Sintomatología de una economía política perversa
13.07.2017
Raúl Prada Alcoreza
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/sintomatologia-de-una-economia-politica-perversa/
Ningún fenómeno en el sistema-mundo es aislado, como si nada tuviera que ver con este sistema; tampoco ningún síntoma de su corporeidad maquínica está desconectado; los síntomas conforman toda una sintomatología del sistema. Por eso, es importante leer qué nos dice un fenómeno descomunal, desbordante, espantosamente violento, como el del narcotráfico, sobre el sistema-mundo capitalista, donde se encuentra y funciona. Entonces trataremos de interpretar, si se quiere, usando el término médico, diagnosticar al sistema-mundo a partir de este fenómeno perverso y este síntoma desbocado.
El narcotráfico, que forma parte del conjunto de tráficos calificados como “ilícitos”, conjunto de tráficos que, a su vez, forman parte, de la constelación de tráficos dados en el sistema-mundo, compartiendo este campo de circuitos con los tráficos legales, corresponde a los desenvolvimientos sueltos como diluvios de la economía-mundo, que alcanzan la fluidez de los circuitos de distribución de mercancías, que no tienen fronteras ni se detienen ante límites, sobre todo, institucionales. En un sistema-mundo donde todo es susceptible de volverse mercancía, es decir cosa que se vende en el mercado, no es, de ninguna manera, sorprendente que determinadas plantas y productos elaborados, transformados con el mismo procedimiento de producción industrial, consideradas institucionalmente “drogas”, se conviertan en mercancía y se vendan en el mercado mundial, atravesando fronteras. Estas plantas dejaron de formar parte de los consumos rituales y ceremoniales culturales, para ingresar como mercancías, es decir, como cosas, al mercado. Perdieron no solamente su halo simbólico y alegórico cultural, interpretable desde la hermenéutica de los mitos, para convertirse en objetos de intercambio; sobre todo, en objetos valorizados dinerariamente, de acuerdo a su exaltada demanda. El mito cultural del que participaba como referente de tramas de epopeyas y narrativas de los orígenes se difumina, sustituido por interpretaciones desesperadas, que quieren encontrar en la alucinación o en la energización artificial una salida o escapatoria al sin-sentido de un mundo institucional, perdido en sus laberintos normativos. El mito ya no es mito, en pleno sentido de la palabra, sino es apenas la reminiscencia banal a una ilusión y expectativa, que siempre se frustra, pues es artificial; por eso, se vuelve recurrentemente a ella.
Una primera apreciación, de la lectura que intentamos, puede enunciarse de la siguiente manera: Esta suspensión en la nada, como define Martin Heidegger a la existencia, es la expresión evidente y clara de la forma de existir en el sistema-mundo capitalista. Recogiendo a Friedrich Nietzsche, que Heidegger siempre ha temido y querido domesticar, la civilización moderna, cuna y continente del sistema-mundo capitalista, es, paradójicamente, la realización del nihilismo extremo, de la voluntad de nada exacerbada. Decimos paradójica, pues la nada no podría realizarse, pues es nada; sin embrago, se realiza en la diseminación de la potencia de la vida.
Es absurdo considerar que los involucrados en la economía política del narcotráfico son como extraños y externos al sistema-mundo y a la civilización moderna. Esto es desentenderse de la responsabilidad de lo que sucede. Al contrario, son parte plena, hipertrofiada, como un tumor que nace en el cuerpo enfermo. Es uno de los desenlaces de las tramas del sistema-mundo; forma parte de los entramados de este sistema. El convertirlos en demonios o endemoniados, en monstruos, es el procedimiento empleado por las inquisiciones religiosas. Vistos de cerca y comparativamente, no son tan distintos a los agasajados empresarios de la economía formal e institucionalizada. Hablando no ya de los conductores, sino de los empleados, tampoco ellos son tan distintos a los empleados de las empresas e instituciones formales y legales. Son dependientes de los emprendimientos productivos y comerciales; lo que los diferencia es que unos se encuentran en los ámbitos descalificados institucionalmente y otros se encuentran en los ámbitos calificados y aceptados legalmente. Claro que exageramos para ilustrar; sobre todo, cuando se trata de perfiles profesionales, incluso éticos y morales; empero, hasta estas diferencias se van borrando, si revisamos las competencias despiadadas entre empleados, profesionales y funcionarios del campo empresarial e institucional formal. Por otra parte, la sorpresa es, que en la actualidad, los carteles, que son empresas sui generis y, obviamente violentas, ya contratan o incorporan a profesionales; incluso tienen como socios a empresarios de los ámbitos formales, legales e institucionalizados.
Entonces, ni unos son los demonios ni los otros son los ángeles. Puede que aceptemos que los niveles de violencia utilizada en sus competencias son abismalmente diferentes; sin embargo, en determinadas circunstancias, los empresarios formales en competencia terminan recurriendo a las armas más implacables y deshonestas. Entiéndase bien, no se trata, de ninguna manera, justificar el accionar de los carteles y los señores o barones o “generales” de los carteles; esta probable interpretación de algunos dogmáticos moralistas está fuera de lugar. Sino de comprender cómo funciona la economía política del chantaje, en ella, la economía política del narcotráfico, en la economía-mundo, donde participa, y en el sistema-mundo, donde funciona.
Mejorando la ilustración de nuestra aclaración, nos daremos un ejemplo hipotético, tomando en cuenta un escenario ficticio, difícil de darse, debido al control y la irradiación, el atravesamiento, de las economías políticas del chantaje, respecto a las mallas institucionales, sin embargo, posible teóricamente. Supongamos que la “guerra contra el narcotráfico” logra su cometido, vencer a los carteles, atrapar a todos los capos, además de desmantelar sus organizaciones. ¿Se termina todo ahí? ¿Acaba esta historia? ¿Mas bien, no ocurre como en la despiadada competencia empresarial formalizada, que ante el vacío de los desaparecidos, aparecen nuevos jefes y carteles? Nos inclinamos por dar una respuesta afirmativa a esta pregunta. Mientras haya un sistema mercantil que transforma todo en mercancía, es de esperar que se conformen núcleos empresariales que busquen el monopolio, entonces, entran en competencia por vender lo que apetece el mercado.
La “guerra contra el narcotráfico” es una guerra perdida de antemano, mientras se dé en las condiciones del sistema-mundo capitalista. Es como pretender acabar con el capitalismo preservando sus estructuras y sus maquinarias; algo que aproximadamente hizo el socialismo real. No se trata de ganarle la guerra al narcotráfico, que es un fenómeno perverso del sistema-mundo capitalista, sino de desmantelar aquello que lo genera. Así como el dolor es un aviso, llamada de atención del cuerpo, también podríamos figurarnos que estos fenómenos descomunales, desbocados, que adquieren dimensiones atroces, sobre todo en lo que respecta a la violencia y la banalidad, que son como síntomas exacerbados, donde se llama la atención para que las sociedad, sobre todo los pueblos, puedan intervenir y evitar el apocalipsis.
Parece que no se puede resolver este problema, el de la economía política del narcotráfico, que acompaña a otros problemas mayúsculos, como la crisis ecológica, la decadencia civilizatoria, la absurda y descomunal desigualdad, además in crescendo, en un sistema-mundo que ha logrado niveles tecnológicos y de uso científico, que repercuten en niveles de productividad muy lejos de modos de producción anteriores, para decirlo en lenguaje marxista, si no se cambia el sistema-mundo mismo. En consecuencia, podemos decir que el problema no tiene que leerse en los efectos, sino en lo que genera esos efectos; el problema es el sistema-mundo mismo.
¿Qué implicaciones tienen estas consideraciones? No lo sabemos; empero, por lo menos, se puede decir, que la implicación básica, que sostiene a las otras, es que hay que hacer un detente, como decía Walter Benjamin. Parar la locomotora desbocada, con todos sus coches que arrastra, antes del descarrilamiento fatal e irreversible. Suspenderse sobre la historia; no ser historia, sino suspenderse sobre ella, sobre este mito moderno. Reflexionar colectivamente y consensuar entre todos; todos los involucrados en esta carrera alocada a la desaparición humana.