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Sobre la crisis ecológica: Enredos elocuentes del poder


Raúl Prada Alcoreza :: 25.06.17

¿Quiénes son los que se esfuerzan, incluso, algunos, de manera desesperada, en descalificar el activismo ecológico[1]?
Últimamente se ha escuchado decir al vicepresidente de Bolivia que si bien hay crisis ecológica en el mundo, no pasa lo mismo en Bolivia, pues tenemos poca población y hay más árboles per cápita que en otros países. Este argumento raya en el sin sentido y su corroboración aritmética es torpe. A nadie se le puede escapar que al convivir en un mundo, mejor dicho, planeta, que llamamos Oikos, nuestro hogar, todo lo que pase en cualquier parte del planeta afecta a todo el planeta. Se trata de la integralidad de los ciclos vitales y los ecosistemas compenetrados[2].
Esto no solo es un desatino, sino es un forcejeo chapucero por demostrar lo contrario de las evidencias.
Es difícil asumir que alguien crea que no hay crisis ecológica, aunque lo han dicho elocuentemente los potentados empresarios de Estados Unidos de Norte América, aludiendo que se trata de un “invento de ambientalistas y ecologistas”. Lo que se puede suponer es que ellos, todos los que descalifican el activismo ecologistas, sean empresarios o políticos, de toda clase, de “izquierda” o de “derecha”, consideran que son efectos colaterales del “desarrollo”, que se pueden enmendar, con medidas adecuadas. Solo que las medidas en las que piensan son adecuadas a sus ganancias. En palabras populares, en verdad, les importa un comino lo que pase con el planeta.
Hay que detenerse en los embrollos argumentativos en los que se mete esta gente, agentes del sistema-mundo capitalista extractivista, que discursa como si fuesen defensores de la naturaleza. ¿Por qué hay que hacerlo? No para sacar algo de estos malabarismos discursivos, sino para auscultar, en el síntoma del embrollo, el sentido de estos comportamientos y conductas, que parecen desquiciadas.


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