Palabras sin reposo
Beatriz Zalce
14 octubre 2017 0
“El que no tenga miedo, que pase a firmar”
Así lo dijo el General Emiliano Zapata cuando lanzó el Plan de Ayala: “El que no tenga miedo, que pase a firmar”. Era un asunto de vida o muerte. Como hoy.
En medio de tanta muerte, de tantas muertes en un país carcomido por la corrupción que hace metástasis, un México roto y devastado por los sismos de dos septiembres: los del pasado y los recientes; en medio de la negra noche una luz de amanecer se anuncia. Mary Chuy Patricio Martínez, vocera del Concejo Indígena de gobierno, se registró como aspirante independiente a la presidencia.
-Nuestra propuesta es diferente: es una propuesta colectiva. Vamos a caminar al estilo de los pueblos indígenas, con el apoyo de nuestros pueblos -dijo el pasado 7 de octubre al salir del INE.
Congruente, no piensa recibir dinero de los partidos ni del INE que no es lo mismo pero da igual. Y mientras los políticos se entrematan por obtener votos y hasta pagan una miseria por éstos, a Mary Chuy, indígena nahua de 53 años, médica tradicional, fundadora de La Casa de los Antepasados, donde cura a base de herbolaria, luchadora social, integrante del Congreso Nacional Indígena, no le interesan tanto los votos como la organización que pueda acabar con el capitalismo que nos está matando.
Rosario Ibarra de Piedra fue la primera mujer candidata a la presidencia de México. Corría el año de 1982. Antes, en lo que casi parecía otra vida, Rosario era un ama de casa regiomontana, casada con un doctor, madre de cuatro hijos, aficionada a la poesía de Rubén Darío. Su vida cambió el 18 de abril de 1975 cuando le desaparecieron a Jesús, su hijo menor. Doña Rosario transformó su dolor en lucha. Esto la llevó a ser la primera mujer mexicana candidata al Premio Nobel de la Paz.
Entrevistada por Elena Poniatowska quien hizo una crónica sobrecogedora de la Huelga de Hambre que organizó Rosario Ibarra frente a las puertas de la Catedral metropolitana, a un ladito de Palacio Nacional y en vísperas del informe presidencial de José López Portillo (puede leerse en Fuerte es el silencio. Ed. Era). Dos palabras en una manta lo decían todo: “Los encontraremos”.
Doña Rosario le dice a su entrevistadora: “Con una sola pregunta se les cae todo su teatro de democracia en el país.
“-¿Cuál es esa pregunta?
“-¿Dónde están los desaparecidos. Nada más, eso es todo. ¿Dónde están, señores gobernantes, los desaparecidos?”.
Hoy el grito de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” sigue recorriendo las calles de México, llenando las plazas. Hoy ese grito sea ha multiplicado porque son miles los desaparecidos y nos siguen faltando 43…
Defensora de derechos humanos, Mary Chuy formó parte de La Marcha del Color de la Tierra, convocada por los Zapatistas para exigir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés al aprobar la iniciativa de ley sobre derechos y cultura indígenas. Habló ante el Congreso de la Unión el 28 de marzo del 2001: “para dejar en claro que el proceso de reconstitución integral de los pueblos indígenas del país es una tarea que incumbe tanto al hombre como a la mujer, en una misma lucha para lograr nuestra plena liberación”. No sólo intervino Mary Chuy, también Adelfo Regino Montes, Juan Chávez y los comandantes Esther, David, Tacho y Zebedeo.
En ese momento, Mary Chuy y Adelfo insistieron ante los diputados que la autonomía “es una forma de reconciliarnos, de que las comunidades vuelvan a encontrarse, porque los indígenas no queremos división”. Cuestionada sobre los usos y costumbres, ella aseveró “Va a fortalecer la participación equitativa tanto de hombres como de mujeres”.
En una nota del periódico LaJornada del 29 de marzo, firmada por Ciro Pérez, David Aponte y Andrea Becerril puede leerse: “Reconoció que hay problemas “que tenemos que ir puliendo”, pero que no se circunscriben exclusivamente a las mujeres de los pueblos indígenas, sino que son de todas las mexicanas. En contraparte citó usos y costumbres que los legisladores no han tomado en cuenta, como el tequio o la ayuda mutua para las faenas, la de reparar el daño antes de castigar al culpable o la de tomar decisiones de consenso y entender la representación política como un servicio y no como un beneficio”.
Zapata, El Che Guevara y la Virgen de Guadalupe forman el altar de Mary Chuy. Queda claro que está en contra del machismo y, por supuesto, del capitalismo. Define el alzamiento zapatista de 1994 como una “sacudida. Fue un llamado tanto para los pueblos indígenas como para el gobierno. Para mí fue muy importante. A partir del 94 los pueblos [indígenas] aparecen otra vez. Escuchar la problemática, aunque de diferentes regiones, se parecía. Problemas de tierra, de salud, de educación… Fue un despertar, un sacudir…”.
De la Marcha del Color de la Tierra recuerda la alegría, el entendimiento para los pueblos indígenas de que juntos se puede hacer algo. Para ella no fue fácil estar en la Cámara de Diputados y hablar. Lo que la animó fue pensar que hablaba no a los diputados sino a la Gente que estaba afuera. Unas compañeras le dijeron: “No eres tú la que vas a hablar: son los compañeros los que van a hablar a través de ti”.
De ahí la apuesta: proponer una forma distinta de gobernar. Por eso la importancia de la organización más que del voto mismo.
Inicia el recorrido por los cinco caracoles zapatistas. Inicia una cuenta regresiva: juntar firmas, cientos, miles, casi un millón, en por lo menos 17 estados de la República. Dicen que es cuesta arriba y a contracorriente. Pero ya lo dijo el buen Emiliano: “El que no tenga miedo, que pase a firmar”. ** ** **