Mi pesadilla me daba risa
Hermann Bellinghausen
La Jornada
Soñé que mi pesadilla me daba risa, y eso era lo más aterrador. ¿De qué te ríes?, me decía, y yo ja, y ja, no me sabía responder. Vi gente muerta de miedo y yo riendo. Estaba de pronto en medio de un lugar oscuro rasgado por luces de colores. Confieso que me mareé. Estoy en una disco, pensé, pero no. Claramente. Ah, ya sé, estoy en un retén seleccionado por las fuerzas de seguridad y esos son sus reflectores. Pero no. Sobre un escenario de mentiritas, con efectos ópticos y telones de fondo, las luminarias se abatían sobre mí. A salvo en la intemperie, yo ni estaba.
• La tenemos clara y lo invertimos en perfeccionar la labia. Creemos que hablando vamos a curarnos. Intentamos evitarlo, pero nos acapara el pensamiento. Doblados a hierro y fuego, nos mecemos en un trapecio, la cuerda floja entre uno y otro sueño. ¿Crees que aguante? Y si no, caer sería lo de menos. Imagínate no haber subido al trapecio. ¿Qué les ibas a contar a tus nietos?
• Una vez soñé que era alguien que no soñaba. Nunca. Amanecía perfectamente en blanco y no tenía la menor idea de lo que era soñar. Entonces inventaba sueños, porque me daba pena reconocer que, a diferencia de mis amistades, esa parte mía no existía. Desperté horrorizado.
• Una vez traduje una novela donde el protagonista, un director de cine, soñaba sin imágenes. A lo largo del libro, intencionalmente visual, iban salpicando pasajes con esos sueños ciegos. El título del libro aludía a “grandes emociones y pensamientos imperfectos”, se supone que una definición de los sueños de Sigmund Freud.
• Yo, la verdad, las peores pesadillas que recuerdo, sin excepción, me sucedieron despierto.
• He soñado ser dos a la vez. Ni que fuera tan original, la literatura está llena de casos. Digo, la persona de mis sueños cambia mucho pero siempre es una y no lo lamento. Cuando fui dos simultáneos en dos lugares distintos me reconocí en ninguno y desperté asqueado.
• En mis sueños nunca hay espejos.
• No cuento mis sueños. Los que tenemos qué esconder desarrollamos hábitos peculiares. ¿O será que todos tienen algo que esconder? Bueno, seguramente, pero unos tenemos más que esconder que otros. Que cómo lo sé. No lo sé de cierto, lo supongo.
• Por más que leo, no me entienden.
Por más que escribo, no me olvidan.
Por más que sueño, voy despierto.
Por más que enseño, nadie aprende.
Por más que aprendo, nada tengo.
• Siempre supe que estaba loco. La cosa fue aprender a vivir con eso el resto de mi vida sin que los demás se dieran cuenta. Por si las dudas también me extraje la piedra de la cordura. No supe qué hacer cuando me quedé a solas con ella en la mano.
• Gracias a los sueños tolero la vida. No me parecen menos reales y los prefiero. Admito que hago trampa. Como ser el diyéi de la historia. Las distintas capas de conciencia que empleo, si bien no me dan el control, son hipersensibles al mal y al dolor y me despierto enseguida.
• Hace mucho que no despierto llorando. En ocasiones lo hago con enojo. Si estoy de suerte despierto riendo, mi propia risa me trae a la vigilia, y empiezo el día de buen humor. En ocasiones señaladas sueño aromas y perfumes de mujer que puedo recordar, o tal vez mis sueños los recuerdan de la vigilia. Una vez al menos soñé un fuerte olor a muerto. Es inconfundible.
• Todos los sueños ocurren, sólo que sólo recordamos unos pocos. En cuántas ocasiones pasamos el día de malas, irritables, majaderos, ariscos, mamones a causa de algo que soñamos anoche y no logramos recordar.
• De niño tuve amigos imaginarios que procedían de mis sueños. Eran recurrentes entonces, los sueños. O en serie como de Netflix, pero sin lógica ni desenlace definitivo. Por desgracia la gente de mis sueños dejó de visitarme del lado de acá. Lástima, son la buena onda, regularmente.
• Hay películas en que de pronto digo: esto, o algo parecido, ya lo soñé. Suelen ser de ciencia ficción, por eso me gusta el género. En el fondo espero encontrar por ahí alguno de mis sueños. Casi nunca se me cumple, pero es buen pretexto para ver basura “con causa”.
• En sentido metafórico es bonito que se cumplan los sueños. En el sentido literal quién sabe, al despertar pueden resultar pesadillas.
• Hay sueños célebres, como si fueran verdad. Ya ven el de Martin Luther King. Al final los sueños, con un carajo, sueños son.