Achacachi y la nueva insurgencia aymara
¿Por qué el Gobierno no puede (o quiere) resolver el problema planteado por los vecinos del pueblo de Achacachi? ¿Qué tiene que ver esto con los obstáculos estructurales en que está metido? Además: la protesta ya no se dará por razones épicas, como en 2003, sino por demandas concretas
domingo, 24 de septiembre de 2017
Pablo Velásquez Mamani Miembro del Minka
La reciente movilización de Achacachi tiene connotaciones más profundas de las que aparenta. Por tanto, se trata de entender el problema coyuntural y el problema estructural.
Los porqués del impasse
El problema coyuntural es específico y fácil de resolver. Su continuidad tan solo se debe a la tozudez del Gobierno y sus representantes. Se trata de la renuncia del alcalde Édgar Ramos, miembro del partido de gobierno, y la liberación de los tres dirigentes de Achacachi detenidos. Si los representantes del MAS dicen no encubrir a corruptos pueden emitir un pronunciamiento de su partido, conminando a Ramos a renunciar. De esta forma este individuo quedaría solo y renunciaría sin mayor pena ni gloria. Por otro lado, el juicio a los dirigentes quedaría extinto si los dos ministerios del Gobierno retiran su demanda. Así de sencillo se resolvería el problema.
Pero el asunto es más profundo porque evidencia el divorcio entre Gobierno y la población. Aquí la muletilla de “gobernar obedeciendo al pueblo” queda por los suelos. Aún más, las consecuencias de esta problemática son más importantes.
¿Por qué el Gobierno no quiere resolver este problema?
Porque Achacachi hoy por hoy representa a los inconformes con el Gobierno. El triunfo de Achacachi sería un triunfo de la oposición, aunque sea el mismo pueblo. El resultado daría paso a un efecto dominó en todos los municipios del MAS donde la corrupción campea. Que además es la muestra del problema estructural del Gobierno, que se ha manifestado en varios aspectos: Fondioc, BTV, caso Zapata, etc. En otras palabras, tanto en el nivel micro como macro el Gobierno está carcomido por la corrupción.
También, la pérdida casi inevitable de Achacachi representará la pérdida de la hegemonía política del Gobierno. Y lo más peligroso, el surgimiento de nuevos liderazgos independientes del poder central.
¿Y por qué Achacachi es tan importante?
Achacachi es un centro político simbólico. Desde los Ponchos Rojos de antaño, las movilizaciones campesinas del 2000, octubre 2003, y la lucha contra la nación camba 2007. Este pueblo ha demostrado una posición política clara y beligerante.
¿Y cuál es el común denominador en toda su historia? La insurgencia aymara.
En el año 2000 Achacachi planteaba la existencia de dos Bolivias, reiterando a Fausto Reinaga.
Una Bolivia india (aymara) y otra blanco-mestiza. Todo este discurso fue el preámbulo para el cambio político del 2003, y el caldo de cultivo para la ascensión de un primer presidente indígena.
Quispe
Esto es lo que teme el Gobierno. Pero no sólo al pueblo, sino también al líder, que para circunstancias históricas resulta ser el mismo del 2000: Felipe Quispe.
Entonces el peligro es doble, el líder aymara genuino que impulsó a la sociedad a su despertar, y una población con una tradición de insurgencia.
Sin embargo, el tiempo presente no es el mismo que 2003. Gran parte de la población apoya al Gobierno, no por su socialismo (que no sabe qué es, ni le interesa), ni por su partido (todos ellos en gran parte son reciclados de otros partidos neoliberales), sino tan sólo por la cara de Evo Morales.
No obstante, los tiempos pasan, y las expectativas cambian. Achacachi además representa la llegada de otra generación con diferente percepción y otras aspiraciones. Ya no basta con que el gobernante sea indígena, sino que también que realice una buena administración sin corrupción.
Entonces, no hay que disminuir el componente coyuntural y local, sino que hay ocasiones, como ésta, donde el asunto refleja también el grado estructural del problema. Y no hay que olvidar que grandes cambios se han generado a partir de pequeños problemas.
Este cambio es el nuevo enfoque de la reinsurgencia aymara. Sobre todo considerando que el Gobierno actual vive del pasado. Por eso la pretensión política del aymara se dirige al querer un Estado Aymara, gobernado por aymaras, y, más importantes todavía, que responda a las necesidades y aspiraciones aymaras.