LA SORPRESA ELECTORAL ZAPATISTA Y EL GOBIERNO COMUNAL
junio 30, 2017
DANIEL MONTAÑEZ PICO
LATINOAMERICANISTA Y PROFESOR EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
LA SORPRESA ELECTORAL ZAPATISTA Y EL GOBIERNO COMUNAL
Es normal que desde muchos movimientos sociales en varios rincones del mundo, que vienen siguiendo con entusiasmo las iniciativas del EZLN desde el alzamiento de 1994, esta propuesta sea vista con escepticismo. En la coyuntura mundial actual la iniciativa es rápidamente interpretada desde la idea de la toma y transformación del poder institucional, relacionándola con procesos actuales como los de Podemos o el progresismo latinoamericano del S. XXI. Pero el contexto y las raíces histórico-sociales de este proceso son diferentes.
2017/06/27
«Hasta que la dignidad se haga costumbre» (Estela Hernández)
¿Quién no se ha contrariado, enfadado o entusiasmado ante el anuncio de la convocatoria zapatista a presentar una candidatura indígena independiente en las elecciones presidenciales mexicanas de 2018? Para parte de la izquierda partidista, liderada por Manuel López Obrador (Morena), se trataría de un nuevo intento de boicotear sus esfuerzos; parte de la izquierda autonomista y los movimientos sociales sienten cautela ante el posible peligro de ser cooptados por el poder burocrático y administrativo del Estado neoliberal; para la derecha y el gobierno (PAN y PRI) se trata de una locura poco trascendente; a mucha gente de a pie en México les llama la atención la propuesta, pese a no terminar de confiar en su alcance y sentido; en otros países la prensa recoge la noticia con cierto escepticismo y pocas claves interpretativas, al igual que la generalidad de los partidos e intelectuales progresistas de América Latina y el resto de continentes. En cualquiera de los casos, volvemos a corroborar que, después de más de 20 años en la esfera mediática internacional, así como ya sucedió con el alzamiento de 1994, la creación de la organización político-social nacional del Frente Zapatista de Liberación Nacional (1997-2005) o la propuesta de la Otra Campaña (2006-2013), no decae aquella gran capacidad del zapatismo para hacer frente a su sociedad y al mundo: sorprender.
En octubre de 2016 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) propuso al Congreso Nacional Indígena (CNI) promover una candidatura indígena femenina independiente para las elecciones presidenciales mexicanas de 2018 que fungiera como vocera de una Junta de Buen Gobierno a nivel nacional. Desde entonces se establecieron consultas y debates permanentes sobre la propuesta en las bases de todos los pueblos, comunidades y tribus que conforman el CNI a lo largo de todo el país. En enero de 2017, en el marco del 5º Congreso Nacional del CNI celebrado en San Cristóbal de las Casas, se hizo público el consenso: habría una candidata indígena independiente del CNI, que sería vocera de un Concejo Indígena de Gobierno (CIG). Fue una facción magonista del CNI oaxaqueño la que propuso la fórmula del concejo, que hace referencia a modelos históricos de gobierno comunal indígena, frente a la de la junta de buen gobierno. Desde entonces, toda una serie de asambleas y esfuerzos organizativos se pusieron en marcha, hasta que el 28 de mayo en la asamblea constituyente del CIG se votó unánimemente por María de Jesús Patricio para hacerse cargo de la vocería y tomar la responsabilidad de ser candidata a la presidencia de México. Conocida como Marichuy, la primera vocera del CIG tiene 58 años, es natural de Tuxpan, Jalisco, y médica tradicional del pueblo nahua, con una reconocida trayectoria como defensora de los derechos de los pueblos indígenas en el país.
Lo del concejo no tendría por qué asombrarnos. Esta fórmula colectiva de organización concejil indígena tiene una larga trayectoria en México. Gudrun Lenkersdorf, gran estudiosa y apasionada de la cultura e historia maya, plantea que existe una tradición histórica de gobiernos horizontales y comunales en el territorio maya-chiapaneco cuyos orígenes se remontan a los tiempos prehispánicos. A través de una antropofagia cultural (como planteó el modernismo brasileño de autores como Oswald de Andrade, reinventando el debate colonial sobre la antropofagia en los pueblos tupí-guaranís) o de una calibanización (como plantearon, inspirados en el personaje del esclavo negro Calibán de La Tempestad de Shakespeare, los caribeños George Lamming, Aimé Césaire y Roberto F. Retamar), esta tradición habría conseguido sobrevivir hasta nuestros días mediante las figuras político-administrativas de los concejos y los municipios libres y autónomos, cuyo origen se remonta a las llamadas Repúblicas de Indios de la época colonial. Y este es sólo un pequeño ejemplo de los inmensos aportes de los pueblos de nuestra región a las sociedades americanas, varios de los aspectos más positivos de nuestras tradiciones políticas horizontales y colectivas toman raíz en su pensamiento y modos de vida y no sólo en las influencias occidentales.
Pocos medios como la Ojarasca, suplemento mensual sobre pueblos indígenas de La Jornada, han tenido un seguimiento tan continuo y complejo sobre esta última iniciativa zapatista. Dos fantásticas sociólogas y activistas del mundo indígena americano vertieron allí interesantes reflexiones. Desde los andes bolivianos, Silvia Rivera Cusicanqui valoró positivamente en el número 235 (noviembre de 2016) la iniciativa como un golpe mediático, político y social que «puede alborotar el sueño de los poderosos y, por otro lado, alimentar qué es nuestro proyecto y cómo se lo decimos a la masa de despistados que está cargada con sus celulares, envilecidos por el consumo»; por otro lado, Josefa Sánchez Contreras, del pueblo zoque del Istmo de Tehuantepec en México, propuso en el número 238 (enero de 2017) que, a diferencia del proceso guatemalteco (en el que el partido maya WINAQ candidateó a Rigoberta Menchú), donde el horizonte estaba dirigido a la toma del poder estatal, la propuesta del CNI estaría enfocada a comunalizarlo desde sus propias tradiciones de gobierno colectivo indígena. La autora señala también las dificultades del proceso: «Parte de la dificultad radica en el fortalecimiento de los sistemas de gobiernos comunales en pueblos cuyas asambleas se encuentran fragmentadas por los partidos. En esos lugares es incierta la repercusión que tendrá el mensaje del CNI–EZLN en la coyuntura electoral, así como en las zonas donde no se ha logrado consultar por la presencia del crimen organizado. El hecho de que comunidades en procesos de autonomía hayan abrazado la propuesta confirma que el Concejo Indígena de Gobierno, si bien no es un proceso consumado, está lejos de ser una inflación mediática o un caparazón vacío. De ser así, la propuesta del EZLN-CNI estaría desafiando la tutela partidaria y estatal para llevar su propia forma de gobierno a escala nacional, pasando de la resistencia a la ofensiva, no de la resistencia al poder».
Es normal que desde muchos movimientos sociales en varios rincones del mundo, que vienen siguiendo con entusiasmo las iniciativas del EZLN desde el alzamiento de 1994, esta propuesta sea vista con escepticismo. En la coyuntura mundial actual la iniciativa es rápidamente interpretada desde la idea de la toma y transformación del poder institucional, relacionándola con procesos actuales como los de Podemos o el progresismo latinoamericano del S. XXI. Pero el contexto y las raíces histórico-sociales de este proceso son diferentes. En primer lugar, hay que dimensionar que esta propuesta está siendo trabajada por el CNI y el EZLN es sólo una parte de su organización, la cual involucra a más de 50 pueblos, comunidades y tribus indígenas de todo el país. El EZLN apoya el proceso pero no es parte como tal del CNI. El CNI es un esfuerzo de coordinación de los pueblos indígenas en resistencia de México, no incluye a movimientos sociales como tal, sus células son los pueblos, comunidades, tribus y naciones indígenas, participen o no en movimientos sociales, ¿o son en sí mismos estos pueblos movimientos sociales? Las categorías se nos quedan, como casi siempre, cortas ante el acontecer social. En segundo lugar, lo que se está proponiendo es una vocería –y no una representación– de un conjunto muy amplio de fuerzas sociales que han sido históricamente desdeñadas a través del binomio imperialista de la raza y la clase. En tercer lugar, esta forma de organización no responde a las lógicas partidarias ni pretende pelear espacios institucionales locales. No hay intención de entrar en el juego de ganar alcaldías ni municipios, no se pelea por despensas ni puestos ni por gestionar políticas públicas. Por activa y por pasiva han dicho una y otra vez que ganar o no las elecciones no importa, lo que importa es el proceso organizativo mismo e incluir la agenda de los pueblos en resistencia en el panorama nacional. Se trata de un proceso de coordinación y organización de otro mundo desde la inmensa diversidad de los pueblos indígenas del país, para continuar la lucha contra la guerra institucional hacia los pueblos indígenas y las mujeres que se vive desde hace más de 500 años. En un país donde no cesan los ataques hacia los pueblos indígenas y hacia las mujeres, ante los cuales gran parte del gobierno y de los partidos políticos se han mostrado incapaces de ponerles solución y hasta cómplices de los mismos, la propuesta de una candidata indígena independiente proveniente de los movimientos sociales a la presidencia es cuanto menos una sacudida ética que señala el racismo, el clasismo y el machismo arraigados en la sociedad.
Recientemente, Estela Hernández, hija de Jacinta Francisco Marcial, durante el acto de disculpas institucionales que el gobierno realizó por el encarcelamiento injustificado de su madre durante más de tres años por cumplir «los tres delitos de ser mujer, indígena y pobre», terminaba su discurso invitando a seguir luchando «hasta que la dignidad se haga costumbre». Se trata de eso. Pase lo que pase en las elecciones el EZLN y el CNI seguirán concentrados en defender la vida y la autonomía de sus movimientos y pueblos, sin dejar a la vez de insistir en ideas y propuestas para expandir la dignidad más allá de las fronteras de sus comunidades, con la intención de transformar al país y al mundo entero mientras se transforman a sí mismos. Aunque sean ideas raras, locas y sorprendentes. ¿O acaso no sonó raro, loco y sorprendente, hace ya más de 100 años, el grito zapatista de «tierra y libertad»? Un grito emergente de las gargantas de los pueblos indígenas más pobres y humillados del país, que forzó al gobierno a formular una de las constituciones más revolucionarias de la historia. En fin, como dijo el gran maestro latinoamericano Simón Rodríguez: o inventamos o erramos.