Bitácora del director
PASCAL BELTRÁN DEL RÍO
Apuntes de precampaña
15 de Diciembre de 2017
Con la formación de tres bloques de partidos en torno a sendos aspirantes a la Presidencia de la República, arrancó la madrugada de ayer la etapa de precampaña del proceso electoral 2018.
De saque, con 198 días por transcurrir antes de las elecciones del domingo 1 de julio, pienso esto:
1) Las ofertas electorales generan confusión. No coincido con quienes han escrito que el panorama de 2018 se aclaró con la virtual postulación de Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade.
Por primera vez en la historia, todos los partidos con registro son integrantes de una coalición. La aritmética da una falsa sensación de certeza. Es cierto, son tres alianzas de tres partidos cada una. Sin embargo, en cada una de ellas hay ofertas ideológicas diversas. Es decir, no hay una alianza de derecha, otra de centro y otra de izquierda, sino que en cada una de ellas hay un partido que representa grosso modo cada una de esas opciones de la geometría política.
Así, en julio uno podrá ir a votar por un candidato presidencial de derecha cruzando el emblema de un partido de izquierda y viceversa. Quizá habría que concluir que las diferencias ideológicas —que en algún tiempo fueron un signo distintivo de los partidos— han sido borradas.
Por eso, entre los aspirantes presidenciales de los partidos con registro, es riesgoso decir cuál de ellos es de derecha, cuál de centro y cuál de izquierda.
Quizá la incorporación de aspirantes independientes a la boleta aporte esa claridad. Bitácora del director
PASCAL BELTRÁN DEL RÍO
Apuntes de precampaña
15 de Diciembre de 2017
Con la formación de tres bloques de partidos en torno a sendos aspirantes a la Presidencia de la República, arrancó la madrugada de ayer la etapa de precampaña del proceso electoral 2018.
De saque, con 198 días por transcurrir antes de las elecciones del domingo 1 de julio, pienso esto:
1) Las ofertas electorales generan confusión. No coincido con quienes han escrito que el panorama de 2018 se aclaró con la virtual postulación de Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade.
Por primera vez en la historia, todos los partidos con registro son integrantes de una coalición. La aritmética da una falsa sensación de certeza. Es cierto, son tres alianzas de tres partidos cada una. Sin embargo, en cada una de ellas hay ofertas ideológicas diversas. Es decir, no hay una alianza de derecha, otra de centro y otra de izquierda, sino que en cada una de ellas hay un partido que representa grosso modo cada una de esas opciones de la geometría política.
Así, en julio uno podrá ir a votar por un candidato presidencial de derecha cruzando el emblema de un partido de izquierda y viceversa. Quizá habría que concluir que las diferencias ideológicas —que en algún tiempo fueron un signo distintivo de los partidos— han sido borradas.
Por eso, entre los aspirantes presidenciales de los partidos con registro, es riesgoso decir cuál de ellos es de derecha, cuál de centro y cuál de izquierda.
Quizá la incorporación de aspirantes independientes a la boleta aporte esa claridad. Si alguien quiere votar por la izquierda, lo mejor que puede hacer es ayudar a que María de Jesús Patricio alcance las firmas para figurar como candidata. Si quiere votar por la derecha, que haga lo mismo con Margarita Zavala. Ellas dos sí tienen una oferta política clara, en el sentido tradicional.
Lo demás es un mazacote que, ojalá, se aclare un poco con las propuestas de campaña, aunque lo dudo: Anaya, el candidato que proviene del partido tradicional de la derecha, trae un discurso de populista de izquierda y hasta la corbata perdió; el supuesto representante de la izquierda, López Obrador —el único de los tres que ha militado en el PRI—, saca a pasear su conservadurismo y habla de moralidad y acepta el apoyo de un partido religioso reaccionario, y el tecno Meade arranca la campaña en una zona que tiene más que ver con el zapatismo que con el México industrioso que se ha empeñado en promover, mientras trata de convencer a los priistas que es digno de su apoyo y a los demás, que es un ciudadano no militante.
Los tres traen errados sus objetivos y ninguno ha apuntado a la clase media urbana, que es la que da el triunfo en las elecciones presidenciales.
2) El tema más urgente para los mexicanos —la seguridad pública— ha estado casi ausente en el discurso de los precandidatos.
No sé si sea por congruencia, pero parece: ¿Cómo van a hablar de abatir la impunidad tres hombres —Anaya, López Obrador y Meade— que no han podido cumplir con lo dispuesto por la legislación electoral?
Teóricamente, la ley impide a los precandidatos hablar de lo que harán en caso de resultar elegidos para el cargo que están persiguiendo. Si a usted eso le parece ridículo, déjeme decirle que a mí también, y mucho. Pero así está el marco legal que los propios partidos aprobaron en el Congreso.
Y pese a que la ley lo impide, eso es justamente lo que han hecho los tres en sus actos de precampaña.
De acuerdo con el artículo 227 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, un precandidato es “el ciudadano que pretende ser postulado por un partido político como un candidato a cargo de elección popular, conforme a esta ley y a los estatutos de un partido político, en el proceso de selección interna de candidatos”.
Sin embargo, estos tres hombres han actuado no como precandidatos que andan convenciendo a sus correligionarios de postularlos, sino como candidatos que andan promoviéndose entre los ciudadanos para que voten por ellos en los comicios del 1 de julio.
¿Entonces qué propuesta pueden tener para abatir la impunidad y, con ello, la inseguridad?
Mientras el país debate el papel que han tenido que asumir las Fuerzas Armadas en las tareas de seguridad pública, con posiciones a favor y en contra de la iniciativa de Ley de Seguridad Interna, los candidatos —que eso son en realidad— voltean hacia otro lado, pronunciándose sobre todo menos eso.a. Si quiere votar por la derecha, que haga lo mismo con Margarita Zavala. Ellas dos sí tienen una oferta política clara, en el sentido tradicional.
Lo demás es un mazacote que, ojalá, se aclare un poco con las propuestas de campaña, aunque lo dudo: Anaya, el candidato que proviene del partido tradicional de la derecha, trae un discurso de populista de izquierda y hasta la corbata perdió; el supuesto representante de la izquierda, López Obrador —el único de los tres que ha militado en el PRI—, saca a pasear su conservadurismo y habla de moralidad y acepta el apoyo de un partido religioso reaccionario, y el tecno Meade arranca la campaña en una zona que tiene más que ver con el zapatismo que con el México industrioso que se ha empeñado en promover, mientras trata de convencer a los priistas que es digno de su apoyo y a los demás, que es un ciudadano no militante.
Los tres traen errados sus objetivos y ninguno ha apuntado a la clase media urbana, que es la que da el triunfo en las elecciones presidenciales.
2) El tema más urgente para los mexicanos —la seguridad pública— ha estado casi ausente en el discurso de los precandidatos.
No sé si sea por congruencia, pero parece: ¿Cómo van a hablar de abatir la impunidad tres hombres —Anaya, López Obrador y Meade— que no han podido cumplir con lo dispuesto por la legislación electoral?
Teóricamente, la ley impide a los precandidatos hablar de lo que harán en caso de resultar elegidos para el cargo que están persiguiendo. Si a usted eso le parece ridículo, déjeme decirle que a mí también, y mucho. Pero así está el marco legal que los propios partidos aprobaron en el Congreso.
Y pese a que la ley lo impide, eso es justamente lo que han hecho los tres en sus actos de precampaña.
De acuerdo con el artículo 227 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, un precandidato es “el ciudadano que pretende ser postulado por un partido político como un candidato a cargo de elección popular, conforme a esta ley y a los estatutos de un partido político, en el proceso de selección interna de candidatos”.
Sin embargo, estos tres hombres han actuado no como precandidatos que andan convenciendo a sus correligionarios de postularlos, sino como candidatos que andan promoviéndose entre los ciudadanos para que voten por ellos en los comicios del 1 de julio.
¿Entonces qué propuesta pueden tener para abatir la impunidad y, con ello, la inseguridad?
Mientras el país debate el papel que han tenido que asumir las Fuerzas Armadas en las tareas de seguridad pública, con posiciones a favor y en contra de la iniciativa de Ley de Seguridad Interna, los candidatos —que eso son en realidad— voltean hacia otro lado, pronunciándose sobre todo menos eso.