en el mejor de los casos, puede lograr capturar territorios, someterlos a su administración y supuesta centralidad; esto ocurre en la superficie, es decir, en el recorte de referente que tiene a partir de su tosca geografía. Sin embargo, está lejos de controlar los ciclos vitales; en ellas, a las territorialidades, los espesores territoriales, sus ciclos inherentes de los suelos, subsuelos, de los bosques, en complementariedad integrada con los ciclos del agua, del aire, de las ecologías planetarias. Controla, parte de la parte de las fuerzas vitales, que las mallas institucionales logran capturar; pero, está demasiado lejos de controlar la vida; lo que es imposible. La geopolítica, en ella, la micro-geopolítica, es meramente una ilusión, sostenida estatalmente.
Volviendo al tema del anterior ensayo, el de las micro-geopolíticas de los fragmentos territoriales de poder y el de la centralidad urbana irradiada regionalmente, ambas geopolíticas de corto alcance, en el mejor de los casos, si las correlaciones de fuerza lo permiten, pueden lograr asentarse en los ondulantes tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales, como artificios administrativos espaciales, por un tiempo. En el peor de los casos, solo podrán intentar, incluso incluyendo a una alianza, más o menos duradera, entre el poder político y el poder económico, lograr sus objetivos; empero, solo patentizaran sus ineludibles inutilidades. En este último caso, el recurso a la violencia estatal es la actitud desesperada a la que se acude. En estas circunstancias puede que les dé resultado; empero, sólo por corto tiempo y a costa, como dijimos ya, de lo poco que queda de la democracia, incluso en su formalidad institucional.
[1] Ver Fragmento geográfico de poder. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/fragmento-geografico-de-poder/.
[2] Ver Territorialidad. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/02/20/territorialidad/.
[3] Ver Guerras periféricas. https://pradaraul.wordpress.com/2015/05/06/guerras-perifericas/.
[4] Ver Re-sincronización planetaria. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/re-sincronizacion-planetaria1/.
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/fragmentos-territoriales-en-la-mutacion-geografica-de-poder/