El régimen iraní se fortalece ante la caída de sus rivales regionales, con la mira puesta en Israel
El poderoso eje chiíta que opera bajo el paraguas nuclear del régimen persa plantea un nivel de peligrosidad mayor a lo conocido, no solo para la región sino para la seguridad global
Por George Chaya 17 de diciembre de 2017
Infobae
Ante la victoria consumada del régimen sirio con el apoyo del poder aéreo ruso, Irán y sus aliados están centrando su atención en Israel tratando de encender la violencia palestina. Las palabras del comandante de la unidad de operaciones extranjeras de la fuerza iraní Al-Quds, difundidas por Reuters, dejan claro las políticas de los khomeinistas en la región; Qassem Soleimani llamó a los líderes de Hamas y Yihad Islámica Palestina en Gaza “a intensificar los ataques contra Israel y profundizar la guerra de resistencia contra el régimen sionista ocupante”.
Desde de la decisión del presidente Trump de reconocer a Jerusalén como capital del Estado de Israel se está manifestando una gran presión iraní sobre las facciones palestinas para comenzar maniobras ofensivas en el marco de una tercera intifada, señala un informe de agencias de seguridad europeas. Incluso el jefe del Hezbollah chiíta libanés, Hassan Nasrallah, hace días está llamando abiertamente a una tercera intifada.
A medida que el califato del Estado Islámico se borra del mapa, otra fuerza islamista radical mucho más poderosa que ISIS gana fuerza, es una realidad. Las fuerzas chiítas radicales respaldadas por Irán se están moviendo hacia el vacío dejado por los yihadistas.
Hassan Nasrallah habla en un acto en Beirut (Reuters)
Hassan Nasrallah habla en un acto en Beirut (Reuters)
El diario libanés An Nahar publicó una editorial en la que se señala que “con la confianza en alza por las victorias en el campo de batalla en Siria e Irak, Irán y sus aliados están buscando apoderarse también de la arena palestina” aumentando las tensiones en Gaza.
En un discurso pronunciado esta semana desde el bastión de Hezbollah en el barrio de Dahiya al sur de Beirut, Nasrallah dijo que su organización se ha convertido en “un ejército guerrillero multinacional”, y que renovará su enfoque en los palestinos, tras sus “victorias en otros lugares de la región”. Según informó Reuters: “Nasrallah prometió asistencia a las facciones armadas palestinas y les pidió que mantuvieran alto el nivel militar del conflicto con los israelíes”.
Estos acontecimientos son las últimas señales de un cambio regional que ha dejado al eje iraní como la fuerza islamista radical dominante en la región. Hace tan solo unos años, Oriente Medio era el campo de batalla de cuatro bloques rivales: a) El eje iraní-chiíta; b) El campo salafi-yihadista de ISIS; c) El bloque de la Hermandad Musulmana, y d) La coalición sunita pragmática.
Hoy, solamente los pragmáticos sunitas y el eje iraní-chiita permanecen como las principales fuerzas regionales. ISIS ha mutado a una red terrorista descentralizada, mientras que la Hermandad Musulmana en Egipto fue diezmada por el presidente Abdelfatah Al-Sisi. En tanto Arabia Saudita lidera la coalición sunita de países aliados de los Estados Unidos, este bloque ve a Israel como un aliado también, por el reconocimiento de que Irán es su verdadero enemigo, no el Estado judío.
Hassan Rohani fue reelecto presidente en 2017 (AFP)
Hassan Rohani fue reelecto presidente en 2017 (AFP)
El eje chiíta está en movimiento. Irán es la nave madre, y su agente más poderoso es Hezbollah, que cuenta con más poder de fuego que la mayoría de los miembros de la OTAN. El eje dependiente de Teherán tiene decenas de miles de milicianos chiítas activos en Irak y Siria. Y se está expandiendo rápidamente. En los últimos días, un poderoso miembro de la milicia iraquí respaldado por Irán visitó el sur del Líbano donde Hezbollah le proporcionó un recorrido por la frontera israelí. La visita confirma la intención de Irán de dirigir sus activos regionales contra Israel.
“El régimen khomeinista quiere implementar plenamente la sharia islámica. La Ley será el instrumento que triunfe sobre los enemigos del Islam”, dijo el líder supremo iraní, ayatollah Khamenei, el mes pasado.
Al mismo tiempo que estas declaraciones y movimientos están en marcha, la industria militar de Irán está repletas de dinero en efectivo (favorecida por las últimas medias del ex presidente Obama antes de dejar el poder en Washington) y están produciendo armas poderosas a gran escala. Estas armas no solo se quedan en Irán, sino que muchas se exportan a clientes y socios en toda la región. Estas son las fuerzas que se mueven hacia el vacío dejado por la desaparición del Estado Islámico.
Irán trabaja en establecer un corredor terrestre continuo que lo vincule con Irak, Siria y Líbano. Ese corredor le permitiría mover combatientes y armas desde su frontera hasta la costa mediterránea en paralelo al corredor aéreo que utiliza para mover armas y combatientes desde Irán hasta Siria y Líbano. El eje chiíta monopoliza el poder político y militar en Líbano a través de Hezbollah y utiliza sus fuerzas desde allí para influir fuertemente en Siria e Irak. Además, ejerce una gran influencia en Yemen, donde la GRI apoya al grupo radical houthi de Ánsar Allah, que recientemente reconoció haber disparado un misil de crucero a un reactor nuclear en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos). El uso repetido del poder de fuego de superficie a superficie por los houthis contra objetivos civiles en Arabia Saudita ha copiado las tácticas utilizadas por Hamas y Hezbollah contra Israel.
La amenaza planteada por el eje iraní se apoya en su programa de misiles balísticos, y advierte con aumentar los alcances del poder de Teherán para llegar a Europa.
Arabia Saudita e Israel, por su parte, hablaron de evitar que el eje iraní tome el control de Siria y la región. Según los informes de los medios de comunicación, el reciente aumento de los ataques aéreos israelíes contra los objetivos del eje iraní en Siria parecería ser evidencia de la determinación de Israel de desafiar los planes iraníes. A principios de este mes, los ataques apuntaron a una base militar iraní en construcción al sur de Damasco donde se desarrollaba y producían armas en las afueras de la capital siria. Sin embargo, el programa nuclear de la República Islámica, sigue siendo “el elefante en el bazar” para los países árabes sunitas.
El poderoso eje chiíta que opera bajo el paraguas nuclear iraní plantea un nivel de peligrosidad mayor a lo conocido, no solo para la región sino para la seguridad global. Las redes terroristas operadas por Irán y sus fuerzas afines podrían operar con impunidad si los iraníes reactivan sus instalaciones nucleares en el futuro cercano. La amenaza a la seguridad internacional planteada por Teherán supera ampliamente la que alguna vez planteó el fallido califato de ISIS, y esta llevando a la región a un escenario volátil y peligroso cuyo resultado es incierto e impredecible.