Tipos tramposos
Raúl Prada Alcoreza
Creen que el mundo es de prestidigitación, un calidoscópico juego de manipulaciones. Entonces, lo adecuado en este juego de audacias es hacer trampa. Por eso se adelantan a la puesta en escena; buscan impresionar, persiguen a través del efecto shock llamar la atención en el espectáculo desplegado. Hacen bluff y ganan partidas, sin que nadie mire sus cartas. Están acostumbrados a la actuación, en escenarios montados. Mientras todo resulta se sienten seguros y confirmados, pero, cuando algo marcha mal, cuando no ocurre como lo programado, lo planeado o lo esperado, se descompaginan. Se desarman y se ven obligados a enfrentar el problema, asombrados del percance; empero, como no atinan a otra cosa que a lo que saben, por costumbre, siguen el mismo libreto, que evidencia su anacronismo.
No dejan de hacer trampa, continúan con la táctica del bluff. Lo que cambia es el procedimiento de la trampa; aparecen nuevas figuras y formas de la artimaña. Por ejemplo, para salir de apuros ante el problema ineludible, firman acuerdos, prometen cumplirlos; acuerdos que nunca cumplen. Se vuelven más extravagantes; pretenden convencer, se desgañitan en confesar sus buenas intenciones, hacen gala de lo correcto de sus posiciones; aunque cuando exponen sus argumentos dejan mucho que desear. Cuando nada les sale bien, ni sus escapes mañosos, entonces recurren a espectáculos mayores, como montar Congresos, Encuentros, Reuniones, magnas hazañas de la puesta en escena política; se inclinan por los espectáculos de escala internacional, cuya agenda toca los temas álgidos heredados. También estos espectáculos políticos pueden restringirse a la escala nacional. En este caso los auditorios colosales se llenan de poblaciones llevadas por las organizaciones sociales afines al gobierno. Es cuando se presenta el espectáculo político como “encuentro de movimientos sociales”, que abiertamente apoyan al gobierno en apuros y a su caudillo afligido. Aunque en la disposición del evento no hayan participado, tampoco en los discursos, mucho menos en las conclusiones y en el documento de declaración, se hace como si todo esto fuese producto consensuado.
El Encuentro de Países No Alineados fue un escenario anacrónico, desubicado y descolocado, teniendo en cuenta el contexto del presente. Se trajo a colación, remembrando, la conformación del bloque de países no alineados, bloque pertinente durante el siglo XX, cuando se enfrentaban las dos super-potencias vencedoras de la segunda guerra mundial; el llamado “bloque occidental” y el llamado “bloque oriental”, los denominados eufemísticamente bloques “democrático” y “comunista”. Los países no alineados abrieron en el espacio geopolítico mundial, definido y dibujado por los dos bloques enfrentados, otra geografía política a escala mundial, dando lugar a que el conjunto de países más numeroso, los que habitan la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista, defina otro campo concurrente de fuerzas, poniendo en mesa otros intereses geopolíticos y buscando otro porvenir, no monopolizado por los dos bloques mencionados.
El Encuentro de Países No Alineados dado lugar en pleno siglo XXI, en una Bolivia que se debate en los dilemas de la transición hacia un Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, transición obstaculizada por la forma de gubernamentalidad clientelar, resulta notoriamente anacrónico y desajustado respecto al contexto de problemas del presente.
La desaparición de la Unión Soviética y del bloque de Estados del Socialismo Real de la Europa Oriental, dejaba sin contexto al bloque de países no alineados. El peligro visible apareció como dominación unilateral y monolítica de la hiper-potencia vencedora de la guerra fría. Sin embargo, al parecer, la desaparición de su archienemigo, paradójicamente, desubicó a la hiper-potencia vencedora, que quedaba solitaria enseñoreando en un mundo sin archienemigos. En este contexto mundial, lo que se dio, mas bien, es la emergencia de otros bloques en pugna por la hegemonía y el control de los mercados; el bloque de la Unión Europea, el bloque de los BRICS, de las potencias emergentes, encabezado por el complejo industrial-tecnológico-militar de la China Popular.
En este contexto mundial del presente, no hay sitio para un bloque de países no alineados, porque no están los bloques de referencia enfrentados durante el siglo XX. La geopolítica es otra. En todo caso, cabría el diseño de países alineados contra todos los bloques capitalistas. Pero esto no se dio. Se entiende que el “gobierno progresista” apostó al montaje de un escenario anacrónico, para enfrentar los problemas de legitimidad que ya eran evidentes y manifiestos.
Recientemente el “gobierno progresista” ha convocado a una Reunión de Países Productores de Gas. Lo que parece pertinente ante la baja de los precios de las materias primas, sobre todo, del petróleo y, en consecuencia, del gas. Hacer algo parecido a la OPEP. Sin embargo, hay que tener en cuenta el período de coyunturas reciente en el contexto de la crisis ecológica. No se trata del mismo contexto que cuando se conformó la OPEP. El contexto de la crisis ecológica pone en evidencia el dominio anacrónico de la hiper-burguesía de la energía fósil, hiper-burguesía que se opone a los cambios tecnológicos, al cambio hacia el uso de energías limpias, cuando ya está constado posible hacerlo. El hecho de seguir con el modelo extractivista, sobre todo, apostando a la explotación de la energía fósil, coloca en actitud cómplice a los estados que lo hacen, incluyendo a los “gobiernos progresistas”. Esto los convierte no solamente en conservadores, sustentando el uso de la energía fósil, sino en destructores del planeta, por lo tanto, en enemigos de la vida.
La Reunión de Países Productores de Gas resulta una reunión de estados destructores del planeta. Esta reunión, por cierto, no es anacrónica, sino que responde a los dilemas del presente, de una manera comprometedora. Se trata de una reunión que se coloca del lado de la destrucción del planeta y se sitúan como amenaza de la vida. A esto no se le puede llamar progresismo, mucho menos calificar de revolucionario; es todo lo contrario, reaccionario.
Ante el conflicto médico, el gobierno ha terminado aceptando, a regañadientes, la propuesta de discutir ampliamente sobre la salud en Bolivia. El gobierno convoca a un Congreso sobre la Salud y la vida. Algo que no puede criticarse, sino aplaudirse. Sin embargo, este Congreso sobre la Salud y la Vida no puede resultar como respuesta de emergencia del gobierno ante el conflicto médico. Como la misma ministra de salud dijo, tiene que ir más allá de la coyuntura. ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad históricas-políticas-culturales para que esto ocurra?
Parece que lo primero que hay que hacer es conformar las condiciones adecuadas para dar lugar a una amplia participación de la sociedad civil. Es decir, por primera vez, aplicar la Constitución; dar lugar al ejercicio de la participación popular, a la construcción colectiva de la decisión política, a la construcción colectiva de la ley. En este caso, a la construcción social del conocimiento sobre la salud y las condiciones de vida en el país. No solamente actualizando toda la información, sino construyendo nueva información, conformando nuevos registros, relativos a la experiencia social y a la memoria social. Acopiando y registrando los perfiles, composiciones y singularidades locales. Retomando las experiencias médicas, interpretando la información en los procesos de salud-enfermedad. Todo esto y más, no puede quedar ahí, aunque ya sean desplazamientos hacia mapas de registros completos, minuciosos y detallados, atendiendo a la pluralidad diferencia de los casos. Comprendiendo la textura paisajista ecológica - paisaje en el sentido geográfico -, comprendiendo los tejidos y entramados de las sociedades orgánicas, entre ellas de las sociedades humanas. Se requiere de la hermenéutica compleja, que interpreta desde la sincronización de las dinámicas complejas integradas de los ciclos vitales planetarios.
Como se podrá ver, estas magnas tareas, no pueden abordarse desde las prácticas y conductas políticas acostumbradas, desde la inclinación por los espectáculos y los montajes, desde la astucia criolla, tratando de ganar tiempo y dar el garrote en el momento más desprevenido del otro. Sobre todo, no se puede banalizar la problemática en cuestión y los temas a tratarse, que es otra costumbre de la retórica y política y del pragmatismo oficioso.