Los nuevos patrones los nuevos conquistadores
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a Carla Casas, joven activista, valiente defensora de la vida y del TIPNIS[1].
La conquista parece interminable, como decimos en el texto La conquista reiterada[2]. Se dio por oleadas, que parecen seguir hasta en la actualidad. En lo que respecta a la conquista de la Amazonia, de la que se encargó Francisco de Orellana[3] y otros españoles, entre ellos el protagonista de Aguirre la ira de Dios[4], Lope de Aguirre; película de Werner Herzog. Conquista de la Amazonía narrada en la trilogía de novelas de William Ospina; Ursúa, El País de la canela y La serpiente sin ojos[5]. Sin embargo, esta conquista ha sido intermitente a lo largo de los periodos republicanos; incluso ahora, en el lapso de los llamados “gobiernos progresistas” de Sud América. Como decimos en el texto citado:
La conquista no se dio de un solo golpe. Mas bien, acaeció intermitentemente, de una manera repetida, recurrente, como avalanchas. Quizás ni si quiera haya terminado. La independencia fue una ilusión y sigue siéndolo. La conquista vuelve como oleadas, solo que transformadas. De la isla bautizada con el nombre de La Española, comprendiendo el archipiélago caribeño, se pasó al continente. En esta inmensidad territorial, que atraviesa la Tierra de Sud a Norte, que se encuentra entre dos aguas, por eso Abya Yala, los argonautas conquistadores se perdieron en sus exuberantes paisajes; en contacto con innumerables pueblos asentados en espesores territoriales diversos, donde la prodigiosa agricultura alcanzó la producción y la productividad no conocidas en Europa, sobre todo, la proliferante diversidad. Contando con el maíz, alimento también desconocido por los conquistadores, prodigioso cultivo de Mesoamérica y de Norteamérica del aquél entonces.
Más abajo se escribe:
La conquista suma y sigue; las verdaderas guerras de la independencia, las guerras anticoloniales indígenas y mestizas, dadas en el siglo XVIII, incluso comenzadas antes, fueron acalladas. Eran guerras anticoloniales que expresaban la revolución social. En el siglo XIX se sustituyó esta subversión plebeya, por así decirlo, por una guerra de la independencia restringida en los límites de una revolución política, descartando la revolución social. Estos límites llevaron a constituir los Estado-nación de segundo orden, repúblicas de segunda clase, bajo el oropel de un liberalismo imitativo, pero no real.
Las oleadas de la conquista perdurable, después de la independencia, no se desplegaron con tropas, como ocurrió durante los siglos XVI y XVII, sino con inversiones de capital, a decir del lenguaje económico. Hablando claro, se definió una geopolítica del sistema-mundo capitalista, donde los Estado-nación secundarios, las repúblicas segundonas, se encargan de abastecer de materias primas a los Estado-nación de primer orden, las repúblicas modernas propiamente dichas. En este caso, metafóricamente, la conquista no toma Tenochtitlan, sino que solo compromete a Moctezuma. Las estructuras de los Estado-nación forman parte del orden mundial establecido como geopolítica del sistema-mundo. Son las estructuras políticas mediadoras en la transferencia de recursos naturales. Ya no es necesario ocupar militarmente territorios y conformar colonias, en sentido pleno, porque la clase política y la clase económica, por así decirlo, ya están colonizadas.
Paradójicamente, la conquista continua a través de los gobiernos nacionalistas, que se plantean la recuperación de la soberanía mediante medidas políticas de las nacionalizaciones de los recursos naturales y de las empresas trasnacionales extractivistas. Aunque el Estado-nación sea propietario de los recursos naturales, incluso de las empresas extractivistas, convertidas en empresas públicas, el funcionamiento de la maquinaria productiva del sistema-mundo capitalista le es ajeno; no accede ni controla esta maquinaria. El proceso de acumulación ampliada de capital se concentra en los centros de la geopolítica del sistema-mundo; entonces, el proceso recurrente de la acumulación originaria de capital, aunque se dé in situ, escapa también al control del Estado-nación rentista y extractivista. En este caso, aunque podamos conceder, hipotéticamente, que las mentalidades del nacionalismo revolucionario no estaban colonizadas, resulta que el funcionamiento de las cadenas productivas, sus engranajes, su ingeniería, la heurística de su maquinaria, ya es técnica colonial. En este caso, la conquista se realiza en el proceso mismo de producción.
La conquista suma y sigue. La evolutiva colonización, que podemos llamar como ya la han denominado, colonialidad, cuenta con la estructura del Estado-nación, que forma parte del sistema-mundo colonial-capitalista. Entre sus dispositivos cuenta con sus aparatos de emergencia, el ejército y la policía; mediante estos dispositivos, el sistema-mundo colonial puede acudir a su uso, en situaciones de emergencia, instaurando regímenes que manifiestan abiertamente el cimiento y el núcleo constitutivo del Estado, el Estado de sitio. Los gobiernos de las dictaduras militares fueron los más entreguistas en lo que respecta a la transferencia de recursos naturales, incluso en condiciones onerosas, aceptadas de antemano, como dadiva del imperio. En este caso, el colonialismo se encuentra en las armas mismas, en el uso institucional de las armas; es más, inmerso en los que las usan.
La evolución de la conquista continúa. La colonización puede ejercerse de manera eficiente, sin recurrir a ocupaciones militares, sin exponer de manera explícita a los funcionarios del Estado o, mejor dicho, a las estructuras institucionales del Estado, puede prescindir, por el momento, de los dispositivos de emergencia, usando tan solo los mecanismos de las políticas económicas, mediante una estrategia colonizadora como la del ajuste estructural neoliberal, mediante privatizaciones. El neoliberalismo es una estrategia, proyecto y ejecución colonial “técnica”.
Increíblemente la conquista suma y sigue con los “gobiernos progresistas”. En este caso, la colonización funciona mejor en la ideología. Empero, lo hace de una manera barroca; no se trata de la ideología explícitamente colonial, sino, paradójicamente, se expresa en discursos “anti-coloniales”, “anti-imperialistas”, “socialistas”, incluso “comunitarios”. Para decirlo de una manera ilustrativa, empero tosca, sin embargo, recurriendo a una metáfora harto conocida y usada, ocurre como con el caballo de Troya. El caballo de madera obsequiado por los griegos a los troyanos contiene en sus entrañas el arma o la pequeña armada que los va a derrotar, justamente en el festejo de la supuesta victoria. El discurso populista, “socialista” y “comunitarista”, incluso “anti-colonial”, contiene en sus entrañas enunciativas el paradigma colonial que va a colonizar a los pueblos que festejan su supuesta victoria. En nombre del Estado-plurinacional, en unos caso, en nombre del Estado-nación soberano, en otros casos, en nombre de la descolonización se efectúa la colonización en la forma más patética, comprometiendo las voluntades populares en el ejercicio del poder espectacular y rimbombante, que hace lo mismo que todos los gobiernos, continuar con el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente.
Una de las conclusiones es la siguiente:
¿Qué tienen en común todas estas oleadas de conquista, posteriores a la llamada independencia? La ideología del “desarrollo”. Comparten esta visión, que es como la meta y la misión de todas las formas de gubernamentalidad dadas. Este prejuicio por el “desarrollo” es lo que los aproxima, aunque sus discursos e ideologías políticas los diferencie. Todas estas formas de gubernamentalidad distintas son dispositivos para cumplir con el “desarrollo”. Son parte reproductiva de esta ilusión inventada por el sistema-mundo capitalista. La colonización, en la modernidad tardía se ejecuta mediante esta apertura y construcción del camino al “desarrollo”.
El conflicto reiterado del TIPNIS parece corroborar esta interpretación. El “gobierno progresista” de Evo Morales Ayma y de Álvaro García Linera reinicia la interminable conquista en la Amazonía, en el Territorio y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS). No contentos con legalizar e institucionalizar el avasallamiento de más de 250 mil hectáreas del TIPNIS, por parte de la población de colonizadores ocupantes, cultivadores de la coca excedentaria e incorporados a la economía política de la cocaína, ahora, reintentan avasallar con todo, las un millón de hectáreas que quedan del territorio indígena y área protegida. Todo esto a nombre del desgastado, anacrónico y trasnochado discurso del “desarrollo”.
En un sugerente reportaje sobre lo que ocurre en el Polígono Siete, la zona de avasallamiento, donde había quince comunidades indígenas; de las que queda solo una, Santísima Trinidad, pues las demás han sido absorbidas por la vorágine del cultivo de la hoja de coca excedentaria y por la violencia y dominación de las federaciones campesinas cocerlas, correspondientes a la Federación Campesina del Trópico de Cochabamba, Beatriz Layme, enviada especial al TIPNIS por Página Siete, escribe:
Muy temprano, Joaquín, un joven mojeño trinitario de 17 años de edad, sale de su casa cargado varias bolsas de plástico, aquellas de quintal que se usan para azúcar, harina o arroz. Apresurado se abre paso entre la maleza y luego de caminar cerca de 45 minutos pone manos a la obra: comienza a arrancar las hojas de coca para ganarse unas buenas “fichas” (monedas).
El indígena estima cosechar entre 90 a 100 libras de la hoja de coca para que don Martín, dueño del cato, le pague 200 bolivianos. El contratante es un colono que llegó hace 15 años al Polígono 7, zona del TIPNIS.
El pago por libra de coca cosechada es de dos bolivianos si el cato no está en una zona alejada; pero si se ubica a una distancia considerable el precio por libra sube a tres bolivianos. Según los indígenas, por día cada uno logra cosechar hasta 120 libras.
El dinero que gane -cuenta Zacarías esperanzado- le permitirá comprar artículos que necesita: sal, una pequeña radio y hasta un “aprieta pecho” (alcohol).
Como Zacarías, cada tres meses -tiempo en que un arbusto de coca vuelve a llenarse de hojas-, varias mujeres y jóvenes indígenas acuden a la convocatoria de los colonos, quienes requieren la mano de obra de los originarios.
“Ellos siempre buscan a los indígenas, a nosotros. Por la necesidad de la economía nosotros cosechamos la coca. Ahí ganamos según lo que saquemos, pueden ser 100 libras, hasta 120 libras, dependiendo el cosechador; por libra nos pagan dos bolivianos, tres bolivianos”, relata Zacarías, quien tiene la mejilla hinchada por el bolo de coca que saborea lentamente.
Si jóvenes y mujeres hallan trabajo en la cosecha de la hoja de coca, los hombres indígenas son contratados por los colonos para el chaqueo (limpieza de terrenos de la cobertura forestal y vegetal) para nuevos cultivos. Por este tipo de trabajo, el colono paga por día entre 50 y 100 bolivianos por persona.
“Los colonos no se conforman con un cato, ellos siempre están sembrando más allá de sus lotes, más adentro del bosque. El colono no está en un solo sindicato, tienen cuatro o cinco lotes, mientras nosotros, en un sólo lugar”, cuenta María Luisa, indígena yuracaré madre de 12 hijos, dos de ellos están en Trinidad y uno en Santa Cruz.
En el Polígono 7 del TIPNIS se crearon los sindicatos de cocaleros: Isiboro, Patiño, Puerto Patiño, 1º de Mayo, Bolívar, Aroma, Icoya, Paraíso, Moleto, Ichoa. Éstos se conformaron a la par de las comunidades indígenas Limo, Sasarzama, Santísima Trinidad, San José de la Angosta, Fátima de Moleto, El Carmen, 3 de Mayo, Puerto Pancho, Puerto Beni, entre otras.
María Luisa, quien saluda en yuracaré -su idioma madre- a su amiga Nieves, con tristeza e impotencia cuenta que su familia está sometida al sistema de los colonos. Por eso, dice, su esposo y ella se ven en la necesidad de trabajar con el fin de tener algo de dinero para comprar hasta carne.
“Nosotros nos preocupamos más por la alimentación. No nos preocupamos de tener un negocio. No decimos que la plata no sirve, nos conformamos con lo material, nuestra gran preocupación es tener algo que comer. Como ya no hay mucho para pescar ni cazar, no nos queda otra cosa que trabajar para tener un poco de dinero”, comenta María Luisa. Vive en una pequeña casa de madera, donde cuelga una hamaca y a un costado detenta unas tablas que hacen de catre.
Es irónico para los indígenas verse como peones en su propia tierra, “en su casa grande”, porque -cuentan- ahora la pesca y caza ya no es tan fructífera como antes.
Es por eso que algunos originarios decidieron ingresar a regiones más cercanas al corazón del TIPNIS, con el fin de continuar con su vida “en armonía” con la naturaleza.
Los indígenas cultivan coca
Algunos indígenas de las comunidades de Santísima Trinidad y Moleto, entre otras, cultivan coca para tener mejores ingresos y dejar de ser peones de los colonos. “Nosotros sembramos un pedazo, sacamos un paquete, dos paquetes”, admite Miguel, mojeño y veinteañero.
¿Dónde venden la coca que cosechan? “Algunas personas que vienen nos compran la hoja y por libra nos pagan entre 30 y 35 bolivianos”, informa tímidamente Miguel.
Según el relato de algunos colonos que viven en Bolívar, Patiño y Santísima Trinidad, para evitar gastos de pasajes los productores venden la hoja “a un buen precio a la gente que busca”.
“A la zona vienen a comprar la coca, pero no sabemos dónde la llevarán, será a Cochabamba o para un trabajo ilícito, desconocemos dónde se la llevan. Pero siempre hay compradores, si no se lleva la cosecha a Aroma, allá hay un galpón donde están los compradores de coca”, señala Cristóbal Choque, oriundo de Potosí que llegó al Polígono 7 hace 25 años[6].
Al respecto de nuestra crítica de la razón histórica, que la expusimos en Gramatología del acontecimiento[7], concentrándonos en el debate que inicia la corriente de historia del presente, debemos, ahora introducir otra hipótesis de interpretación. Esta dice lo siguiente:
No solo se trata de la comprensión de la simultaneidad dinámica de los tejidos espacio-temporales-territoriales-sociales, comprensión que intuye la historia del presente, sino también en comprender lo que llamaremos, en un primer intento, por cierto provisional, las metamorfosis de las figuras de la narrativa histórica. En esta perspectiva, podríamos hacer el seguimiento de la metamorfosis de las figuras conquistadoras como la de Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Francisco de Orellana, de sus mutaciones en otras figuras de la narrativa histórica; aunque no aparezcan en con su nombre inicial, dado por la narrativa histórica, como conquistadores. Incluso habría que preguntarse que si los “libertadores” no son otros nombres de las figuras iniciales de conquistadores, dados en la narrativa histórica republicana, obviamente con otros nombres y connotaciones semánticas.
Si bien puede aparecer con cierta claridad esta comparación, la de los conquistadores, en el caso de las figuras narrativas históricas de las élites conservadoras, más tarde, de las dictaduras militares reaccionarias; lo que no se presenta con esta claridad es cuando se trata de los caudillos populistas, de las figuras simbólicas del nacionalismo-revolucionario y, recientemente, de las figuras de los “gobiernos progresistas”, sobre todo, cuando hablan a nombre de la “descolonización”.
Las narrativas históricas son ideológicas, fuera de ser narrativas, por lo tanto, tramas interpretativas, que dan sentido, de acuerdo a su concepción del origen y la visión del desenlace, pasando por las mediaciones y entramados de los dramas. Por lo tanto, otorgan a las figuras de la narración histórica el sentido atribuido a la trama de su interpretación. Por ejemplo, un ejemplo pedestre, los “libertadores” son “libertadores”, “protomártires”, no otra cosa; no hay duda al respecto. Entonces, a partir de esta esencia atribuida, se explica el accionar de los protagonistas; con esto, se explica, como voluntad iluminista y entrega, los períodos comprometidos, los sucesos, las secuencias, los eventos, que adquieren la connotación que la historia les otorga.
Ciertamente la narrativa histórica ya no es una narrativa de la epopeya; empero, ha transferido el simbolismo de la epopeya a la narrativa, que se pretende descriptiva y objetiva. La historia se condensa en las historia de vida de individualidades consagradas a la causa. La historia vuelve a ser un acto de voluntad, casi resumida a estas voluntades individuales señeras. Ya no se trata del mito, en su narrativa simbológica antigua, donde se trata de fuerzas cósmicas intervinientes, metamorfoseadas en héroes; sino se trata de la voluntad heroica de protagonistas históricos, que encarnan el deseo de libertad. Podríamos decir, que la historia, a pesar de sus investigaciones, ponderables por cierto, a pesar de sus pretensiones descriptivas y objetivas, realiza la metafísica de las voluntades heroicas o iluministas. Estas serían sus esencias.
Por esto, es tan difícil entrever la metamorfosis de las figuras históricas; no en el sentido de la metafísica, de las esencias, de las voluntades individuales heroicas, convertidas en las figuras mismas y sus dramas de los protagonistas; sino metamorfosis de las figuras iniciales, inaugurales, de la narrativa historia, a las figuras históricas, que se presentan con otros perfiles y con otros nombres.
La formación narrativa e enunciativa de la historia, a pesar de los cambios de nombres, de los distintos perfiles, de los períodos clasificados, de los contextos descritos, no deja de transmitir entramados inherentes a los mismos espesores de la narrativa; no deja de mostrar, aunque escondiéndolas, relaciones entre las figuras de la trama histórica, aunque las presente como diferentes. Estas figuras son las que experimentan las metamorfosis de las que hablamos.
En primer lugar, todas las figuras de la narrativa histórica, que son también conceptos, o se encuentran en enunciados conceptuales, comparten los tejidos de la narrativa, lo que se llaman las tramas. Es como cuando los peces, la biodiversidad marina, comparte el océano; haciendo una metáfora ilustrativa. En consecuencia, por así decirlo, siguiendo con la metáfora y el ejemplo, las figuras se alimentan de los mismos tejidos. Transmiten sentidos inherentes, no necesariamente explícitos. Entre estos sentidos inherentes se encuentra la figura de la irrupción, de la intervención, de la conquista; que puede adquirir connotaciones semánticas criticables y poder así interpelarles, como las que corresponden y se atañen a los conquistadores españoles. También pueden adquirir connotaciones semánticas románticas, como las relativas a la aventura. Así como pueden adquirir otras connotaciones semánticas, haciendo desaparecer el nombre de referencia, conquistadores; convertida esta matriz semántica en la de los “libertadores”, la de los caudillos populistas, la de los héroes modernos, la de los mesías barrocos neopoulistas del siglo XXI. A pesar de estas diferencias y estos cambios, donde ya no se reconoce el modelo inicial, la interpretación, mejor la hermenéutica, mucho mejor si es deconstructiva, puede sacarlas a luz y presentar las metamorfosis ocultas.
La conquista puede ser reiterada por otros medios, por otros protagonistas, con otros guiones, en otros contextos, con otros discursos y distintas ideologías, además de variedad de prácticas. Se puede seguir cumpliendo el papel de conquistador al concentrar la representación, por cierto, simbólica, del pueblo, en un individuo carismático. Se le quita el protagonismo, por así decirlo, al pueblo, para monopolizarlo en la figura del caudillo, que encarna la dialéctica de la historia, en su forma de mito, de convocatoria del mito, en su forma de símbolo de la nación oprimida. El tema aquí no solamente es que la historia sigue gravitando en las condensaciones individuales, sino en que las estructuras de poder siguen funcionando sobre la base de estas representaciones. Los diagramas de poder, por más diferentes que sean, siguen legitimándose o expresándose a través de estas figuras de la narrativa histórica.
La conquista interminable y reiterada se desenvuelve, ahora, en lo que respecta al conflicto del TIPNIS, a través de las intervenciones violentas, simbólicas, matizadas, normativas, económicas, corrosivas y corruptas, además de las violencias físicas, descarnadas, del “gobierno progresista” en el TIPNIS. La conquista reiterada se despliega con el avasallamiento de los colonizadores, cultivadores de la coca excedentaria e incorporada a la economía política de la cocaína, en el TIPNIS. La conquista interminable se realiza a través de las concesiones a petroleras en pleno bosque del TIPNIS. La conquista recurrente se efectúa con la construcción de la carretera, que participa del proyecto geopolítico del IRSA, aunque no sea el eje principal de las vías bioceánicas. La conquista reiterada se ejecuta con la ley que levanta la intangibilidad del TIPNIS, autonombrándose, como ironía grotesca, ley de desarrollo sustentable y desarrollo integral del TIPNIS.
Dicho simplonamente se diría que Pizarro, Almagro y Orellana, además de Lope de Aguirre, se habrían convertido en Evo Morales Ayma y en Álvaro García Linera; pero, sabemos que no es tan simple, a pesar de lo esquemático y del resumen de esta apreciación ilustrativa. Primero, porque no hay materialmente esta metamorfosis; la historia no es una entelequia, tampoco una filosofía de la historia, con esto, no hay tal dialéctica de la historia, inmanente que se hace trascendente, que se mueve por la astucia de la razón. La historia la hacen los humanos en sus múltiples y plurales relaciones, prácticas y manifestaciones, ocasionando efectos masivos, que no controlan. Lo que pasa es que en las atmósferas semánticas y conceptuales de la narrativa histórica, ocurre esta metamorfosis en el imaginario histórico; solo que no ocurre de manera consciente, sino, si se quiere, de manera inconsciente - aunque este término no sea del todo adecuado, pero es ilustrativo, por el contraste -.
Aunque sea ideología la historia, como lo hemos dicho, sea otra narrativa, lo sugerente es que ella misma, en sus tejidos y entramados, no visibles, nos trasmite la percepción de relaciones, estructuras, nudos problemáticos de relaciones y estructuras, persistentes, a pesar de las transformaciones histórico-políticas. El tema, entonces, no son los individuos; ni se trata de endemoniarlos, ni volverlos culpables, como lo hace la ideología política moderna, bajo el esquematismo dualista del amigo y enemigo, heredera del esquematismo religioso del fiel e infiel; sino el tema está en estas relaciones, estas prácticas, estas estructuras, estas mallas institucionales, que mantienen o funcionan para ejercer dominaciones, legitimadas por narrativas históricas e ideológicas.
En consecuencia, una primera conclusión puede enunciarse de la manera siguiente:
Los nuevos patrones y los nuevos conquistadores aparecen como las nuevas figuras de la contradicción histórica, inaugurada por la modernidad; sociedad moderna versus naturaleza, a la que hay que dominar. La singularidad de estas nuevas figuras conquistadoras y colonizadoras es que representan el avance de la frontera agrícola contra los bosques, las cuencas, los ciclos vitales, sobre todo, representan el avance de la ampliación expansiva de la frontera agrícola del cultivo de la coca excedentaria. La singularidad de estas figuras conquistadoras y colonizadoras no es solo que lo hacen como proyecto de “desarrollo”, sino que lo hacen a nombre del “antiimperialismo” y, lo más incongruente, a nombre de la “descolonización”.
[1] Carla Casas, activista, que en la entrega del reconocimiento de la CLACSO, por sus 50 años, el premio CLACSO 50 años, al presidente Evo Morales Ayma, intervino en el momento de la clausura, y por el micrófono dijo, ante sorpresa de los asistentes: “Soy una ciudadana de Bolivia que exige su derecho al medio ambiente. Queremos que se respete el TIPNIS, que se respete la intangibilidad con todas las garantías que se merecen. Allá afuera hay…”. Y el audio fue cortado por el canal estatal. Después, cuando la activista fue a saludar y despedirse del Vicepresidente; éste la amenazó veladamente. “Lo he saludado al Vicepresidente, y él me ha apretado fuerte la mano. Me ha dicho: ‘Basta, hasta ahí nomás’. Yo creo que él no quería hacer show”. A este señor hay que decirle que no amenace a nuestras hijas, pues las activistas son nuestras hijas, preocupadas por el destino de la humanidad y defensoras de la vida; que no amenace a nuestros hijos, todos, no solamente los activistas son nuestros hijos. Ellos no son responsables del mundo que tienen, sino las generaciones pasadas, entre las que nos encontramos nosotros. Ellos, hijas e hijos, deben heredar un mundo con los problemas, que hemos causado, resueltos. Para comenzar a generar otros mundos alternativos, desde la potencia social, desde la potencia de la vida. La tarea que nos queda a las generaciones anteriores, responsables de la crisis ecológica, es resolver estos problemas. Al señor de la amenaza velada hay que decirle que no ingrese a otros niveles de la pelea, pues conocerá otras facetas de las resistencias y de las luchas; se arrepentirá haber ingresado en estos tramos. Es mejor que la pelea siga en los límites en los que se encuentra.
[2] Ver La conquista reiterada.
https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/05/31/la-conquista-reiterada/.
[3] Leer La conquista del Amazonas. En La aventura de la historia.
http://www.elmundo.es/ladh/numero148/dossier.html.
[4] Leer Aguirre, der Zorn Gottes. https://es.wikipedia.org/wiki/Aguirre,_der_Zorn_Gottes.
[5] Leer de William Ospina Ursúa, El País de la canela y La serpiente sin ojos. Editorial: LITERATURA RANDOM HOUSE. También en Editor digital: Himali ePub base r1.1. http://assets.espapdf.com/b/William%20Ospina/Ursua%20(2)/Ursua%20-%20William%20Ospina.pdf.
http://assets.espapdf.com/b/William%20Ospina/El%20Pais%20de%20la%20Canela%20(4)/El%20Pais%20de%20la%20Canela%20-%20William%20Ospina.pdf.
http://assets.espapdf.com/b/William%20Ospina/La%20serpiente%20sin%20ojos%20(7678)/La%20serpiente%20sin%20ojos%20-%20William%20Ospina.pdf.
[6] Leer de Beatriz Layme Los indígenas del TIPNIS son “peones” en su propia tierra. http://www.paginasiete.bo/nacional/2017/8/20/indigenas-tipnis-peones-propia-tierra-148990.html.
[7] Ver Paradigma mexicano y acontecimiento Brasil; así como Dominación y hegemonía; también La inscripción de la deuda.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/paradigma_mexicano_y_acontecimiento.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/dominaci__n_y_hegemon__a_2f6b6819502ed3.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/la_inscripci__n_de_la_deuda_2.