Marichuy, caminando sin fronteras
Carlos Soledad*
La Jornada
Antes del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, el sureste de México se encontraba en pleno proceso de colonización. Los pueblos indios vivían en un régimen feudal de semiesclavitud, trabajando la tierra para terratenientes. La paz era un pan triste y un deceso por miseria cada 35 minutos. La muerte en las comunidades chiapanecas es algo tan cotidiano que a nadie le duele: los familiares hacen la cuenta de qué es más caro, comprarle la medicina o hacer el cajón de muerto, con una frialdad que te deja helado, así se pronunciaba el subcamandante Marcos en los primeros días de guerra contra el Ejército Mexicano (goo.gl/aGuhKr).
Diez años antes, el EZLN llegó a la selva con toda la tradición de las guerrillas latinoamericanas de los 70: grupo de vanguardia, ideología marxista-leninista y con la intención de instaurar una dictadura del proletariado. No obstante, el contacto con la cosmovisión y la resistencia de las comunidades indígenas los transformó completamente. De forma clandestina, con la paciencia de una bordadora, se organizaron para su irrupción y para transformar México desde abajo. Las asambleas comunitarias tomaron el mando y el zapatismo pasó a convertirse en la primera guerrilla posmoderna. Un movimiento armado y a la vez pacifista, que se levantó en armas para no desaparecer. Se convirtió desde entonces en un referente para la izquierda nacional e internacional, que se encontraba desorientada y en crisis de identidad tras la caída del muro de Berlín, el fin de la guerra fría y la desarticulación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Treinta y tres años después, el movimiento zapatista y el Congreso Nacional Indígena (CNI), creado a su amparo, se han convertido en un gran símbolo mundial de la resistencia contra la modernidad capitalista de cuño occidental. No son los únicos, pero sin duda son el movimiento antisistémico más avanzado del planeta. La propuesta de los pueblos, de matriz civilizatoria mesoamericana, representa una alternativa esperanzadora ante el colapso nacional y planetario. Su mensaje desde el principio ha sido claro: no llaman a que los simpatizantes se conviertan en zapatistas; se trata de que cada quien, desde su lugar en el mundo, se organice para construir desde abajo y a la izquierda un mundo donde quepan muchos mundos.
El Concejo Indígena de Gobierno (CIG) es una iniciativa impulsada por el CNI y EZLN. Este proyecto colectivo tiene como propósito construir un nuevo país basado en la dignidad y la organización. La propuesta fue consultada y aprobada en asamblea general del CNI, con la participación de 523 comunidades de 25 estados del país y de 43 pueblos indios. El CIG sigue los siete principios zapatistas del mandar obedeciendo: 1. obedecer y no mandar, 2. representar y no suplantar, 3. servir y no servirse, 4. convencer y no vencer, 5. bajar y no subir, 6. proponer y no imponer, 7. construir y no destruir. Por tanto, no se trata de una propuesta electoral para la toma del poder de las instituciones, sino de construir nuevas relaciones sociales y políticas que fortalezcan el poder de abajo y la organización de los pueblos hacia su autonomía.
El concejo está formado por diversas concejalas y concejales de los pueblos indios y regiones que integran el CNI y una vocera que comunicará la voluntad colectiva de los pueblos organizados. Para impulsar y fortalecer esta propuesta, el CNI y el EZLN han acordado buscar que María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), vocera del CIG, sea inscrita como candidata independiente a las elecciones presidenciales de 2018. Con esto se busca extender a escala nacional una campaña por la vida y en defensa de la tierra, frente a la tormenta capitalista de despojo y explotación.
El proyecto de las mujeres y los hombres de maíz ha tocado desde el 1º de enero de 1994 el corazón de muchas personas solidarias en el extranjero. Además, con el incremento de las migraciones forzadas, muchas y muchos paisanos han ido fortaleciendo las redes de solidaridad. Lo que comenzó con los comités de solidaridad con la rebelión zapatista allende fronteras, hoy se está actualizando en una cada vez más amplia red de apoyo a Marichuy.
Atendiendo al llamado del CNI, estas redes se proponen trabajar conjuntamente para lanzar una campaña internacional desde abajo, para que Marichuy consiga las firmas suficientes que exige el INE para que una candidata independiente se pueda presentar a las elecciones presidenciales. El primer paso ha sido la creación de un directorio para identificar auxiliares en el extranjero y apoyar para que por lo menos haya uno en cada ciudad. Los auxiliares son mexicanas y mexicanos acreditados por el INE para recabar firmas de apoyo ciudadano. El reto es colaborar a juntar un mínimo de 886 mil 593 firmas para lograr el registro y, muy importante, documentar el número conseguido y dar seguimiento a la auditoría final del INE. Hasta el momento ya se cuenta con auxiliares de más de 35 ciudades registradas (toda la información en goo.gl/5nXpkM).
Las redes de apoyo en el extranjero se están encontrando ante grandes dificultades, el cerco informativo es brutal. Las paisanas y paisanos no saben que pueden registrarse como auxiliar por Internet y pueden firmar su apoyo ciudadano en el extranjero. La mayoría no cuenta con credencial de elector vigente y las trabas geográficas, económicas y políticas para gestionarlas en las embajadas o consulados en muchos casos se presentan realmente complicadas. Sin embargo, la hora del florecimiento de los pueblos ya está aquí; las redes internacionales saben que más allá de la oportunidad histórica de que una mujer indígena se presente a las elecciones, el proceso organizativo es el camino a la libertad. Ésta, la libertad, afirma el sup, es como la mañana: hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes se desvelan y caminan la noche para alcanzarla.
*Sociólogo
Twitter: @CarlosSoledadM