Firmar por Marichuy
CARLOS ARREDONDO SIBAJA
Sábado, Enero 20, 2018
Vanguardia
La semana anterior, el siempre espléndido Juan Villoro dedicó su espacio de opinión a explicar las razones por las cuales impulsa, junto a un importante grupo de notables mexicanos, la asociación civil “Llegó la Hora del Florecimiento de los Pueblos”, desde la cual se impulsa la posibilidad de convertir a María de Jesús Patricio, “Marichuy”, en candidata a la Presidencia de la República.
Imposible desatender las palabras de uno de nuestros más importantes escritores contemporáneos al exponer, de forma irrebatible, las razones para sumarse a esta iniciativa y lograr -de aquí al 19 de febrero próximo- colocar el nombre de Marichuy y el movimiento representado por ella en la boleta.
Pero no es lo expuesto por Villoro –de suyo importante y digno de tenerse en cuenta– la única razón para suscribirse a este planteamiento. La propia Marichuy lo expresó de manera precisa cuando Carlos Loret de Mola le preguntó, el pasado 5 de diciembre, cuál sería la ruta en caso de no reunir las firmas necesarias:
“…nuestra propuesta es más bien organizativa… tienen que organizarse desde abajo, principalmente nuestras comunidades, ante todos estos despojos que está habiendo… entonces la tirada en este caminar, en este visitar a las diferentes comunidades es escuchar los problemas que tienen y a la vez plantear la propuesta…”.
Marichuy, como muchos saben a estas alturas, es una mujer indígena perteneciente al pueblo Nahua, originaría del estado de Jalisco, quien se dedica a la medicina tradicional y fue seleccionada para encabezar este movimiento por el Concejo Indígena de Gobierno, un órgano creado en el quinto Congreso Nacional Indígena, en 2016.
Su participación en este proceso electoral es producto de un mandato surgido de un largo ejercicio de discusión, consulta y consenso entre los 43 pueblos indígenas de México, cuyos miembros habitan en 523 comunidades distribuidas en 25 estados del país.
Lo más importante: no se trata de una participación cuya motivación se construya –como ocurre con absolutamente todos los demás aspirantes a la silla presidencial– a partir de la ambición personal o la búsqueda grosera del poder para satisfacer apetitos particulares. Se trata de un movimiento cuyo propósito es hacer visible la problemática indígena, signada por el despojo y la destrucción de sus territorios ancestrales.
Porque a las comunidades indígenas, dice Marichuy, “solamente se les ve el folklore, pero no se ven los problemas reales”, lo cual se traduce en “abandono y olvido” de los pueblos originarios de nuestro país.
Coincido con esta posición y por eso alineo en el contingente de quienes podemos percibir –aunque en mi caso me encuentre muy lejos de ser especialista en el tema– la forma en la cual la cultura occidental ha despreciado lo autóctono colocándolo en una suerte de “nivel inferior” en términos de su capacidad para ofrecernos una cosmogonía digna de tenerse en cuenta.
La arrogancia intelectual de la cultura occidental, así como nuestra incapacidad –casi genética– para asumirnos mestizos, ha llevado a la generalización de esta percepción según la cual la cultura de nuestros pueblos originarios es “inferior” y sus productos no pueden ser considerados más allá de la categoría de souvenir para turistas amantes de lo exótico.
Pero, como bien lo ha documentado el investigador e historiador mexicano Guillermo Marín, los mexicanos de hoy no solamente somos producto de una de las seis civilizaciones con origen autónomo en el mundo, sino herederos de una filosofía –la Toltecayotl– desde la cual el universo se describe, se entiende y se habita de forma distinta.
Por eso, con independencia de cuántos votos obtenga eventualmente Marichuy, lo importante es hacerle llegar a la boleta, permitirle recorrer el país difundiendo su mensaje, exponiendo la problemática –real, actual, estrujante– a la cual se enfrentan cotidianamente los pueblos indígenas, esos de los cuales decimos sentirnos orgullosos, pero no estamos dispuestos a incorporarles a nuestra sociedad sino a cambio del único sacrificio para el cual no tienen vocación: renunciar a su cultura ancestral.
Marichuy y su causa se encuentran lejos de la meta, han reunido hasta ahora menos del 20 por ciento de las firmas necesarias para acceder a la candidatura. A todos debería importarnos garantizarle un lugar en la contienda.
ARISTAS
Tras leer a Villoro busqué en Saltillo alguien a quien entregarle mi credencial para votar y sumar mi firma a la causa. No encontré a nadie y entonces me inscribí como voluntario. Invito a mis amigas y amigos, interesados en la causa, a contactarme para sumar su firma y contribuir a ver a Marichuy convertida en candidata presidencial.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx