Kurdistán: La vanguardia de las mujeres es histórica

¿Cómo analizan desde el Movimiento de Mujeres Kurdas la lucha feminista en Argentina?

Para nosotras lo más interesante que tiene el movimiento de mujeres de aquí son las experiencias de trabajo territorial en los barrios, y la experiencia comunitaria y de cooperativas. Es una historia muy cercana. Lo que me extraña y queremos dar nuestra opinión es que falta organización en común.



13 diciembre, 2017
La dirigente kurda Melike Yasar: “La vanguardia de las mujeres es histórica”
Por Ayelén Vázquez
La Pulseada

Lo más revolucionario de este movimiento son sus mujeres. En la sociedad más patriarcal y feudal de todas, las mujeres kurdas hicieron su propia revolución. Hoy no sólo forman y lideran unidades de autodefensa armadas, sino que aplican el sistema de cogobierno mixto en todas las escalas del movimiento y van por la eliminación del patriarcado a nivel mundial.

Allí donde la paz parece inviable, el Movimiento de Liberación de las Mujeres de Kurdistán lleva adelante el proceso de feminismo más esperanzador del mundo. De la mano de una nueva forma de organización política llamada Confederalismo Democrático, demuestran que el nuevo mundo será de las mujeres o no será. Una charla con la dirigente kurda en el Encuentro Nacional de Mujeres.

Debemos ser ciento cincuenta. Podemos ser más, o menos. Nunca me salió calcular personas por metro cuadrado. La mayoría estamos sentadas, sobre el pasto, que todavía está un poco húmedo. Anoche llovió, a un lado y al otro del río que divide Resistencia de Corrientes capital. Algunas tienen reposeras, otras permanecen de pie. La Plaza 25 de Mayo está repleta de mujeres. Caminan para encontrarse con amigas y compañeras. Las recién llegadas se abrazan. Este fin de semana voy a ver muchos abrazos como esos, cómplices. Otras están comprando libros. Las voces del parlante se mezclan con la música de tambores de una cuerda de candombe formada sólo por mujeres. Es el 32° Encuentro Nacional de Mujeres, y más de sesenta mil nos juntamos en la capital de Chaco para pasar tres días juntas.

“Estoy muy contenta de estar aquí, sobre todo porque espero que noten que hablo un español mucho mejor que hace dos años”. Me incorporo un poco para verla, las palabras que elige, la voz firme, el acento pronunciado en la erre, algo de todo eso me despierta curiosidad. Es baja y delgada, chiquita. Llego a ver rulos sostenidos por un pañuelo, y unos lentes pequeños. Toma aire y sigue: “Les traigo una gran noticia. Quiero que sepan que hoy en las montañas de Raqqa liberamos a 3 mil mujeres que eran esclavizadas por los grupos de ISIS”. Melike Yasar es la representante del Movimiento de Mujeres de Kurdistán en América Latina y habla a las ciento cincuenta o más -o menos- que estamos en la plaza escuchando las experiencias de otras luchadoras. Melike habla esa tarde de la liberación de la ciudad de Raqqa, de Kurdistán y su lucha contra el patriarcado, de la solidaridad internacional entre feministas, del horror que creó el Estado Islámico.

En la parte del mapa donde el terror parece no tener fondo nació el que quizás sea el movimiento más esperanzador del mundo. Desde su creación hace cuarenta años, esta organización creció tanto que ya no se permiten pensar en objetivos a corto plazo. Desde exigir que la comunidad internacional los reconozca como pueblo llegaron a plantear un nuevo paradigma de organización política y social para Medio Oriente, marcado por el derecho de autodeterminación de los pueblos.

Lo más revolucionario de este movimiento son sus mujeres. En la sociedad más patriarcal y feudal de todas, las mujeres kurdas hicieron su propia revolución. Hoy no sólo forman y lideran unidades de autodefensa armadas, sino que aplican el sistema de cogobierno mixto en todas las escalas del movimiento y van por la eliminación del patriarcado a nivel mundial.

Unos días después nos sentamos con Melike en un café a una cuadra de Plaza de Mayo. Apareció un cuerpo en el Río Chubut y sin decirlo todos entendemos lo que pasó: a Santiago Maldonado lo mató el Estado. Ante la duda, Melike sabe que lo mejor es estar en la calle y allá fue. Rodeadas de policías excesivamente armados que entran y salen, Melike habla y se concentra, pero nunca deja de estar atenta a lo que pasa alrededor. Se esfuerza por hacerse entender, por remarcar lo importante.

Nacida en Kurdistán, vivió desde los tres años en distintas partes de Europa. Su familia se exilió como millones de kurdos durante el golpe de Estado turco. Creció escuchando hablar de los héroes de la causa kurda y mirando las fotos de Sakine Cansiz en la habitación de sus padres. A los 15 años volvió a su país cuando Abdullah Öcalan fue encarcelado. Allí empezó a militar y rápidamente, en 2001, fundó junto con dos compañeras el área de mujeres jóvenes del Movimiento. Desde hace 10 años, Melike es representante del Movimiento a nivel mundial y llevó la causa a todos los organismos internacionales. Una vez en la ONU unos diplomáticos le preguntaron qué carrera había estudiado; Melike sonrió, nunca estudió en la Universidad.

–¿Qué te trajo a Argentina?

–Siempre tuvimos relaciones y trabajos en común con mujeres en todo el mundo pero hace tres años decidimos que para reforzar ese intercambio debíamos realizar algo más concreto, y no sólo quedarnos con la solidaridad que recibíamos. Nosotras pensamos que el patriarcado se puede romper con una lucha universal, por eso es muy importante tener representantes en todas las regiones del mundo.

–¿Qué relación hay entre la historia del pueblo Kurdo y el Movimiento de Mujeres?

–Hay un dicho que dice que los kurdos nacemos militantes. Somos un pueblo que desde hace miles de años luchamos para que se nos reconozca porque no tenemos una identidad oficial como Nación. En los últimos años hay un gobierno kurdo autónomo en Irak, pero no representa a todos los kurdos y tampoco representa la lucha que estamos llevando adelante en el mundo. Por esto mismo siempre hubo levantamientos de los kurdos contra la división del pueblo. La primera de esas rupturas fue en 1639 cuando se dividió Kurdistán entre el imperio otomano y el persa. La segunda fue en 1923, cuando nuestro pueblo queda separado entre cuatro países: Turquía, Siria, Irán e Irak. Pero allí no sólo crearon fronteras físicas, también generaron fronteras en los corazones y las cabezas de las familias. Los chicos que nacieron en esa época crecieron sufriendo la tristeza y entendiendo la problemática de nuestro pueblo. Por eso hay toda una generación que se crió con la ilusión de poder defender la causa. El movimiento de liberación kurdo tiene la característica de que no está por fuera del pueblo, sino que está en el pueblo. El pueblo es el movimiento y el movimiento es el pueblo.

–¿Que busca el movimiento en América Latina?

–Su tradición revolucionaria. La lucha feminista en especial. La vanguardia de las mujeres es histórica y queremos replicarla. Pero lo que más nos interesa es el feminismo popular que crece en América Latina. Aquí hay una solidaridad que no es sólo institucional, sino que proviene del corazón, se puede sentir. Vinimos a buscar ser parte de un movimiento en común y más grande. Y ya lo encontramos. El Comité de Solidaridad, por ejemplo, es un gran puente entre nosotras y las mujeres de Argentina. Lo más importante, y lo que están esperando mis compañeras, es que pueda transmitir las experiencias de las mujeres de América Latina en Kurdistán.

Melike evita hablar sobre los ejércitos de mujeres armadas. No porque no esté orgullosa de la capacidad de organización de estas mujeres, y de las victorias que han obtenido, en particular en los últimos años desde la instalación del Estado Islámico en la zona. Su molestia viene de la obstinación de este lado del mundo de concentrarse siempre en esa pequeña parte de la historia.

–¿Cómo entienden la lucha armada dentro del Movimiento de Mujeres?

–No somos felices usando las armas, pero tenemos que defendernos. Usamos lo que usan para atacarnos, sus propios instrumentos en su contra. Pero el verdadero entrenamiento es el ideológico contra el patriarcado, que es lo que queremos destruir. Además de eso hoy tenemos una línea de trabajo y de pensamiento que es la siguiente: ¿cómo vivir?, ¿qué hacer? ¿por dónde hay que empezar?, son los puntos fundamentales de la formación de las militantes. Siempre aclaramos lo mismo, nuestra principal arma es la autodefensa y la organización. Las armas de fuego las vamos a usar para poder practicar la ideología, pero no es lo único. Las armas son el 10% de la lucha, el otro 90% es la autodeterminación. No vamos a luchar para matar o morir, vamos a luchar para dar vida y vivir.

El proceso de liberación femenina lleva ya más de 30 años. Melike cuenta que, por ejemplo, las cuadrillas de las Unidades de Defensa de Mujeres en ocasiones utilizan su organización para entrar en los casinos o casas de juego -un gran problema entre las familias de Medio Oriente- y persuadir a los jefes de familia para que dejen el juego donde pierden el muy escaso dinero que tienen. “Las mujeres están en sus casas con sus hijos con hambre y los hombres se las pasan en casinos. Entonces nosotras entramos al lugar, leemos un comunicado y exponemos a los varones ante otros varones para que recapaciten. Lo decimos abiertamente para que les de vergüenza. Este es un mensaje para todos”.

–¿Cómo explicás que haya sido un varón el primero en plantear y poner en la agenda kurda la liberación de la mujer? Eso es muy diferente a la tradición feminista de Occidente.

–Sí, suele ser algo que nos plantean mucho aquí. Pero es necesario que siempre se piense el contexto y la realidad kurda. Las mujeres no podían salir a la calle, no eran siquiera concebidas como seres humanos, como personas. Entonces hubiera sido imposible que el primer paso lo diera una mujer. Que Abdullah Öcalan haya abierto las puertas de la liberación de las mujeres es una revolución. Él nos dio la teoría y abrió el espacio porque si el líder que es un hombre proclama que para tener una sociedad socialista primero hay que lograr la revolución de las mujeres, los demás lo van a seguir. Öcalan aprovechó el amor del pueblo para liberar a las mujeres. Luego las mujeres tomaron la posta y armaron sus academias, donde empezaron a formar a hombres y mujeres en la lucha feminista.

–¿Cómo analizan desde el Movimiento de Mujeres Kurdas la lucha feminista en Argentina?

–Para nosotras lo más interesante que tiene el movimiento de mujeres de aquí son las experiencias de trabajo territorial en los barrios, y la experiencia comunitaria y de cooperativas. Es una historia muy cercana. Lo que me extraña y queremos dar nuestra opinión es que falta organización en común. Hay espacios muy importantes que no existen en otros lugares del mundo, como las campañas nacionales o el Encuentro Nacional de Mujeres. Allí por ejemplo son 70 talleres donde distintos grupos convergen para debatir y gritan la misma consigna y luchan para la misma causa. Pero se quedan en esos tres días. La campaña Ni Una Menos también, se queda en un lugar. Y claro que es importante, porque muchos no tienen esos espacios. Pero si no tenemos una forma de organización común no podemos terminar con el patriarcado, el objetivo común ya lo tenemos. Y mira, ya hablo como una feminista argentina más (risas). Pero lo que veo es que el feminismo está muy dividido. Todos quieren solucionar un tema, el problema de las mujeres, que para mí ni siquiera es así, en todo caso es el problema de los hombres. Todas queremos ir para un mismo sentido, pero las organizaciones se detienen a discutir los métodos. Ningún camino es mejor que otro, lo importante es el fin último. Hay algo con discutir. Pero hay que saber que si no estamos unidas no vamos a ser libres, vamos a llegar a lugares, pero no vamos a ser libres.

La primera heval (compañera)

La vida de Sakine Cansiz es la historia del movimiento de liberación kurda. Esta mujer que nació en Dersim era, además de kurda, aleví, dos culturas totalmente negadas por el Estado turco. Hasta su asesinato en 2013, cuando una operación de inteligencia internacional la mató junto a otras dos militantes del movimiento, Sakine fue, como dice Melike, “una compañera más”. Con su pelo rojo y su estricta decisión de dejar su vida por la causa kurda, Sakine es hoy la referente indiscutible de este pueblo, y de las mujeres que hoy la llevan como bandera.

–¿Quién era Sakine?

–Sakine para mí fue siempre una historia viva. La conocí y tuve la oportunidad de formarme con ella, pero nunca dejó de ser una leyenda viviente. El pueblo kurdo aprendió a liberarse con su ejemplo, porque ella se levantó cuando era imposible siquiera nombrar la palabra kurda. Sakine fue el símbolo de la resistencia cuando miles de compañeros fueron encarcelados con el golpe de Estado turco en 1982. Allí se fundó la segunda época de resistencia del Partido de Trabajadores de Kurdistán porque todos los líderes estaban encarcelados, y ella fue la que más se resistió. Estamos hablando de una época donde las mujeres no podían ni siquiera salir a la calle. Miles de niñas hoy se llaman Sakine porque fue una forma de las familias de honrar su lucha. Después aprendimos que su resistencia no era sólo contra los soldados turcos, sino contra el enemigo mayor que es el patriarcado.

–¿Cómo logró ser líder en una cultura tan sexista?

–Sakine se resistió incluso a sus propios compañeros. Abdullah Öcalan dice en un video que Sakine era la única que lo contradecía. Y si hoy el pueblo kurdo tiene un gran respeto a las mujeres y las mujeres son la vanguardia de una nueva sociedad, eso es gracias a Sakine. Ella caminaba por las calles de las ciudades y viajaba con los hombres en los años 60 y 70 cuando nadie se atrevía a hacerlo. Los militantes se tenían que casar por ejemplo, y aunque dentro del partido los hombres decían que no le daban importancia y lo veían como un trámite, Sakine se rebeló también contra eso, porque creía que eso la dominaba, la debilitaba como luchadora.

–Sin embargo, más allá de su determinación, en su autobiografía habla con mucha honestidad de sus contradicciones internas y de sus miedos.

–Ese punto es clave. En nuestras formaciones tenemos un entrenamiento muy duro donde no sólo leemos libros y estudiamos, sino que apuntamos directamente a la persona. Los militantes pasan un año en medio de la naturaleza estudiando, pero lo más importante de ese año es la transformación de la personalidad. En nuestras formaciones es muy importante que uno viva una crisis de identidad, donde decidas si te vas a quedar o te vas a ir, y eso sólo se puede dar si estás de acuerdo con todos los puntos, no sirve que te quedes si no estás de acuerdo con todo. Tenés que estar segura. Pero lo más importante de todo, es que tengas contradicciones en ese proceso, porque una persona que no tiene contradicciones no puede desarrollarse. Justamente, lo que está tratando de hacer hoy el capitalismo es de dejar a la juventud sin contradicciones ni preguntas. Les ofrece “vivir sólo el hoy”, para que no se pregunten por el mañana. Y lo que aprendimos de Sakine es que la contradicción es parte de la lucha.

–¿Sakine también reformuló la idea de revolución?

–Sí, porque para ella la revolución no significó que en un momento determinado decidió ser revolucionaria. La revolución es cambiar un punto de un compañero, convencer a un compañero que las mujeres no deben usar pañuelo si no quieren, es hacer una revolución. Lo que aprendí de ella fue la lucha cotidiana, la importancia de la constancia. Ella siempre me decía “¿por qué fumas?, eso no te sirve para la lucha”. Siempre nos llamaba a hacer una vida más disciplinada, porque sólo con disciplina, decía, uno podía lograr un cambio. Ella dentro de la guerra nunca dejó de hacer deporte. Se levantaba siempre a las cinco de la mañana y hacía su rutina, estuviera en las montañas de Kurdistán o alrededor del palacio real de Bélgica. Su disciplina era muy estricta, y eso intentó transmitirnos. Nos decía que todos los días teníamos que leer un libro o un periódico después de entrenar para entrar a la vida con un sentido.

–¿Estando tan cerca de la muerte la vida cobra un sentido más auténtico?

–Hace unos días, viajando hacia el Encuentro Nacional de Mujeres de Chaco perdí a un compañero que conocí muy bien, un amigo kurdo que, como yo, dejó su vida en Europa para viajar a Kurdistán y luchar allí. Era un periodista que fue al frente de la guerra porque quería mostrar todo. Fue una pérdida muy importante porque era el único que mostraba al mundo la voz de Kurdistán. En su último proyecto quería ir al frente, y aunque los compañeros le dijeron que no, el insistía, quería sacar fotos y videos y hacer entrevistas. Murió en un ataque del Estado Islámico. Antes de llegar al frente publicó un mensaje en sus redes sociales que decía: “Estoy en el medio de la muerte, pero nunca me sentí tan cerca de la vida”. Las mujeres que hoy luchan en las montañas con sus armas saben que el fin de ese camino puede ser la muerte, pero ese no es su objetivo, tienen un ideal, que no es sólo liberar al pueblo kurdo, creen que otro mundo es posible. Ningún arma moderna puede tener victoria ni razón en estos lugares porque el valor de esas luchadoras es más fuerte que el arma más precisa. Claro que perdimos mucha sangre, y nos duele y extrañamos a las compañeras, pero sabemos que es para la liberación y para dar vida. Estamos luchando para una vida digna, y en ese aprendizaje tenemos que saber que es necesario estar dispuestas a morir para liberar a las mujeres del mundo.

Sakine Cansiz y las claves para una revolución verdadera

En septiembre el colectivo Pañuelos en Rebeldía lanzó la primera traducción del alemán al español del primero de tres tomos de la autobiografía de Sakine Cansiz, la revolucionaria fundadora del Movimiento de Liberación de Mujeres de Kurdistán, a través de Ediciones América Libre y lo presentaron en el Encuentro de Mujeres de Chaco. Claudia Korol, educadora y militante de la organización habla de esta experiencia con la que conoció además la vida de la militante kurda más conocida, asesinada en 2013 en París: “Llegadas las noticias de las revoluciones que están realizando las mujeres en Kurdistán descubrimos que había un lugar donde se estaban reinventando los modos de pensar todos los saberes y luchas colectivas. Y fuimos conociendo a sus protagonistas. Supimos del crimen de Sakine y sus compañeras en Paris, y nos conmovimos al enfrentarnos una vez más con los modos violentos que el poder utiliza para borrarnos de la historia.

Por eso cuando este libro llegó a nuestras manos -en alemán-, no dudamos en la necesidad de editarlo. Una compañera de Pañuelos en Rebeldía, Lisa, realizó la traducción. Y entre varias fuimos editando, buscando las palabras que pudieran explicar algunos términos o presentar a las personas y organizaciones que Sakine nombraba. El relato en primera persona de una vida que como nombra el libro fue toda lucha, me permitió acercarme e identificarme a ella y con ella a tantas mujeres kurdas, y con ellas a tantas mujeres que entregaron sus vidas a la lucha revolucionaria. Siento a Sakine como una hermana que nos abre caminos para desafiar los obstáculos más inmensos y que nos enseña a hacer de nuestras vidas una aventura cotidiana.

La sencillez y honestidad del relato es también una gran enseñanza. No hay revoluciones verdaderas si sus protagonistas más destacados no ejercen su rol pedagógico y político sobre la base de la humildad y el compromiso amoroso con el pueblo. Sakine es una de esas grandes y humildes mujeres que se autoeducaron y nos siguen educando en los valores éticos y políticos de los que nacen las nuevas mujeres del siglo XXI. Las guerrilleras, filósofas, albañilas, poetas, que levantan a los pueblos en las montañas de Kurdistán”.

Estado Islámico y patriarcado

El Estado Islámico es el grupo terrorista armado más grande y peligroso del mundo. Surgido de las entrañas de Al Qaeda, en 2014 estos dos grupos se separaron y hoy controla diversas regiones de Siria e Irak. La principal característica de lo que ellos denominan “califato” es la brutalidad de sus ataques y la utilización de las redes sociales para difundir sus acciones no sólo en Medio Oriente sino en diversas partes de Europa, hasta ahora su mayor objetivo terrorista.

Las mujeres kurdas tienen una visión muy clara del Estado Islámico. “Ni es un Estado, ni representa al Islam. El Estado Islámico es el mayor representante del patriarcado en el mundo, y fue creado por grupos imperialistas para controlar sus propios intereses en esa zona del mundo”. Miles de kurdos son islámicos y eso los pone en el peor lugar porque no son turcos, tampoco son sirios, y muchos de ellos profesan la religión pero quieren independencia. Pero hoy en el norte de Siria se ataca muy fuertemente a los kurdos islámicos y esto tiene que ver con que están generando una nueva forma de organización política, el Confederalismo Democrático, que plantea que cada pueblo debe poder ejercer su derecho de autodeterminación y vivir con libertad, más allá de los Estados Nación tradicionales. Esto, según explica el Movimiento de Liberación Kurdo, es una amenaza para el capitalismo, y por eso los atacan. “EI es un instrumento nuevo del capitalismo para controlar el sistema. En los últimos años hay un levantamiento de los pueblos en medio oriente y en todo el mundo. Los jóvenes saben que hay que salir de eso, y por eso buscan caminos alternativos. Entonces el capitalismo diseñó a los grupos terroristas como ISIS, para controlarnos a través del miedo. Hoy las leyes antiterroristas no sirven para acabar con los terroristas, sino para controlar a los que quieren liberarse”, dice Melike. Y si bien con la liberación de Raqqa el EI ya está en su fase terminal, Melike advierte: “Nosotras sabemos que se termina ISIS y aparece otro nuevo, por eso estamos preparadas”.

FUENTE: Ayelén Vázquez/La Pulseada/Fotos: Vanina De Acetis