06.12.2016 16:43
Consciencias culpables
Raúl Prada Alcoreza
Friedrich Nietzsche definió críticamente el nihilismo, como eje existencial de la civilización moderna; entre las figuras sintomáticas destacables se encuentra la consciencia culpable, que también podríamos llamarla, hegelianamente, consciencia desdichada; así como el espíritu de resentimiento o el resentimiento, a secas; también podemos citar al espíritu de venganza. Vamos a referirnos a la consciencia culpable, teniendo como marco la crítica genealógica de Nietzsche[1]; empero, indicando la manifestación de un estilo de consciencia culpable; la consciencia culpble de los que se comportan de manera inmoral, incluso opuesta a lo que se llama eufemísticamente las “buenas costumbres”; sin embargo, comparten con los moralistas, de manera simétrica, el mismo paradigma de prejuicios, el paradigma nihilista de la voluntad de nada.
En relación al trágico accidente de la línea aérea LaMia, las autoridades bolivianas se han apresurado a desentenderse o eludir responsabilidades, de una manera que llama la atención. Primero, declarar que se trata de una escandalosa irresponsabilidad de la línea área; segundo, involucrando directamente de toda la carga de culpabilidad, al piloto; después, cuando la controladora aérea boliviana, pide asilo en Brasil, debido a ser amenazada, el ministro de obras públicas, con todo desparpajo dice que esa es la prueba de la “confirmación de su culpabilidad”. ¿De dónde saca esto, esta conclusión, el mencionado ministro? Contra toda la evidencia, información y descripciones minuciosas de los primeros resultados de la investigación, esta autoridad se da el tupe de declarar algo que no se sostiene, ante la estructura del funcionamiento de los dispositivos de control y vigilancia aérea, sin sonrojarse por lo que dice. ¿Qué hay en entretelones para que se den estas anecdóticas declaraciones y comportamientos de las autoridades bolivianas?
Retomando lo que escribimos en Capitalismo y tragedia[2], donde bosquejamos el perfil hipotético del funcionamiento de los engranajes, dispositivos, estructuras, formas económicas, intereses empresariales, economías políticas del chantaje, que intervinieron en la secuencia dramática de la tragedia aérea, podemos deducir otras hipótesis interpretativas.
Síntomas de una confesión escondida
1. En la etapa decadente del ciclo del capitalismo vigente, de dominancia del capitalismo financiero, que no es otro que del capitalismo especulativo, el comportamiento “competitivo” de las empresas capitalistas, sobre todo, de los monopolios y oligopolios, es inclinarse por la ganancia o, mejor dicho, las super-ganancias, obtenidas especulativamente, además, bajando extremadamente los costos de producción. Con lo que asistimos a un capitalismo extravagante y banal, que se conforma en el sustento de la simulación, los montajes, la forma sin contenido, incluso, a veces, sin expresión. Salvo que se entienda por ella la demagógica alocución de la propaganda, la publicidad y la bulla de los medios de comunicación de masa.
2. Las empresas de transporte aéreo han optado por esta inclinación especulativa del capitalismo financiero. La oferta es exacerbada, en lo que respecta a los servicios, que no se cumplen, en la práctica; por otra parte, la oferta apunta a precios bajos, por lo tanto, competitivos, para atraer usuarios; como es el caso de los “Charter”.
3. En consecuencia estamos asistiendo a la oferta desenfrenada del mercado, donde, por un lado, se ofrece ilusoriamente, es decir, publicitariamente, el paraíso a los viajeros; por otra parte, se ofrece precios bajos, que definen ventajas comparativas, en términos de costos, para los usuarios. Ambos estilos de oferta, forman parte del espectáculo publicitario del mercado capitalista, que es más una puesta en escena que una promesa cumplida.
4. El panorama del capitalismo tardío cada vez más se parece a un mundo fantasmagórico, para decirlo metafóricamente. Se tiende más a estructuras virtuales o, en casos donde todavía queda materialidad, por así decirlo, a trenzados de fragmentos empresariales diversos, que son hilados, con el propósito de presentarse en la dimensión monstruosamente cuantitativa, con el objetivo de cumplir con la realización de las super-ganancias. Se puede invertir en una empresa dada, por ejemplo, aérea; se puede, además, combinando abigarradamente, invertir en la explotación de diamantes. Por otra parte, se puede comprometer a gobernantes, funcionarios, incluso partes oficiosas institucionales de los Estado-nación, con la perspectiva operativa de resolver problemas, evitar obstáculos burocráticos e institucionales.
5. Otras de las características del “desarrollo del capitalismo” es que los nombres concretos de los inversionistas o empresarios terminan difuminándose; no solamente ante una participación abierta y compulsiva de “accionistas”, sino porque, en algunos casos, cada vez más numerosos, terminan ocultándose detrás de los llamados “palos blancos”.
6. El accidente conocido como la tragedia chapecoense, devela este panorama barroco, atiborrado y compuesto, por la economía política del chantaje.
7. En consecuencia, si se habla, seriamente, de responsabilidades; obviamente éstas no se encuentra en el piloto, tampoco en el empresario-piloto, que más parece un “palo blanco”, sino en la estructura y el engranaje barroco del sistema-mundo capitalista. Para no hablar de manera general, para no dar solamente una definición de una estructura mundial globalizada, podemos, circunscribir, en su localización, a una conjunción perversa de un capitalismo abigarrado, que congrega a gobiernos, autoridades, empresarios y empresas virtuales o articuladas en su propia fragmentación; este es el capitalismo abigarrado del sistema-mundo capitalismo, en su etapa decadente.
Corolario
La joven boliviana de control aéreo que pidió asilo en Brasil, fue amenazada; la familia del piloto del avión defenestrado, es amenazada de muerte. ¿Por quienes? ¿Quiénes se ven tan exigidos a amenazar? Estos fantasmas o estas sombras, sin nombre o cuyos nombres no salen a relucir, se sienten amenazadas; ante esta amenaza, acompañada de temor a ser descubiertas, hacen lo que saben hacer, recurrir a la violencia, para proteger sus intereses y nombres.
El pueblo boliviano, el pueblo brasilero y el pueblo colombiano, situando significativamente al pueblo chapecoense, están, por lo menos teóricamente, obligados a exigir, incluso, llevar a cabo, una exhaustiva investigación, buscando el esclarecimiento de lo ocurrido. Lo que se juega en el medio es la vida. Cuando está en juego la vida, no se puede tener ninguna clase de reparos, ni menos darse el lujo de tener miedo y ceder ante amenazas.
[1] Ver de Friedrich Nietzsche Genealogía de la moral. http://www.biblioteca.org.ar/libros/211756.pdf.
[2] Ver Capitalismo y tragedia. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/capitalismo-y-tragedia/.
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