Elecciones en Chile

Para quienes ya hemos visto que las elecciones sólo promueven división social y disputa de cargos sin contribuir a los cambios necesarios o imaginando que los cambios pueden resultar de colocar un maquinista de tren más sensible que conduzca la locomotora aún a sabiendas de que los rieles siempre llevan al mismo destino: la acumulación de ganancias, pensamos e interpretamos al revés, que primero hay que cambiar los rieles, sentidos y destinos de la civilización



Elecciones en Chile

Para quienes ya hemos visto que las elecciones sólo promueven división social y disputa de cargos sin contribuir a los cambios necesarios o imaginando que los cambios pueden resultar de colocar un maquinista de tren más sensible que conduzca la locomotora aún a sabiendas de que los rieles siempre llevan al mismo destino: la acumulación de ganancias, pensamos e interpretamos al revés, que primero hay que cambiar los rieles, sentidos y destinos de la civilización, por lo que no nos interesa si el maquinista y sus secuaces, digo los funcionarios, gritan que son de izquierda, derecha, centro o extremos. O sea que elegir de los males el menor y votar ni tan siquiera funciona como ejercicio, salvo compararlo con las barras bravas que se arrancan los brazos o se hacen el harakiri por su equipo, sufren cuando pierde y saltan hasta el cielo si ganan.

¿En qué podrían ser útiles las elecciones presidenciales y parlamentarias chilenas, los harakiris de los perdedores y los saltos al cielo de los vencedores si no aportan nada al cambio?

Quienes ganan sirve para ellos, sus seguidores y el proceso de acumulación, pues ahora ya prometen gratuidad para todos los estudiantes y van a requerir mayores ingresos estatales con dinero que no cae del cielo, sino del proceso de reproducción capitalista y destrucción de la naturaleza. Por eso no cuajó el socialismo, pues se formó una dura costra de funcionarios y jefes que vivían en la opulencia. Rusos y chinos descubrieron que podían acumular y crecer si entregaban los resortes económicos a los empresarios de la propiedad privada.

Los izquierdistas de todo el mundo quieren hacer lo mismo que esas potencias, por eso si pierden , se preparan para la siguiente, como los derechistas, cuya diferencia está en que la derecha quiere a todos privados para acumular cada uno para sí, y la izquierda quiere empresas estatales para que dicha acumulación esté en manos de la nomenklatura.

Después de las luchas antiglobalización de las autonomías, las izquierdas recuperaron oxígeno volviendo con nuevos bríos para superar el derrumbe de los socialismos mediante el acceso “integrado” a las instituciones y el copamiento progresivo -cargo a cargo- de lo que sería una renovada modalidad de cohesión estatal, dependencia y clientelismo -el nacionalpopulismo- encabezados por Lula con su programa de la potencia regional y los Kirchner, que actualizan el peronismo con su política de alianzas que envolvió a las izquierdas, hasta a la propia Hebe de Bonafini.

Sin embargo, estas propuestas que fracasaron y las experiencias autoritarias de derecha y de izquierda (como el madurismo y el evismo) no consiguieron a nivel mundial aplastar a las autonomía que han ido creciendo desde abajo rescatando las tradiciones milenarias de los originarios que portan en sus modos de vivir el cambio civilizatorio, como los kurdos y los zapatistas, un enjambre de lecciones y avances que la izquierda trata con pinzas salvo los casos de algunos que han definido que sus enemigos principales están en la autonomía comunitaria, como la Red Voltaire, HispanTV y tantos otros.

En ese contexto, de avances de los de abajo, el sistema chileno desea reproducir su elevado margen de ganancia con un pueblo dirigido por las izquierdas mezcladas con el empresariado (como Lagos y sus compinches) y con una fortísima represión de contención hacia el pueblo mapuche, que no se caracteriza por la lucha directa contra los estados de Chile y Argentina como nos quiere hacer creer la prensa y la ideología, sino que es la identidad, la autonomía y el proceso lento pero seguro de reconstrucción de las posibilidades de la autodeterminación, que no estará marcado por el proceso chileno, sino que seguirá sus propios ritmos donde las organizaciones y tácticas de lucha de los partidos y grupos armados huincas irán decayendo para abrir paso al trabajo de cambiar los rieles y no andar de bulling con los camiones, dinámica de cambiar los rieles que se está abriendo camino a pasos agigantados entre la cantidad de logkos entregados al sistema o entregados a los partidos del sistema (sistémicos o antisistémicos, pero que desarrollan su lucha más “en contra de” que “en pro de”).

Piñera quiere repetirse el plato, Guillier quiere dar continuidad a la falsa democracia empresarial y Beatriz Sánchez quiere humanizar el capitalismo. Ninguno representa al pueblo, toman sus decisiones entre gallos y media noche de forma autoritaria y dependen del capitalismo para el clientelismo del caudal de votantes, o sea, son sistémicos y defensores del proceso de acumulación.

Si gana Piñera, va a mantener la cara social de miles de funcionarios estatales cumpliendo “labores sociales” diversionistas emborrachando la perdiz haciendo creer que existe el viejo pascuero y habituando a la gente a recibir migajas. Si gana Guillier, seguirá los programas “sociales” de Bachelet en la misma tónica. Todos los demás van en la misma dirección de los rieles del tren, de modo que independe si vota o no vota y por quien vota, pues los cambios siguen en la utopía. Decir que no se vote por la derecha es decir que sigamos con Guillier, que entonces no es más que un saludo a la bandera. Los que van a votar no se trata que no lo hagan, sino que en su día a día contribuyan al tejido de relaciones familiares, vecinales, etc. cambiando de hecho el individualismo predominante, es decir, a nadie sirve la estrategia de cambios personales, de autoayuda, de aprendizaje, etc. tan favorable a la competencia y el sálvese quien pueda ( que buen tipo es aquel o ella es buena gente), pues los cambios dependen del estrechamiento de relaciones afectivas y la circulación de las energías y el newen mediante la cual nos enlazamos de fondo entre nosotros y con la madre tierra.
Vote, no cambiará nada, pero aprenda. No haga como hacen las barras bravas de torcer por los buenos y anatemizar a los malos, ya que ellos llaman a la gente a hacer lo mismo. He ahí el juego maquiavélico, nos hacen pelear acá abajo y nosotros, de boca abierta, tenemos que soportar que allá arriba se hagan amiguitos y negocien entre ellos.

Jaime Yovanovic (Profesor J)
unlibre@gmail.com