22.11.2017 16:59
Miserias de la publicística
Raúl Prada Alcoreza
Jürguen Habermas habla de publicística refiriéndose al manejo propagandístico de la estadística, en verdad, de una parte, mas bien, elemental de la estadística, de las probabilidades convertidas en proporciones. Podemos ampliar la connotación y hablar también del uso de algunos indicadores escasos y generalizados de la estadística, las proporciones, en el “análisis político”. En este “análisis” la coyuntura o el “análisis de coyuntura” se habría reducido a la ponderación comentada de las “estadísticas” de opinión. La opinión pública es la tendencia o inclinación de preferencia, real o estimulada, de una sociedad o de un individuo hacia hechos sociales que le reporten interés. Habermas anotaba, en Historia y crítica de la opinión pública[1], que la opinión publica en la sociedad moderna se ha vuelto enlatada, porque ha perdido su facultad de raciocinio. Por otra parte, cuando se cuantifica la llamada opinión pública, la misma, sea enlatada o no, vuelve a ser reducida a una cifra, que no deja de ser provisional, incluso insostenible, pues responde a contingencias, no solo de la opinión, sino de la misma captación de opinión, convertida en dato.
La política, ya se la consideré desde el enfoque reductivo de la política institucionalizada o se la asuma en sentido amplio como suspensión de los mecanismos de dominación, como ejercicio pleno de la democracia radical, responde a dinámicas de fuerzas, a campo de fuerzas y concretiza desenlaces por correlaciones de fuerzas. Las fuerzas concurrentes no pueden ser reducidas a opinión, a tendencias de opinión, convertidas después reductivamente en “tendencias estadísticas”, en la linealidad de los números reales. El análisis político requiere atender la materia y la energía de la que esta constituida la política; las fuerzas, el campo político atravesado por fuerzas concurrentes, las mallas institucionales, la lucha de clases o de colectivos, las tendencias ideológicas. El análisis de coyuntura requiere, por lo menos, concentrarse en la estructura de la coyuntura, que tiene que ver con la composición problemática de los hechos, eventos, sucesos y acontecimiento políticos. Para no ir más lejos y profundo, considerando las dinámicas complejas de las fuerzas, de los espesores del presente[2].
Los medios de comunicación se encargan de difundir como “análisis político” y “análisis de coyuntura” estas formas de la publicística. Se trata más de la publicidad y propaganda de acopios de opinión favorables o en contra, tomadas inapropiadamente como “tendencias”, aunque solo sean proyecciones muestrales. Publicidad mediática de lo que la prensa amarillista considera que son opiniones de la gente, cuando resultan, mas bien, ser acopios de trazos similares o analógicos de las opiniones diversas, emitidas en distintos tonos. También viene a ser como propaganda para el medio de comunicación, que se presenta, en el montaje del espectáculo mediático, como periódico, televisión o radio serios porque toman en cuenta “estadísticas”. Como varias veces lo dijimos, no es culpa de la estadística este manejo arbitrario y hasta abusivo de la heurística estadística, de sus teorías y metodologías, que se lo hace aplicando solo una parte escasa y sin consecuencias científicas. Es responsabilidad de los que lo hacen. La estadística exige el manejo de sus instrumentos de manera, mas bien, integral, teniendo en cuenta el corpus teórico y los supuestos metodológicos de la cuantificación probabilística y de indicadores. Todo esto está ausente en el manejo “estadístico” de la publicística.
La publicística pregunta de todo; sobre la inclinación del voto, sobre el aprecio o desprecio público sobre tal o cual personaje de la política, preferentemente los dignatarios de Estado o los candidatos. Sobre la calificación sobre políticas o leyes promulgadas; sobre consideraciones respecto a la legitimidad de tal o cual media o decisión gubernamental. Sobre la reelección indefinida del presidente, sobre la elección de magistrados, sobre la ponderación de las instituciones en juego. Si bien los resultados conglomerados y convertidos en cifras dan panoramas de descripción numérica, que puede ayudar a tener una imagen circunstancial de lo que ocurre, no pueden los mismos convertirse en referentes de hechos, de eventos, de sucesos, menos de acontecimientos políticos. Están muy lejos de serlo; sin embargo, los medios de comunicación, los políticos institucionalizados, incluso los “analistas políticos”, los toman en serio, como si estos datos provisionales respondieran a estructuras y corpus de datos, a composiciones de indicadores, que responden a investigaciones extensivas y en profundidad. Están lejos de serlo. No pueden confundirse enumeraciones provisionales y no controladas metodológicamente como datos estadísticos, aunque se parezcan, por lo menos en el lenguaje endémico de las proporciones.
De ninguna manera se trata de negar el uso y la aplicación de la estadística en el análisis político. Al contrario, el uso y la aplicación rigurosa de la estadística en el análisis político puede ofrecernos indicadores, estructuras y corpus de indicadores, que alumbren sobre mapas cuantitativos de los mapas cualitativos de los acontecimientos políticos. Pero, esto hay que hacerlo; hay que hacer investigaciones estadísticas en profundidad y en extensidad, apoyadas en investigaciones en profundidad de carácter cualitativo. Por sí sola, la estadística, incluso en el uso y aplicación rigurosa, se encontraría desnuda sin el apoyo de investigaciones en profundidad de carácter cualitativo. Éstas últimas deberían ser anteriores a las investigaciones estadísticas.
Por ejemplo, saliendo de la publicística, parece apropiado efectuar una evaluación de la variabilidad de la llamada opinión pública; es decir, hacer un análisis de la variancia de los datos. Buscando en los movimientos de la variabilidad indicadores de la provisionalidad y de la circunstancialidad de las opiniones. Esto ayudaría a situar los datos con momentos, situaciones, contextos, además de vincularlos con las mismas muestras y las formas cómo han sido efectuadas. Quizás la identificación de estos momentos, situaciones y contextos invitaría a efectuar investigaciones de caso y en profundidad, buscando interpretar la variación de los comportamientos.
Como se ve, no se trata de errores muestrales, ni mucho menos. La representatividad de las muestras no depende solo del cumplimiento con formulas de cálculo y la variancia obtenida, incluyendo las diferencias, que pueden constar, sino del conocimiento de lo que se mide y de dónde se toma la muestra. Esto solo se obtiene con investigaciones en profundidad. Entonces el error primero, el error básico, de entrada, consiste en no conocer el universo o población objeto de la medida.
El “análisis político”, que se basa en estos datos de la publicística, en el uso y abuso especulativo y provisional de algunas herramientas de la estadística, hereda estos errores de inicio, transfiriendo desconocimientos de sus referencias, que señala como objeto de “análisis”, al discurso mismo donde se expresa. No es de extrañar que se equivoquen en sus estimaciones cuando se dan los resultados electorales, aunque digan que se trata de aproximaciones y márgenes explicables. Mucho más que esto, el error congénito cualitativo, donde suponen una figura esquemática y simplona de la realidad recortada, los aparta de lo que buscan “analizar”, de sus estructuras, sus composiciones y, mucho peor, de las dinámicas mismas de los objetos de sus reflexiones. La incomprensión de lo que sucede es patente en sus descripciones estrechas y en sus explicaciones tautológicas.
Lo importante es comprender qué papel juega la publicística en las sociedades contemporáneas, en el sistema-mundo moderno. En la era de la simulación, la publicística es una de las simulaciones proliferantes, que embargan al sistema-mundo capitalista. Los medios de comunicación simulan que dicen algo serio sobre los eventos y sucesos políticos, al usar ciertos datos e indicadores des-contextuados, tanto de lo que podría obtenerse como mapa descriptivo cuantitativo de los fenómenos y procesos cualitativos, así como del corpus teórico, metodológico y heurístico de la estadística.
El pragmatismo norteamericano, no el pragmatismo lingüístico, menos el filosófico, sino el practicado por los dispositivos y aparatos de Estado, así como por las empresas, ha hecho uso utilitario de las probabilidades, convertidas las proporciones, de los promedios, de las medias, de los indicadores comparativos, para apoyar decisiones políticas o empresariales. Estos usos y prácticas no son publicística, sino pragmatismo estadístico, por así decirlo, en su condición fácil, sin pretensiones de ciencia, como la hace la publicística. Se entiende que este utilitarismo estadístico sea cómodo y práctico, para efectos de toma de decisiones. Sin embargo, hay que distinguirlo de lo que denominamos la publicística. En todo caso, el pragmatismo estadístico se basa en la experiencia, en el conocimiento empírico, en el sentido común; es decir, en conocimientos tenidos a mano; en cambio, la publicística apuesta todo al fetichismo estadístico, como si los números le brindaran el secreto de lo que desconoce, del objeto de medida y “análisis”, que desconoce. Esta es la diferencia. La publicística forma parte de la simulación del sistema-mundo cultural de la banalidad, en cambio, el pragmatismo estadístico forma parte deliberada del pragmatismo y utilitarismo de la cultura de la vertiginosidad.
En sentido teórico acostumbrado, sin adentrarse a la perspectiva de la complejidad, la coyuntura o acoplamiento o articulación se encuentra conformada por una estructura y composición de hechos, de eventos y de sucesos. Lo mínimo que puede ofrecer el análisis de coyuntura, en las versiones de la ciencia política, es interpretaciones de la estructura de la coyuntura, llegando antes a proponer conjeturas de una estructura fáctica. Explicar, por ejemplo, ¿por qué a pesar de haber perdido el referéndum sobre la reforma constitucional, que habilitaría al presidente a nuevas reelecciones, el gobierno, sus dispositivos de poder, el partido, las organizaciones sociales instrumentalizadas, persisten en insistir lograr esta reelección por cualquier medio? Esta persistencia tiene que ver con poder hacerlo, persistir; entonces: ¿cuál es la composición de las fuerzas del campo político para que puedan insistir? Otro ejemplo, ¿por qué, a pesar de haber perdido la elección de magistrados - donde gano el voto nulo, lo que anulaba taxativamente la elección misma y la posibilidad de ungir a los magistrados -, el Congreso se impuso, el gobierno imperó, de una manera inconstitucional y no institucional, asignando magistrados en un órgano judicial cada vez más corroído y corrupto? Sin embargo, lejos de responder a las preguntas, los “analistas políticos” hacen coro a la “oposición, que se desgarra las vestiduras denunciando violaciones y vulneraciones constitucionales. La tarea del analista político no es tanto denunciar como explicar o sugerir interpretaciones de los que ocurre.
[1] Revisar de Jürgen Habermas Historia y crítica de la opinión pública.
http://ffyl1.uncu.edu.ar/IMG/pdf/Habermas_Historia_y_critica_de_la_opinion_publica.pdf.
[2] Ver Espesores coyunturales. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/espesores_coyunturales_3.
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/miserias-de-la-publicistica/