El desarrollo como tormento de Sísifo
Raúl Prada Alcoreza
En la mitología griega Sísifo es el héroe de los orígenes, rey de Éfira, nombre antiguo de Corinto. Hijo de Eolo y Enareta, marido de Mérope. Una versión interpretativa dice que fue padre de Odiseo, nacido del vientre de Anticlea; antecedente premonitorio antes del matrimonio con Laertes. Sísifo también es el nombre simbólico del castigo dado por los dioses; empujar, cuesta arriba, por la pendiente de la montaña una roca que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo; repitiéndose, una y otra vez, infinitamente, la tarea incumpible.
El desarrollo, ya como ideología, proyecto, estrategia o implementación, resulta un tormento de Sísifo. Los ideólogos, vocero, partidarios del desarrollo, sean liberales, neoliberales o “progresistas”, suponen que se trata de comenzar de cero o de donde se está, para encaminarse en la vía del desarrollo. Es decir, industrializarse; lo que la teoría de la dependencia llamaba sustitución de importaciones. Otros ideólogos tardíos del desarrollo, en pleno siglo XXI, tienen una idea más lineal y sucesiva que ésta, que corresponde a los prejuicios del desarrollo del siglo XX; estos desarrollistas tardíos incluso creen que se trata de cumplir con la etapa extractivista, que conformaría como una base de acumulación originaria, para pasar a la acumulación ampliada, que sería la industrialización. Siguiendo al pie de la letra el modelo de desarrollo de los países industrializados y desarrollados. Esto de la base extractivista se lo han sacado de los pelos, pues no corresponde con las historias efectivas del desarrollo capitalista. Se trata de un modelo linealista inventado por los ideólogos de los “gobiernos progresistas”, que no tiene correspondencia empírica.
Lo llamativo de esta tesis desarrollista tardía es que se considera como partir de cero o desde donde se está para cumplir las fases del camino al desarrollo. Es sorprendente que se de esta tesis en un mundo globalizado; la tesis supone, implícitamente, que cada país está aislado y echado a su suerte, en lo que corresponde al proyecto enigmático del desarrollo. Como si no fueran posible dar saltos, como si no fuese posible las trasferencias de tecnologías; sobre todo, las tecnologías de punta, particularmente, las tecnologías limpias.
Este supuesto aislamiento caracteriza al proyecto de desarrollo tardío. A pesar de encontrarse en un mundo globalizado, los desarrollistas, suponen aislamientos inconcebibles de los países. Solo así se puede entender su obsesiva linealidad de sucesivas etapas; apostar primero a la expansión intensiva del extractivismo, cumpliendo con la acumulación originaria de capital; para después pasar a la industria pesada, siguiéndole la industria liviana, después vendrán las industrias de punta. Esta tesis linealista del desarrollo cae por su propio peso; el peso del absurdo. ¿Por qué seguir con la condena de Sísifo si en un mundo globalizado las supuestas etapas ya están cumplidas? ¿Por qué no dejar el peso de la condena, la carga del castigo, y mirar desde la cúspide de la cumbre los horizontes que se abren a la mirada? ¿Por qué se tiene que experimentar lo que otros ya han experimentado y han transmitido su experiencia, en los decursos de la historia de las sociedades modernas? ¿Se trata de una especie de masoquismo político y económico?
No se tiene por qué hacerlo. No hay ninguna razón para hacerlo de ese modo, al estilo de la condena de Sísifo; salvo por una inclinación masoquista política y económica; o también por otras razones pragmáticas y del realismo político. Las razones pragmáticas y del realismo político tienen que ver con lo pedestre de la cuestión; la querella del excedente. Pero, se trata del excedente que queda en las periferias, convertidas en reservas de materias primas para los centros industriales del sistema-mundo. Diremos, entonces, claramente, se trata de la disputa por la renta.
Para obtener la renta solo se requiere del modelo primario exportador, como pronuncian los economistas; caracterizando a los países que son dadores de recursos naturales y sus Estado-nación garantizan la transferencia de los mismos a los centros industriales. Es decir, se trata de países subalternizados en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. En cambio, para generar ganancia, que es la efectiva apropiación del excedente, se requiere de modelos más complejos económicos, dependiendo de contexto nacional, regional y mundial; dependiendo de la coyuntura nacional y mundial. Cuando asistimos a las sucesivas revoluciones científicas y tecnológicas, las exigencias y los desafíos reclaman de modelos que incorporen lo último de estas revoluciones científicas y tecnológicas, adecuándolas a las condiciones de posibilidad de los países; además de encajar en el mutante rompecabezas de la economía-mundo.
Por otra parte, quizás la prioritaria, el alcance amenazante de la crisis ecológica, que define la situación ecológica del planeta, que es la condición de posibilidad existencial y vital de toda sociedad, civilización y proyecto, condiciona que el modelo adecuado se reinserte a los ciclos vitales; es decir, sea ecológico. No hay donde perderse en lo que se puede y se debe hacer. Sin embargo, la ideología desarrollista tardía elucubra sobre procesos de desarrollo, que son efectivamente como tormentos de Sísifo.
El proyecto del desarrollismo tardío desborda por sus incongruencias. Sin embargo, la explicación de este proyecto, de los discursos que lo acompañan, del imaginario de la promesa banal de bienestar, no es pues la de la irracionalidad política. El discurso desarrollista es la capa audible de un conjunto de dispositivos y prácticas que responden a maquinarias de poder, extendidas en toda el orbe. Hablamos de lo que Michel Foucault denominaba prácticas no discursivas, que corresponden a relaciones de fuerza y a cuadros de visibilidad, que también corresponden a diagramas de poder. Estas prácticas no discursivas son, en parte, aplicaciones de políticas; estos cuadros de visibilidad son los paisajes, las texturas de los paisajes, como los define la geografía contemporánea. Paisajes urbanos, paisajes rurales, paisajes de los campamentos mineros e hidrocarburíferos, paisajes demográficos y territoriales, paisajes de las huellas ecológicas.
Estas prácticas no discursivas y estos cuadros de visibilidad nos muestran efectivamente lo que ocurre. El desarrollo no solamente es una finalidad fantasma, como dijimos en el anterior ensayo; no solo es una ideología o, si se quiere, un paradigma económico anacrónico; sino es el nombre, apropiado o no, que se le da al proyecto efectivo en curso. Este proyecto es el de la acumulación originaria y ampliada de capital en el mundo. Si hacemos caso a la certeza de Emmanuel Wallerstein, de que no hay historias nacionales del capitalismo sino se trata de la historia mundial del capitalismo, entonces, podríamos decir, deduciendo, que tampoco hay proyectos de desarrollo nacional, en sentido efectivo, sino un proyecto de desarrollo mundial del capitalismo. En consecuencia, lo que efectivamente se da es la marcha local y nacional, también regional, del desarrollo del capitalismo mundial.
Este desarrollo mundial del capitalismo supone divisiones del trabajo, divisiones del mercado mundial, divisiones de especializaciones, en las geografías diversas que toma en cuenta la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Lo que se hace en cada país, es aportar con su cuota al desarrollo mundial del capitalismo.
Algunos países periféricos pueden intentar dejar de ser meramente exportadores de materias primas e incursionar en la industrialización, sin embargo, incluso si lo logran, se adecuan a la nueva división del trabajo y del mercado internacional; divisiones que no son obviamente estáticas sino móviles. Entonces los países que lo logran, como las llamadas potencias emergentes, de todas maneras, se adecuan a las nuevas condiciones de la acumulación ampliada de capital mundial.
Estos procesos económicos y políticos pueden darse de una u otra manera, dependiendo de los contextos y las coyunturas, pueden enunciarse en una formación discursiva o en otra, en una ideología u otra; incluso pueden darse transformaciones estructurales e institucionales estatales; empero, su incidencia e incumbencia se da en la mutación estructural del sistema-mundo capitalista. Forman parte del mismo, lo componen, aportan en el desarrollo mundial del capitalismo; pueden encontrarse en ubicaciones más próximas al centro mutante del sistema-mundo, o en el mismo centro del sistema-mundo; sin embargo, no dejan de formar parte del sistema. Son pocos los países, diríamos escasos, los que logran cambiar su condición designada por la geopolítica del sistema-mundo; la mayoría de los países queda atrapado en la cartografía definida por la geopolítica de la dominación mundial.
En consecuencia, si se quiere salir de la dependencia, que es como la herencia de la colonización, no es, pues, el camino adecuado el desarrollo, sino, siguiendo con los términos, salir del desarrollo. En términos más claros, salir del sistema-mundo capitalista. Y como no se puede salir del mismo, como haciéndose a un lado; de lo que se trata es desmantelar el sistema-mundo capitalista y abrirse a otros mundos posibles.
El proyecto del desarrollismo tardío es la condena al tormento de Sísifo. Si bien se presenta como una promesa ya banalizada, esta promesa de bienestar es el edulcorante ideológico de la condena. El debate sobre el desarrollo y en torno a los discursos desarrollistas peca en perderse en el plano audible de la problemática, sin vislumbrar sus prácticas no discursivas y sus cuadros de visibilidad. La pedagogía política de los pueblos y las multitudes puede abordar la problemática más allá de la ideología; puede acudir a las experiencias sociales y a las memorias sociales de los pueblos, poniendo en mesa, para decirlo de esa manera, las huellas, los signos primordiales, los síntomas, lo efectivamente acontecido, como datos elocuentes que se tienen que descifrar. El tema crucial del debate no es el desarrollo, sino salir de los círculos viciosos donde se encuentran orbitando las sociedades; el círculo vicioso del poder, el círculo vicioso económico, el círculo vicioso insatisfactorio de la cultura de la banalidad.
No tiene mucha perspectiva discutir e interpelar el paradigma de desarrollo; mostrar sus límites e incongruencias, además de sus efectos devastadores; esto se lo ha hecho de sobra. Lo que es indispensable para los pueblos es reflexionar y debatir colectivamente sobre las alternativas alterativas a los círculos viciosos del sistema-mundo capitalista. Este debate tiene perspectiva y alumbra sobre el porvenir.