El bumerang de la forma de gubernamentalidad clientelar

La trampa, el engaño, la estafa, el fraude, la tramoya, el ardid, forman parte, como conductas, de prácticas que buscan beneficios suplementarios, aprovechándose de confianzas y usando las leyes, normas y reglamentos de una manera pervertida. Cuando ocurre esto en la esfera política, hablando de la política en sentido restringido, es decir, institucional, se usa, además de una manera forzada y violatoria la maquinaria estatal, en beneficio de fines mezquinos, usando medios no menos miserables.



julio 8, 2017
Raúl Prada Alcoreza

El bumerang de la forma de gubernamentalidad clientelar
https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/07/08/el-bumerang-de-la-forma-de-gubernamentalidad-clientelar/

La trampa, el engaño, la estafa, el fraude, la tramoya, el ardid, forman parte, como conductas, de prácticas que buscan beneficios suplementarios, aprovechándose de confianzas y usando las leyes, normas y reglamentos de una manera pervertida. Cuando ocurre esto en la esfera política, hablando de la política en sentido restringido, es decir, institucional, se usa, además de una manera forzada y violatoria la maquinaria estatal, en beneficio de fines mezquinos, usando medios no menos miserables.

La elección de magistrados, por segunda vez, es un lamentable fraude a la población. En la primera, se forzó interpretaciones insostenibles de la Constitución, violentando el marco jurídico-político de la misma, para incorporar gente leal al gobierno, aunque no cumpla con los requisitos para ejercer ninguna magistratura. A pesar del uso del Estado, el oficialismo perdió las elecciones; ganó el No; lo que equivale inmediatamente a anular las elecciones. Sin embargo, los aparatos del Estado, controlados por el oficialismo, sacaron conclusiones delirantes, sobre un vacío argumentativo y legal, solo por el hecho de que cuentan con la mayoría absoluta congresal. No se inmutan de las evidentes incongruencias, sin embargo, las aplican, a gusto y gana. No respetaron tampoco los resultados electorales.

Después, a pesar de haber perdido el referéndum para revisar la Constitución, buscando una nueva habilitación del presidente a una nueva elección, se dice, contra toda lógica, además contra toda la democracia institucionalizada y constitucionalizada, que ese referéndum no vale, pues se basaba en una “campaña mentirosa”, la de la “oposición”, que indilgó al presidente un hijo que no era. Cuando el tema de fondo es el daño al Estado por concesiones y contratos a una empresa china, de una manera que contravienen las leyes y las normas de contratación de bienes y servicios; empresa que no cumplió con ninguno de los contratos. Hasta ahora no se responde por este delito de daño al Estado ni por la evaporación de lo invertido en los proyectos y programas a cargo de dicha empresa.

Ahora se vuelve con las elecciones de magistrados de una manera turbia, mañosa y fraudulenta; es más, escandalosa. Pues se busca facilitar a gente debajo de la mediocridad su acceso a la candidatura de las magistraturas. Se lo hace buscando disminuir los requisitos, buscando la ocasión de intervenir en calificaciones, allí donde se puede aumentarlas, pues lo que se califica se abre a la oportunidad; por último, se intenta con preguntas por de lo demás sorprendentes, tanto por su expresa ayuda, así como por sus increíbles banalidades, forzar incorporaciones de gente leal al gobierno. No se inmutan de estos actos bochornosos y siguen adelante con la tramoya.

Lo peculiar del caso es que han comprometido al Sistema Universitario de Bolivia, el CEUB, incluyendo a la UMSA, que dice que se salió de este escenario de dudosa validez. Sin embargo, todo el Sistema Universitario calla, no aclara su participación, deja que ocurra todo lo que ocurre; por lo tanto, se compromete con toda complicidad, incluyendo a la UMSA. Con esto el Sistema Universitario ha perdido lo poco que le quedaba de seriedad; después de haber entrado en crisis, no solamente con los manejos administrativos, denunciados por los estudiantes, sino también y sobre todo, por la baja calidad de la enseñanza y el bluf de su formación profesional. Salvo horadas escasas excepciones de algunas pocas carreras.

Como dijimos antes, no se trata de solo denunciar estas inconductas, sino de comprender como funciona el diagrama de poder de la forma de gubernamentalidad clientelar y corrupta. En este caso, comenzando por la descripción más fácil, el ejecutivo requiere un órgano de poder judicial subordinado al ejercicio del poder clientelar. Lo que ya lo ha conseguido, con anteriores intromisiones, a las que hicimos mención. Lo que busca es mantener la continuidad de esta subordinación, sobre todo, control del aparato de justicia estatal. Por eso se hace lo que se hace, de la manera como se lo hace. Lo que hay que entender es qué clase de estructura de poder se conforma y consolida con estas prácticas de chantaje y coerción, de trampas y fraudes.

Bueno, parece una maquinaria de poder al servicio de la casta dominante; el núcleo de la estructura de poder palaciega y sus entornos clientelares. Pero, ¿qué consigue con ello esta casta dominante y la burocracia oficialista? Ciertamente control y dominio; sin embargo, no legitimidad. Por otra parte, ¿esta “estrategia” de poder, si la podemos llamar estrategia, cuánta perdurabilidad garantiza? Estas “estrategias” de poder, que se basan en el uso del monopolio de las fuerzas, concentradas en el Estado, es decir, en las proliferantes violencias desenvueltas, que no generan legitimidad, sino complicidades clientelares, no aseguran perdurabilidad; son, mas bien, de corto alcance; en el mejor de los casos, de mediano alcance. El poder, en su reproducción, requiere de ciclos largos; esto no se puede conseguir sin legitimidad. El Estado moderno, en forma de república, había conseguido esto; conectar control, dominación y legitimidad; precisamente con el juego de la democracia institucionalizada, de la democracia formal; es decir, de la democracia restringida a la delegación y representación.

Cuando se altera el juego de la democracia formal, cuando se rompen las reglas del juego de la democracia institucionalizada, se hace evidente de lo que se trata en el fondo, de la dominación a secas. Estas “estrategias” de poder, relativas a la economía política del chantaje, develan esto, lo que es el poder de manera descarnada. Incluso la simulación, que en el caso de la república, se trata de la simulación democrática, se despoja de sus apariencias y muestra su desnudez atroz. Nada seductora, por cierto. Lo que pretende ser un ardid o una astucia criolla termina siendo una trampa donde se entrampan los supuestos astutos. Los “estrategas” de esta tramoya terminan expuestos ante los evidentes montajes, además sin gracia. De la ilegitimidad, en la que se encuentran, pasan a evidenciar los ilegalismos que practican. Con lo que se hace insostenible encubrir estas conductas adulteradas.

Sin embargo, siguen adelante. Pero, lo hacen solo sostenidos por el empleo tosco y grosero del monopolio de la disponibilidad de fuerzas. Para hacer esto no se necesita de ninguna astucia, solo del beneficio temporal del que gozan; el del acceso al manejo de la maquinaria estatal, sobre todo, al empleo de las violencias polimorfas. No es pues ninguna astucia, el tener a mano el garrote, llámese policía, ejército, sindicatos clientelares, que se autonombran ser “movimientos sociales”, cuando éstos han desaparecido, se llame mayoría congresal. Lo que no ven los que optan por este diagrama de poder clientelar es que lo que hacen, fuera de lograr, a corto o mediano plazo, sus objetivos, es corroerse por dentro; es decir, carcomer las columnas que sostienen al Estado, del que se han apropiado. Generan la implosión. Otra cosa que no ven es que cuando se desmorone todo, pues todas las columnas están podridas, las primeras en escapar de los barcos en naufragio son las ratas; quedaran solos y vulnerables, si es que no escapan a tiempo.

En consecuencia, la forma de gubernamentalidad clientelar no es duradera. Dura lo que dura una ilusión, la ilusión que otorga el poder a los ilusos que creen que controlan el poder, cuando es el poder el que los controla.

La segunda cuestión, es cómo funciona este diagrama de poder clientelar; ya no por qué funciona así como funciona. En otras palabras, qué lo hace funcionar, cuál es su mecánica. Si nos concentramos en un aspecto, que parece nuclear o clave del poder, que es el de las dominaciones; si sugerimos que el poder, desde esta delimitación propuesta, se ejerce aplicando estrategias de poder, es decir, estrategias de dominación, el tema es cómo se conforman estas estrategias de dominación.

Las estrategias de dominación suponen saber sobre el entorno y el campo de alcance de la acción a desplegar. También supone conocimiento o cierto conocimiento de a quienes se afecta con la estrategia empleada, además de qué quiere obtenerse. Por otra parte, supone el manejo de los instrumentos a emplear, además de toda la heurística donde están insertos. En tercer lugar, se tiene como el mapa de la implementación; por ejemplo, el cómo el conjunto de tácticas se articulan y ponen en marcha o realizan la estrategia. En cuarto lugar, supone organización, tanto la que actúa directamente, así como la que sustenta la acción misma. En quinto lugar, está toda la malla institucional, que le otorga el sentido a la estrategia empleada; vale decir, la hermenéutica de la dominación.

Entonces, las estrategias no son, exactamente, realización de deseos y de voluntades, tampoco de fines propuestos y su relación con los medios; sino algo parecido a destrezas adquiridas. Ciertos agenciamientos concretos de poder se encargan de generar estas destrezas, si se quiere, a partir de cierto entrenamiento. Para decirlo de una manera simple, aunque no del todo adecuada, las estrategias de las que hablamos, suponen también la formación de los dominantes; esta sería la sexta característica.

En estas estrategias de poder, que, como se puede ver, tienen connotaciones más amplias y más complejas que las denotaciones de las llamadas estrategias militares; de donde viene, mas bien, la figura, que adquiere evocación metafórica, en el uso de la formación discursiva política. Por el momento no se trata de buscar la palabra adecuada, que se corresponda con el concepto bosquejado, sino de usar la base metafórica de la figura de estrategia, para ilustrar, ocupándonos de comprender el funcionamiento de la máquina de poder de la forma gubernamental clientelar.

Lo dicho anteriormente es válido, como hipótesis configurativa, para aplicarla a todas las estrategias de poder de distintas máquinas de poder. Lo que buscamos, partiendo de estas analogías y generalidades compartidas, es definir las especificidades de las “estrategias” de poder de la forma de gubernamentalidad clientelar.

Al respecto vamos a sugerir algunas hipótesis configurativas de las “estrategias” de poder de la forma de gubernamentalidad clientelar.

“Estrategias” de poder clientelar

El campo de dominio de las “estrategias” de poder clientelar es el conjunto de la sociedad. En todo el espacio social se despliegan sus redes, que buscan atrapar al público y lograr la concomitancia del pueblo.

Si bien las mallas institucionales del Estado funcionan como aparatos que hacen funcionar las estrategias de poder, de las que hablamos, de acuerdo a determinados modelamientos subjetivos y corporales, además, a partir del adiestramiento de dominantes, aunque también de ejecutores de acciones; prácticas éstas ya establecidas en las mallas institucionales. En el caso de las “estrategias” de poder clientelar, ocurre que, si comparamos, podríamos decir, se improvisa.

Lo que quiere decir que las prácticas de las “estrategias” de poder clientelar no están institucionalizadas; es decir, no son instituciones Sino que son hábitos, no habitus, que están incorporados en los comportamientos, sin necesidad que se hayan institucionalizado.

Se puede decir que estos comportamientos, inclinados al clientelismo, se encuentran como a mitad del camino, entre la contingencia y la institucionalidad. No formarían parte del funcionamiento regular del Estado; aunque formarían parte del funcionamiento irregular del Estado.

En consecuencia, podemos sugerir que la forma de gubernamentalidad clientelar corresponde al funcionamiento irregular del Estado. Algo que no sucede solo en los estados vulnerables o débiles, que la ideología conservadora, convertida en teoría académica, del imperio del norte, llama, por falta de imaginación, “estados canallas”; sino, mas bien, sucede en todos los estados modernos, en todos los Estado-nación. Todo Estado combina el funcionamiento regular con el funcionamiento irregular.

La peculiaridad de la forma de gubernamentalidad clientelar, que es la característica irregular, que acompaña a las formas regulares de las formas de gubernamentalidad institucionalizadas, cuando adquiere proporciones desmesuradas, aminorando la incidencia del funcionamiento regular del Estado, adquiere como una autonomía relativa, para usar un concepto conocido en el análisis marxista crítico. Ocurre como si la forma de gubernamentalidad clientelar fuese una forma más de las formas de gubernamentalidad institucionalizadas. No lo es, pues requiere de la sostenibilidad del funcionamiento regular, aunque éste se haya angostado mucho.

Si ocurriera el caso extremo, que desapareciera del todo el funcionamiento regular, sería como reconocer explícitamente el dominio absoluto del funcionamiento irregular, por lo tanto, haciendo evidente la ilegitimidad en la que se gobierna. Lo que puede llegar a suceder es que los papeles como que se invierten, convirtiéndose el funcionamiento irregular en la mecánica del Estado, convirtiendo al funcionamiento regular en una máscara.

Lo que hemos llamado forma de gubernamentalidad clientelar no sucede, en su desmesura, solo en los llamados gobiernos neo-populistas; antes, en otras condiciones y circunstancias, además de otra manera y con otros sentidos, en los gobiernos nacional-populares. Sino en gobiernos de dictadura militar, aunque con composiciones distintas y más corporativas, relativas a la casta militar. También sucede en gobiernos liberales, cuando la casta oligárquica le otorga un aire de dominio familiar al manejo del Estado. Así como sucede de manera desbordada en estados “desarrollados”, con larga tradición institucional, como ocurrió en la Alemania del nacional socialismo y en la Italia del fascismo. Ahora parece ocurrir, nada más y nada menos, que en Estados Unidos de Norte América, la primera república de la era moderna. Entonces, este fenómeno del desborde del funcionamiento irregular del Estado no es propio de los Estado-nación subalternos, sino del Estado moderno mismo, en todas sus variantes.

Habría que hablar de las condiciones histórico-políticas que generan la emergencia desproporcionada del funcionamiento irregular en los estados modernos. Recogiendo lo que hemos venido describiendo y analizando al respecto, podemos decir que estas condiciones y circunstancias parecen encontrarse en coyunturas y períodos de crisis múltiple del Estado-nación. Crisis, como dijimos en uno de los primeros ensayos de evaluación del proceso de cambio, que puede corresponder a momentos del nacimiento mismo del Estado-nación, así como a períodos de clausura de una forma de Estado o, mejor dicho y especificado, de forma de gubernamentalidad.

A estas crisis podemos hacerlas corresponder con crisis más profundas, por así decirlo, que corresponden a las crisis de estructuras de dominación.

Ahora bien, durante las crisis de dominación se puede intentar evitar la clausura de formas y estructuras de dominación, incorporando convocatorias populares; tratando de combinar las formas y estructuras de dominación en crisis con improvisadas formas de convocatorias populares, que terminan convirtiéndose en nuevas formas de dominación.

Si bien aparecen promociones de cambios, de cariz democrático y popular, ocasionando desplazamientos sociales y empoderamientos populares, el efecto duradero es el de la reproducción de las dominaciones heredadas y la transfusión de sangre a las estructuras de dominación en crisis.

En estos escenarios políticos ambivalentes, las “tácticas” de la forma de gubernamentalidad clientelar son también improvisadas; por eso, tampoco logran realizar una “estrategia”, que, a su vez, como dijimos, es improvisada.

¿Cuál es la eficacia de la forma de gubernamentalidad clientelar? Por más improvisada que sea, es eficaz. Convoca y seduce al pueblo, lo convence del proyecto populista. En este sentido, logra “legitimidad” paradójicamente para prácticas políticas que forman parte del funcionamiento irregular del Estado, por lo tanto, que no podrían sostener ninguna legitimidad.

Para no repetir lo que ya concluimos en otros escritos, que la forma de gubernamentalidad clientelar salva de su crisis al Estado-nación, prolongando su pervivencia, diremos ahora, que esta forma de gubernamentalidad logra prologar las dominaciones estructuradas a lo largo de la historia moderna, entre ellas, el substrato de las formas de dominación, la patriarcal.