Venezuela: De la cultura comunera al movimiento comunero

El autor realiza un sorprendente estudio que aporta muchas luces para la historicidad de la secuencia de las formas compartidas y comunitarias campesinas de donde deriva la cultura comunera que se expresa en el movimiento comunero que llevó a Chávez a modificar su idea primaria de estado burocrático a la genialidad del estado comunero. idea que no pudo continuar debido a que la burocracia dominante tuvo la suerte de la muerte del dirigente y subordinó la idea comunera a la del estado centralizado.
También este autor muestra lo que el izquierdismo niega, y es que la práctica comunera viene de las comunidades y pueblos originarios. Disfrute el texto.



De la Cultura Comunera, al Movimiento Comunero. Los andes Venezolanos en su largo proceso histórico
Por: Carlos Rivas | Jueves, 01/02/2018
Aporrea

Este texto fue expuesto y debatido, como ponencia en el 14 congreso Nacional de Historia Regional y Local, celebrado en la ciudad de San Felipe en el Estado Yaracuy, en el mes de Noviembre del año 2017. En un primer momento pensamos en titular este análisis, De la cultura campesina al Movimiento Comunero, luego nos dimos cuenta que debía ser re-planteado todo el trabajo en función de exponer de forma coherente el argumento histórico que efectivamente demuestra que la lógica comunal es propia a los procesos sociales que se han desarrollado en buena parte del territorio que hoy compone la República Bolivariana de Venezuela. Sin forzar las ideas, ni manipular fuentes, ante nuestros ojos aparecen y re-aparecen, procesos históricos que hablan por sí mismos, advirtiendo que la sociedad que actualmente compone la República Bolivariana de Venezuela, viene resistiéndose a la implantación de ideologías foráneas. Con esto podemos advertir que la noción que comprenden “Las ideas fuera de Lugar”, acuñada por Roberto Schwarz, representa una realidad que se resiste a abandonar lo que históricamente han sido los pueblos de lo que hoy es América.

El Liberalismo, base epistémica de la modernidad, ha encontrado, y de hecho encuentra resistencia en las formas organizativas del pueblo, porque en definitiva constantemente tratan de rescatar la identidad que los ha definido en la larga duración. Conceptos como el de Toparquía, elaborado por el genio de Simón Rodríguez, están latentes a lo largo del tiempo en nuestro territorio. De-construir el poder desde una nueva territorialidad es una tarea pendiente, ante la cual se han venido haciendo aportes interesantes, como el de la Red nacional de Comuneros, quienes en el 2014 publicaron un texto titulado La Toparquía Comunera, concreción de la utopía, en este trabajo a varias manos se afirma – y compartimos dicho criterio- que: la comuna no se decreta, nace a partir de las experiencias vividas, se define como un proceso de intercambio de saberes, del alcance de logros mancomunados, de reconocimiento y respeto del otro, de luchas y resistencias compartidas.

Los proyectos de conformación de comunas deben tomar en consideración la importancia de la autodeterminación económica y política (2014; p. 23). Y es que en definitiva la cultura política dominante, colonial, dependiente y alienante, nos ha sumergido históricamente en una cultura paternalista que ha castrado en gran medida el potencial organizativo del pueblo, y las posibilidades para volver a ser pueblo vivo, pueblo solidario, pueblo comunero en libertad. Los comuneros originarios. Iraida Vargas y Mario Sanoja, en su texto La larga marcha hacia la sociedad comunal (2015), exponen de manera sistemática el proceso por el cual ha atravesado la sociedad Venezolana, siendo evidente que la cultura comunera marca de cierta forma nuestras raíces históricas. La relación con el territorio, en términos geo-históricos, indican procesos de larga data, los cuales según los autores (2015; p. 37-38-39) marcaron la organización espacial en la colonia, la misma que dio paso luego a la organización político-territorial del Estado nación moderno.

En el área andina, los pueblos Muku’s de filiación lingüística Chipcha (2015; p. 50), consolidaron un sistema societal complejo, el cultivo en terrazas, con regadios para las mismas, y silos subterráneos para guardar las cosechas (2015; p. 50), conocidos como Mintoyes, los cuales servían como resguardo colectivo de la producción comunitaria. En esa organización, el Mohán representaba la máxima autoridad, cumplía funciones de sacerdote y administrador, relacionando el vínculo espiritual con los procesos productivos, estimulando de igual forma el intercambio de la producción con pueblos Kaketíos ubicados en las zonas bajas de lo que hoy son los estados Lara y Falcón (2015; p. 51), una economía solidaria de intercambio marcaba la cotidianidad de los pueblos andinos pre-colombinos. Lo que se conoce como la fachada Andina Venezolana (2015; p. 50), se desarrolló a partir del uso espacial, la puesta en marcha del dominio territorial con el uso efectivo de corredores de intercambio que permitieron el dinamismo de toda la zona comprendida al rededor de la cuenca del Lago de Maracaibo, los andes Venezolanos y los Andes Colombianos. Los que podríamos denominar, economía solidaria de intercambio, fundamentó la cotidianidad de los pueblos originarios de los andes venezolano previo a la llegada del europeo.

Por su parte Jacqueline Clarac, en su texto La cultura campesina en los andes Venezolanos (2016; p. 75-76-77-78), tomando como referencia las investigaciones de Tulio Febres Cordero y julio Cesar Salas, hace todo un bosquejo histórico de lo que fueron las poblaciones andinas, los territorios habitados, y sus principales características lingüísticas: Según Salas, los grupos que pertenecían a una misma “tribu mucu” serían: los mucuhíes, los mucurubáes, los mucusiríes, los mucujunes, los mucaquetaes, los mucarias (nombre que por cierto tiene en la actualidad un corredor comunal ubicado en plena ciudad de Mérida), los mucutucúas, los mucumbáes, los mucusquis, los mucuunes, los mucutíes, los mucuñoques, los mucubaches, los mucurandaes, los tabayes, los tateyes, los escagueyes, los chicuyes, los guaques, los jajíes y otros más -todos sedentarios- pues eran agricultores y estaban ubicados en la región que hoy distinguimos como “estado Mérida” (2016; p. 79). Dejando en evidencia el complejo proceso social que se desarrolló en lo que hoy día conocemos como los andes merideños, una compleja red social, en la que la cotidianidad era marca por fuertes valores solidarios, los cuales permitían la reproducción de la vida. La colonia y la “campesinización” de la vida indígena. Nuestros pueblos originarios, en un primer momento no eran sociedades campesinas tal y como se concibe en la actualidad, consideramos en ese sentido, que esto fue un proceso de re-ordenamiento territorial, de un re-planteamiento cultural, a partir de la conversión de la tierra en mercancía, situación esta que se exacerbó en la colonia, con el proceso de Repartimiento y encomienda, propios de la reorganización societal implementado por el control español en el territorio de los andes Venezolanos.

La propiedad de la tierra era una concepción absolutamente desconocida por las poblaciones indígenas en los andes Venezolanos, lo común formaba parte del devenir cotidiano, por tanto, el proceso posterior a la llegada del europeo, va a consistir, no sólo en desarrollar la noción de propiedad sobre la tierra y sobre los cuerpos, sino en implementar una cultura del robo y apropiación de la fuerza de trabajo del individuo en resguardo. En Población indígena y economía (1995), Nelly velásquez hace referencia, también, a los mecanismos de evangelización y patrones de resistencia (p. 53-57), en ellos encuentra elementos claves que fueron utilizados por los españoles para garantizar que el proceso de adoctrinamiento fuera efectivo, entre otros tenemos que: la existencia en el pueblo de indios, de un cura doctrinero; conocimiento de las lenguas autóctonas por parte de los misioneros; existencia de una iglesia; empleos de registros escritos; obligación de enterrar a los muertos al interior de las iglesias. Todos estos procesos de implantación encontraron resistencia, al punto, que pudo coexistir a lo largo del tiempo lo accidentario originario con lo implantado.

La vida comunal se veía interrumpida a causa del pago de tributos, la producción para el intercambio sería suplantada definitivamente por el trabajo usufructuado por el encomendero. Este inconveniente aparece en forma patente en el pueblo de Chachopo, donde los indígenas desempeñaban funciones de arrieros durante todo el año en el transporte de tabaco desde Barinas hasta el puerto de Gibraltar (Velásquez. 1995; p. 59). Se trastoca a profundidad toda relación social, desde el intercambio hasta la existencia de los cuerpos mismos, los cuales se verán reducidos a objetos serviles, negando todo el acervo cultural existente hasta el momento. Sobre esto último, hasta la erótica amerindia se ve influida por lo que será una geopolítica territorial del dominio de los cuerpos. Sobre todo este esplendor cultural: … cae como ave de presa el yo conquisto, con carabelas y armas de hierro y fuego, con devoradores perros y lujuria largamente retenida (ya que el conquistador venía solo, sin mujer hispánica)… El Varón hispánico mata al varón indio o lo reduce a la servidumbre por la encomienda, la mita, etc.; la mujer del indio pasa al servicio personal o al simple amancebamiento (concubinato adulterino) con el conquistador… (Dussel, 2007; p. 20) En ese sentido, la colonia se convierte en un campo interesante de estudio, desde la interdisciplinariedad, pues en ese largo tiempo histórico se fundan los elementos que darán pie a la construcción de nuevas relaciones sociales entre los pueblos amerindios. En medio de este proceso traumático, se construyó la “americanidad” y las relaciones sociales que le dan sustento a nuestros países, dando cuenta del surgimiento de nuevas clases sociales que sobre el territorio ejercerán poder, dominando la cultura, organizando la nueva territorialidad, espacial y corporal, para cumplir con sus fines comerciales.

El Movimiento Comunero, la descolonización de la memoria y la construcción de la soberanía emancipatoria. A partir de la segunda década del siglo XXI, los planteamientos político-sociales, que implican a su vez procesos organizativos del pueblo, pretenden radicalizar procesos emancipatorios. Como se trata de volver a las raíces, escudriñamos en el pasado y encontramos en la re-significación comunera posibilidades reales de avanzar en la tarea por descolonizar la memoria y avanzar en la concreción de un proyecto histórico emancipador, que de cuenta de nuevas realidades, que evidencie la posibilidad de hacer las cosas de forma diferente. En ese sentido la construcción de las comunas a lo largo y ancho de lo que hoy es el estado Mérida, va aparejada con el uso geoestratégico de corredores comunales, los cuales territorialmente buscan implementar nuevas formas de entender la producción y la economía. Hoy día en el estado Mérida existen once (11) corredores comunales, los cuales tienen la intensión de activar los procesos de intercambio propios de una economía solidaria. Desde el páramo, hasta la meseta de Mérida, pasando por Lagunillas, Chiguará y el Anís, el valle del Mocotíes, los pueblos del sur, la zona Panamericana, el Municipio Andrés Bello, todos ellos conjugan corredores comunales que invitan a la gente organizada a retomar viejas prácticas de intercambio, retomando rutas originarias, re-planteando la cultura cotidiana, cuestionando las ideologías dominantes. Por ello es necesario reconocer que: El pueblo, el bloque social de los oprimidos y excluidos, puede transitar durante siglos dentro de un “estado de derecho” de obediencia pasiva, ante una legitimidad aparente…

Cuando ese “pueblo” (dicho bloque de los oprimidos) se torna “pueblo para-sí” o toma “conciencia de ser pueblo”, abandona la pasividad de la obediencia cómplice ante la dominación encubierta bajo una hegemonía que en verdad no cumple con sus necesidades, y entra en un “estado de rebelión” –lento proceso que puede durar decenios, a veces siglos (citado en: Vargas. 2015; p. 230). En ese largo proceso de organización, por ejemplo, para Octubre del 2012, se trabajaba en base a 10 corredores en todo el estado Mérida, a saber: Characot Apirat, compuesto por 7 comunas, y 86 Consejos Comunales; Aroma del Cacao, Compuesto por 8 Comunas, y 84 Consejos comunales; Rumbo a la Independencia Soberana, Compuesto por 14 Comunas, y 119 Consejos comunales; Campaña Admirable, Compuesto por 8 Comunas, y 86 Consejos comunales; Mucaria, Compuesto por 4 Comunas, y 57 Consejos comunales; Urbano, Compuesto por 4 Comunas, y 27 Consejos comunales; Padre Noguera, Compuesto por 3 Comunas, y 86 Consejos comunales; Mocoties, Compuesto por 5 Comunas, y 49 Consejos comunales; Chama Sur, Compuesto por 5 Comunas, y 84 Consejos comunales; y Hugo Chávez, Compuesto por 12 Comunas, y 100 Consejos comunales. Los corredores comunalesii, que en la actualidad se ponen en ejercicio, vienen a romper con la organización eclesiastico-colonial que dio pie a la dominación de los pueblos amerindios, reconociendo el uso del espacio de las poblaciones americanas antes de la llegada del europeo, para re-pensar la acción cotidiana.

En ese sentido y después de lo visto, es necesario recomponer el tejido social, pues han sido muchos años en el que la estructura societal y sus aparatos ideológicos han propiciado un Ilustración 1. individualismo negador de la vida misma. Es decir, la crisis civilizatoria en la que se encuentra la humanidad no puede ser resuelta con más competencia entre los habitantes de determinado territorio; volver a lo comunitario es avivar el espíritu comunero, que en última instancia siempre ha estado vivo, siempre ha estado presente en nuestra memoria colectiva. Nuestra comuna, en el marco de la gesta emancipadora en curso, la denominamos “Bicentenario 16 de Septiembre”, más allá del debate histórico del momento, consideramos fundamental alimentar el espíritu insurgente de un pueblo que viene dando una batalla de larga duración, donde la simbología rebelde siempre está en peligro de ser cooptada por la clase dominante y su ideología. Pretendemos construir nuevos lazos sociales, volviendo a las raíces y cuestionando en profundidad las viejas formas de hacer política. “Comunalizar la vida misma” es un reto que exige de un esfuerzo interdisciplinar, que edifique un pensamiento crítico que nos sirva como herramienta para desmontar las “verdades absolutas” que desde el romanticismo europeo concibieron al resto de mundo, en especial sus colonias, como sucursales de lo que se dice, se hace y se piensa en los centros de poder.

En ese orden de ideas es fundamental estar atentos, desde lo simbólico e ideológico, hacia donde tributan nuestras acciones, pues si replicamos por ejemplo la experiencia Liberal, de la división de poderes, estaremos por el contrario “comunalizando” la ideología de la clase dominante; estar alertas, con la cabeza y el corazón bien puestos, pues hay una infinidad de detalles que están representados en las menudeces de la cotidianidad. La comuna se construye todos los días. Reconocer que en nuestro pueblo hay un saber, hay un uso y dominio del territorio, hay un acervo que debe ser sistematizado, nos abre la posibilidad de construir un nuevo conocimiento que sirva de herramienta para tejer la emancipación definitiva. Nuestra labor, desde el compromiso militante, y de eso estamos convencidos, es darle sentido a las luchas por las que nuestro pueblo ha dado su vida. Nos queda un mundo por descubrir, por investigar y por construir.

Carlos Rivas
Escuela Popular de Comunicación ?Eulogio Paredes?. Vocero de la Casa del Costurero.

carlos_rivas_45@hotmail.com