Defensa de la vida y de los territorios indígenas

Ni los “gobiernos progresistas”, ni los gobiernos neoliberales, ni los gobiernos liberales, ni los gobiernos conservadores, ni el orden mundial, responden a la problemática de la crisis ecológica. Todos están atrapados, a su manera, en la marcha al abismo. No se crea que la lucha por la defensa del TIPNIS es solo contra un “gobierno progresista” o del mismo estilo, es decir, gobiernos extractivistas; sino contra todos los gobiernos que hemos conocidos en la historia de la modernidad. Gobiernos que gestionan formas de “desarrollo”, en contra de los ciclos vitales, en contra de la potencia creativa de la vida. Frente a estos gobiernos, formas de gubernamentalidad, correspondientes a formas de Estado, está la responsabilidad humana, la responsabilidad de las sociedades humanas, de reinsertarse a los ciclos ecológicos del planeta; compartir la complejidad dinámica de la vida, articularse e integrarse, a todas las sociedades orgánicas del Oikos.



Defensa de la vida y de los territorios indígenas
5 agosto 2017

Raúl Prada Alcoreza
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Una buena pregunta, que además la hicimos hace un tiempo, es quién gobierna; después, mejorando la pregunta, la cuestionante fue qué gobierna, sobre todo, atendiendo a las máquinas de poder[1]. Suponiendo que es el poder el que funciona como heurísticas de las máquinas, que convierte a los gobernantes de turno en sus engranajes; a los que toman el poder, efectivamente los toma. Aunque unos y otros crean que controlan la maquinaria abstracta del poder y la malla institucional concreta, esta creencia es solo una ilusión. Ahora, en lo que respecta al conflicto del TIPNIS, reiterado y recurrente, debido a la compulsión obsesiva del “gobierno progresista” de construir la carretera que atraviesa el bosque, la pregunta o preguntas adquieren una tonalidad singular: ¿Quién gobierna en lo que respecta al conflicto del TIPNIS? También: ¿Qué gobierna en lo que respecta al conflicto mencionado?

Estas preguntas pueden suponer una suerte de dispersión o, si se quiere, distribución en lo que respecta a quién y qué gobierna, dependiendo de los objetos, materia, cuerpos y territorialidades de poder. En el caso de la firma del contrato y convenio del gas húmedo, que le costó el cargo o fue obligado a renunciar, a Andrés Solís Rada, por no firmar un convenio atentatorio contra los intereses del Estado y en contra la ley “héroes del Chaco” de la nacionalización de los hidrocarburos, dijimos, en aquél entonces, que el que gobernaba no era ni Evo Morales Ayma, tampoco Álvaro García Linera, sino Marco Aurelio García, el asesor de Luiz Inácio “Lula” da Silva, después de Dilma Vana da Silva Rousseff; era otro García el que gobernaba. En el caso del conflicto del TIPNIS, se sabe que en la construcción de la carretera mentada estaba involucrada OAS, la empresa brasilera tan cuestionada, no solo en Bolivia, sino internacionalmente y, sobre todo, en Brasil. El mismo expresidente Lula, además de los gobernantes bolivianos. El compromiso de financiamiento, de la parte gruesa del mismo, lo cubría el Banco de Desarrollo de Brasil (BNDES). Todo esto nos mostraba que se trataba de grandes intereses empresariales, de significativo capital comprometido, además de Estado-nación involucrados en el conflicto. Por otra parte, teniendo el antecedente del avasallamiento del “polígono siete” del TIPNIS, por parte de colonizadores cocaleros, afiliados a las Federaciones Campesinas del Trópico de Cochabamba, se evidenciaba que los productores excedentarios de la hoja de coca también estaban implicados. Cuando se denunciaron las concesiones del gobierno boliviano a empresas trasnacionales del petróleo para su exploración en el territorio indígena y área protegida mentada, también se supo de la injerencia de empresas trasnacionales extractivistas de los hidrocarburos; una era PETROBRAS, la otra PDVSA, y después la tercera, más tarde, GAZPROM‎.

Como se puede ver, se trata de juegos de intereses, de juegos poder, de juegos de control de reservas, de la ampliación de la frontera agrícola, particularmente de la frontera de la coca excedentaria; además de los juegos financieros implicados de gran calibre. Tomar en serio el argumento sostenido, por parte del “gobierno progresista”, de que se trata de llevar el “desarrollo”, escuelas e infraestructura de salud – como le gusta repetir al Vicepresidente -, nada más ni nada menos que al territorio indígena, al parque nacional y área protegida, geografía declarada intangible por la ley 180, donde conviven y habitan, por lo menos, tres pueblos indígenas amazónicos, es una muestra patética de ingenuidad supina. Peor aún, cuando somos testigos del lamentable montaje de una grotesca consulta, que incluso se efectuó secuestrando a, por lo menos, una familia y llevándola a un cuartel para que contesten el formulario de la consulta espuria. Lo que se juega es mucho mayor de lo que puede mostrarse, a pesar de los encubrimientos políticos y silenciamientos mediáticos. Esto queda claro cuando el gobierno insiste en el conflicto, a pesar de los costos políticos. La insólita llegada del Lula, para defender el proyecto de la carretera, cuando se dio la octava marcha indígena en defensa del TIPNIS y de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagradas en la Constitución, llegada a Bolivia financiada por OAS, devela los alcances de este juego de poderes, de capital y de intereses.

El gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera vuelve al ataque con la aprobación en el Congreso de un ley que levanta la intangibilidad del TIPNIS, ley 180; propuesta y promulgada por el mismo presidente, en un momento de crisis política y diremos también crisis existencial del presidente. Esto muestra palpablemente que el conflicto está lejos de concluir; se alarga de manera persistente y peligrosa. ¿Por qué lo hacen cuando el “gobierno progresista” se debate en una nueva fase de crisis política y de legitimación, cuando se evidencia notoriamente su vulnerabilidad? Tienen que pesar más lo intereses en juego que la propia sobrevivencia política. ¿Cómo desentrañar esta maraña?

No se pueden responder a estas preguntas, si se sigue atendiendo a la representación o autorrepresentación de la ideología autocomplaciente populista, tampoco al otorgamiento magnánimo de la clasificación de “analistas políticos” de que se trata de un “gobierno progresista”; es más, de un “gobierno revolucionario” y “antiimperialista”. Incluso, tomando en cuenta las denuncias e interpelaciones de la “izquierda” no oficial; tampoco se trata de “traidores”, “inconsecuentes”, “desviados”; así mismo, no se trata solo de la corrosión y corrupción ligada al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Si no se ve que estamos ante un sistema-mundo capitalista, cuyo sustento inicial es el extractivismo, sobre todo, de la energía fósil, no se pueden vislumbrar los entretelones del entramado político y económico. Los “gobernantes progresistas” forman parte de la burguesía rentista, subsidiaria de la hiper-burguesía de la energía fósil; burguesía dominante e impuesta en el orden mundial de las dominaciones y hegemónica en la economía-mundo[2].

No hay que distraerse, más de la cuenta, con situaciones bochornosas como las relativas a la corrosión institucional y la corrupción galopante. Sin llegar a decir, de ninguna manera, que estos tópicos alarmantes del derrumbe ético y moral no son importantes y dignos de tomar en cuenta; lo que hay que atender principalmente es la estratificación de la burguesía dominante mundialmente, conformada en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Lo hagan lícitamente o ilícitamente es un tema normativo, jurídico, incluso institucional; empero, esto es lo que menos le importa al despliegue y desenvolvimiento de las genealogías del poder. Lo que importa es lograr los objetivos, los relativos a la acumulación originaria y a la acumulación ampliada del capital; hablando específicamente, lo que importa es la apropiación privada del excedente producido mundialmente.

La cuestión de las normas, de las leyes, de la Constitución, incluso de la institucionalidad, es algo que tiene que ser atendido para guardar las apariencias; empero, no es lo que determina esencialmente los comportamientos gubernamentales. En la mentalidad gobernante, lo que tiene crucial importancia son los juegos de poder y juegos económicos, que se dan en el mundo; no las demandas sociales, las reivindicaciones de las naciones y pueblos indígenas, las interpelaciones políticas sobre las incongruencias respecto de la Constitución. Para la mentalidad gubernamental, estas son bagatelas, si se quiere, romanticismos; lo que cuenta es el realismo político y el pragmatismo económico.

El conflicto del TIPNIS, enfrenta a los pueblos indígenas, aunque hayan sido despojadas de sus organizaciones, sustituidas por imposturas e imposiciones gubernamentales, las llamadas organizaciones paralelas, contra un “gobierno progresista” que está en estos juegos de poder de alcance internacional. En la coyuntura de la VIII marcha indígena, parte del pueblo boliviano se volcó en apoyo de la marcha en defensa del TIPNIS. En la novena marcha estuvo prácticamente ausente. Ahora, este pueblo vuelve a ser reclamado ante el ataque alevoso de un gobierno de las trasnacionales y de la burguesía de la coca excedentaria. ¿El pueblo volverá a hacer la hazaña de la VIII marcha indígena, de apoyar masivamente a las naciones y pueblos indígenas y a la Madre Tierra? No lo sabemos, pero está convocado.

Lo que se juega en el TIPNIS no es solo la defensa de un territorio indígena y área protegida, no es solo la defensa de la biodiversidad de las zonas tipificadas en este territorio y parque, sino que se juega en las zonas de la territorialidad nombrada la defensa de la vida frente a una civilización moderna, depredadora, contaminante y destructiva. En el TIPNIS, como en otros lugares de gran intensidad de resistencias, se juega el destino de la humanidad; pues está en cuestión la sobrevivencia humana. La convocatoria de la Tierra, del planeta, del Oikos, es a todos los pueblos y las sociedades del mundo. Tienen la responsabilidad ante la vida, ante el porvenir de la humanidad, sobre todo, ante la biodiversidad y los ciclos vitales del planeta.

Esta responsabilidad no se la puede soslayar. Es nuestra, en las circunstancias y condiciones actuales, de los espesores de la coyuntura mundial y de los espesores del presente. No se puede escapar ni eludir esta responsabilidad. Si parte del pueblo y las sociedades no responden, esto quiere decir que ya están vencidas, dominadas de manera absoluta por un sistema que no les otorga ningún porvenir. Aceptaron, de antemano, su desvanecimiento, su derrota y su muerte. La cuestión primordial, en estas circunstancias álgidas de la crisis ecológica, es saber si la otra parte del pueblo, que intuye lo que pasa, incluso, en el mejor de los casos, que es consciente de las amenazas y los peligros, va a responder como corresponde.

No lo sabemos. Como no sabemos exactamente qué nos ha pasado; hablando de una manera no solamente universal, sino, si se quiere, humanista. ¿Qué nos ha pasado como humanidad? Obviamente, esta pregunta es pretensiosa; primero, por hablar desde una idea, la humanidad, que es como una esencia proclamada por el renacimiento; tanto europeo como mestizo, como lo define Serge Gruzinski[3]. Sin embargo, es una buena idea. Como dice Emmanuel Kant, una idea de la razón. Sin meternos en los recovecos de la filosofía moderna, que son meandros encomiables de la filosofía, lo que interesa de este uso o abuso metafórico, sobre todo, representación universal, es la pregunta que se hace a la humanidad, como idea y utopía. Es como preguntarse ¿qué nos pasó? ¿Dónde nos perdimos? Aunque no tengamos respuestas claras, por el momento, lo que importa, a falta de respuestas, es la convocatoria. Que puede concluirse o pronunciarse como que nuestra responsabilidad es defender la vida.

La defensa de la vida es desde la vida misma. Desde la memoria sensible. Respecto a esta responsabilidad social y colectiva, por lo tanto, compartida entre todos y todas, penoso sería, caer en los juegos de poder de las vanguardias. ¿Cuál es la más “radical”? ¿Cuál es la que lleva la batuta? Volver a los protagonismos de la “izquierda radical”, es repetir, en otra versión, la del supuesto “radicalismo”, las formas y decurso del círculo vicioso del poder. Jugar a la vanguardia es también jugar al poder, aunque se lo haga como pretendido “contra-poder”. Puede que no sea fácil escapar a estos hábitos; sin embargo, no se trata de esto; ni del protagonismo, que es una puesta en escena, un espectáculo de epopeya moderna, así como una pretensión iluminista; por lo tanto, una airosa búsqueda de reconocimiento. Se trata de algo que debería ser simple y entendido sencillamente; se trata de la vida y del vivir. Esta poiesis es creación, no simulación; aunque las formas de la vida singulares también acudan a las mimesis. Pero, lo hacen como defensa o seducción; no como teatro político.

Hay que defender la vida porque somos seres vivos, formamos parte de la multiplicidad y pluralidad de los seres vivos; somos parte de las sociedades orgánicas del planeta. Hay que defender el TIPNIS porque se trata de defender los espesores territoriales y ecológicos, además de los espesores culturales, los derechos de las naciones y pueblos indígenas; pueblos que contienen información biodiversa y alternativas civilizatorias. Por más afectados que se encuentren por la presión de los mercados y los entornos de la formación social, sobre-determinada por el modo de producción capitalista. El hecho o conjuntos de hechos que los arraiga a la tierra y a los espesores territoriales, entre estos, a los ciclos vitales, desde la posibilidad de otros lenguajes e imaginarios, aunque sean insinuados, los hace parte de las alternativas posibles, frente al mundo dado como opuesto a la vida.

Al respecto, llama la atención, la pobreza argumentativa del “gobierno progresista”, que a lo único que recurre es a la trillada ideología del “desarrollo”. Solo esta forma de argumentar nos muestra el anacronismo que lo caracteriza. Está muy lejos de los desplazamientos, para no habar de rupturas, epistemológicas de la contemporaneidad. Sigue creyendo en el mito moderno o postulado de la racionalidad instrumental de que la tarea del hombre es dominar la naturaleza. Se podría hasta comprender la difusión de esta formación discursiva, basada en el mito de la superioridad humana, durante los primeros siglos de la vertiginosa civilización moderna. Sin embargo, ahora, después de la innegable experiencia social de los pueblos del mundo, esta forma de argumentar resulta una caricatura, una anécdota, que expresa fehacientemente la egología humana, por no decir miseria humana, que no es otra cosa que desconocimiento de lo que es en tanto ser y a lo que pertenece.

Fuera de entender o explicarse que se lo hace debido a los intereses que están en juego, el problema es ¿para qué lo hace?, considerando el largo plazo. En el largo plazo, el mundo que conocemos será un recuerdo, pues las consecuencias de la crisis ecológica lo habrían cambiado notoriamente. No tiene sentido acumular capital, si se quiere, “desarrollarse”, a costa de la destrucción del planeta. Este “desarrollo” no podrá seguir adelante en ausencia de todo lo que ha destruido. En pocas palabras, es un suicidio.

Ni los “gobiernos progresistas”, ni los gobiernos neoliberales, ni los gobiernos liberales, ni los gobiernos conservadores, ni el orden mundial, responden a la problemática de la crisis ecológica. Todos están atrapados, a su manera, en la marcha al abismo. No se crea que la lucha por la defensa del TIPNIS es solo contra un “gobierno progresista” o del mismo estilo, es decir, gobiernos extractivistas; sino contra todos los gobiernos que hemos conocidos en la historia de la modernidad. Gobiernos que gestionan formas de “desarrollo”, en contra de los ciclos vitales, en contra de la potencia creativa de la vida. Frente a estos gobiernos, formas de gubernamentalidad, correspondientes a formas de Estado, está la responsabilidad humana, la responsabilidad de las sociedades humanas, de reinsertarse a los ciclos ecológicos del planeta; compartir la complejidad dinámica de la vida, articularse e integrarse, a todas las sociedades orgánicas del Oikos.

[1] Ver Potencia y trama política.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/potencia_y_trama_pol__tica_5adee397c5dd71.

[2] Ver La hiper-burguesía de la energía fósil. También La burguesía rentista. Así como Gobierno de las trasnacionales extractivistas y de la burguesía de la coca excedentaria.

https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/07/19/la-hiper-burguesia-de-la-energia-fosil/.

https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/07/24/la-burguesia-rentista/.

https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/08/03/gobierno-de-las-trasnacionales-extractivistas-y-de-la-burguesia-de-la-coca-excedentaria/.

[3] Revisar de Serge Gruzinski El pensamiento mestizo. PAIDOS Ibérica. Barcelona.

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