Microfísica de la hegemonía en crisis y rumbos del post-extractivismo
El extractivismo y el post extractivismo marcan no sólo los modos esenciales de la producción y ganancia capitalista, sino también otros rumbos. Veamos los encaminamientos que se están vislumbrando desde la perspectiva de su complejidad, es decir como están influyendo múltiples factores y actores los unos hacia los otros y como se van dando los avances y retrocesos en este entramado de golpes y contragolpes:
Primero: Acrecentamiento del extractivismo como manera de aumentar la tasa y la masa de ganancia y de alimentar económicamente a los estados.
Segundo: Búsquedas y brotes de modos no extractivistas.
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El primero necesita del estado para realizarse, o sea, se trata de un círculo vicioso en que uno necesita al otro. Desde los estados más pequeños hasta los estados más poderosos. Ello requiere para su realización y continuidad la defensa concreta y actual del estado, las ideologías que lo sostienen, la gobernabilidad (sometimiento voluntario o a la fuerza de la población), la destrucción de la naturaleza, el consumismo y el mercado.
Habiendo eso, tenemos una hegemonía de la concepción estatista de la sociedad, donde el huevo y la gallina va rotando del uno al otro. ¿Cuál es primero? ¿O cuál da origen al otro?
El estado nace como necesidad de los patriarcas esclavistas, o sea, es una obra del patriarcado, que al ser propietarios de las tierras, de las personas y los medios de producción, tienen el poder-sobre, el poder social de determinan la vida y la muerte del resto, y que al juntarse entre ellos, configuran el poder político, ya que el esclavo que huye es atrapado por otro señor que lo hace suyo, lo que genera tensiones individuales entre los propietarios que se juntan para coordinar y mitigar distancias acordando el requerimiento de reconocer la propiedad que no puede estar pasando de una mano a otra simplemente por abandono o uso de la fuerza. Del poder político y no del estado, nace el derecho, sistema de normas que determinan sus conductas y relaciones entre los de arriba y con o sobre los dominados y entre éstos. Junto a lo anterior viene la necesidad de la fuerza militar para imponer los modos de comportamiento, es el pre-estado. Las necesidades de la administración de los asuntos de todos, funcionarios para la cobranza de impuestos y jueces, además del espacio para la legislación, esto es, la elaboración de normas de conducta obligatoria, hacen surgir el estado, instrumento del poder público que deriva del poder político y éste del poder social que otorga la propiedad, por lo que decimos que la microfísica del poder se divide en los tres tipos del poder-sobre y las tres funciones mencionadas, ejecutiva, legislativa y judicial del poder público, y de allí hacia abajo, hasta los cuerpos de las personas y cada componente de la biósfera, el biopoder.
El derecho, la fuerza y la ideología se encargan de instalar la hegemonía, el predominio voluntario (aceptado) o involuntario (obligado) de los intereses de unos en contraposición a los demás. Gramsci habla de los aparatos ideológicos y el intelectual orgánico, como instrumentos de hegemonía, con lo que se contadice con Marx en su notable estudio de la comuna de París. La colonización instala su hegemonía en nuestro continente Abya Yala con la combinación de la cruz y la espada y posteriormente la adscripción de las oligarquías locales a los tres pilares del poder: la propiedad, la política y el estado, aunque ello haya sido el resultado de las pugnas internas y externas (locales y coloniales) de la burguesía europea contra la oligarquía feudal, que finalmente culminaron con el paso de los feudales a la compra-venta de la fuerza de trabajo de sus ex-siervos campesinos que se levantaban en toda Europa contra la santa alianza de los de arriba, y con la democracia compartida (entre los poderosos) según los acuerdos de Inglaterra que el barón de Montesquieu sistematizó en la teoría de los tres poderes, y el liberalismo (individualismo) jacobino, exprersado a su vez en las teorías de la delegación de la soberanía en los de arriba, que asumiría Lenin en la Urss explícitamente desde su libro “El estado y la revolución”
Así la hegemonía del estatismo se fue instalando aquí por la fuerza y la ideología, haciendo luchar a los esclavos que serían premiados con la libertad de vender su fuerza de trabajo, o sea, pasar de la sartén al fuego. O tal vez de los males el menor, como diría la izquierda hoy día votando contra Fujimori en Perú o contra Piñera en Chile.
Dentro de los partidarios del extractivismo y, por ende, del estado como instrumento de su potenciación, podemos ver la hegemonía o predominio siempre en la forma de disputa interna de las corrientes conservadoras de que no hay que ceder más de la cuenta a las necesidades populares, en tanto las corrientes izquierdistas y progresistas de que es necesario entregar algunos beneficios a los sectores que aseguren la continuidad de su hegemonía por arriba, por ejemplo, la aristocracia sindical de la minería, del funcionalismo público, los operadores de la tecnología y las fuerzas armadas. Al resto, la enorme mayoría, corresponde tragarse el desempleo, la precariedad del trabajo y la marginalidad, al mismo tiempo que deben retirarse o aceptar la destrucción de sus territorios y la destrucción de las formas de vida comunitaria del buen vivir, además del hacinamiento en las periferias de las urbes debidamente controladas por la policía con el pretexto del narco, lo que es necesidad intrínseca de los sectores conservadores y necesidad estratégica de los sectores izquierdistas y progresistas para sus fines de financiamiento del estado y mantenimiento de los beneficios a sus clientes, de allí el estado benefactor y clientelar.
No sorprende entonces, llevando en consideración que ambos sectores (izquierda y derecha) comparten la hegemonía estatista-extractivista, que una vez asuman los gobiernos los izquierdistas y al poco andar tras golpear a los sectores marginados, se aislen de parte importante de la población que es recogida por los sectores conservadores mediante la sempiterna farsa del voto, para reasumir la conducción del modelo hegemónico.
Para apreciar esa disputa interna de la hegemonía, veremos los casos de Argentina y Brasil, para luego ver Venezuela y México, no por casualidad los países más determinantes en la política y la economía de nuestro continente Abya Yala, tan determinantes que han logrado influir en los grupos rebeldes y ex-guerrilleros, como en Chile donde los sectores supuestamente más radicales, han asumido el programa nacional-popular porque “es lo que hay”.
En Brasil, la alianza electoral-gubernamental del sector progresista encarnado en el PT con el sector conservador representado por el PMDB, consigió administrar varios gobiernos que fueron el apoteosis para la izquierda militante mundial encandilada por participar en la dirección administrativa del gobierno brasileño. Lula fue levantado como insigne figura mundial y representó junto a Chávez una vuelta de tuerca en la pugna interna de la hegemonía de los de arriba. Se suponía que desde allí se podría avanzar con medidas y legislaciones positivas y seguir avanzando acrecentando la clientela, la adscripción y los votos. Al fracasar el modelo, esas izquierdas militantes, por boca de sus principales teóricos y propagandistas con gran capacidad divulgativa a través de la prensa, centros de estudio y aún Clacso, tales como Emir Sader y Atilio Borón, que dirigieron Clacso durante estos últimos años, justificaran ese fracaso culpando a la acción de la derecha personificada en este caso por Temer y, por supuesto, a la CIA. Pero la realidad es otra, veamos:
Siguiendo la lógica hegemónica señalada más arriba, las principales medidas fueron de despliegue del cemento a nivel continental y la consecuente construcción de mega-carreteras y obras faraónicas, la potenciación de Petrobras, la industria pesada metalmecánica y aeronática, la minería, las mega-represas y la agroindustria de monocultivo. Sin considerar la enorme cantidad de millones que se movieron al interior y al exterior del país en forma de coimas y regalos a empresarios, gobernantes y candidatos, y sin contemplar la miserable canasta para 40 millones de pobres, caballito de batalla del lulismo, constatamos el hecho de la burla que se hizo a los sin tierra al nominar Lula como ministro de agricultura a un representante de la agro-industria y realizar la menor distribución de tierras aún en comparación con gobiernos anteriores, clausurando prácticamente la reforma agraria. Ello hizo que el MST, que se decía que contaba con un millón de filiados, decayó hasta llegar a cifras entre 100 y 200 mil, o sea, disminuyó del 80 al 90%, perdió su base de sustentación y quedó como una organización sperestructural que vive de su glorioso pasado destruido por el mismo PT que dirige al MST. Pero eso no importaba a Stedile ni a Sader, felices con estar en la cúspide allá arriba.
Por otra parte medidas tan groseras como el tarifazo, la subida de precios del transporte urbano, hicieron que alrededor de 3 millones de personas se movilizaran en todo el país, donde ni el PT ni la derecha PMDB estuvieron presentes, sino más bien se opusieron a las movilizaciones “contra el gobierno”. Más bien se trataba de los sectores marginados que no pueden formar parte del estado benefactor ni siquiera del clientelismo del bloque hegemónico.
La situación empeoró con los gastos de las construcciones faraónicas del mundial de fútbol y las olimpíadas, en que salieron a protestar desde las favelas y barrios marginales verdaderas multitudes que no pudieron ser controladas por la fuerza pública ni por los mensajes y llamados desde el PT, principal acusado de esos gastos.
La situación se desbordaba y con esos tres hechos quedó demostrado que el PT había perdido el control de masas. La autonomía se multiplicaba en barrios y localidades, nuevos grupos de sin tierras se creaban a contrapelo del PT y su brazo agrario del MST. Las protestas por el mega-proyecto hidroeléctrico de Belo Monte se multiplicaban entre indígenas, campesinos y regiones urbanas, además de sectores juveniles, académicos y ecologistas. Los escándalos de corrupción salen a la luz y afectan a moros y cristianos del bloque dominante. El PT se fue quebrando y nacen varios partidos de izquierda que procuraban representar, sin éxito, a estos sectores diferenciados y reprimidos por el bloque hegemónico. El PMDB simplenete sacó a su socio del gobierno aprovechando su predominio parlamentario
En Argentina pasó exactamente lo mismo. El kirchnerismo, mal llamado peronismo de izquierda sin serlo y vendiendo la imagen, realizó hasta el cansancio la cooptación de movimientos auxiliado por las izquierdas que organizaban o llegaban a dirigir distintas dinámicas de abajo, subordinándolas a la hegemonía del estatismo-extractivismo. Notables han sido las resistencias en las más variadas regiones de ese país contra la destrucción extractivista y sin ninguna duda está regresando de apoco la conciencia de autonomía desde abajo sin dependencia de partidos que terminan mostrando la hilacha de que su único fin es disputar el poder para continuar acumulando mediante el estado benefactor y clientelar. En esas condiciones de pérdida de base de sustentación, no era difícil que la derecha asumiera el gobierno y la izquierda se lance a movilizar gente para recuperarlo, quedando claro que la disputa política es sólo la pugna interna del bloque hegemónico.
En Venezuela para nadie es un secreto que el gobierno izquierdista ha perdido base de sustentación y aspira a mantener la adscripción ideológica de una parte de la población a sabiendas que otra parte, la mayoritaria, no podrá tener acceso a los beneficios estatales, lo que irá perfilando aún más con el desarrollo del proyecto del Arco Minero del Orinoco donde el desplazamiento de población y nel extractivismo no traen ningún beneficio, salvo para el bloque hegemónico que el gobierno espera recomponer mediante el aparato de las fuerzas armadas y las negociaciones con la derecha que domina el parlamento.
En México la pugna interna del bloque hegemónico izquierda-derecha culminó con la rutura de la izquierda ahora entre dos izquierdas, PRD y Morena, y la derecha ha visto fortalecido al PRI. La crisis económica y de las instituciones han llevado a la militarización del país con el pretexto de persecusión a los carteles narcos que surgen después de la insurgencia zapatista.
Si analizamos país por país nos encontramos en todas partes esa pugna interna del bloque hegemónico de los de arriba, sin embargo de ha ido debilitando y ha entrado en crisis en muchos lugares, trayendo como consecuencia un endurecimiento de los sectores más conservadores en tanto las izquierdas se van dividiendo o consiguen cierto protagonismo en la medida que presentan visos de unidad, pero siempre en favor del estado extractivista atado al capitalismo globalizado. Sin embargo el principal factor o actor de esa crisis de control y por tanto de aseguramiento de la continuidad del proceso de acumulación de ganancias, es el crecimiento del protagonismo propio autónomo de los de abajo que promueven el fin del extractivismo, veamos eso:
Los sectores no extractivistas han ido comprendiendo en buena parte que ha sido el estado el instrumento principal de destrucción del planeta, que no es sólo la empresa yanqui o china, que sólo pueden entrar gracias a la fuerza estatal que abre camino, sino que se va haciendo noción de que debe reorganizarse la sociedad por abajo no sólo en resistencia, sino en construcción de la sobrevivencia haciendo abstracción del estado en sus roles de mantener su hegemonía sobre la sociedad. Aún quedan experiencias de resistencia que exigen al estado una solución sin plantearse una organización diferente de la vida en común o que son dirigidas por partidos que cuestionan “ese” estado, haciendo creer que cuando ellos gobiernen no habrá extractivismo. Si seguimos el análisis anterior podemos captar el cinismo de ese tipo de afirmaciones o promesas.
De modo que el pos-extractivismo queda reducido a dos encaminamientos, aquellos que van tras el estado y sólo tienen un discurso de acabar con la destrucción de la madre tierra, como Evo Morales en Bolivia o el correismo en Ecuador, ambos sumamente destructivos pero con mensajes internacionales de defensa de la tierra con el cual se nutren sectores que podrán apoyarlos ideológicamente. O sea, la ideología sustituye a la realidad y son muchos los que apoyan por ideología a los extractivistas, escondiendo la realidad y aferrándose al dogma “izquierdista”. Les importa un pepino que Lula haya destruido el movimiento campesino en beneficio de la agroindustria de monocultivo, o que Correa haya militarizado regiones indígenas y reprimido comunidades, total forman parte de los “descartables”, que no caben en el modelo, bastándoles saber que es “de los suyos”. Ese es el principal motivo que sostiene la participación de las izquierdas y progresistas en el bloque hegemónico estatista-extractivista y que los pone en oposición a las formas de vida comunitaria y protagonista a las que buscan sacar del camino. Y después se quejan culpando a la derecha que la población les de la espalda en el terreno elec toral, que es el camino por el cual se va conformando esa hegemonía en crisis.
La crisis de hegemonía al parecer cada vez más se intenta resolver por la fuerza, como Maduro y Correa militarizando las regiones indígenas para cortar su resistencia al extractivismo, o como Trump arrojando bombas a diestra y siniestra. Todo ello para sembrar el terror e imponer la hegemonía que va perdiendo fuerza en el plano de la adscripción o sometimiento a los estados.
Los post-extractivistas de hecho son aquellos que están recuperando el control de territorios, las formas de vida comunitaria, el autogobierno y la vinculación profunda a la madre tierra. Como principales exponentes de ello a nivel mundial tenemos a los zapatistas y el Congreso Nacional Indígena de México, el confederalismo democrático de Kurdistán, las comunidades nasa del Cauca, Colombia, las comunidades indígenas de la Amazonía y la Alianza Territorial Mapuche, pero sigue creciendo en todas partes, pues no hay barrio de ciudades que no tenga una o más experiencias nacientes de protagonismo y autonomía, en lo que algunos llaman de redes contrahegemónicas, que están permitiendo que cunda el ejemplo para fortalecerlas y multiplicarlas.
Eso explica la necesidad del capital de endurecer la mano a través de sus agentes estatistas-extractivistas de derecha y de izquierda.
Jaime Yovanovic (Profesor J)
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