¿A dónde nos lleva este desgobierno de granujas y qué hacer?
Por: Nicmer Evans | Viernes, 30/06/2017
Aporrea
La pérdida de gobernabilidad de Maduro y su equipo se profundiza. La pérdida de control de las instituciones y de los funcionarios públicos, sumado a la necesidad creada de invadir competencias de componentes de los poderes públicos que se asumen en desacato, empuja a un gobierno sin criterio democrático y con clara vocación totalitarista y dictatorial a aplastar lo poco que queda, o que surge de reinstitucionalización.
Si a eso le sumamos la pérdida de gobernaza, es decir, el apoyo popular o respeto y confianza a las acciones de gobierno, sean o no compartidas, asunto que se expresa claramente no sólo ante su nefasta gestión que empobrece cada segundo más al pueblo venezolano, sino al altísimo rechazo de la población a una aparente política de “paz” como se ha asumido a la Asamblea Nacional Constituyente desde su vocería oficial, todo esto nos puede dejar claro hacia dónde nos lleva este desgobierno.
El caos, para después imponer el orden es la estrategia… Disolución de los Poderes Públicos, empezando por La Asamblea Nacional y avanzando con La Fiscalía, destruyendo la crítica interna, descalificando, ofendiendo o denigrando a quien se atreva a levantar la voz desde la izquierda democrática, y la represión brutal a un pueblo amotinado y en rebeldía, son los pasos para el aplastamiento, y después pretenden que llegue “el orden”.
¿El fin de todas estas acciones? Que desistamos, que nos vayamos, que nos amansemos. Así lo hizo Stalin, así lo está haciendo Erdogan, así aprende Maduro. Pero se equivocó de pueblo, ese es el problema. La importación de técnicas aplicadas en Cuba, podrán aparentar dar resultado en un principio, pero Venezuela no es igual a ninguno de esos países, ni tampoco es Ucrania, ni ningún país de las primaveras árabes. Las técnicas importadas desde el gobierno, o desde un sector de la oposición tradicional son inaplicables porque este pueblo es indomable.
Sin embargo, esa indomabilidad no es suficiente. Que la conducción política de las oposiciones verdaderamente democráticas asuman una táctica común y eficiente pasa aún por la constitución de espacios comunes y la construcción de una confianza que no sólo no se decreta, sino que debe forjarse en el marco de una Constitución que hoy está contra la pared a merced de su asesino.
Este desgobierno nos lleva a ponernos de acuerdo, pero el gran dilema es cómo se hace ante las heridas, temores, susceptibilidades, incompatibilidad y natural desconfianza mutua. Algunos ingenuamente piden incluso un programa común para afrontar la crisis. Eso por ahora es inviable, pero de lo que estoy seguro es que estamos obligados no solo a articular, sino a garantizar la vuelta a unas condiciones mínimas, que permitan disputar de manera transparente el apoyo popular por un plan de emergencia que saque al país del foso en el que nos sumergió la miseria más grande de unos granujas que pasarán a la historia como lo que son: unos traidores al pueblo venezolano, que destruyen una esperanza construida a pulso y aplastada a golpe, porrazo y tiro al blanco