Como en Chile. El fantasma de la abstención: La apatía puede ser la ganadora de las elecciones italianas de marzo.

Ninguna de las principales formaciones políticas ofrece soluciones al complejo sistema legal, el mayor obstáculo para atraer capitales



La apatía puede ser la ganadora de las elecciones italianas de marzo
Ninguna de las principales formaciones políticas ofrece soluciones al complejo sistema legal, el mayor obstáculo para atraer capitales
Lisa Jucca
CincoDías
3 ENE 2018 - 07:39 CET

Es un día soleado de primavera y los italianos despiertan con una nueva legislatura. Ninguna de las formaciones políticas ha ganado suficientes escaños para controlar el Parlamento, pero cada una reclama la victoria. Una ley electoral defectuosa significa que una coalición –algo habitual en la política italiana– parece inevitable. Este es el escenario imaginario al que se podría enfrentar la tercera economía de la zona euro en marzo. A finales de diciembre, las encuestas sugerían que cada una de las tres principales agrupaciones políticas atraería entre el 24% y el 35% de los votos. El riesgo es que el estancamiento haga retroceder a Italia a sus antiguos malos hábitos.

La herencia económica del nuevo Gobierno es positiva. El crecimiento está en su tasa más alta desde 2010, las exportaciones están aumentando y la tasa de ocupados ha vuelto a niveles previos a la crisis. Los bancos parecen haber escapado a una crisis financiera, a pesar de tener préstamos millonarios incobrables.

Los antiguos primeros ministros impulsaron algunas reformas. Mario Monti revisó las pensiones en 2011, y Matteo Renzi liberalizó parcialmente las leyes laborales. El código de insolvencia se ha simplificado. Pero Italia aún tiene un sistema administrativo bizantino y una deuda considerable que asciende al 132% del PIB y es la segunda más alta de la UE, tras la de Grecia. Y ninguno de los partidos políticos clave ofrece soluciones para reducirla.

Las promesas preelectorales podrían empeorar el problema: el líder del Movimiento 5 Estrellas, Luigi Di Maio, quiere introducir una renta básica universal, Berlusconi ofrece subir las pensiones a 1.000 euros, y el PD de Renzi y la Liga Norte prometen bajar los impuestos. Las formaciones políticas también eluden dar soluciones a la burocracia disfuncional y al complejo sistema legal, el mayor obstáculo para atraer capitales.

Lo que preocupa ahora es que los italianos, desilusionados por su actual clase política, le den la espalda a las elecciones. En los últimos comicios regionales en Sicilia, menos de la mitad de los electores votaron. Si esa tendencia se reproduce a escala nacional, la apatía podría ser el ganador no deseado de las elecciones.