Responsabilidad y continuidad de la revolución
05.07.2017
Raúl Prada Alcoreza
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/responsabilidad-y-continuidad-de-la-revolucion/
Un refrán popular conocido dice no críes cuervos que te sacaran los ojos. Friedrich Nietzsche decía que lo peor que se puede tener son discípulos; nosotros continuábamos con esta apreciación; decimos que los discípulo convierten en momia disecada al maestro, que es una forma de matarlo, aunque cantando loas. Lo que pasa en Venezuela se parece a todo lo que dicen estos refranes; quizás se tenga que hacer una precisión correspondiente. Los seguidores del caudillo, más elocuentes en la idolatría, matan al caudillo por segunda vez; matan su legado.
La revolución bolivariana tiene varios hitos. Primero, su substrato, de donde nace y emerge; del magma volcánico del caracazo. Segundo, de la irradiación de este acontecimiento de sublevación social. Tercero, su condensación en actitudes políticas, que buscan la realización de las demandas sociales del caracazo. En el caso singular, se condensa en un levantamiento militar, que intenta continuar la irradiación del caracazo por la vía de las armas; esta vez, un golpe de Estado nacionalista. Cuarto, después del fracaso del golpe de Estado y su represión, además del encarcelamiento del líder, la condensación se da en un frente popular bolivariano, que disputa en las elecciones nacionales, la representación institucional de la democracia formal. Esta condensación surte; accede al poder por la vía electoral. Quinto, se abre un proceso constituyente, que deriva en una Asamblea Constituyente y, en consecuencia, en una Constitución, que funda la quinta República; la República Bolivariana de Venezuela. Con el marco jurídico-político se apertura el comienzo la las trasformaciones estructurales e institucionales, que establece la Constitución.
Estos son los hitos de la revolución bolivariana. Pero, como toda revolución, no solo se embarca ante desafíos, diremos, histórico-políticos, sino también, enfrenta el contra-proceso, que anida en sus propias entrañas; la parte conservadora de la revolución[1]. La contra-revolución se abre curso en el mismo proceso revolucionario. No hablamos de lo más conocido, de las resistencias conservadoras de las organizaciones, formas de poder, representaciones, derrocadas; no hablamos de la conspiración y boicot de la denominada “derecha”. Sino hablamos de algo que no se menciona, por lo menos, en los “análisis” apologistas de la “revolución”. Hablamos de la contra-revolución que lleva máscara “revolucionaria”.
Esa es la contra-revolución más eficaz. Pues la contra-revolución de la “derecha” es contenida; la revolución goza de cohesión y fuerzas sociales aglutinadas, de la movilización popular, además del entusiasmo y confianza popular. La contra-revolución de “izquierda”, denominándola así, para mantener contrastes, es demoledora, pues se encuentra adentro; desarma desde adentro, carcome el proceso desde el interior mismo de las organizaciones, que conforman la misma revolución. Se hace la contra-revolución a nombra de la revolución; además con declaraciones más rimbombantes y mostrando lealtades más demostrativas, por la fidelidad con la “revolución”. Esto desarma, de entrada, la posibilidad de reacción inmediata contra esta contra-revolución de “izquierda”. La única posibilidad, por así decirlo, exagerando la figura, de detectar este contra-proceso, es la crítica, la defensa crítica de la revolución en marcha.
Por eso, la burocracia, que se ha hecho cargo de la institucionalidad de la revolución en el poder, es decir, en el Estado, prohíbe cualquier crítica, declarándola, además, de “contra-revolucionaria”, de coadyuvar a la “conspiración” de la “derecha” y el “imperialismo”. La burocracia no puede permitir un debate sobre el curso de la revolución, sus problemas, los errores contingentes, las interpretaciones de cómo seguir. Para la burocracia todo está resuelto; la interpretación oficial es la verdadera; no hay duda. La duda es “contra-revolucionaria”. Hay que ser implacables, estar templados como el acero. Esta mistificación del “militante revolucionario” es ya un síntoma de caer no solo en la apología banal, sino en la religión laica de la política, que es la ideología.
La contra-revolución de “izquierda” es el caballo de Troya; está dentro de la fortaleza de la revolución, para seguir con la metáfora. Esta es la condición de imposibilidad de la revolución y del proceso de cambio; condición que obstaculiza la marcha de la revolución; que inhibe sus fuerzas, que inmoviliza su potencia, que restaura los conservadurismos recalcitrantes, investidos por disfraces revolucionarios. Por eso, la revolución, al principio, ralentiza su marcha, después se detiene, para luego comenzar la regresión, hasta caer en la decadencia.
La revolución bolivariana, después de la promulgación de la Constitución, ha sido ralentizada por la burocracia; después, detenida; para luego, desmantelarla por el camino de la regresión. Ahora se encuentra en plena decadencia; ha cruzado la línea, se encuentra al otro lado de la vereda, enfrentando al pueblo.
Este, más o menos, es el perfil compartido por las revoluciones en la modernidad, salvo las excepciones que confirman la regla, que llegan a ser una. Vuelve a repetirse con las reformas progresistas; pues son eso, aunque les demos el nombre de “revolución”. Las revoluciones destruyen el viejo régimen y construyen un nuevo contexto institucional y estructural. Las reformas progresistas no destruyeron el viejo régimen, sino, en el mejor de los casos, concluyeron las tareas pendientes de la construcción y consolidación del Estado-nación. Las revoluciones del socialismo real, que son las revoluciones socialistas efectuadas, las que permitieron las correlaciones de fuerza, destruyeron el viejo Estado y construyeron uno nuevo. Con eso creyeron que bastaba para continuar con las transformaciones estructurales; empero, la ironía de la historia fue que el nuevo Estado restauró el monopolio del poder; con este monopolio, abrió otro curso a las desigualdades y a la formación de nuevas clases dominantes; no necesariamente propietarias de los medios de producción; pero sí administradoras de los medios de producción del Estado socialista. Sobre todo, propietaria del manejo estatal, de la difusión ideológica; por lo tanto, de la propaganda. Particularmente, podemos hablar del monopolio de la interpretación oficial, la verdadera.
Con esto, la revolución pierde su ímpetu desbordante, su capacidad creativa y su potencia social desplegada. La “revolución” es propiedad, por así decirlo, de la nomenclatura, de la jerarquía del partido-Estado que ha convertido al Estado en un partido. La revolución ha sido vencida por la contra-revolución que llevaba dentro.
La experiencia social política enseña estas duras lecciones, que deberían haber sido aprendidas. Empero, no ocurre esto. Al contrario, se insiste en repetir lo mismo; casi los mismos discursos; mejor dicho argumentos; los de la propaganda ideológica; ciertamente adquiriendo particularidad, según los contextos y coyunturas. No tendría explicación esta insistente recurrencia de lo mismo si no se observa detenidamente lo que ocurre en las formas y estructuras del proceso revolucionario. No son los mismos los que hacen, para decirlo resumidamente, la revolución, y los que se aprovechan de ella. Los segundos son los que gobiernan, generalmente, salvo la excepción que confirma la regla. Entonces, resumiendo, unos luchan y otros gobiernan. Los que insisten en la reiteración de errores, que convierten en verdades indiscutibles, oficialmente, son pues los segundos; no los primeros, que a las alturas de cuando sucede esto, ya están arrinconados. No es éste, sin embargo, nuestro tema, ahora; lo fue en otros ensayos[2]. El tema, ahora, es interpretar, en lo posible, lo que ocurre en la República Bolivariana de Venezuela, en la coyuntura álgida de la crisis política. Al respecto, diremos algunas apreciaciones contextuales.
Periplo de la revolución bolivariana
Primero, la revolución bolivariana reproduce el perfil de los decursos de los procesos revolucionarios, anteriormente dibujados. Solo que lo hace, ciertamente, con su propia singularidad, la nacional. Segundo, respondiendo a la pregunta que se hizo de Rosa Luxemburgo de reforma o revolución[3]; diremos que si bien es una reforma, desde la perspectiva de las transformaciones estructurales e institucionales, sobre todo, en lo que respecta al Estado-nación, concretamente, situándonos en el hecho que no se destruyó el Estado liberal, es una reforma. Sin embargo, desde la perspectiva de la eclosión social, de la movilización social, del empoderamiento de las clases subalternas, de la avalancha y el desborde de la movilización social, que acompañó al proceso, es una revolución.
Tercero, que el proceso de la revolución bolivariana nos enseña, volviendo a la pregunta de Rosa Luxemburgo, que revolución es un concepto, pero también es una expresión metafórica, ciertamente figurativamente connotativa, con mutaciones y repercusiones transformadoras en el imaginario social. Que si bien parte de un modelo, en este caso, la revolución francesa, adquiere peculiaridades en el decurso de las creaciones de las sublevaciones populares. El marxismo, sobre todo el marxismo bolchevique, el leninista, consideraba que el Estado socialista, concebido como dispositivo revolucionario de transición, debe efectuarse como dictadura del proletariado. Concepto que nada tiene que ver con la interpretación vulgar de que se trata de una dictadura por el empleo de la violencia, aunque se la llame “revolucionaria”. Etienne Balibar dedicó un libro al esclarecimiento e interpretación de este concepto histórico-político de la dictadura del proletariado[4]. Retomando la interpretación de Balibar, que habla, mas bien, del ejercicio de una democracia efectiva – dejando de lado la interpretación vulgar -, en la transición del capitalismo al socialismo, creemos que la interpretación bolchevique tiene serios problemas, para sostener el concepto. Vamos a intentar resumir nuestros argumentos, que no son el tema de la reflexión del ensayo, remitiéndonos, mas bien, a otros escritos.
Primero, la dictadura del proletariado, en el concepto vertido por Vladimir Ilich Lenin e interpretado por Balibar, supone el Estado socialista. Este es el problema crucial; usar el Estado para realizar la continuidad de la revolución. Consideramos, teniendo en cuenta la experiencia social política, de que usar el Estado para luchar contra el capital es usar la otra cara del capital, que es el Estado, para hacerlo. Entonces el proyecto es un fracaso antelado. Este es el error bolchevique de partida.
El concepto de dictadura del proletariado es un concepto que legitima la violencia, que no deja de recordarnos a la violencia de las clases dominantes. Como dice el mismo Lenin, el Estado es la dictadura de la clase dominante. Retomando a Balibar, si bien se trata de la dictadura de la mayoría, que no es más que la mayoría imaginaria, pues los bolcheviques, que significan lingüísticamente mayoría, no eran mayoría en los soviets. Por otra parte, el proletariado no era mayoría en la formación social del imperio zarista desmoronado. Una minoría, que se atribuye la representación del proletariado, sobre todo, después de masacrar a la vanguardia del proletariado y de la revolución, los marineros y organizaciones proletarias de Kronstandt, no ejerce la dictadura del proletariado, sino termina ejerciendo la dictadura de una minoría, el partido bolchevique.
Por más buenas intenciones que hayan tenido los bolcheviques, con llevar adelante esta dictadura de una minoría militante, que llamaron dictadura del proletariado, además, teniendo en cuenta los resultados del comunismo de guerra, que venció en la guerra civil desatada por las potencias imperialistas e intervencionistas, la dictadura del proletariado se convirtió en un bumerang para la revolución socialista. La dictadura del proletariado se ejerció violentamente contra los estratos abigarrados del campesinado ruso, que no solo eran los kulaks; es decir, contra la alianza de la proclamada articulación obrero-campesina, en las tesis orientales. Después, contra los propios bolcheviques sobrevivientes de la guerra civil, pasando por el asesinato de los bolcheviques del comité central del partido comunista. En consecuencia, la dictadura del proletariado resultó un dispositivo contra-revolucionario, en manos de una burocracia mediocre y despiadada.
En el caso venezolano, no es pues un buen argumento sostener el tesis de la dictadura del proletariado para legitimar las acciones de un partido, que en nada se parece al partido bolchevique de la revolución rusa, y de un gobierno, que está lejos del papel cumplido por los gobiernos bolcheviques, en la primera etapa estatal de las transformaciones estructurales e institucionales del Estado socialista. Mucho menos aun cuando su interpretación del concepto de la dictadura del proletariado no es ni la de Lenin y menos de la sugerente de Balibar, sino una banalidad parecida a lo que conciben los dictadores militares latinoamericanos.
Los devaneos del marxismo vulgar son prosaicos y elementales. Confunden el marxianismo, llamado materialismo dialéctico y materialismo histórico, con los prejuicios fijados del positivismo burgués; es decir, del materialismo burgués, al estilo de Paul Heinrich Dietrich, barón de Holbach[5]. Confunden la dictadura del proletariado con el uso de la violencia brutal, de la misma manera que cualquier dictador militar conservador. No se puede esperar de ellos otra cosa que su creencia en que la “revolución” es obediencia, disciplina y ausencia de crítica. Es imposible tomar en serio estos devaneos de gente que balbucea el marxismo y se proclama elocuentemente “marxista”. Lo que interesa, es reflexionar sobre los conceptos construidos por los bolcheviques para interpretar la realidad social, política y económica específica de Eurasia, que ayude a llevar adelante la revolución. Estos conceptos, los del marxismo bolchevique, los de las tesis orientales, su decodificación, brillan por su ausencia en los discursos y devaneos del marxismo vulgar.
Ahora bien, volviendo a la crisis del proceso de cambio de la revolución bolivariana, vemos que un marxismo vulgar, imbricado, barrocamente, con imaginarios mesiánicos triaviales, con representaciones religiosas elementales, sobre todo evangelistas, se convierte en el modelo entremezclado del discurso del partido oficialista y del gobierno. Lejos de las reflexiones comprometidas de la teología de la liberación, mucho más lejos de las interpretaciones histórico-políticas de la izquierda nacional latinoamericana[6], mucho más lejos de los análisis y las tesis orientales bolcheviques, rusas y chinas, se proclaman herederos del acontecimiento carismático, nacionalista y social, de Hugo Chávez; además de proclamarse herederos de las revoluciones socialistas. Estas pretensiones son eso, pretensiones, además insostenibles, dadas sus triviales interpretaciones de sus recursos discursivos, esquemáticos y simplones; fuera de sus acciones atroces, que ya se acercan a la brutalidad de las dictaduras militares reaccionarias.
La discusión con el marxismo es importante, pero, hablamos del marxismo bolchevique y del marxismo crítico; no de esta impostura balbuceante, que se proclama “marxista”, aprovechando el prestigio ideológico del paradigma revolucionario. Estos temas no se pueden resolver como en el campo deportivo, por así decirlo, donde basta ponerse la camiseta y defenderla con cualquier clase de argumentos, sostenidos solo por la pasión a la camiseta. Es eso lo que parecen entender estos revolucionarios de pacotilla[7]. Es indispensable distinguir con quienes se discute. De ninguna manera se desmerece el aporte del marxismo teórico y militante, mucho menos del marxismo crítico; pero, considerar marxismo a los balbuceos vulgares del “marxismo” vulgar es otra cosa.
La revolución bolivariana no deja de ser una revolución por lo que ocurre en la coyuntura dramática, la usurpación de la misma por la burocracia del partido, por una forma de gubernamentalidad clientelar y corrupta. Estos señores patriarcales no pueden borrar lo que ha acontecido. Se trata de un proceso revolucionario que padece lo que todo proceso revolucionario; se enfrenta a las contradicciones que lleva en sus entrañas. Cambia el mundo, pero se hunde en sus contradicciones insoslayables. No va a dejar de ser revolución, incluso si fuese derrotada; por ejemplo, culminada y clausurada por un termidor de “derecha”. Lo que ha acontecido queda en los espesores del presente, en la experiencia social y la memoria social. Empero, en la medida, que no ha sido clausurada, a pesar de la usurpación de la casta burocrática, hay la posibilidad de continuar revolución; aprendiendo las lecciones de la historia política de la modernidad. Esto depende de la voluntad de potencia del pueblo; no de vanguardias ni de clarividentes. Esto depende de la capacidad de lucha de las involucradas y los involucrados en los entramados de la coyuntura. Obviamente, depende de la correlación de fuerzas.
¿Cuál es el papel del activismo libertario en estas dramáticas circunstancias? Lo hemos dicho de una manera general, que puede resultar significativa, pero puede volverse inútil, si no se logran especificaciones y concreciones; dijimos: activar la potencia social. Sin embargo, hay que tener en cuenta que lo que acaece, no depende ni de tener la razón, ni estar de parte de la justicia, sino de la correlación de fuerzas. Fuerzas que no significan violencia, como se entiende comúnmente, sino que connotan variadas relaciones, cuantitativas y cualitativas, de despliegues energéticos. Entonces, si bien no se renuncia a las proyecciones emancipadoras y libertarias, hay que tener en cuenta lo que acabamos de decir; que dicho de otra manera, que la realidad, sinónimo de complejidad, no es la realización de los deseos, ni de la razón, ni de la justicia, sino de las composiciones y combinaciones de composiciones de las fuerzas puestas en juego; es indispensable responder a las coyunturas concretas, a los resultados de la correlación de fuerzas.
En la coyuntura álgida y dramática del proceso de la revolución bolivariana, ha aparecido una tercera vía – así la hemos llamado -, que puede ilustrarse como la que dice: ni los unos ni los otros sino el legado de Hugo Chávez, el legado de la revolución bolivariana; defender la Constitución, contra la deschavetada pretensión de hacer una Asamblea Constituyente constituida por el poder constituido[8]. Que no tiene nada de constituyente, que amenaza con destruir el logro constituyente del proceso constituyente de la revolución bolivariana. Una Asamblea Constituyente que no se basa en el poder constituyente, que es el desborde social, que, por contraste, se asienta en la maquinaria del poder constituido, no es más que una Asamblea constituida por el poder constituido; entonces, es un dispositivo de la decadencia política. Si se llevara a cabo, seria la culminación, la clausura de la revolución, por el lado del termidor de “izquierda” de la revolución bolivariana.
La coyuntura en la encrucijada
En la BBC Mundo se describe la coyuntura venezolana de esta manera:
Más desafiante que nunca, la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega, acusó este martes al poder Ejecutivo y Judicial de estar perpetrando un golpe de Estado peor que el de 2002 contra Hugo Chávez. “Esto es un golpe de Estado más grotesco que el de Carmona”, dijo este martes, en referencia al golpe fallido en abril de 2002, por el que el empresario Pedro Carmona disolvió los poderes, antes de que se consumara el regreso a la presidencia de Chávez, a las pocas horas.
La fiscal, nombrada en 2007 y que se considera chavista, se ha convertido en la voz más crítica contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, desde dentro del Estado. Ortega no acudió al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), donde se celebró un antejuicio de mérito para determinar si cometió alguna falta grave, lo que podría llevar a su destitución. De acuerdo con la Constitución, ese poder de removerla del cargo recae en la Asamblea Nacional, de mayoría opositora y considerada en desacato por parte del TSJ; por lo que es de esperar que sea la Sala Constitucional del alto tribunal; la que, como ha venido haciendo en los últimos meses, se atribuya el papel de suplir al Parlamento y decida sobre una eventual destitución. De hecho, esa sala nombró este martes una nueva vicefiscal, Katherine Harrington, que Ortega no reconoce como legítima y que asumiría el cargo en caso de una destitución. Pero antes, la Sala Plena, con todos los jueces del Supremo, deberá definir si hay o no faltas graves tras aceptar una denuncia del diputado oficialista Pedro Carreño.
Concluida este martes la audiencia del antejuicio de mérito, en la que el Defensor del Pueblo y el Controlador General de la República testificaron en contra de Ortega, el presidente del Supremo, Maikel Moreno, anunció que el tribunal se tomará cinco días para tomar una decisión. A la misma hora en la que estaba citada en el TSJ, la fiscal ofreció una declaración llena de detalles legales y de palabras desafiantes contra el alto tribunal y contra la situación que vive Venezuela, que a la crisis económica le suma más de tres meses de protestas antigubernamentales que han dejado ya 90 muertes. “No voy a convalidar un circo que tiñe nuestra historia con vergüenza y dolor. La resolución está cantada. No lo reconozco”, dijo Ortega sobre el Supremo, al que acusa de actuar al dictado del Ejecutivo. Ortega invocó, hace unos días, el artículo 350 de la Constitución, que da el derecho a no reconocer a los poderes públicos. Es un argumento esgrimido también por la oposición política. “Quieren callarme para que no siga diciendo verdades, como que diga que se sigue manteniendo una grosera ruptura del orden constitucional. Pero no lo lograrán, vamos a triunfar”, dijo ante el aplauso de empleados del Ministerio Público. Ortega consideró un “quiebre del orden constitucional” las sentencias del TSJ de finales de marzo por las que se apropiaba de poderes del poder legislativo. Esas decisiones fueron el detonante de la actual ola de protestas. Además, la fiscal criticó la convocatoria sin referendo previo de una Asamblea Nacional Constituyente y se ha erigido en firme defensora de la Constitución de 1999, promovida por Chávez. Su defensa del fallecido comandante la ha convertido en referente del chavismo crítico con el gobierno de Maduro. También ha condenado la represión de las fuerzas de seguridad contra los manifestantes. De acuerdo a la fiscalía, 21 personas han muerto por la actuación de las fuerzas del orden. La Fiscalía imputó por violaciones de derechos humanos al exjefe de la Guardia Nacional, una de las encargadas del control de las manifestaciones, y al responsable del servicio de inteligencia (Sebin).
En las últimas semanas pidió la anulación del nombramiento en diciembre de 2015 de varios magistrados del TSJ. Y todo ello en un clima de polarización política y social. Las protestas están alimentadas también por la severa crisis económica de un país que sufre una altísima inflación de tres dígitos y escasez de alimentos y medicinas. Todo ello ha hecho que se desplome el apoyo al gobierno y la aprobación del presidente Maduro. Desde las elecciones legislativas de diciembre de 2015, ganadas ampliamente por la oposición, no se han celebrados nuevos comicios. Se pospusieron las elecciones regionales y el Consejo Nacional Electoral suspendió un referendo revocatorio que promovía la oposición[9].
Esta descripción informativa nos muestra el dramatismo y la intensidad de la coyuntura, sobre todo, de los entramados de la misma. El gobierno de Nicolás Maduro no atina a otra cosa que recurrir a las violencias desenvueltas; las físicas, las simbólicas, las de empellones y las de forcejeos ilegales, con burdas pretensiones legalistas. Lo que evidencia las profundas debilidades de un gobierno en plena implosión. La Fiscal General, Luisa Ortega, ha decidido enfrentarse esta comedia burlesca de la política criolla; autoridad, con atribuciones constitucionales e institucionales, a la que no se puede destituir como pretende el gobierno y los órganos de poder controlados por el oficialismo, sino recurriendo a la burda violencia fuera de la Constitución, la Ley y la institucionalidad. Donde prepondera la astucia criolla y no la democracia institucional, menos la política, en pleno sentido de la palabra, la política como suspensión de los mecanismos de dominación. Este coraje de la verdad, como hemos dicho en un escrito anterior[10], devela la herida abierta en el universo de la nada, parafraseando a Stéphane Mallarmé; ahora, de otra manera y con otros objetivos y significaciones. La política, en sentido restringido, en sentido de la simulación política, que comparten tanto la “derecha” como esta “izquierda” clientelar, está herida mortalmente. La abertura muestra el alcance de la crisis múltiple del Estado-nación. La revolución bolivariana, si continua, tiene la tarea de ir más lejos; retomando lo establecido en la Constitución: la democracia participativa y la autogestión comunitaria.
Un gesto de resistencia ante la decadencia y el desmoronamiento ético y moral de la forma de gubernamentalidad clientelar, la resistencia de la Fiscal General, hace evidente el gran contraste entre la herencia del caracazo, retomado y condensado por la revolución bolivariana, y la decadencia de una burocracia enredada en las telarañas del círculo vicioso del poder. Que este contraste derive en la continuidad de la revolución, que pasa por la defensa de la revolución, no solo contra la conspiración de la “derecha”, sino, sobre todo, contra la conspiración de “izquierda”, que detenta el poder y lo reproduce como vicio, depende de la voluntad y participación del pueblo.
1] Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia y trama política. Amazon; Libros.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Paradojas de la revolución. Amazon: Libros.
[3] Ver de Rosa Luxemburgo Reforma o revolución. Obras escogidas. Izquierda revolucionaria. Marxismo.org.
[4] Ver de Etienne Balibar Sobre la dictadura del proletariado. Siglo XXI; Madrid 1977.
[5] Ver de Paul Heinrich Dietrich, barón de Holbach Sistema de la naturaleza. Editorial de Ciencias Sociales; Habana 1989.
[6] Ver de Jorge Abelardo Ramos El marxismo de Indias. Izquierdanaconal.org.
e-mail: contacto@izquierdanacional.org.
web: www.izquierdanacional.org.
[7] Ver de Raúl Prada Alcoreza Revolucionarios de pacotilla. Dinamicas-moleculares.webnode.es. También del mismo autor Devenir y realidad; ISSUU.com.
[8] Ver de Raúl Prada Alcoreza Alteridad o decadencia. ISSUU.com.
[9] Ver “No voy a convalidar un circo que tiñe nuestra historia con vergüenza y dolor”: la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega, desconoce al Tribunal Supremo de Justicia. BBC MUNDO. http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-40500152.
[10] La alternativa política al callejón sin salida.
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-alternativa-politica-al-callejon-sin-salida/.
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/responsabilidad-y-continuidad-de-la-revolucion/