Página 12 de la revista Tukari
Universidad de Guadalajara
Historia de Vida
http://www.tukari.udg.mx/sites/default/files/Tukari%20feminismo%20decolonial%20final.pdf
“Anhelo una organización de abajo hacia arriba, en la que se mande obedeciendo y se respeten los acuerdos de todos”.
Mi nombre es María de Jesús Patricio Martínez; nací en la
comunidad nahua de Tuxpan, Jalisco, el 23 de diciembre
de 1963. Recuerdo que durante mucho tiempo sólo hubo
luz y empedrado en el primer cuadro de mi pueblo; las casas eran
de adobe y teja, y se tenían que hacer largas filas para surtir el agua
que emanaba únicamente de tres llaves. En ese entonces, tenía que
cargar el agua con dos botes colocados a los extremos de un palo
fijado a mi espalda, y cuando era de noche y necesitaba hacer algún
mandado, prendía un ocote para divisar el camino, si es que la luna
no lo iluminaba.
Durante mi niñez estudié la primaria,
y cuando era mayor, la secundaria y el
bachillerato.
Desde que tengo uso de razón, mi co
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munidad se caracteriza por sus festi-
vidades. Cada 20 y 27 de enero y 2 de
febrero, la fiesta se dedica a San Se
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bastián, para que la proteja de la peste.
Después de Semana Santa, el 3 de mayo,
se celebra la fiesta de la Santa Cruz, así
como la de Corpus Cristi que coincide
con el inicio de la siembra, para pedir
por la cosecha. En septiembre y octu
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bre, previo a la llegada de las ánimas,
se hacen los “enrosos” a todas las imá
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genes protectoras de Tuxpan. El día de
muertos se celebra con la colocación de
ofrendas y, finalmente, en diciembre y
hasta el 7 de enero, se realiza la fiesta
del Santo Niño con la participación de
numerosas danzas de paixtles y moros,
así como de pastorelas.
Cuando era pequeña, observaba cómo
las mujeres mayores, entre ellas mis tías
y mi abuela, curaban a los enfermos de
susto, espanto, aduendado, bilis, debi-
lidad, o de la canícula. Mi tía Catarina,
por ejemplo, hacia las limpias con plantas y preparaba ungüentos
que esparcía por todo el cuerpo de los enfermos.
En 1987, mi mamá perdió la movilidad de la cintura para abajo.
Después de tres años de tratamiento con médicos especialistas sin
ver mejoría, desesperada, decidí pedir asesoría a los curanderos.
De esta manera, diagnostiqué que a mi mamá le habían hecho un
mal, de ahí que los doctores no hubieran encontrado las causas de
su estado. Al principio me dio temor no aplicar correctamente las
curaciones indicadas; sin embargo, gracias a la atención de mis ase
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sores y a la constante mejoría de mi mamá, obtuve mucha confian-
za. Después de tres meses de curaciones, mi mamá volvió a cami
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nar y me comprometí con ella a seguir aprendiendo para evitar la
muerte de todas aquellas personas que no encuentran la cura de sus
males.
Una curandera me dijo que si yo decidía curar, no debía lucrar con
mis saberes, pues la luz que me protege se extinguiría, y no podría
hacerlo de nuevo. La tía Luz me orientaba sobre las limpias y las
curaciones de ojo, susto y empacho, y poco a poco fui ganando la
confianza de quienes acudían conmigo a curarse. Además, mi cono
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cimiento se fue enriqueciendo mientras impartía talleres sobre plan
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tas medicinales en la comunidad y en la Sierra de Manantlán.
En 1995, se instaló en Tuxpan una casa de salud. Con base en plantas
y en medicina tradicional, se realizaron curaciones de ojo, susto y
empacho, además de limpias, sobadas
de descomposturas y masajes. Actual
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mente, la casa de salud se ubica en la
calle Abasolo, número 57-A, en el ba-
rrio del Cóbano; se atiende de lunes a
viernes de 9:00 a las 14:00 horas y de
las 16:00 a las 18:00 horas, y los sába
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dos de las 9:00 a las 14:00 horas.
El levantamiento de los zapatistas, en
1994, fue para mí sumamente inspira
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dor: siendo quizá más pobres que yo,
se atrevieron a luchar contra los ricos
y poderosos. En ese mismo año, la co
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munidad fue invitada a participar en
un foro nacional indígena, convocado
por el movimiento zapatista, que se
realizó en San Cristóbal de la Casas.
Tuve la suerte de que me propusieran
como representante.
Al estar en dicha reunión, advertí que
los habitantes de mi comunidad no
éramos los únicos pobres, sino que los
mismos problemas que nos afectaban
eran compartidos por otros pueblos
indígenas del país, y descubrí que éste
era mi espacio y que debía unirme a la
lucha contra el poderoso. Desde enton
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ces decidí participar en las siguientes
reuniones, fungiendo como puente en
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tre mi comunidad y el resto de las comunidades organizadas.
Mi compromiso con el combate al machismo y la reconstitución de
las comunidades, así como mi constante asistencia a las reuniones,
me permitieron que el 29 de marzo de 2001, ante el Congreso de
la Unión, hablara en nombre de las mujeres indígenas de México,
para dejar en claro que el proceso de reconstitución integral de los
pueblos indígenas del país es una tarea que incumbe tanto al hombre como a la mujer, en una misma lucha por lograr nuestra plena liberación.
Ahora que tengo una familia, he revalorizado más todo lo que da la
vida, y la importancia de cuidarla. Sin embargo, sé que otros más
buscan la destrucción de nuestras comunidades. Por ello, considero
que es indispensable que los pueblos indígenas y no indígenas permanezcan unidos para resguardar la vida y la salud; para preservar
la organización colectiva y salvar a nuestra madre tierra.