Spensy Pimentel
19 abril 2017
Democracia desnuda
https://desinformemonos.org/democracia-desnuda/
Qué bueno sería si estuviéramos pensando en cosas realmente importantes y constructivas en Brasil: la necesidad de invertir en la autonomía de las comunidades, o las responsabilidades del país en la lucha contra el cambio climático en el mundo, lo que sea.
Sin embargo, ha sido difícil pensar en otra cosa que no esté involucrada en la monstruosa recopilación de información publicada en los últimos días, con la divulgación por parte del Supremo Tribunal Federal (STF) de los testimonios del acuerdo de delación del Grupo Odebrecht – un conglomerado multinacional gigante de origen brasileño, con presencia en más de 20 países. En 2016, el grupo confirmó que en al menos 12 de ellos operaba con la corrupción de los funcionarios públicos como estrategia, con el pago de US$ 1 mil millones en sobornos.
Tal vez el nombre Odebrecht no suene a los consumidores comunes, porque el negocio principal del grupo es el de las obras de construcción, especialmente obras públicas. Sin embargo, Odebrecht ha sido considerada la mayor empresa de ingeniería y también de petroquímicos en América Latina, además de uno de los 30 mayores exportadores de servicios en el mundo. En los últimos años, Odebrecht también ha tomado importantes obras en México como un complejo petroquímico (Etileno XXI) y gasoductos (como Los Ramones II del Norte).
En plena semana de Pascua, portales periodísticos brasileños se dedicaron a poner en el aire una cantidad brutal de información: más de 270 horas de grabación de vídeo, con 77 ejecutivos de la compañía. Un material que condujo, hasta la fecha, a más de 80 pedidos de investigación involucrando una serie vertiginosa de autoridades, incluyendo más de un tercio del Senado y ocho de los 28 actuales ministros. El actual presidente, Michel Temer, se salvó por el momento, pero su nombre también aparece ostensiblemente en las delaciones. Los ex presidentes Dilma Rousseff, Lula da Silva y Fernando Henrique Cardoso, además de Fernando Collor de Melo (quien sufrió impeachment en 1992, debido a acusaciones de corrupción) se encuentran bajo investigación.
Es como un escándalo gigante de WikiLeaks, pero con el permiso y apoyo de la Justicia, que ya ha enviado a decenas de personas a la cárcel. Como una Operación Manos Limpias de la era de Internet, en que los ciudadanos pueden acceder libremente a una verdadera Netflix de la corrupción. Una oportunidad histórica para escuchar a los poderosos, algunos propietarios de fortunas de mil millones de dólares, como el patriarca Emilio Odebrecht y su hijo Marcelo – que, hasta 2015, estaba en la lista de “Forbes” de las 10 personas más ricas del país –, hablando con franqueza acerca de cómo el mundo capitalista y sus supuestas “leyes del mercado”, tales como la libre competencia, no pasan de cuentos de hadas.
Pero no es sólo el capitalismo que la denuncia de Odebrecht desmitifica e implosiona. Los videos son también arrasadores con respecto a varios pilares de nuestra democracia representativa en muchos sentidos, mucho más allá de la dinámica de las obras sobrevaloradas entre empresas con el conocimiento y la complicidad de los políticos que ocupan cargos públicos – los cuales, a su vez, recibieron ” donaciones de campaña ” ocultas, el tan famoso cuadro 2.
Diputados y senadores ganan un buen dinero si aprueban medidas que suponen un ahorro para la empresa – sea con menor pago de impuestos o exención de requisitos legales para obras. Sindicalistas y la policía también podrían recibir una buena propinita para evitar o dar fin a huelgas en las obras más importantes. Las empresas de comunicación también reciben una “ayuda”, de acuerdo con la conversación que tenian con los dirigentes de la empresa. En algunos casos, podrían incluso ser “socios”, ayudando a promover causas que eran convenientes, como la privatización del Estado. Miembros de los tribunales de cuentas – órganos que en Brasil deberían hacer la fiscalización sobre cómo se gasta el dinero público – también recibian sobornos. Hasta líderes indígenas se citan en denuncias de Odebrecht. La única frontera que lava Jato no se ha roto todavía está en el poder judicial, pero se esperan revelaciones en esta dirección en los próximos meses, ya que este poder definitivamente no está libre de corrupción en el país.
Las incursiones y disputas, a menudo amargas, entre los partidos de la “izquierda” y “derecha” no parecen más que una mala broma después de ver estos videos – la política de partidos en Brasil, de hecho, confirma la crítica más ácida que uno pueda recordar a la democracia. Una buena parte de los grupos políticos no muestra ninguna intención de ocultar que el objetivo de sus disputas es tomar posiciones estratégicas para el cobro de cuotas dentro de los ministerios y empresas estatales como la Petrobras.
Incluso el patriarca de la empresa, Emilio Odebrecht, suena en los videos como un anarquista radical. Algunos extractos: “Desde hace 30 años que se hace eso [la corrupción], y lo que me sorprende es cuando veo a todos estos poderes, la prensa, todo como si se tratara de una sorpresa. Me molesta eso“. “Ellos [partidos] peleaban por posiciones? Todo el mundo sabía que no era. Era por los presupuestos gordos. Allí se metían los partidos y sus representantes con el fin de recaudar fondos”. “Lo que tenemos en Brasil no es un negocio de cinco o diez años. Estamos hablando de 30 años (…). Todo lo que está sucediendo es un negocio institucionalizado. Una cosa normal (…)”.
El control de la democracia se revela, sobre todo, un gran negocio. Según las estimaciones preliminares del periodista Samuel Possebon, lo que Odebrecht está informando que gasta en sobornos en la última década no alcanza el 15% de lo que la compañía ha obtenido como ganancia. Es decir, la corrupción tiene una racionalidad económica, lo que nos puede dejar aún más pesimistas sobre el futuro de nuestra política. Corromper continuará siendo ventajoso – sólo se tendrá que mejorar los medios para mantener la confidencialidad de tales prácticas. La empresa brasilera exploró una fórmula de éxito que, al parecer, tiene al menos siete décadas – muchos testimonios que han salido a la luz asocian la práctica de pagar sobornos a políticos y fijar los precios en los contratos a episodios registrados desde al menos los años 50.
Lo más triste es que por el momento no se ve posibilidad de una movilización masiva para exigir un cambio más sustancial incluso en las reglas del juego electoral. A menos que se presente alguna gran noticia, parte de la población se inclina a pedir la vuelta del PT, mientras que otra apuesta en supuestas novedades tan falsas como un billete de $ 3: Joao Doria, el nuevo alcalde de Sao Paulo, y su estilo Trump, que dice ser un “administrador” y no un político – a pesar de ser hijo de un político y trabajar como político o vender para el Estado desde los años 80 – o Jair Bolsonaro, militar de la reserva, diputado, que se esfuerza por criticar a los políticos mientras que ha ejercido cargos públicos durante casi 30 años y tiene tres hijos suyos elegidos sobre todo debido a su apellido. Sin hablar que los dos pertenecieron por años a los mismos partidos que ahora están en la lista de Odebrecht.
Me gustaría escribir que la elección presidencial de 2018 podrá ser una gran oportunidad para repensar el país y su sistema político, pero nada indica que aquí tendremos algo parecido a una candidata indígena y mujer, a consecuencia de movimientos de coalición social y que quieren generar una reflexión más profunda sobre la democracia y la ciudadanía. Por cierto, vamos a seguir con la misma democracia podrida de siempre (si es que la dejarán seguir, pues, ni eso es cierto…) – y la única novedad es que ya no nos dejan ilusiones a cualquiera de nosotros en todo lo que concierne a los partidos, el gobierno y el desarrollo. Como decía Mumia Abu-Jamal a Desinformémonos hace algunos años: “Además de ser mecanismos para acumular riqueza personal, los partidos políticos son máquinas hechas para dar a la gente la ilusión de la democracia.”