Rusos o norteamericanos: ¿Quien jugará con la pequeña Rojava?

El autor imagina que Rojava, el pequeño gigante de oriente medio, está inerme ante las potencias y tapa su autonomía, por lo que no considera para nada a esta región del confederalismo democrático como un actor e interlocutor, sino simplemente un objeto a ser negociado o aplastado.



Rusos o norteamericanos: ¿quién jugará con la pequeña Rojava?

Esta historia comienza con una comarca de nombre misterioso llamada Rojava y de su valor clave e intrincado en las arquitecturas de posguerra que están estableciendose en Oriente Medio tras el colapso de la banda terroristas ISIS.

Esta historia comienza con una comarca de nombre misterioso llamada Rojava y de su valor clave e intrincado en las arquitecturas de posguerra que están estableciéndose en Oriente Medio tras el colapso de la banda terrorista ISIS. La adecuada caracterización como mercenaria y oportunista de esa organización yihadista ayuda a entender, además, que esta es una historia de quienes ganaron contra los que perdieron y de cómo los primeros pretenden consolidar su victoria.

Rojava, o Royavá, es el “estado” más reciente que se ha creado por la fuerza de las armas en el rompecabezas de la región. Es un breve territorio constituido por tres cantones kurdos en el norte sirio con cierta riqueza petrolera, entre los cuales se encuentra la legendaria Kobane. El sitio y batalla solitaria de esa ciudad, frente a la impasible frontera turca, contra la muy bien armada milicia del ISIS concentró en 2014 las miradas y la emoción del mundo, como un pequeño Leningrado de la Segunda Guerra.

Rusos o norteamericanos: ¿quién jugará con la pequeña Rojava?
Putin, Rohani y Erdogan. AFP

Cubre unos 26 mil kilómetros cuadrados en el norte sirio, incluyendo una franja de 400 km. a lo largo del límite con Turquía de extraordinario valor estratégico. Rojava se constituyó como federación autónoma en marzo de 2016 con apoyo de EE.UU. y Rusia, motivados en esa solidaridad por diferentes intereses. Es una utopía secular en ese pantano de extremismo y fanatismo que erige una democracia representativa, pluralista y que da un lugar de inserción a la mujer totalmente disruptivo con los formatos de sometimiento que amparan sus vecinos.

El régimen sirio, ganador objetivo de esta guerra iniciada en marzo de 2011, no reconoce la existencia de esta federación. Tampoco Turquía, integrante de la troika, junto a Irán y Rusia, que hizo posible esa victoria y arma hoy los mapas de posguerra excluyendo de la mesa de negociaciones a EE.UU. y sus aliados sauditas entre otras evidentes potencias regionales. Para el régimen de Recep Tayyip Erdogan los kurdos son parte de la ordalía terrorista. Ankara teme que cualquier movimiento que aliente una identidad territorial kurda promueva el separatismo de su propia minoría de ese pueblo apátrida repartido también en Irán y el norte de Irak. Por eso, Turquía aparece en el foco de las denuncias de haber brindado apoyo al ISIS. Esa orga sanguinaria le servía para detener a los kurdos pese a que combatían mano a mano con EE.UU. y Rusia. Hay mucho para los amantes del TEG en ese escenario, donde el caso turco y sus contradicciones son apenas parte de las fichas.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el 23/11/2017 en el complejo de Mar-a-Lago, en Palm Beach, EEUU. En un mensaje de Acción de Gracias, Trump agradece a las tropas estadounidenses. foto: Greg Lovett/Palm Beach Post via ZUMA Wire/dpa

La importancia de Rojava se ha multiplicado en estas horas de mutación histórica en el escenario de Oriente Medio. El final del ISIS prácticamente precede a la conclusión de la guerra siria. Irán, el patrocinador histórico de Damasco, ha extendido su influencia y proyección militar en la región hasta Bagdad, incluyendo el despliegue de la milicia libanesa del Hezbollah en Siria. Esta semana, los líderes de Moscú, Teherán y Ankara se reunieron en la ciudad rusa de Sochi, para definir al estilo del Yalta de la posguerra, el formato de lo que será el futuro sirio.

Dos condiciones básicas de lo conversado constituyeron el acuerdo de que el país árabe no será fragmentado como en algún momento alentó Washington y que las fuerzas extranjeras deberán retirarse del país árabe. Ese planteo no incluye al principal jugador ruso de ese tablero, con una presencia militar dominante ya en Siria, y tampoco a la potencia persa, cuyo despliegue es sencillamente considerado legal.

En cambio, sí apunta a Turquía, renuente a aceptar esa condición, lo que evidenciaría el carácter coyuntural y cierta fragilidad de la decisión de Ankara de correrse de su histórica alianza occidental para abrazarse al Kremlin. Pero el blanco principal del argumento es Estados Unidos, que es cualquier cosa menos bienvenido hacia adelante. El Kremlin quiere apagar definitivamente la guerra y estos movimientos forman parte de la receta. De eso seguramente conversó el presidente ruso Vladimir Putin con Donald Trump y con la monarquía saudita, cuando reportó el sentido conclusivo, en su perspectiva, de esas conversaciones.

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Siria. Destrucción.

Estados Unidos, por el contrario, ha multiplicado las señales de que no está dispuesto a retirarse y que el destino del ISIS no se vincula con su cuadro estratégico. Tiene una herramienta precisa a mano y esta dispuesto a fortalecer y edificar a Rojava como un ariete eventualmente independentista para presionar con la fragmentación territorial al régimen de Bashar al Assad. Los kurdos no querrán huir de su destino aún pese al fracaso del reciente intento secesionista de sus primos iraquíes. Atento a esa constatación, el Kremlin se ha esforzado por incluir en la mesa de las negociaciones a la dirigencia de ese territorio irredento para mantenerla bajo control. Turquía veta naturalmente esa posibilidad, y esa oposición es otra ficha a mano de los estrategas estadounidenses.

Para Washington y sus aliados sauditas e israelíes, el deselance que configura este conflicto es inaceptable y alientan una crisis que obligue a retrocesos. En una cumbre de dos días simultánea con la de Sochi, la corona saudita, asociada íntimamente a la Casa Blanca, reunió en Riad a un puñado de “opositores” sirios sunnitas para respaldarlos en su demanda de la caída de Assad, a quien acusan de genocidio, e instalar en su lugar a un gobierno contrario a Teherán. La movida coincidió con una escalada de declaraciones incendiarias en toda el área.

El premier israelí, Benjamín Netanyahu, denunció que “Irán pretende usar a Siria como una base desde la cual destruir a Israel” y advirtió que su país está listo para actuar e impedirlo. El jefe militar israelí Gadi Eisenkot anunció, a su vez, que se brindará ayuda de inteligencia a Arabia Saudita para “enfrentar el desafío iraní”. El 19 de noviembre, una cumbre árabe en El Cairo proclamó un frente unido “para contener a Irán y Hezbollah”. “La amenaza iraní traspasó todos los límites”, dijo el secretario general de la Liga Árabe, Ahemd Aboul Gheit. La milicia libanesa, por su parte, alertó que “esta preparada para confrontar cualquier enemigo”, en un palabrerío que remedó las previas de la guerra que el Hezbollah sostuvo contra Israel en 2006.

Rusos o norteamericanos: ¿quién jugará con la pequeña Rojava?
XNM 03. AL-BOUKAMAL (SIRIA), 23/11/2017.- Fotografía sin fecha exacta cedida hoy, jueves 23 de noviembre de 2017, por La Agencia Árabe Siria de Noticias (SANA), donde se observan soldados del ejército sirio con sus miembros aliados de Hezbollah durante la celebración de su victoria en las cercanías de la ciudad de Al-Boukamal en el campo de Deir Ezzor (Siria). Según SANA, los bombarderos estratégicos rusos destruyeron el 17 de noviembre los sitios de comando, las reuniones y los vehículos blindados para la organización terrorista Daesh (ISIS) en las cercanías de la ciudad de al-Boukamal. El Ministerio de Defensa ruso dijo en un comunicado que el 17 de noviembre de 2017, seis bombarderos Tupolev-22M3 de largo alcance dejaron una base aérea en Rusia, cruzaron el espacio aéreo iraní e iraquí y llevaron a cabo un ataque aéreo masivo contra las instalaciones de la organización terrorista Daesh cerca de Abu Kamal , en la provincia siria de Deir Ezzor, y los objetivos incluyeron fortalezas, m

La repetición de ese choque militar está en el cuadrante de la corona saudita controlada por el príncipe heredero Mohammed bin Salman. El futuro monarca acaba de justificar en The New York Times haber obligado a renunciar el premier libanés, Saad Hariri, quien tiene también nacionalidad saudita, porque ese país “esta dominado por Hezbollah e Irán”.

Aunque la maniobra no se saldó como la corona esperaba, y Hariri regresó a Beirut y retiró su dimisión, exhibió los alcances de la inestabilidad que experimenta la región y la escalada del enfrentamiento con la potencia persa. En esa línea, Teherán proclamó hace pocos días la victoria sobre el ISIS, en un gesto dirigido a Riad, a la que siempre acusó de apañar a esa banda terrorista. Bin Salman le respondió calificando al líder supremo de la teocracia shiita como “el nuevo Hitler de Oriente Medio”, un argumento que se oye también en Israel.

La pequeña Rojava cometería un error si pretende aprovechar las rivalidades entre los gigantes del barrio para abrirse un camino nacional. Los kurdos arrastran una larga lista de traiciones a sus esperanzas de ganar una patria propia. Al final de la Primera Guerra, en la cual, como ahora, apoyaron a los aliados contra el Imperio Otomano, lograron la independencia del Kurdistán con el Tratado de Sevres.

Pero ese acuerdo nunca se ratificó y fue sustituido por el de Lausana que eliminó la promesa. Lo mismo, aunque en menor grado, sucedió cuando salieron junto con EE.UU. para derrumbar la dictadura de Saddam Hussein en Irak. Ahora, en un escenario semejante, nada quita que ese desengaño se repita. Rojava significa Occidente en Kurdo. Se debe a su situación geográfica. Cuestión de coincidencias y casualidades.

Copyright Clarín, 2017.